INICIO
RONDA DE PENSAMIENTO AUTÓNOMO
II ENCUENTRO INTERNACIONAL

20 al 23 de enero de 2005 /Buenos Aires




La experiencia de Resistencia Crítica
Seguridad sin cárceles
Taler de contrainformación

La activista norteamericana Kaí es integrante de una organización que promueve la abolición de las cárceles, lucha contra el discurso de la “tolerencia cero” y crea espacios comunitarios donde llamar a la policía es la última opción. Ella fue la encargada de hacer reflexionar colectivamente a los presentes sobre el miedo y el control, a partir de una pregunta: ¿qué es lo que te hace sentir seguro?


¿Se pueden eliminar las cárceles? La activista norteamericana Kai asegura que sí. Trabaja para eso, incansablemente, desde hace varios años y desde varias perspectivas. Integrante del grupo Resistencia Crítica, una organización de base anclada, fundamentalmente, en los barrios de inmigrantes de Nueva York ha salido a enfrentar con convicción el discurso de la “tolerancia cero” poniéndole el pecho a cada uno de sus argumentos y apoyando a sus víctimas.

Kai tiene un trabajo intenso en las cárceles del Imperio. También en los barrios donde el control policial ha hecho estragos. En un caso, no solo acompañando a los detenidos, difundiendo sus casos y sosteniendo sus defensas, sino también organizando formas de traspasar las rejas. Editan, por ejemplo, una revista en donde los prisioneros intervienen en los temas de “actualidad”, promueven foros de debate con ellos en Internet y hasta ha traído como obsequio un calendario donde cada mes está ilustrado con la historia y el arte producido por los más veteranos detenidos políticos. En el otro frente, su organización promueve un trabajo cuyo objetivo es declarar “zonas de libre daño” (no quieren usar la palabra delito). Se trata de crear, fortalecer y sostener formas comunitarias de resolución de conflictos. El objetivo que persiguen es claro: que llamar a la policía no sea nunca la primera opción, sino la última. Para eso, el trabajo cotidiano teje redes de comunicación, lazos entre vecinos, promovidos con espacios de encuentro para la diversión, el arte, la reflexión y la creación conjunta de pautas de convivencia. Una batería de herramientas que despliegan para convertir la tierra arrasada por el sistema de control en un vecindario capaz de resolver sus propios conflictos.

Kai es un terremoto. Alegre y repleta de energía, recibe a los asistentes de su taller con una sonrisa inmensa, agitando sus rulos y pulseras, desplegando toda la energía de su femineidad y el orgullo de pertenecer a una raza que ha librado más de una batalla. Dice Kai por si quedan dudas “soy una mujer afro americana y desde allí hablo, pienso y actúo.” Y bendice así su herencia de varios siglos de resistencia.
Kai nos introduce a su lucha con una breve referencia al contexto en el cual libra la batalla. En los Estados Unidos hay dos millones doscientas mil personas encerradas en las cárceles y siete millones más bajo algún tipo de régimen de control por parte del Estado: libertad vigilada, probation, libertad condicional, entre otras. La mayor parte de esa gente es pobre y de color, entendiendo esta referencia en su variante más amplia de tonalidades: negros, latinos, árabes, fundamentalmente. Esto que Kai y su organización definen como “el complejo industrial carcelario” es exactamente eso: una industria de presidiarios, exitosa, rentable y en expansión. Hay en su país cárceles privatizadas, que reciben subsidios estatales y lucran con la mano de obra esclava y encerrada.
Es entonces cuando Kai formula la pregunta:
¿Se pueden eliminar las cárceles?
Por supuesto, se contesta. Se puede y se ha hecho. “Muchas veces, la mayoría, la gente me pregunta qué hacemos entonces con los violadores, los asesinos, los psicópatas que están ahí encerrados. Mi respuesta es: que lo resuelva la comunidad”. El razonamiento de Kai es el siguiente: “nos dicen que se construyen más cárceles para que estemos más seguros. Pues bien: preguntémonos esto desde otro aspecto. ¿Qué es lo que nos hace sentir más seguros?
No es una pregunta al azar. El taller que propone Kai es participativo y por lo tanto, la pregunta será respondida por cada uno de los que allí están. La sucesión de respuestas se transforma así en un momento de reflexión colectiva, donde lo dicho por el otro se completa con lo que pronuncia el siguiente, y así, en rueda, en ronda, en un sinfín, se va enlazando un verdadero decálogo. Escuchemos algunas de las respuestas, en el orden en que se fueron sucediendo:

¿Qué es lo que te hace sentir seguro?
-La justicia
-Tener comida, un lugar donde quedarme.
-Trabajadores que tengan el control del poder y de las armas
-Mi movimiento, mis compañeros
-No existe la seguridad
-Que la policía esté lejos mío
-La gente solidaria
-Estar convencido de que mis objetivos para luchar son justos y que estamos trabajando para alcanzarlos
-La educación
-Mi comunidad
-Mi comunidad
-Mi familia, el pueblo unido
-La gente, cuando la conozco
-La comunidad solidaria
-Un lugar que me contenga
-Mis compañeros
-El sentido del amor
-La comunidad, la amistad y la solidaridad
-Mis compañeros
-Me voy a sentir seguro cuando no haya más policía
-Compartir con orgullo mi barrio con mis vecinos
-Compartir con mis compañeros el compromiso
-Mis compañeros, menos cuando estoy corriendo de la policía en una movilización.
-Cuando salgo acompañado
-Mi propia capacidad de ser camaleón. Conviví con la violencia y sé cómo enfrentarla. Mi historia es la historia de una sobreviviente de la violencia. Cuando fui prostituta con plata, coimeando a la policía. Ahora, que soy asesora de un diputado, esa chapa me da seguridad (debemos aclarar en este caso que la que habla es Marlene, una compañera travesti)
-El amor, la ayuda, la solidaridad entre los ilegales.
-Saber quien soy, en relación a quiénes somos y quienes fueron nuestros hermanos que lucharon.
-La sonrisa
-Nuestras comunidades
-Me siento seguro cuando algo cambia
-Me siento más seguro cuando más me expongo. Cuando empecé a integrar una asamblea, a salir a la calle, a luchar.
-Pertenecer a un lugar
-Crear lazos con otros que me cuidan y conozco
-Mi asamblea
-Los espacios donde puedo crear lazos solidarios y afectivos
-Me secuestraron cuando tenía 15 años y desde entonces sentí siempre mucho miedo y mucha inseguridad. Ese sentimiento recién desapareció cuando encontré a mis compañeros, que van a luchar por lo que creo y sé que siempre me van a recordar. Acá me siento segura porque sé que no voy a desaparecer nunca más.
-Construir otra cosa, fuera del control y la represión.
-Mi familia, mis amigos.
-Construir con mis compañeros lazos sociales que impliquen nuevas formas de vida.
-La libertad. Me siento segura con las personas que me permiten ser libre y en los espacios donde puedo serlo.

Kai cuenta que en todos estos años, cuando ha hecho esta misma pregunta se ha encontrado con diferentes respuestas: desde la comida de mi madre hasta sentirse calentito. Pero nunca, nunca, ni aquí ni allá, ninguno ha mencionado que las cárceles los hacen sentir más seguros.
Propone entonces que el enigma sobre un futuro sin rejas se revele con “un poco de arte”. La consigna es crear con música un grupo, con escenificaciones otro, con ruidos y con colores los demás “una comunidad segura, sin policías y sin prisiones”. Kai sonríe.