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Eduardo Galeano

Carta de Galeano por Zaffaroni




Montevideo, julio 21, 2003

Al Sr. Ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos,
Dr. Gustavo Beliz.
De mi mayor consideración:

Desde la otra orilla del río, me tomo la libertad de contarle que somos muchos los uruguayos que hemos recibido con sorpresa y alegría la noticia de la candidatura del Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni a la Corte Suprema de la nación argentina.
Con sorpresa, porque en este mundo y en estos tiempos son poco frecuentes las noticias de que la justicia existe. Con alegría, porque celebramos la posibilidad de que un hombre valiente, jurista de talento, pueda ocupar ese alto cargo que merece.
Sin sorpresa ni alegría, en cambio, mi mujer, Helena Villagra, y yo, que desde hace años conocemos a Zaffaroni y también conocemos su trayectoria, nos hemos enterado de los ataques que está recibiendo.
Por lo general, las opiniones enemigas criminalizan su profesión de fe garantista, como si fuera delito exigir que la ley se cumpla para todos y no sólo para quienes puedan comprarla. Zaffaroni, dicen, es un peligro. Y no dicen, pero piensan, que su designación podría ser el principio del fin para una Corte Suprema que aplica la suprema ley del embudo y que protege la impunidad, la corrupción y otras malas costumbres multiplicadas por el poder en estos últimos años.
Tampoco faltan, no podían faltar, quienes se meten en la vida privada de Zaffaroni y públicamente lo cuestionan "porque no ha formado familia".
Esos ruines ignoran que él tiene más familia que el común de los mortales: hombre afortunado, tiene familia en su casa, en su país y en los muchos países que lo quieren, lo respetan y le agradecen sus generosos aportes a lo largo de tantos años y de tanto trabajo. Y esto es sobre todo cierto en América latina, donde con más fuerza están llegando los nuevos aires que soplan desde Buenos Aires.
Ojalá se dé. En todo caso, es estimulante comprobar que la candidatura de Zaffaroni está despertando mucho más entusiasmo que ira. Hasta sus críticos, que lo atacan por sus virtudes, queriendo denigrarlo lo están elogiando.
Saluda a usted cordialmente,

Eduardo Galeano