RONDA
DE PENSAMIENTO AUTÓNOMO
II
ENCUENTRO INTERNACIONAL
20 al 23 de enero de 2005 /Buenos Aires
La
solidaridad global en el banquillo
El
zoo de cristal
Taller de contrainformación
Activistas extranjeros y movimientos criollos trataron de reflexionar juntos
sobre cómo construir formas de solidaridad recíprocas e igualitarias.
Voy al zoológico.
Pago la entrada.
Voy al kiosco de alimentos.
Compro maníes.
Voy a la jaula de los monos. Tiro los maníes y los monos, gozosos, se lo morfan.
Vuelvo a mi casa, satisfecho.
No pienso ni siquiera en el encierro del animal, ni en los barrotes, ni en el
zoológico. Sólo en lo barato que me salieron los maníes que pusieron tan contentos
a los monos.
El párrafo pertenece a El Vasco, del MTD de Allen y solo se entiende con el título
del taller que le dio marco: “Más allá del piquetourismo”. De esta manera, El
Vasco resumía lo que para muchos era el quid de la cuestión de esa reunión: cómo
lograr formas de solidaridad con relaciones recíprocas. La organización Wogan
había planteado el tema a partir de la experiencia del trabajo realizado durante
un largo año en donde se dedicaron, precisamente, a visitar otro tipo de jaulas:
algunos de sus integrantes fueron detenidos cuando realizaron una acción directa
en la asamblea de accionistas de la multinacional Seaboard Co, responsable del
violento desalojo de la comunidad Ava Guaraní de La Loma, en Hipólito Yrigoyen,
Salta. Allí estaba, precisamente, Mónica y Lidia, dos integrantes de la comunidad
invitadas especialmente a Enero Autónomo para participar de estas charlas que
intentan avanzar en acciones de solidaridad internacional, creando redes contra
el avance represivo y para apoyar luchas concretas.
Fue interesante escuchar la reflexión de los extranjeros presentes (norteamericanos,
ingleses, españoles) acerca de la inspiración que encuentran en las luchas del
Sur para librar batallas en su propio hemisferio. También la autocrítica hacia
algunas puestas en práctica de estos intercambios que muchas veces están marcados
por la desiguladad contra la cual, justamente, se intenta luchar. El “vienen,
estudian y se van”, por ejemplo. El “llegan, filman y desaparecen”.
Jenny plantea que su opción ha sido crear lazos humanos para que aquello de “justicia
global” dejen de ser sólo palabras. Tito, en cambio, considera que no es necesario
financiar la vuelta al mundo para solidaridarse con luchas justas. ¿A qué distancia
tiene que estar el sufrimiento antes de sentir la necesidad de solidarizarme?,
pregunta. Ha visto, dice, mucha gente en tierras ajenas escapando de sus responsabilidades.
“Nosotros estamos tratando de construir lo que aquí tenéis: una forma de vida
que corte lazos con el sistema. Nosotros en Europa no tenemos estas experiencias,
somos dependientes y cómplices y no se trata de meterse seis meses en un proyecto
ajeno para dejar de serlo. Nosotros tenemos recursos y no queremos perderlos.
Y de alguna manera vemos aquí los beneficios de quienes se han quedado sin nada
y han tenido que inventar nuevas formas de vida alternativas. Aquí tenéis un montón
de experiencias, tienen mucho para enseñarnos y esto no es un regalo, sino una
responsabilidad. La gente del Sur es la que, sin duda, tiene más posibilidades
de destruir este sistema que allá en el Norte todavía tenemos miedo de perder.”
Desde el piso, una criolla estudiante universitaria le responde: “No creo que
sea una cuestión de Norte/Sur, sino de privilegios. Acá estoy yo, en Buenos Aires,
en la universidad que me ha formado para tirarle maníes a los monos, tratando
de desaprender a partir de entender no teorías, sino prácticas y experiencias”.
Soledad, del MTD de La Matanza, plantea su experiencia de puertas abiertas y brazos
generosos para recibir el aporte de extranjeros. “No queremos mercantilizar estas
relaciones midiéndolas a partir de cuánto se lleva el otro y cuánto nos queda
a nosotros. Queremos escuchar las preguntas que nos permiten también planteanos
nuevas a nosotros, queremos relacionarnos con la heterogeneidad que nos enriquece”.
Para Kaí, afroamericana de Resistencia Crítica, el planteo se reduce a dos cuestiones:
una, si la solidaridad es algo recíproco y dos, si la información que proporcionan
los movimientos (el flujo que siempre succiona el Norte) puede ser acumulada por
el movimiento de resistencia global. Para eso, establece la diferencia entre personas
aisladas y organizaciones. Las personas, activistas o no, pueden viajar y trasladar
información que nadie más que él acumula. Las organizaciones pueden establecer,
en cambio, trabajos recíprocos y con continuidad, que de alguna manera garantizan
la igualdad del intercambio y la acumulación de las mutuas experiencias.
Es entonces cuando El Vasco plantea la cuestión del zoológico. Y su solución práctica.
“¿Alguien cree que se puede estrechar vínculos con un movimiento preguntándo cuántos
conejos cría o cuántas boinas teje? Nuestro capital son nuestros compañeros y
la calidad de las relaciones humanas que logramos crear dentro del movimiento.
En toda relación de este tipo hay dos partes y las dos son responsables del intercambio.
En nuestro caso, podemos modificar una. Esa es nuestra responsabilidad. Podemos,
por ejemplo, establecer prioridades. Si los compañeros de la UTD de Mosconi, los
hermanos Ava Guaraní o los mapuches del Sur de Chile (todos presentes en la reunión)
tienen graves problemas de represión y corren riesgos sus territorios y sus vidas
¿para qué vamos a recibir delegaciones extranjeras en Allen, donde en este momento
no estamos pasando este tipo de urgencias?
Fue el momento en que los tres movimientos nombrados expusieron sus urgencias
y necesidades. Mañana, por la mañana, el taller avanzará sobre cómo priorizarlas