Economía
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ALBA y ALCA: el dilema de la integración o la anexión
Osvaldo Martínez
Rebelión
La integración de América Latina ha hecho correr ríos de tinta e
interminables torrentes de retórica, pero sigue siendo el gran tema estratégico
pendiente.
Esa integración posee un fuerte cimiento histórico en las visiones de Bolívar y
Martí. El primero llamó a la unidad política de los recién liberados pedazos del
Imperio Español, intentó darle forma a esa unidad política convocando al
Congreso Anfictiónico de Panamá y enfrentó la oposición de los recién nacidos
Estados Unidos, a los que --con profunda y precoz visión-- señaló como los
futuros responsables de "plagar a la América de miserias, en nombre de la
libertad".
Martí conoció de modo directo, por vivir un largo período en Nueva York, el
surgimiento del imperialismo, y con una penetración sorprendente urgió a los
pueblos de la "América Nuestra" a unirse para resistir el dominio y la expansión
de la naciente potencia imperialista.
En ambas figuras cumbres de la formación de lo que después llamaríamos América
Latina, hay una percepción esencial: los países al sur del río Bravo forman
parte de un conjunto cuya realización como pueblos no puede alcanzarse más que
como conjunto integrado y haciendo resistencia al imperialismo que desde el
norte, ve al resto de la América como el patio trasero de su propiedad.
Los reclamos de Bolívar y Martí tenían y tienen sólidas razones, pues los
argumentos favorables a la integración son abundantes.
América Latina ha sido estructurada por los procesos coloniales español y
portugués los que, no siendo exactamente iguales, comparten similitudes mayores
entre ellos que los existentes entre los modelos coloniales inglés, francés,
holandés, alemán, belga. Finalizada la gesta de la independencia, el dominio
colonial fue sustituido por el dominio neocolonial ejercido por imperios
europeos con la intromisión creciente de Estados Unidos, y en tiempos más
cercanos por los imperialismos británico y estadounidense, con preponderancia
progresiva de este último.
Como herencia positiva de ese pasado colonial, la América Latina posee una
riqueza única en tanto potencial para la integración.
Se trata de la posibilidad de comunicación directa entre los pueblos hispano
parlantes y luso parlantes, lo que permite a más de 500 millones de personas
entenderse, hablando unos español y otros el portugués ya muy brasileño que se
habla en Brasil.
Con relación al África, dividida en cuanto a la lengua y no pocas veces
incomunicada, al Asia que presenta una situación similar e incluso a Europa,
allí donde más ha avanzado la integración, pero donde la Unión Europea tiene que
hacer traducciones a más de 10 lenguas diferentes, los latinoamericanos
disfrutamos de mayores posibilidades de comunicación.
La América Latina, aun sin pretender un romántico y falso homologuismo entre sus
naciones y pueblos, muestra unas condiciones para la integración que en teoría,
son superiores a las de cualquier otra región del planeta.
Al pasado colonial que formó una estructura socioeconómica relativamente común,
a la posterior acción modeladora imperialista que forjó relaciones de
dependencia y explotación similares, le suma América Latina esa singular
posibilidad de la comunicación directa entre los pueblos de habla española y
portuguesa.
Y a todo eso, que no es poco, le agregamos ahora lo que en tiempos de esta
globalización, que en rigor debiera ser llamada neoimperialismo, es ya un hecho
establecido: la integración en la época de los grandes bloques económicos de
países desarrollados (Unión Europea, Estados Unidos-Canadá, Japón-NIC`s) es para
los países subdesarrollados mucho más que aprovechar economías de escala o
beneficiarse de un mercado ampliado. Es condición de desarrollo y aun más de
supervivencia en los tiempos de los grandes espacios económicos y de la lucha
por la hegemonía imperialista.
La integración de la "América Nuestra" para hacer realidad el desarrollo de sus
pueblos y para derrotar el dominio de la América que no es nuestra, tiene hoy al
menos tanta vigencia como en los tiempos en que Martí asistió a las reuniones en
Washington de la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América. Entonces el
naciente imperialismo norteamericano pretendió establecer una moneda común de
plata para las transacciones en la América. Ahora pretende con el ALCA y los
Tratados de Libre Comercio consolidar y extender su hegemonía sobre la región.
Pero, la distancia entre el potencial de la integración y su anémica realidad,
es enorme.
Si pensamos en las distancias entre la posible América Latina integrada
económica y políticamente, haciendo valer su riqueza económica, cultural,
intelectual; haciendo escuchar su voz unida, y la América Latina todavía
entrampada en la OEA, con algunos gobiernos compitiendo por ganar la sede del
ALCA y entusiasmados con ingresar a ese proyecto, tendremos que reconocer lo
poco que se ha avanzado hacia la integración.
El corto camino recorrido tiene muchas instituciones o estructuras creadas para
propósitos declarados de representación, coordinación o integración regional o
subregional, pero la acumulación de siglas aludiendo a instituciones no expresa
profundidad ni eficacia en la integración, sino más bien refleja su inoperancia
y la acumulación de proyectos fallidos.
En términos políticos la América Latina sigue careciendo de un verdadero
mecanismo de concertación latinoamericano y caribeño. No lo puede ser la
desprestigiada OEA ni las Cumbres Iberoamericanas, ni agrupaciones subregionales
o de conformación coyuntural como el Grupo de Río, u otras instancias a nivel
centroamericano o caribeño. La Comunidad Sudamericana de Naciones y la Comunidad
Andina son buenos proyectos en el papel, pero no representan a toda la región y
su verdadero significado dependerá de las tendencias políticas que predominen
hacia adelante en sus gobiernos.
Aunque la existencia de instituciones no determina el curso de la realidad ni
asegura integración efectiva, es significativo que América Latina no tenga
siquiera algo parecido a la Organización de la Unidad Africana.
La región --como expresión de fragmentación política-- no ha logrado trascender
el escenario de instituciones diseñadas para reunirse en Washington y transmitir
las directivas del amo (OEA), para reunirse con las antiguas metrópolis
coloniales que ahora actúan como asociados menores de Estados Unidos (Cumbres
Iberoamericanas) o para reunirse en grupos subregionales a veces capaces de
asumir posiciones valiosas (CARICOM, Grupo de Río, Asociación de Estados del
Caribe), a veces capaces de producir lamentables resultados (Centroamérica) y a
veces como desafortunada expresión de un buen proyecto que vive en la agonía por
la falta de apoyo de no pocos gobiernos (SELA).
La fragmentación política aludida, ha conducido a que la integración regional
sea entendida con preferencia como integración económica y es por eso frecuente
que se presente al proceso de integración regional como la descripción y el
relato de los avatares de los esquemas de integración económica iniciados a
comienzo de los años 60 bajo la influencia intelectual del desarrollismo
cepalino, de las urgencia y temores catalizados por la Revolución Cubana y del
despegue de la integración europea.
Esos esquemas de integración económica tienen vidas ya relativamente largas y
todos --con las obvias diferencias individuales-- son intentos subdesarrollados
de integrar países subdesarrollados.
Ha fracasado la integración que podríamos llamar cepalina por corresponder a la
época del "desarrollo hacia adentro", la sustitución de importaciones y el
aliento de una industrialización lidereada por una burguesía industrializante,
modernizadora y que la CEPAL creía capaz de ser "nacional", en tanto portadora
de intereses desarrollistas que la harían capaz de defender sus mercados
nacionales frente a la obvia tendencia a la hegemonía del capital extranjero.
Ha fracasado también --con fracaso aún más sonado-- la integración que podríamos
llamar neoliberal por corresponder a la época en que el neoliberalismo se hace
dominante y convierte a la integración en cáscara encubridora de un gran vacío y
a la retórica integracionista en parloteo para encubrir la creciente
desintegración.
El fracaso de la integración cepalina es el fracaso del modelo cepalino de
desarrollo hacia adentro. En aquel modelo la integración fue un desarrollo
intelectual lógico, que fue planteado cuando se empezó a constatar que la
industrialización, el desarrollo hacia adentro y la incorporación de "los frutos
del progreso técnico" se asfixiaban dentro de los estrechos mercados nacionales
y era evidente que la ampliación del mercado a escala regional era determinante
para aspirar a los necesarios niveles de producción y productividad.
Pero el modelo, y el tipo de integración correspondiente a él, fracasaron. Las
razones y el debate en torno a este problema, han ocupado y ocuparán muchos
miles de páginas. No pretendo más que apuntar las razones que creo explican el
fracaso, sin desconocer los méritos del pensamiento cepalino durante aquella
"edad de oro" de esta institución; cuando fue capaz de estructurar una
interpretación y una propuesta originales que se irían perdiendo.
La primera razón del fracaso no está en las economías de escala, en las técnicas
y procedimientos para la rebaja arancelaria o en cualquier otro aspecto de
técnica económica y tampoco está en la economía "pura", si es que ésta existe de
algún modo.
Esa razón se encuentra en esa zona donde la economía se amalgama con la
política, la sociología, la historia y la cultura para explicar el fracaso de la
burguesía industrializante que para la CEPAL era el principal actor social que
debía hacer cambios estructurales internos imprescindibles (reforma agraria para
quebrar el latifundio y la acción del regresivo binomio latifundio-minifundio,
redistribución del ingreso, sin lo cual el mercado interno seguiría siendo
estrecho), disponerse a resistir con firmeza la penetración y dominio de las
transnacionales en defensa de sus mercados nacionales y de su mercado regional y
por tanto, disponerse a enfrentar a los gobiernos de Estados Unidos, sin lo cual
es impensable alguna política de desarrollo autónoma en esta región.
Como balance regional, y sin olvidar que cada historia nacional es específica y
nunca exacta a otras, la burguesía industrializante soñada por CEPAL fracasó en
su papel como estrella del reparto. Demostró ser más transnacionalizada que
nacional y por lo general, aceptó la hegemonía norteamericana y el actuar como
administradores de la dependencia y empleados de alto nivel de filiales de
transnacionales, antes que ser los burgueses "nacionales", plantados en defensa
de sus mercados, empresas y proyectos propios.
El error de la CEPAL no consistió en una mala concepción del modelo en cuanto a
la lógica de su funcionamiento a partir de concederle a la burguesía
industrializante todos los atributos con que la idealizó. Aquella lógica era
correcta para reproducir con atraso en América Latina procesos clásicos de
desarrollo capitalista ocurridos en Europa y Estados Unidos. Pero ya entonces la
burguesía industrializante o era demasiado débil, o era demasiado dependiente y
sometida, o temía demasiado a las revoluciones populares después del triunfo de
la Revolución Cubana, o tenía todo lo anterior mezclado; y no fue más allá de
ser administradora de la dependencia más que dirigentes de un desarrollo
capitalista autónomo.
Más que el fracaso del modelo cepalino, lo que ocurrió fue el fracaso del
desarrollo capitalista autónomo de América Latina.
No se hicieron las transformaciones estructurales internas y no fue sorpresa que
la integración fuera entonces de los capitales y no de los pueblos. Y ni
siquiera de capitales nacionales, sino la integración de capitales
transnacionales que han sido los reales diseñadores de los esquemas existentes.
Las reformas agrarias o no se hicieron en absoluto (Brasil) o fueron hechas
reformas blandas o peor aún, fueron sustituidas por subterfugios como la
colonización, administración de tierras o "desarrollo del mercado de tierras" de
los tiempos neoliberales.
Como el pobrerío latinoamericano nunca fue considerado más que como acompañante
y receptor pasivo de un modelo dirigido por sus burgueses y oligarcas, entonces
la integración nunca fue una causa popular ni conectó con las luchas y
aspiraciones de los pueblos. Permaneció como uno más de los temas tecnocráticos
reservados al manejo de expertos en remotas reuniones internacionales y materia
prima para discursos de salón.
Cuando el neoliberalismo irrumpe y se hace dominante en la región, la
integración se había quedado lejos de su realización, pero tal como el
"desarrollo hacia adentro" logró algunos aciertos parciales, ella había
alcanzado algunos pequeños avances en forma de intentos de complementación
productiva mediante programas multinacionales como los metal-mecánico y
automotriz en el Pacto Andino, o los intentos de regulación del capital
extranjero con la Decisión 24 de dicho Pacto, en coincidencia no casual con los
momentos de mayor proyección popular y autonomía frente a Estados Unidos en los
gobiernos de Allende en Chile y Velasco Alvarado en Perú.
El CARICOM intentaba avanzar en muy difíciles condiciones dadas por la pequeñez
de las economías y las huellas muy visibles de la relación dependiente con las
viejas metrópolis europeas y la nueva metrópoli norteamericana.
A partir de 1982 con el estallido de la crisis de la deuda externa y la caída en
masa hacia el neoliberalismo, el escenario sería otro. El ciclo neoliberal vació
el escaso contenido de la integración regional y bajo los nombres de los
esquemas de integración que se conservaron, abrió paso a la desintegración.
Es curioso recordar lo que algunos dijeron al observar que bajo el "ajuste
estructural" fondomonetarista, los países que en él caían, de inmediato hacían y
decían lo mismo, con una homogeneidad que era lo contrario de la
"heterogeneidad" tan invocada por la CEPAL como obstáculo para la integración en
los tiempos idos.
Esa homogeneidad en discurso y acciones neoliberales hizo exclamar a algunos con
regocijo ingenuo en algún caso y cínico en muchos, que había llegado la buena
hora para la integración regional, pues había terminado la heterogeneidad en
cuanto a política y estrategia de desarrollo. Ahora todos los gobiernos decían,
hacían y deseaban lo mismo.
La CEPAL arrió sus banderas del "desarrollo hacia adentro" y adoptó el
eclecticismo imposible entre el modelo cepalino de Prebish --surgido en
condiciones de guerra con el pensamiento económico liberal de los años 40 y
50--, y el neoliberalismo de los Chicago boys y el FMI. El resultado fue un
híbrido que planteó una retirada de la herencia clásica cepalina, queriendo
hacerla pasar como otra expresión de pensamiento original. Fue el "regionalismo
abierto" que, bajo la acción modeladora real de la política neoliberal, las
privatizaciones masivas y la capitulación ante las transnacionales, mostró ser
muy abierto y muy poco regionalista.
Desde la época cepalina y aún más con el ciclo neoliberal, la integración fue
entendida en lo esencial, como comercio intralatinoamericano y sus avances
fueron medidos por el crecimiento del comercio intraregional. Este modo de
entender y medir el avance de la integración refleja su debilidad al menos en
tres aspectos.
La integración no puede reducirse al puro y simple comercio porque éste –-sin
mecanismos reguladores que compensen la tendencia al intercambio desigual entre
partes de mayor y menor desarrollo-- no hace más que reproducir y ampliar el
esquema de producción, productividad y dominio comercial del cual parte.
En la medida en que el comercio sea más respetuoso de la pretendida pureza de la
ley del valor como lo quieren los neoliberales, en esa medida fortalecerá a los
fuertes y debilitará a los débiles, o en otras palabras, actuará como un agente
desintegrador.
Por otra parte, las estadísticas sobre el comercio intraregional son engañosas,
porque no dicen quiénes son los agentes económicos protagonistas de ese
comercio. Es una verdad bien establecida que al menos 2/3 del comercio mundial
actual no es más que comercio intrafiliales de empresas transnacionales (Oxfam,
2002). Estas filiales se "compran" y se "venden" entre ellas para evadir
impuestos, como parte del funcionamiento global de mega empresas que de ese
modo, hacen una especie de caricatura de comercio internacional que no es otra
cosa que comercio cautivo dentro de la empresa y movido por el interés de lucro
de ella, pero que aparece en las estadísticas como exportaciones de países
soberanos. ¿Cuánto de ese comercio intralatinoamericano no es más que "comercio"
entre filiales radicadas al amparo de privatizaciones y concesiones?.
Las transnacionales superponen sobre el espacio económico regional sus
estrategias de concentración o desconcentración de producción, de mercado, de
crecimiento, con una lógica global de competencia entre grandes consorcios
privados. Esa lógica es diferente a la del proceso de integración regional sobre
el cual actúa, y es también indiferente a las necesidades de ese proceso, el
cual no es más que un dato a considerar entre muchos otros en una estrategia
global de maximización de ganancia.
Esa lógica globalizada puede coincidir de modo coyuntural y momentáneo con el
crecimiento del comercio dentro de un esquema de integración.
"Eventualmente, por razones de intereses de la regionalización de las empresas
transnacionales, se producen espacios de competencia que permiten la exportación
de manufacturas (Fajnzylber, 1970 y Fajnzylber y Tarragó 1976). Más
recientemente, la industria automotriz sufrió un proceso de reagrupamiento y
modernización en las empresas de ensamblaje, que alimentó la expansión del
comercio de manufacturas intrabloque Mercosur. Esto constituye un buen ejemplo
de cómo estas empresas globalizadas reestructuran espacialmente su proceso de
producción y de cómo el aumento del comercio en realidad representa, en su mayor
parte, un aumento de las transacciones intraempresas, con incremento del
coeficiente importado, bajo valor agregado y bajo nivel de empleo por unidad de
producto".[1]
Por último, en lo cuantitativo la realidad es pobre.
Después de un crecimiento inicial en la década de los 60, el comercio
intraregional se mantuvo más de 20 años moviéndose en torno al 13% del comercio
total regional (Tavares-Gomes, 1998). En 1997 llegó a alcanzar el 21,1%, pero en
el 2003 había retrocedido hasta el 16%.[2]
Más de 40 años de intentos integracionistas no habían podido hacer avanzar el
comercio intraregional --entendido como medidor central de la integración-- más
allá del 16% del comercio total. Sin olvidar que México, una de las economías
mayores y la más absorbida por Estados Unidos, hace con su socio mayor en el
TLCAN el 88% de su comercio y con América Latina apenas el 5%.
La desintegración como proceso real, aunque conservando los nombres de los
viejos esquemas de integración e incluso agregando otros como el Mercosur, ha
sido la tónica del ciclo neoliberal.
En él se aplicó con rigor dogmático aquello de que el mercado lo resuelve todo
de la mejor manera posible y en línea con eso, se pusieron en práctica tres
ámbitos de política que resultaron fatales para la integración.
Uno de ellos fue la concepción del comercio como carrera competitiva por
exportar hacia Estados Unidos y Europa, lo que fue en los hechos la llamada
inserción de América Latina en la economía mundial. Economías latinoamericanas
con estructuras similares de exportación no hicieron otra cosa que una
competencia suicida por exportar hacia aquellos mercados extrarregionales,
mientras que los mercados nacionales y el mercado regional, minimizados aún más
por la creciente pobreza y exclusión que el neoliberalismo desató, se
convirtieron en subproductos marginales carentes de atractivo.
Otro paso desintegrador fue el abandono del trato preferencial a los países de
menor desarrollo.
Este trato preferencial es tan necesario como fácil de entender, si asumimos que
ningún grupo de países puede hacer una integración efectiva entre ellos
reproduciendo o ampliando las diferencias de desarrollo y concentrando los
beneficios de la integración en los más fuertes.
Esta verdad elemental la entendió la integración europea, la que nunca renunció
a mantener esquemas de intercambio desigual y de explotación neocolonial con sus
antiguas colonias tercermundistas, pero que le concedió sustancial trato
preferencial a España y Portugal, porque no habría integración europea con la
continuidad del atraso en esos países situados dentro del espacio a integrar.
Esa verdad elemental fue ignorada por el rigor dogmático neoliberal en América
Latina. El trato preferencial es, para este neoliberalismo de manual, mucho más
que una anomalía. Es una herejía que atenta contra el dogma del mercado
perfecto. Así como la pobreza personal no es un fallo del sistema, sino un
fracaso individual derivado de la ineptitud para abrirse paso en el mercado, la
pobreza de un país también lo es, por lo que otorgarle trato preferencial sería
negar el dictamen del mercado y premiar la ineptitud.
El trato preferencial es rechazado como principio general de política y
repudiado como corrección de fallas del sistema o compensación por la
explotación colonial. Aniquilado como principio general de política y ni
siquiera reconocido como necesidad para que la integración funcione, el trato
preferencial queda desnaturalizado y reducido a la limosna de caridad con nombre
de ayuda humanitaria.
El efecto para la integración regional de este dogmatismo de mercado ha sido
devastador, aunque con innegable coherencia han actuado tanto el FMI --aplicando
iguales programas de "ajuste estructural" a países tan diferentes como Brasil y
Haití--, como el ALCA al proponer iguales disciplinas para la inversión, las
compras gubernamentales, la política de competencia, el régimen de propiedad
intelectual, la apertura comercial a esos países y admitir tan solo plazos algo
diferentes para hacer lo mismo.
El tercer golpe mortal a la integración fue la privatización masiva de empresas
públicas mediante una fiebre privatizadora que abarcó unos 4 000 activos de
propiedad pública y propició tal marea de corrupción y enriquecimiento ilícito
que América Latina compite con fuerza por el campeonato mundial en presidentes
presos y sometidos a tribunales por democráticos robos de fondos públicos.
El significado de la privatización de las empresas y la exaltación de lo privado
a una suerte de mitología de super eficiencia y fuerza generadora de riqueza,
fue despojar a los estados de la capacidad para hacer política económica, para
regular con medios propios el funcionamiento de la economía, para ofrecer al
conjunto social los servicios públicos básicos.
El ciclo neoliberal ha sido en lo tocante a la integración el de la ruptura de
los modestos lazos intraregionales y el avance acelerado de otro tipo de
integración: la que tiene lugar con las transnacionales, en especial con el
capital especulativo que se aprovecha de la liberalización financiera; pero
también con aquellos interesados en controlar aún más los mercados nacionales,
en obtener concesiones absolutas para asegurar su inversión, en apoderarse de
las compras gubernamentales, en saquear la riqueza regional de biodiversidad, en
controlar el petróleo, el gas, el agua.
El avance de esa integración con las transnacionales, con la liberalización
financiera y comercial, equivale a una integración hacia afuera y una
desintegración hacia adentro. Continuar avanzando por ese camino tiene ya
señalado un destino de llegada. Es el ALCA, que representa la integración con
Estados Unidos en calidad de apéndice subordinado. Es el abandono de cualquier
proyecto de integración regional propio para aceptar la función de coristas.
El ALCA pretende ser el broche que cierre la cadena neoliberal que durante tres
décadas se ha forjado en la región, y convertir la política neoliberal del
"libre comercio" en un compromiso jurídico de los estados, para hacer imposible
su abandono.
Si el ALCA se convirtiera en realidad --lo cual parece imposible si se mantiene
con máxima intensidad la lucha contra ese proyecto imperialista-- la integración
de América Latina consigo misma quedaría clausurada. La política neoliberal y el
ALCA como su culminación jurídica, demuestran que una integración modelada por
el mercado de las transnacionales y la liberalización, no conduce más que a la
anexión con Estados Unidos.
Fracasó la integración cepalina y fracasó la integración neoliberal, pero la
integración es más que nunca asunto vital para la región devastada por tres
décadas de "apertura y libre comercio".
La reflexión sobre el fracaso no puede quedarse en el inventario de errores. No
se trata de extender el certificado de defunción después de una minuciosa
autopsia del cadáver que establezca las causas de la muerte.
La integración regional no es cadáver porque hay lucha y resistencia contra el
ALCA, porque el terreno para esa resistencia está fertilizado por la explotación
y la deuda social acumuladas. Y porque existe un nuevo proyecto de integración
diferente y distante de cualquier esquema anterior: la Alternativa Bolivariana
para las Américas (ALBA).
La idea de una integración diferente a esa que en las últimas cuatro décadas se
le ha llamado así; la integración pensada en los términos de Bolívar y Martí,
rescatando la sustancia olvidada y silenciada; la integración de los pueblos y
no de los capitales; en suma, la verdadera integración convocada tanto por la
historia, por la cultura como por la necesidad de sobrevivir y alcanzar el
desarrollo, fue planteada por el Presidente Hugo Chávez en la Cumbre de la
Asociación de Estados del Caribe efectuada en Isla Margarita, Venezuela en 2001.
¿Cuáles son las lecciones que pueden aprenderse del fracaso de aquella
integración, que toma el ALBA para convocar de nuevo a los latinoamericanos y
caribeños a integrarnos?
1) La primera sería que para hacer la integración regional, ésta no puede ser
con Estados Unidos (ALCA), ni tampoco pretendiendo una falsa no mención del
gobierno de ese país. El gobierno y las transnacionales de Estados Unidos tienen
su proyecto para integrar a la región como área de segura explotación financiera
y comercial y abastecedora de petróleo, gas, agua, biodiversidad y enclave de
bases militares. El ALCA y el ALBA tienen lógicas no sólo diferentes, sino
excluyentes. La posición respecto al ALCA y su otra cara, esto es, los Tratados
Bilaterales o Plurilaterales de Libre Comercio, es una línea divisoria entre la
integración de los pueblos y la integración de los capitales.
No es concebible participar en el ALBA y al mismo tiempo entrar en el CAFTA o en un Tratado Bilateral de Libre Comercio que equivale a un ALCA a la medida. La integración no se hará con Estados Unidos ni tampoco con la neutralidad de su gobierno, sino haciendo respetar el ALBA en la lucha contra la hegemonía.
2) La integración no será dirigida por las oligarquías de la región. Si éstas
fracasaron en desempeñar el papel estelar que la CEPAL les adjudicó en los
primeros intentos integracionistas en las décadas de los años 60 y 70, cuando se
asumía la existencia de burguesías industrializantes, en especial, en países
grandes y medianos; ya no quedan más que restos de aquellas, después que el
neoliberalismo arrasó con buena parte de la industria nacional y estableció
oligarquías, ahora estructuradas en torno a la liberalización y especulación
financiera, constituidas por empleados bien pagados de filiales de las finanzas
transnacionales, comerciantes vinculados a la importación o a los servicios
destinados al estrecho sector capaz de consumir de modo tan dispendioso como en
Nueva York, París o Londres.
Esas oligarquías transnacionalizadas y cautivas en el discurso del libre
comercio y la democracia formal, no pueden dirigir más que la fuga de sus
capitales y la oposición --telegrafiada desde Washington-- a cualquier gobierno
o movimiento popular que levante la cabeza en la región.
3) La integración no puede reducirse al comercio, ni medir sus avances por el
crecimiento del intercambio comercial, ni éste puede encerrarse entre las rejas
del llamado "libre comercio".
No se trata de abolir el comercio, sino de reconocer que el proceso de
integración es mucho más que hacer comercio y que incluso, no puede contentarse
la integración verdadera con cualquier clase de comercio. El "libre comercio del
ALCA, de los Tratados de Libre Comercio, de la OMC, no es más que la añeja
fórmula de reclamar libertad de comercio por aquellos países que tienen mayor
desarrollo y control oligopólico del mismo, para penetrar mercados de países de
menor desarrollo y obtener, para su beneficio, el intercambio desigual.
Ese intercambio desigual que se aplica de modo habitual en las relaciones entre
países desarrollados y subdesarrollados, puede funcionar también entre
diferentes grados de subdesarrollo en perjuicio de los más pobres entre los
pobres, si se permite que sea el mercado sin regulación quien decida el curso
del intercambio.
La glorificación del "libre comercio" --que no ha existido en estado puro más
que en las elegantes abstracciones del liberalismo--, y la consecuente
demonización del proteccionismo y del "comercio administrado", son expresiones
de aquellos que se encuentran en el polo agradable del intercambio desigual.
Para los que se encuentran en el campo de los perdedores, el comercio es un
instrumento imprescindible, que debe ser estimulado, aunque siempre sometido a
los objetivos de desarrollo de la integración, lo que implica compensar a los
más débiles con fórmulas que pueden ser precios preferenciales, comercio de
trueque u otros, al tiempo que se eliminan, con mucha más velocidad que en los
esquemas tradicionales de integración, las barreras arancelarias y no
arancelarias y los obstáculos técnicos al comercio.
El ALBA ha iniciado su vida con la Declaración Conjunta y el Acuerdo para su
aplicación firmados en La Habana por los Presidentes de Venezuela y Cuba el 14
de diciembre de 2004. En esos documentos se refleja la concepción del
intercambio comercial como instrumento (no un fin en si mismo) al servicio de la
integración. La venta de petróleo venezolano a Cuba en los términos
concesionales del Acuerdo de Caracas, la compra por Cuba de exportaciones no
petroleras venezolanas por 412 millones de dólares sólo en 2005, el
establecimiento de un precio mínimo garantizado por Cuba al barril de petróleo
exportado por Venezuela, con independencia de que el precio de mercado mundial
pueda caer por debajo de él, son expresiones reales de este nuevo tipo de
integración.
4) El proceso de integración tampoco puede reducirse a la economía, aunque sea
una verdad obvia que la economía no puede descuidarse nunca y que sin ella la
integración carecería de sustento.
El proceso de integración debe tocar con la mayor velocidad allí donde el
déficit es mayor y comenzar a aliviar los males sociales. Lo "social" no puede
quedar para después de lo económico. Con los recursos disponibles debe
desplegarse el máximo esfuerzo por reducir la deuda social.
Los esquemas integracionistas tradicionales han sido en extremo economicistas.
Esto se acentuó mucho más con la llegada del ciclo neoliberal y su esencial
desdén por lo social, aunque la triste catástrofe de la pobreza, la educación,
la salud, la seguridad social, el empleo, han forzado en años recientes a los
neoliberales a entonar el discurso "social", y a pretender combatir con
conceptos "focalizados" los inevitables resultados de la política económica que
siguen aplicando. Es la posición de aquellos que entienden la política social
como la ambulancia que recoge los muertos y heridos que provoca la política
económica.
La deuda social que pesa sobre la región es de tal magnitud que la integración
--para tener significado real sobre la vida de vastas porciones de la población
de la región-- no puede dejar para después las acciones para reducirla.
Curar enfermos que nunca tuvieron atención de salud, alfabetizar a los
analfabetos, proveer educación desde el nivel primario hasta la enseñanza
superior a los que no pudieron acceder a ella, es comenzar a atacar en su base
misma la exclusión social y a integrar a la vida a muchos millones de humanos
para los que entonces, la integración latinoamericana tendría un imborrable
significado concreto.
Esto equivale a sembrar la integración en los sentimientos y en las vivencias,
con raíces afianzadas en la atención a las carencias más lacerantes.
La colaboración entre Cuba y Venezuela --que es la Alternativa Bolivariana para
las Américas (ALBA) en acción-- muestra ya planes en marcha que reflejan un modo
diferente de concebir la integración.
Los días 27 y 28 de abril de 2005 se reunieron en La Habana, las delegaciones de
Cuba y Venezuela y aprobaron el Plan Estratégico para la aplicación del ALBA. De
este documento se puede extraer:[3]
· "Inaugurar en el presente año en Venezuela, 600 Centros de Diagnóstico
Integral; 600 Salas de Rehabilitación y Fisioterapia y 35 Centros de Alta
Tecnología que brindarán servicios gratuitos de salud, de elevado nivel
profesional a toda la población venezolana.
· Formación en Venezuela de 40 mil médicos y 5 mil especialistas en Tecnología
de la Salud, dentro del Programa Barrio Adentro II.
· Formación en Cuba de 10 mil bachilleres egresados de la Misión Ribas en la
carrera de Medicina y Enfermería, que estarán distribuidos por todos los
policlínicos y hospitales del país, los que tendrán como residencia hogares de
familias cubanas.
· Cuba continuará su contribución al desarrollo del Plan Barrio Adentro I y II,
mediante el cual hasta 30 mil médicos cubanos y otros trabajadores de la salud a
lo largo y ancho de la geografía venezolana estarán prestando sus servicios a
fines del segundo semestre de este año.
· Serán intervenidos quirúrgicamente este año en Cuba por distintas afectaciones
de la visión 100 mil venezolanos. Para ello, se han creado todas las condiciones
en los centros de atención hospitalaria con los medios más modernos y
sofisticados existentes y condiciones de vida para su estancia confortable.
Así mismo, Cuba mantendrá su apoyo para contribuir al éxito de los Programas
Especiales Bolivarianos, entre ellos a:
· La Misión Robinson I, mediante la cual próximamente Venezuela se declarará
como el segundo territorio libre de analfabetismo en América, habiendo enseñado
a leer y escribir a un millón cuatrocientos seis mil venezolanos.
· La Misión Robinson II en la que se encuentran estudiando un millón doscientos
sesenta y dos mil venezolanos para alcanzar el sexto grado.
· La Misión Ribas, que forma bachilleres para darle acceso a los estudios
universitarios a jóvenes venezolanos a los que la Revolución Bolivariana les
brinda esa oportunidad. Al respecto se promoverá el cumplimiento del Plan de
Becas que Cuba ofrece.
· La Misión Sucre para la universalización de la enseñanza superior.
· La Misión Vuelvan Caras para la formación de obreros especializados y darles
acceso a las nuevas fuentes de empleo.
En adición, ambos países trabajarán en el diseño de un proyecto continental para
eliminar el analfabetismo en América Latina.
Se mantendrá la atención en Cuba de pacientes venezolanos. Estos alcanzaron al
cierre del 2004 un nivel de 7 793 pacientes con 6 567 acompañantes, a los que se
les prestó servicios altamente especializados, entre ellos cirugía
cardiovascular, oftalmología, ortopedia, trasplante de órganos y este año se
programa que alcance la cifra de 3 000 pacientes y 2 500 acompañantes".
5) En un orden mundial donde el petróleo sigue siendo su base energética,
disponer en la región de abastecimiento de petróleo y sus derivados con sentido
de cooperación y solidaridad es un ingrediente estratégico para la integración
regional.
El petróleo se hace más caro no sólo por maniobras especulativas e insuficiente
capacidad de refinación, sino por la más determinante razón de que comienza a
agotarse en la realidad el recurso que tantas veces en teoría se insistió en que
era agotable. El voraz y despilfarrador consumo de Estados Unidos y otras
sociedades de consumo impone un ritmo imposible de alcanzar por el
descubrimiento de nuevos yacimientos.
Que Venezuela sea uno de los mayores productores y exportadores mundiales de
petróleo, que posea una de las mayores reservas probadas y que ese recurso esté
del lado de una Revolución popular antiimperialista, es un suceso extraordinario
y la mejor noticia para los pueblos de la región.
Al abastecimiento de petróleo a Cuba y otros países del Caribe y Centroamérica
por medio del Acuerdo de Caracas (2001) hay que agregar la venta de combustible
venezolano a la Argentina en momentos de crisis energética para este país y
pagando el combustible con productos argentinos, la construcción de una
refinería en Pernambuco con inversión venezolana para abastecer al norte del
Brasil a precios más baratos que los aplicados por los intermediarios.[4]
En lo más reciente, (29 de junio de 2005) el gobierno de Venezuela ha hecho
realidad el Acuerdo de Cooperación Energética con los países del Caribe
agrupados en el CARICOM, por el cual se ha creado Petrocaribe.
Se trata de una singular muestra de solidaridad y cooperación con este grupo de
pequeños países que padecen con intensidad el embate de los altos precios del
petróleo.
Estos países caribeños enfrentan además la pequeñez de sus economías, la
herencia colonial, las prácticas neocoloniales que dañan sus ingresos por
turismo con el turismo de cruceros, que disminuyen sus ingresos por
exportaciones tradicionales de azúcar y bananos a mercados de Europa y Estados
Unidos. Para ellos el alto precio del petróleo les agrava su situación y es aún
peor, por el control en muchos casos de la refinación, el almacenaje, el
transporte y la distribución por empresas extranjeras y la actuación de
intermediarios que encarecen las operaciones. El abastecimiento energético a
pequeños países, muchos de ellos insulares, que consumen pequeñas cantidades de
toda la gama de productos del petróleo, requiere una atención especializada que
incluye transporte marítimo específico para este tipo de operaciones.
Petrocaribe es un ejemplo de trato especial y diferenciado hacia países de menor
desarrollo.
Es una organización para asegurar la coordinación de las políticas de energía,
incluyendo el petróleo y sus derivados, gas, electricidad, uso eficiente de la
misma, cooperación tecnológica, desarrollo de infraestructura energética, así
como el aprovechamiento de fuentes alternas, tales como la energía eólica, solar
y otras.
Para hacer funcionar a Petrocaribe se crea en PDVSA una filial para la actuación
específica en el Caribe, llamada PDV Caribe.
Petrocaribe significa para los países beneficiarios:
· Abastecimiento de petróleo y sus derivados prescindiendo de intermediarios,
pagando el flete de transporte al costo y con facilidades de pago y
financiamiento a largo plazo, lo que incluye el financiamiento de 25% de la
factura si el precio del petróleo es de 30 dólares por barril. Si es de 40 por
barril el financiamiento sería del 30%. Si es de 50 o más por barril --como
ocurre ahora-- sería financiado el 40% y si alcanzara 100 dólares por barril
sería financiado el 50%.[5]
· Ese financiamiento tiene un período de gracia que fue alargado a 2 años y el
pago a corto plazo se extendió, de 30 a 90 días. El pago diferido establece 17
años, incluyendo los 2 años de gracia, en tanto el precio se mantenga por debajo
de 40 dólares el barril.
· Cuando el precio exceda los 40 dólares el pago diferido se extenderá a 25
años, manteniendo los 2 años de gracia y reduciendo el interés al 1%. Para el
pago diferido Venezuela podrá aceptar que parte del mismo se realice con
exportaciones caribeñas, pagando precios preferenciales por productos como el
azúcar, o los bananos, afectados por decisiones comerciales de países ricos, u
otros bienes y servicios.
· Establecimiento del Fondo ALBA Caribe para el desarrollo económico y social
destinado al financiamiento de programas sociales y económicos, para el que
Venezuela aportó un capital inicial de 50 millones de dólares.[6]
6) El ALBA puede aprovechar los espacios de poder político provinciales o
municipales que la izquierda o las fuerzas políticas interesadas en hacer
integración real, controlan en América Latina, para tejer acciones de
cooperación y establecer esquemas de complementación. Los gobiernos provinciales
y/o municipales que fuerzas políticas como el FMLN poseen en El Salvador o el
Frente Sandinista en Nicaragua u otros, pueden desarrollar acciones con Cuba y
Venezuela sin esperar por los acuerdos con los gobiernos nacionales.
El neoliberalismo impulsó en la región la descentralización y la transferencia
de ciertos poderes a las instancias provinciales y locales. Lo hizo con sus
acendrados principios antiestatistas y con visión de fraccionamiento político
que en muchos casos ha sido expresión de desigual desarrollo territorial
provocado a su vez por el mercado sin regulación.
El ALBA puede aprovechar esta coyuntura que sin quererlo le ofrece la política
neoliberal y, junto a la fuerza política local que tiende a crecer, impulsar
proyectos de alfabetización, de atención de salud y formación de médicos y
participar en la Operación Milagro, la que ofrece atención oftalmológica
gratuita para devolver la visión o evitar su pérdida a latinoamericanos pobres
que serán llevados hasta Caracas por cuenta del gobierno venezolano y
transportados hasta La Habana y atendidos en centros de salud especializados, y
devueltos a Caracas por cuenta del gobierno cubano y por último, llevados de
regreso a sus países por vía de Venezuela.
7) La integración tiene que dotarse de armas mediáticas para quebrar el
monopolio mediático de las imágenes y la información, y multiplicar en su favor
las ventajas derivadas de la relativa homogeneidad lingüística y la afinidad
cultural entre los países latinoamericanos.
Es una auténtica desgracia regional que los habitantes de un país reciban las
informaciones y desinformaciones sobre el país vecino sintonizando la CNN y que
la imagen más difundida y por tanto más conocida de la región sea la que emite
esa cadena o alguna de las otras repetidoras del consumismo como ideal de vida,
de la ideología del lucro de mercado como principio rector y de la visión
regional teñida de paternalismo folklorista y racismo apenas encubierto.
Tan importante como asegurar el abastecimiento energético es, para la región,
asegurar el "abastecimiento" de información, de imágenes que alimenten y
cultiven el imaginario popular a partir del respeto a la historia de los pueblos
y de su cultura y que hagan una necesaria desenajenación enfrentando la
intoxicación ideológica y la desinformación brutal que sufren los pueblos.
Quizás el más perfecto y efectivo monopolio que posea el capitalismo de la
globalización neoliberal sea el monopolio mediático con su enorme influencia
sobre las mentes y las conductas.
El ALBA cuenta ahora con Telesur --ningún otro esquema de integración regional
hizo lo mismo-- como medio para romper aquel monopolio y lograr que América
Latina y el Caribe se informen, se reflejen y se piensen en términos
latinoamericanos y caribeños.
Esta iniciativa tiene tanto sentido y tanto filo potencial contra el arma más
efectiva y sofisticada del arsenal imperialista, que no por casualidad ha
reaccionado el gobierno de Estados Unidos con precoz olfato para detectar una
amenaza y con virulento encono, atacando a Telesur incluso antes de que ésta
comience sus transmisiones.
8) El ALBA es un reto a la creatividad y la imaginación. No es un libro escrito
en forma de manual para la integración latinoamericana que pretenda incluir
todos y cada uno de los contenidos, técnicas y posibilidades de la integración.
No existe un texto que pueda pretender contener el ALBA en su totalidad. Cuba y
Venezuela han echado a andar por un camino que se va abriendo con cada nuevo
paso. El ALBA se irá construyendo en el proceso de lucha política e ideológica y
en estrecha relación con el ascenso de los movimientos sociales, de la
izquierda, de los que se oponen al dominio imperialista en la región. Tendrá los
gobiernos participantes y las formas y técnicas de integración que broten de la
resistencia a los intentos de anexión y la genuina voluntad de hacer una
integración de los pueblos.
9) La novena lección es la que sintetiza todas las anteriores y constituye el
sello distintivo del ALBA: la solidaridad y la cooperación.
En el tortuoso proceso de creación de esquemas de integración a lo largo de más
de cuatro décadas, la solidaridad y la cooperación han sido raras excepciones,
apenas visibles tras la espesa retórica que invoca la cooperación para hacer
negocios lucrativos y le llama solidaridad a esporádicos y pequeños ejercicios
de caridad ejecutados más bien como promoción de imagen.
La verdadera integración de los pueblos no puede prescindir de la solidaridad y
la cooperación. No es ella una permanente donación de recursos de los que más
tienen hacia los otros países y no niega el beneficio mutuo sin el cual la
integración sería lírica romántica, pero no puede colocar el beneficio mutuo
como precondición permanente ni dejar de practicar el trato preferencial hacia
los países de menor desarrollo.
Para hacer de la solidaridad una realidad operativa, es necesario contar con
estados que tengan capacidad para regular los mercados, enmendarlos allí donde
su dictamen sea incompatible con la solidaridad y trascender el horizonte
cortoplacista o los estrechos intereses de sectores sociales o de territorios y
elaborar programas de largo alcance como el desarrollo de la infraestructura de
vías de transporte, comunicación, carreteras, puertos, líneas aéreas y
marítimas, que son el sistema venoso que recorre todo el organismo y le permite
existir como organismo integrado.
Solidaridad es el abastecimiento de petróleo en condiciones ventajosas que
ofrece el Acuerdo de Caracas y el Acuerdo de Petrocaribe. Solidaridad es la
presencia y el trabajo de hasta 30 mil profesionales cubanos de la salud (cifra
que debe alcanzarse en el 2005) que hacen posible la Misión Barrio Adentro por
la cual recibe atención de salud más del 60% de la población venezolana a la que
no llegó nunca antes los petrodólares que fueron a engrosar cuentas bancarias en
el exterior o a financiar consumos suntuarios, ni vieron jamás frente a ellos en
sus barrios de pobreza a los médicos privados que hoy acusan a los médicos
cubanos de intrusos.
Solidaridad es la rápida y efectiva colaboración venezolana entregada a Cuba y
otros países del Caribe golpeados por el huracán Dennis. Falsa solidaridad e
hipocresía real es la pretensión del gobierno de Estados Unidos de entregar a
Cuba 50 mil dólares para "mitigar" los daños de ese huracán, mientras mantiene
el bloqueo económico que después de 46 años de aplicación le ha costado a Cuba
más de 80 mil millones de dólares sólo en pérdidas financieras.
La solidaridad en el ALBA tiene sólidas razones en la ética y anclaje profundo
en la tradición de pensamiento procedente de la constelación de figuras
latinoamericanas que forjaron la independencia y fundaron las naciones.
Pero la solidaridad no es sólo una idea vinculada al internacionalismo, lo que
para los cubanos sería ya una poderosa razón, por la solidaridad recibida en sus
guerras de independencia donde el General en Jefe de su Ejército Libertador fue
dominicano, por la huella imborrable del argentino Che Guevara en Cuba o por la
contribución cubana decisiva para derrotar el Apartheid en África, entre otros
ejemplos de una historia de solidaridad recibida y entregada.
La solidaridad también es una necesidad práctica para que la integración pueda
funcionar, desarrollarse y defenderse, pues sólo ella puede hacer de las
fronteras nacionales las costuras de nuestra unidad y de la integración un
valioso y real ingrediente de una vida y un mundo mejor por el cual las mujeres
y hombres latinoamericanos y caribeños se sientan dispuestos a defender y
preferir la América Nuestra, la Patria Grande de Bolívar y Martí antes que la
América del ALCA y la OEA.
Las palabras de Martí escritas en 1889, resuenan con valor actual en esta hora
en que el ALBA y el ALCA marcan de nuevo el dilema de la integración
latinoamericana o la anexión a Estados Unidos: "De la tiranía de España supo
salvarse la América española; y ahora después de ver con ojos judiciales los
antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad,
que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda
independencia".[7]