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14 de julio de 2002
Colombia no necesita que nadie vaya a salvarla desde afuera
El mundo patas arriba visto por Eduardo Galeano
Por Fernando Arellano Ortiz
Hay que tener en claro que la violencia para los colombianos es su maldición,
más no su destino. América Latina se sustenta en muchas identidades
elegidas que heredadas. Este es un continente con amplias reservas de dignidad,
sin embargo el panorama es oscuro: mucha gente siente que el verdadero domicilio
de los políticos latinoamericanos está en la cueva de Alí
Babá y los cuarenta ladrones.
Escribe, según sus propias palabras, para revelar la historia escondida,
la que ha sido tergiversada, porque como es sabido, generalmente las historias
oficiales de los pueblos las redactan según sus conveniencias, los
ganadores. Su pasión es la de narrar en forma breve realidades sociales
que pintan de cuerpo entero la idiosincrasia latinoamericana, pero, al mismo
tiempo, tiene una capacidad para ver en forma descarnada, real y analítica
el devenir del mundo y sus fenómenos sociológicos. No es más
que echar una ojeada a su último libro Patas arriba. La Escuela del
mundo al revés, para comprobar esta premisa.
Quienes buscan entender la historia y la realidad social y política
de nuestro continente deben necesariamente acudir a esa su obra clásica
en que se ha convertido Las venas abiertas de América Latina, escrita
en 1970, que luego de treinta y dos años, tiene más vigencia
que nunca. Este es un libro subyugante, concebido como una novela que cuenta
con pasión, lucidez y amplias referencias históricas e investigativas
cómo una región tan beneficiada por la naturaleza ha sido no
solamente esquilmada primero en la colonia por los españoles y luego
por las potencias de Occidente durante su vida republicana sino que, además,
no ha podido encontrar aún su destino y con él una mejor suerte.
Su autor es un periodista y escritor nacido en 1940 en Montevideo, Uruguay,
que responde al nombre de Eduardo Hughes, pero desde que hacía dibujos
para los periódicos de su país en plena juventud decidió
adoptar el apellido materno por la difícil pronunciación española
del de su progenitor. Por consiguiente, desde que comenzó a escribir
se firma como Eduardo Galeano.
Durante su ya vasta trayectoria de escritor, Galeano se ha dedicado sistemáticamente
a borrar las fronteras entre las vertientes del periodismo y la literatura.
En sus más de doce libros confluyen la narración y el ensayo,
la crónica y la poesía, el humor y el sarcasmo; así como
en sus notas de prensa sobresalen los párrafos contundentes salpicados
de ejemplos de entereza y dignidad de ciudadanos del común, que son,
en su concepto, los verdaderos héroes del mundo de hoy.
Su trabajo periodístico en la década de los años 70 desplegado
desde el semanario Marcha de Montevideo, en el que ocupó la jefatura
de redacción y, posteriormente, en el diario Época de la misma
ciudad, en el que se desempeñó como director, se caracterizó
por la defensa de la democracia y los derechos humanos A raíz del del
golpe de Estado en 1973 en el Uruguay, Galeano se vio obligado a exiliarse
en la Argentina y luego en España por su voz implacable contra la dictadura.
En Buenos Aires fundó y dirigió la revista cultural Crisis y
en Colella de la Costa, al norte de Barcelona, se dedicó a trabajar
su libro de denuncia Días y noches de amor y de guerra. A principios
de 1985, Galeano decidió retornar a su ciudad natal, desde donde continúa
su trabajo literario y colabora como columnista en distintos medios de comunicación
de Latinoamérica. Es conferencista de diversas universidades y Ongs
del mundo por lo que es un viajero consuetudinario.
Ha recibido múltiples distinciones entre las que se cuentan el premio
Casa de Las Américas en 1975 y 1978; el American Book Award de la Universidad
de Washington por su trilogía Memoria del Fuego en 1989; el premio
para la Libertad Cultural de la Fundación Lannan de Estados Unidos
en 1999 y un doctorado honoris causa por la Universidad de La Habana en 2001.
CUBA, UNA PAPA CALIENTE
A propósito de este doctorado, Galeano pronunció un discurso
en la capital cubana en el que señaló que "a lo largo de más
de cuarenta años, esta Revolución, castigada, bloquada, calumniada,
ha hecho bastante menos que lo que quería pero ha hecho mucho más
que lo que podía. Y en eso está. Ella sigue cometiendo la peligrosa
locura de creer que los seres humanos no estamos condenados a la humillación".
Sin embargo considera que "el tema de Cuba sigue siendo una de las papas calientes
que hay en el mundo. Es curioso -agrega-, lleva cuarenta años de revolución
este un país tan chiquito relativamente, con muy pocos habitantes en
relación a los demás países importantes del mundo, y
sigue siendo una suerte de obsesión, sobre todo para los grandes medios
de comunicación en Europa, en Estados Unidos". "Yo con Cuba siempre
ha tenido una relación muy limpia, muy honesta, muy franca, llevando
a la práctica aquel viejo consejo que es ley de oro de la amistad:
cuando uno es amigo de verdad, critica de frente y elogia por la espalda.
Yo con Cuba he tenido siempre esa actitud, los cubanos lo saben. He ido allí
muchas veces, siempre les he dicho cuál es mi punto de vista sobre
el partido único, con el que estoy en absoluto desacuerdo -a mí
no me gustan los partidos únicos -, con las estructuras verticales
de poder - que tampoco me gustan -, con las monarquías -que no me gustan-.
Creo que Cuba tiene una estructura muy vertical de poder, muy, pero muy vertical,
que es gran medida hija del bloqueo de afuera. Yo no soy uno de esos intelectuales
de izquierda que han confundido a Cuba con el paraíso y que ahora la
confunden con el infierno. Nunca creí que fuera el paraíso,
y no creo que sea el infierno. Cuba es el resultado de una aventura humana
de transformación de la sociedad, y está de la cabeza a los
pies sucia de barro humano, y es así como la quiero: bien sucia de
barro humano. Es una aventura terrestre; ni del cielo, ni del infierno".
ENTRE IDENTIDADES ELEGIDAS Y HEREDADAS
- ¿Cómo entiende usted la identidad cultural?
- Es muy difícil hablar de identidad en forma breve, pero con respecto
a este tema creo que se ha universalizado este concepto en los últimos
años, lo que me parece muy ilimitado. Diría que reduce la identidad
a un asunto de museo y yo creo que sobre todo somos lo que hacemos para cambiar
lo que somos, o sea, creo en una identidad en movimiento, creo en una identidad
viva y creo más en las identidades elegidas que en las entidades heredadas
en una región del mundo como es América Latina que tiene una
amplia experiencia en la materia. Para citar dos ejemplos entre miles, señalaría
los siguientes casos de identidad elegida: un antropólogo alemán
llamado Kurth Hunker que llega a Brasil a principios del siglo XX para estudiar
a los guaraníes. Es un hombre joven, recién egresado de una
universidad alemana y al entrar en contacto con los guaraníes descubre
que él es guaraní y asume esta revelación, pasa a llamarse
Kurth Imuendayú, que quiere decir en lengua de esta etnia "el que elige
su casa". Muchos años después muere siendo un indígena
guaraní luego de haberse estudiado así mismo.
El otro caso que se puede citar como ejemplo es el de Rafael Barrett, uno
de los escritores paraguayos de todos los tiempos y una figura emblemática
de la cultura paraguaya, probablemente la mayor de todas, el paraguayo más
paraguayo de todos, y Rafael Barrett era hijo de padre inglés y de
madre española, educado en Francia, llega a Paraguay cuando es hombre
hecho y derecho, anarquista fervoroso, pasa en este país seis años
de su vida, la mayor parte de este tiempo preso por actividades subversivas,
después lo mandan al exilio, nunca más puede volver y él
como repito, era el más paraguayo de todos porque descubrió
que era paraguayo. Piso esa tierra y esa tierra le dijo a través de
las plantas: "tú me perteneces, tú eres mi hijo, así
hayas nacido en otro lado". La identidad, entonces, no tiene que ver con las
partidas de nacimiento, tiene que ver, fundamentalmente, con los lugares,
las personas, los valores que uno elige.
- ¿En consecuencia, se elige la identidad?
- Depende del caso, hay que tener una noción de identidad muy flexible
que además no nos impida olvidar que somos diversos y que somos universalidad
porque la condición humana es una y muchas y eso es lindísimo
que ocurra. Lo mejor que el mundo tiene está en la cantidad de mundos
que el mundo contiene. Por suerte somos diferentes, por suerte somos diversos,
pero también hay valores comunes al género humano que se han
ido transmitiendo de diferentes maneras, de generación en generación.
- Pero en el mundo hay mucho chauvinismo que rechaza ese argumento, porque
hay sociedades que se encierran en su propia cultura y en su propio mundo...
- Claro, lo que pasa es que eso también ocurre como una actitud defensiva,
en muchos casos fanática y ciega, a la globalización que impone
una suerte de "uniformización" de la cultura a escala mundial. Entonces
a veces ocurren esas reacciones que suelen ser de fanatismo religioso o de
aislamiento cultural que en ciertas oportunidades se explican, no digo que
se justifiquen, pero se explican como respuestas a esta especie de "uniformización"
obligatoria en la época de la gran hamburguesa planetaria.
- ¿Frente a la globalización podemos anteponer el concepto de la localización?
- Yo diría que hay que ser muy flexibles, tolerantes y muy cuidadosos
con estos temas. El problema es que para recuperar la universalidad de la
condición humana que es lo mejor que tenemos es necesario celebrar
al mismo tiempo la diversidad. Esta sería la síntesis de lo
que yo creo que es la identidad, en un mundo que a mí me parece que
anda muy mal porque te condena a morir de hambre o de aburrimiento. Entonces,
un mundo "uniformizado" es un mundo aburridísimo. Yo creo que la condición
humana es muy divertida, muy diversa, muy celebradora de la vida, es un abanico
de todos los colores, es un arco iris infinito.
- Un pensador y político colombiano asesinado, Álvaro Gómez
Hurtado, en su libro La revolución en América, dice que cuando
se descubrió nuestro continente ya llevaba cinco mil años de
atraso en la historia. Al fin y al cabo la cultura americana es relativamente
nueva. ¿Cree usted que ya hay en Latinoamérica una identidad cultural?
- Hay muchas, por suerte, que de algún modo definen un espacio cultural
común, pero son muchas y muy diversas. América Latina es una
región del mundo donde se encuentra todo, todo lo que busques. Qué
suerte que seamos así, como ese disparate que alguien alguna vez me
discutía desde las altas cumbres de la ciencia preguntándome
qué tiene en común un negro de Haití con un gaucho de
la pampa. ¡Pero claro que tienen algo en común! De repente no lo saben,
pero de seguro que tienen algo en común. Tienen de común muchas
cosas que las que saben que tienen. ¿Por qué? Porque unos y otros han
sido condenados a la amnesia de una historia oficial enferma de racismo, de
machismo, de elitismo y de militarismo, entonces están mutilados en
el conocimiento de lo que fuimos, en la memoria compartida, y mutilados también
en el conocimiento de la realidad, pero en la medida en que eso se abra, en
que luchemos para abrirlo, para ser lo que podemos ser, que es una cosa infinitamente
amplia y espléndida, vamos a descubrir que hay muchísimos más
puntos de contacto de los que suponemos que hay y te diría que empezando
por los más obvios que pasan por la obligación de sentido común
de defendernos juntos. Es un escándalo que los países latinoamericanos
no hayan logrado unirse siquiera para hacer frente juntos a la deuda externa.
Cosas que parecen de cajón, entonces negocian por separado, con lo
cual, por separado se ahorcan, claro.
LA REALIDAD LATINOAMERICANA
- En su libro Las venas abiertas de América Latina se detalla pormenorizadamente
toda la explotación de las tierras de este continente, pero ese texto
usted lo escribió en 1970. ¿Treinta años después Latinoamérica
no está en un proceso de involución?
- En algunas cosas sí, en otras no. Es muy difícil hacer un
balance treinta años después. No se pueden reducir las cosas
a un simple balance, la realidad por suerte es más rica y más
asombrosa de lo que cualquier esquema puede presumir que es. Ella es una señora
con mucha capacidad de sorpresa y muy inabarcable, pero en líneas generales
diría que en algunas cosas se ha retrocedido, sí, en otras se
ha avanzado. Se ha retrocedido, te pondría ejemplos un poquito deshilvanados.
Yo me acuerdo cuando escribí Las venas, a finales de 1970 que, por
ejemplo, había una cierta unanimidad universal en torno de algunas
cosas elementales o básicas: la pobreza era un resultado de la injusticia,
lo proclamaba la izquierda, el centro lo admitía, la derecha no lo
discutía. Había pobreza porque había injusticia, un reparto
injusto de los panes y de los peces. Treinta años después ya
quedan muy poquitos que digan que la pobreza es un resultado de la injusticia.
No digamos en la derecha o en el centro pero hasta en la izquierda ha prosperado
esta suerte de certeza de fin del siglo XX y comienzos del siglo XXI de que
la pobreza es el castigo que la ineficiencia merece y por lo tanto no es el
resultado de la injusticia, es un acto de justicia. Se jode el que no trabaje
o el que no sabe defenderse y el que no sabe competir y el que no es eficiente
ni rentable. En ese sentido me parece que hay un retroceso, sí, se
ha involucionado en la concepción de ciertas cosas que en aquella época
eran de cajón, que nadie las discutía porque parecían
que eran evidentísimas y ahora todo eso ha cambiado, este mundo es
mucho menos solidario de lo que era el mundo del año 70, se han roto
muchos los vínculos de solidaridad entre las personas, entre los pueblos,
en gran medida porque como que hay una dispersión de esfuerzos, esta
cosa unánime hoy por hoy de arréglate como puedas, de cada cual
a lo suyo. Las venas abiertas es un reflejo de su época, de su momento.
Ahora vamos a las cosas que me parecen positivas. Creo que treinta años
después las mujeres están mucho más despabiladas, es
un hecho el ascenso de los movimientos que han logrado conquistas importantes
en el reconocimiento de los derechos de la mujer, no en el papel, no en las
leyes o en las constituciones sino en los hechos, se ha avanzado mucho, por
lo menos en la toma de conciencia de que la humanidad no solamente está
formada por la mitad de la humanidad. En otro plano que se ha avanzado en
forma notable es en el de la conciencia ecológica. Ahora este tema
está de moda y todos, hasta los asesinos del planeta son verdes, pero
eso indica que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la
virtud.
- ¿Si se pondría en el trabajo de reeditar una nueva versión
de Las venas abiertas de América Latina qué le agregaría,
qué le quitaría?
- No, los libros nacen en un momento y en un lugar y en cierto modo pertenecen
a ese momento y a ese lugar, a veces tienen la suerte de proyectarse más
allá como pasó con Las venas que sigue funcionando bastante
bien porque continúa encontrándose con lectores en distintas
lenguas, en distintos lugares del mundo. Es un libro del cual no me arrepiento
ni de una coma, de él estoy muy orgulloso. Pero de ahí a repetirlo
como si fuera cadena perpetua, no. Publiqué hace más de dos
años otro libro que se parece en cierto modo y que se llama Patas arriba.
La escuela del mundo al revés, que es una especie de Las venas pero
con un lenguaje enteramente diferente, porque treinta años después
yo soy otro. Eso sí, sigo siendo leal a las ideas que creo y a la gente
que quiero.
- La historia, generalmente, la escriben los que ganan, ¿por eso talvez la
acogida de sus libros que contienen la otra cara de la historia?
- No, hay mucha gente que trae la otra historia, pasada y presente. La tarea
mía es la de revelar la realidad que viene enmascarada. Yo sé
que la realidad es neblinosa, contradictoria, difícil de descifrar,
misteriosa, pero también es verdad que hay máscaras interesadas
que nada tienen de inocentes y que son impuestas por un sistema que oculta,
tergiversa, disfraza, miente. Entonces el gran desafío para quien escribe,
creo, en mi caso por lo menos, es la revelación de esa historia escondida,
lo que fue, lo que es, pero también a partir de una necesidad de celebración.
Yo creo que aquella definición tan linda de Carpentier de lo real maravilloso
de América es cierta porque si bien tiene lo real maravilloso también
tiene lo real horroroso, pero ambos conceptos son hermanos siameses, tienen
las espaldas pegadas, la vida viene así. Así se barajan los
naipes de la vida.
- Usted que escribe sobre la otra historia, ¿cuál es su concepto de
héroe en el mundo contemporáneo?
- Para mí los grandes héroes no son los que están inmortalizados
en el bronce o en el mármol sino que son las gentes anónimas,
desconocidas que practican el heroísmo de la vida cotidiana y que son
capaces de no sacrificar sus ideas, sus convicciones, sus principios en función
de sus conveniencias. Entonces para mí un gran héroe es un hombre
que se levanta a las seis de la mañana, que trabaja doce, catorce,
quince horas y que sin embargo sigue siendo leal a ciertos principios, a ciertos
valores y que no se ha dejado convencer que solo se vive para trabajar e intenta
trabajar para vivir, es decir que no ha perdido de vista que el fin de la
vida humana no es convertirse en hormiga.
Hay una anécdota que sucedió en Bogotá una tarde de fútbol
que refleja la actitud de un jugador que considero heroica porque asumió
una postura honesta al hacer lo que en su concepto debía hacer, lo
que era digno hacer en lugar de lo que convenía hacer. Esa es la actitud
de un héroe para mí. En este caso la historia no es de un héroe
anónimo sino que tiene nombre propio. Para relatarla escribí,
hace algún tiempo, un texto muy corto que está inédito
y que se puede transcribir. Dice:
"Aquella no era una tarde de un domingo cualquiera del año 67, era
una tarde de clásico, el club Santa Fe definía el campeonato
contra el Millonarios y toda la ciudad de Bogotá estaba en las tribunas
del estadio. Fuera del estadio no había nadie que no fuera paralítico
o ciego. Ya el partido estaba terminando en empate cuando en el minuto 88
un delantero del Santa Fe, Ómar Lorenzo Devanni cayó en el área
y el árbitro pitó penal. Devanni se levantó perplejo,
aquello era un error, nadie lo había tocado, él había
caído porque había tropezado. Los jugadores del Santa Fe llevaron
a Devanni en andas hasta el tiro penal. Entre los tres palos, palos de horca,
el arquero aguardaba la ejecución, el estadio rugía, se venía
abajo y entonces Devanni colocó la pelota sobre el punto blanco, tomó
impulso y con toda su fuerza disparó muy afuera, bien lejos del arco".
- En una de sus intervenciones en Bogotá a mediados de 2000 usted habló
del "dolor agregado". No se podría relacionar ese concepto suyo con
lo que está viviendo el mundo, con lo que llaman globalización.
¿Cuál es su concepto frente a esta corriente mundial?
- ¿El dolor agregado qué es? Simplemente es el dolor evitable porque
la condición humana es al mismo tiempo luces y sombras. Estamos condenados
al dolor y al amor, pero hay dolores que no provienen ni de la pasión
humana ni de la muerte, que son los dolores que son agregados por un sistema
enemigo de la gente y de la naturaleza que tiene que ver con el funcionamiento
desigual del mundo. Yo creo, en concreto, que este proceso de imposición
de valores universales centrados en la mercancía y en la rentabilidad
implica un envenenamiento del agua, de la tierra, del aire, pero también
del alma.
"DESEDUCACIÓN" DE LOS MEDIOS
- ¿Cuál en su opinión debe ser la responsabilidad de la educación
en la concreción de una respuesta de prevención al dolor?
- Del dolor agregado, porque el otro hay que aprender a asumirlo dado que
la vida no es un camino de rosas y además porque hay cosas que ni el
capitalismo, ni el socialismo, ni la anarquía, ni nadie va a poder
resolver puesto que hay fuentes de angustia y de sufrimiento en la vida humana
que ni Dios, contra eso no hay nada. Pero el problema del valor agregado es
otra cosa, es cuando un sistema incorpora dolor al dolor, y claro, la educación
cumple un papel importantísimo, sin embargo la gran dificultad radica
en que hoy por hoy la educación deseduca porque está en manos
de los grandes medios de comunicación que lamentablemente están,
a su vez, al servicio de la incomunicación humana. Tenemos ahora quinientos,
mil, un millón de posibilidades de elegir entre lo mismo y lo mismo,
y los medios dominantes de comunicación son transmisores del sistema
de valores que genera el dolor agregado, o sea factores de violencia, la cultura
de la muerte, valores de consumo que nos están repitiendo tú
eres lo que tienes, tú eres lo que compras, todo a nombre de una presunta
objetividad.
- ¿Como escritor y periodista qué concepto le merece la revolución
tecnológica en el campo de las comunicaciones, considera que el Internet
está cambiando no solamente las costumbres de la sociedad sino también
su cultura?
- Bueno, es un medio no un fin, aunque se enredan muchos los medios y los
fines, sobre todo en el mundo de hoy en el que los medios han ocupado el lugar
de los fines. Hay una usurpación de los fines por los medios, se supone
que los medios están al servicio de los fines pero se han convertido
en la actualidad en instrumentos de nuestros instrumentos, entonces los automóviles
nos manejan, los supermercados nos compran, los televisores nos miran y las
computadoras nos programan, pero los medios no tienen la culpa, el problema
es el uso que se hace de ellos y la inversión de valores que los coloca
en el centro del universo. Yo creo que Internet ha abierto espacios de comunicación
alternativa muy importantes y es una paradoja al revés, por fin una
paradoja linda, una paradoja buena, porque Internet es un sistema mundial
de comunicación organizado por el Pentágono al servicio de fines
militares, o sea, nace al servicio de la cultura de la muerte, de la programación
universal de la muerte y, sin embargo, se ha convertido en un centro de resonancia,
de voces alternativas que antes resonaban en campanas de palo y hoy en día
a través de este sistema encuentran un espacio muchísimo más
amplio y esto permite también articular movimientos inspirados en la
lindísima idea de que el planeta tierra puede ser salvado todavía,
de que la condición humana no es tan jodida como creemos, de que la
solidaridad es todavía posible, todos estos movimientos por miles que
hay: ecologistas, feministas, de derechos humanos, de defensa de la diversidad
sexual, de la recuperación cultural, de las radios comunitarias, de
montones de cosas que existen, han encontrado espacios de comunicación
como para tejer una red.
- ¿Qué piensa del síndrome de la "farandulización" de
los medios de comunicación?
- La frivolización en los medios de comunicación no debe sorprendernos
porque como lo hacen los científicos clasificando el proceso de la
evolución en la era terciaria, cuaternaria, glacial, no se qué,
venimos nosotros de la era "Lewinskiana" que es una era que se produjo a finales
del siglo XX y que abarcó un año y medio decisivo en la historia
de la humanidad que consagró toda su energía de comunicación
a la transmisión de esas jornadas épicas en el Salón
Oval de la lingüista Mónica Lewinsky con el entonces presidente
del planeta. Yo creo que ese es un retrato certero, perfecto, de lo que son
los medios de comunicación en el mundo de hoy.
RESERVAS DE DIGNIDAD
- ¿Cómo analiza la situación latinoamericana al comenzar un
nuevo milenio, seguimos arrodillados a los Estados Unidos? - No, tanto como
eso te diría que no. Esta es una región del mundo con tremendas
reservas de dignidad y uno apuesta a esa dignidad pero reconozcamos que el
panorama se ha vuelto tremendamente complicado. Tenemos una dirigencia política
indolente. Las encuestas indican que América Latina es, hoy por hoy,
la región del mundo que menos cree en el sistema democrático
de gobierno. Una de esas encuestas, publicada por la revista The Economist,
reveló la caída vertical de la fe de la opinión pública
en la democracia en casi todos los países latinoamericanos: hace medio
año, sólo creían en ella seis de cada diez argentinos,
bolivianos, venezolanos, peruanos y hondureños, menos de la mitad de
los mexicanos, los nicaragüenses y los chilenos, no más que un
tercio de los colombianos, los guatemaltecos, los panameños y los paraguayos,
menos de un tercio de los brasileños y apenas uno de cada cuatro salvadoreños.
Triste panorama, caldo gordo para los demagogos y los mesías de uniforme;
mucha gente, y sobre todo mucha gente joven, siente que el verdadero domicilio
de los políticos está en la cueva de Alí Babá
y los cuarenta ladrones.
A esto hay que agregar una imposición de un sistema de valores que
corresponde a un modelo social que a mi no me gusta pero que en la actualidad
se acepta como el único posible y ese modelo nos ha llevado a la "macdonalización"
del mundo. La metáfora creo que funciona porque la universalización
de McDonald´s en este comienzo de siglo implica un atentado cultural terrible
porque se niega el derecho de autodeterminación de la cocina que es
una de las expresiones de la diversidad del mundo. O sea, se nos incita a
que todos comamos comida basura o de plástico cuando la barriga es
una zona del alma y su boca es la puerta. Y, además, McDonald´s comete
un atentado sindical, porque prohíbe que sus empleados se sindicalicen,
tirando dos siglos de luchas obreras por la ventana. Este es el símbolo
de la democracia occidental que ahora ocupa el centro del altar que antes
estaba reservado para la cruz. Entonces este es el modelo que se impone y
eso que a mí en los Estados Unidos me va estupendamente, tengo muchísimos
amigos y cada vez que voy es una fiesta.
LA MALDICIÓN DE COLOMBIA
- Colombia viene atravesando desde hace ya algunas décadas circunstancias
muy adversas porque no ha podido superar el fenómeno de la violencia.
¿Cuáles serían sus palabras para nuestro país?
- Yo no me quiero meter en los asuntos colombianos. De Colombia saben los
colombianos, yo no soy quien para decirles qué tienen que hacer o qué
deben dejar de hacer. Pero si quiero decir un par de cositas. Primero, yo
conozco este país desde hace muchos años, lo he visitado muchas
veces, soy extranjero, sí, pero hasta cierto punto. En otros sentidos
no soy tan extranjero ni me siento tan extranjero en Colombia. Puedo decir
que tengo la certeza plena que este pueblo es capaz de alegría, gozador
de la vida, fiestero, cordial, cariñoso, que no merece la violencia.
La violencia es su maldición, pero no es su destino. Y otra cosa de
la que estoy plenamente seguro es de que este pueblo no necesita que nadie
venga a salvarlo desde afuera. Dios salve a Colombia del Plan Colombia.
fsarellano@starmedia.com