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Hugo Alberto de Pedro

Otro 25 de Mayo con esperanzas

La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en los papeles solamente. Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos a la libertad; y este cántico maquinal es muy compatible con las cadenas y opresión de los que lo entonan. Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. ¿Si me considero igual a mis conciudadanos, por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo? Mi superioridad sólo existe en el acto de ejercer la magistratura que se me ha confiado; en las demás funciones de la sociedad soy un ciudadano, sin derecho a otras consideraciones, que las que merezca por mis virtudes.
8 de diciembre de 1810 – Mariano Moreno


por Hugo Alberto de Pedro

Un 25 de mayo de hace treinta años atrás, el de 1973, cuando tenía poco menos de catorce años me encontraba en la Plaza de Mayo participado de la llegada de Héctor J. Cámpora. No por mi condición de peronista que nunca la tuve, porque mis ideas y e ideales siempre estuvieron en la izquierda, sino por las ganas de participar de una alegría popular que meses atrás al ir hasta Ezeiza para, también participar de otro entusiasmo popular, ya me había costado el reto de mis padres empedernidos militantes socialistas. Ellos jamás olvidarían ni perdonarían los días de persecución, calabozos y falta muchas libertades impuestas por quien tendría el poder más allá del gobierno, me refiero entonces a Juan Domingo Perón.
Lo que vino meses después con el manejo que hicieron el viejo líder ya senil, junto a José López Rega, confirmaría las reprimendas familiares y la incredulidad. La persecución, las torturas, el exilio y las muertes de la mano de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) marcarían mi adolescencia que terminaría tempranamente en los días de la llegada de la genocida dictadura militar (Proceso de Reorganización Nacional) el 24 de marzo de 1976.
Familiares, amigos, vecinos, compañeros de la universidad y compañeros de trabajo de mi padre iban perdiendo la vida y en mí se iban incrementando los deseos de luchar por una sociedad muy diferente.
Todos los 25 de mayo en adelante serían de muy poco contenido revolucionario, uno en especial muy triste el de 1992 por el fallecimiento de mi eterno compañero de siempre, mi padre. Solamente en los manuales del alumno bonaerense y en los libros de historia utilizados en la secundaria quedarían reflejados los pensamientos de los hombres de 1810. Recuerdo aquel de 1978 en el cual como soldado conscripto me vi obligado a saludar al asesino Jorge Rafael Videla con "un saludo uno" en las escalinatas del Congreso de la Nación. Los ocho 25 de mayo durante la dictadura fueron días de vacíos desfiles militares y mendaces tedéum en la catedral metropolitana.
Otros 25 de mayo vinieron desde 1984 en adelante con los presidentes constitucionales, seis con Raúl Alfonsín, diez con Carlos Menem, dos con De la Rúa y dos con Eduardo Duhalde. En todos ellos los soles revolucionarios estuvieron escondidos detrás de las nubes de democracias legales y vacías de todo contenido nacional y popular, no asomaban los rayos de criterios y principios llevados a la práctica con algún grado de progresismo. Todo lo contrario.
Este 25 de mayo, o sea, el del año 2003, lo hemos pasado con un cambio de presidente constitucional. Con un Duhalde que se va dejando detrás de sí un feroz ajuste económico que encrudeció la pobreza, desocupación y la desesperación de millones acompañada de represión y muerte, igual que De la Rúa, Menem y Alfonsín. Llega ahora Néstor Kirchner para cumplir un mandato de algo más de cuatro años hasta diciembre del 2007, o bien el 2011 si es que pretende ser reelegido por otros cuatro más, como será más que seguro que sucederá.
Las diferencias ideológicas que me distancian de Kirchner son demasiadas e insalvables, producto de haber podido comprobar personalmente la manera de conducir los destinos de Santa Cruz y que en varias oportunidades las he expuesto en detalle.
Sin embargo, después de escuchar el mensaje dirigido a la Asamblea Legislativa en el día de hoy, sería deshonesto no reconocer que tuvo muchos pasajes, prácticamente todos, que suscribo, aplaudo y deseo que pudieran ser cumplidos en la práctica y en los hechos.
Más allá de mi escepticismo quiero creer que un nuevo tiempo puede comenzar si las propuestas de gobierno son llevadas adelante. No las considero ambiciosas después de 19 años de democracia ininterrumpidos, únicamente son de carácter reparador de todo lo que no se ha hecho, o mejor dicho de todo lo que se ha destruido.
Soy de los que piensan que las personas no cambian jamás y que solo se disfrazan para seguir siendo lo mismo que siempre fueron, con sus defectos y sus virtudes.
En el caso del nuevo presidente de la Nación sus defectos son muchos: autoritarismo, falta de transparencia en la gestión pública, sometimiento de la justicia, la legislatura y los medios de prensa, haber llevado adelante políticas prebendarias y estado-dependiente tanto para los ciudadanos como para las empresas, haberse rodeado de algunos muchos impresentables colaboradores, entre otras cuestiones que siempre deben ser condenadas en tanto han rozado los derechos humanos y el pleno ejercicio de las libertades de muchos.
Su gran virtud es la gran capacidad de trabaja que sabe desplegar y que dedica absolutamente todo su tiempo para la política y la creación de poder.
Ojalá que pueda desde estas columnas de opinión ir señalando muchos aciertos del gobierno nacional, porque será de esa forma seguir creyendo en los que tienen el honor de representarnos. Si no cumple desgraciadamente irá camino a formar parte de los mentirosos y corruptos elementos que la democracia en Argentina nos tiene demasiado acostumbrados.
Tengo hijos adolescentes que merecen desarrollarse en un país que los incluya, con un Estado que los proteja y se preocupe por su educación y su salud, con una justicia que aplique su rigor a todos por igual y con un proyecto latinoamericanista que logre la liberación, autodeterminación y bienestar de sus pueblos.
Si somos capaces de hacerlo posible, entre todos, nuestra historia quedará como un triste y doloroso recuerdo.
Cada una de nuestras esperanzas deben ser renovadas a partir de hoy, como cada una de nuestras luchas y convicciones para que otra Argentina sea posible con igualdad, solidaridad y justicia social.
25 de mayo del 2003