Hugo Alberto de Pedro
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Preservativos, gobierno e iglesia
"La crítica del cielo se transforma en crítica de la tierra; la crítica de la religión en crítica del derecho;
la crítica de la teología en crítica de la política"
Contribución a la crítica de la filosofía del Derecho de Hegel
1843-1844 - Carlos Marx
por Hugo Alberto de Pedro
Tratar el tema religioso en un artículo nunca es sencillo porque uno puede, aún sin desearlo, caer en malos entendidos y hacer lugar a ofensas no pretendidas. Aún desde esa limitación quiero en esta ocasión referirme a los dichos del Papa Juan Pablo II en una reunión que mantuvo con la jerarquía eclesiástica de la República de España en el Vaticano.
El disgusto del Vicario de Cristo se produce a partir del comunicado de la Conferencia Episcopal española que fijo una posición sobre el uso del preservativo para la prevención del SIDA, aunque ha ido mucho más allá el máximo dirigente mundial de la Iglesia católica, apostólica y romana. Corresponde aclarar que según un informe conjunto de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud actualmente más de 40.000.000 de personas padecen la enfermedad (57% niñas y mujeres) de los cuales 2.200.000 son niños menores de 15 años. Se calcula que los nuevos casos alcanzan diariamente a unas 14.000 personas y el 95% de ellas viven en países de ingresos bajos y medianos. Las muertes causadas por el virus del SIDA alcanzaron a más de 3.100.000 de seres humanos en el año 2004.
Según el Sucesor del Príncipe de los Apóstoles se está "relegando la fe a la esfera de lo privado" con lo cual la "mentalidad inspirada en el laicismo" conlleva "a la restricción de la libertad religiosa", y con ello promovería "un desprecio o ignorancia de lo religioso".
Entonces, según surge de los dichos del Siervo de los Siervos de Dios todos deberíamos aceptar que sea desde el Estado de donde partan las líneas instructivas sobre la fe religiosa para que no sea restringida tal libertad. ¿En qué quedamos? ¿Debe haber libertad religiosa o no? ¿Es misión de un gobierno ocuparse de difundir las creencias religiosas? ¿Y si así fuese, cuáles serían?.
No caben dudas que estamos frente a un comentario, parecido a una orden o imposición, de otros tiempos del Pontífice Supremo de la Iglesia Universal. De aquellos que la Iglesia católica ocupaba sitiales de poder terrenales y políticos inmensamente más grandes de los de hoy en día.
Recuerda Karol Wojtyla que "la impronta que la fe católica ha dejado en la vida y la cultura de los españoles es muy profunda para que se ceda a la tentación de silenciarla". Otra vez los problemas con los socialistas cuando llegan al poder, como es el caso de José Luis Rodríguez Zapatero que hace solo nueve veces se hizo cargo del Gobierno español, después de ocho años de un gobierno de derecha como fue el de José María Aznar López.
Indudablemente que para el Patriarca de Occidente la participación española en la contienda colonialista e invasora en las tierras musulmanas de Irak, a la que fueron llevados 1.400 españoles por decisión del payaso del Partido Popular, no tuvo una condena por tratarse de una decisión del dueño del circo hegemónico mundial George W. Bush con todas las mentiras comprobadas sobre los motivos del inicio y prosecución de la invasión oliente a petróleo y pintada de sangre.
"En el contexto social actual están creciendo las nuevas generaciones de españoles, influenciados por la indiferencia religiosa, la ignorancia de la tradición cristiana con su rico patrimonio espiritual" según las afirmaciones del Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano. Todo un mensaje directo en contra del actual gobierno, que reitero lleva nueve meses en el poder, y que por lo tanto no se puede hablar seriamente de generaciones.
La opinión del Primado de Italia, en perfecta consonancia con los pensamientos del Partido Popular, entiende que existe una "cruzada contra los católicos". Pero más allá de esas opiniones podríamos contrastarlas con el alejamiento que gran parte de los sacerdotes, principalmente obispos y cardenales, han tenido con los diferentes pueblos a los cuales les han encomendado la acción religiosa y evangelizadora.
No puedo menos que rechazar, como cristiano respetuoso del Cristo hombre, cada una de las palabras y posturas del Obispo de la Diócesis de Roma que únicamente persigue pensamientos e ideales dejados atrás, hace muchísimos años, por la inmensa mayoría de los que profesan la fe católica.
¿Quién debe establecer las reglas en una sociedad democrática y pluralista en las cuestiones de las creencias y la fe? Por supuesto que nadie, desde el momento que ellas responden exclusivamente al convencimiento, pensamiento, decisión y fe íntimos de cada una de las ciudadanas y ciudadanos. Solo en virtud de lo que entiendan por profesar cualquier religión del amplio abanico de la fe.
¿Es condenable que un Estado, aún cristiano por mandato de la historia, pueda tener una visión laicista? Seguro que debería ser esa una constante toda vez que en la diversidad de fidelidades religiosas, como en los pensamientos ateos o agnósticos, queda reservado a los gobiernos gobernar y actuar en pos del bienestar general. Pobre de aquel gobierno que fije sus políticas y sus acciones con un ojo mirando a cualquier instinto religioso en lugar de tener a ambos en dirección de las necesidades del pueblo que ordeno su presencia en el poder.
La verdad que este es un artículo en respuesta a temas de otros tiempos, no de los que exigen que cualquiera sean nuestras preferencias o convicciones religiosas, también si no las tenemos, pongamos a la mujer y al hombre en el centro de todas las políticas que superen las graves situaciones reinantes.
27 de enero del 2005