"Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal"
de la canción "Algo personal" de Joan Manuel Serrat
Mientras miles de millones de personas en el mundo miran por televisión, leen en los diarios y por Internet o escuchan en las radios los diferentes sucesos que la invasión imperial realiza sobre la República de Irak, son millones los inocentes que padecen sufrimientos, miedos, hambre y necesidades elementales de vida, dentro de las tierras que pretenden ser colonizadas por los anglo-norteamericanos.
Qué pocas respuestas tenemos los ciudadanos del mundo ante estos hechos de innegable terrorismo que han puesto toda la tecnología militar de la muerte en manos de desideologizados soldados, mejor dicho mercenarios a las órdenes del "complejo militar-industrial", que van al frente de una conquista que no es la suya, sino de los poderosos intereses transnacionales que representan las necesidades del capitalismo, el neoliberalismo y la globalización.
Los gerentes del ataque al pueblo iraquí denominan "daños colaterales" a las matanzas de civiles que realizan en los pueblos, barrios, parques y mercados, que la comunidad internacional condena como verdaderos actos de terrorismo y crímenes contra la humanidad, ese mismo terrorismo que ellos manifiestan querer terminar junto a las armas de destrucción masiva que no dudan en utilizar también ellos.
No podemos encontrar ni una sola diferencia entre ellos -humanos de la muerte- y las armas, bombas, misiles, tanques, aviones, barcos y demás elementos -materiales de la muerte- que los vemos utilizar en vivo y en directo; salvo que algún trasnochado, que desgraciadamente en el mundo hay muchos, piense que lo que se está viendo sea una nueva película de Hollywood y que los niños muertos y heridos son personajes contratados como extras. En éste caso humanos y materiales son una inmundicia.
En nombre del fundamentalismo de mercado, el racial y el religioso es como va creciendo el terrorismo en el mundo, esto lo vemos a diario y es por eso que se ha buscado terminar con las acciones de los organismos internacionales que deberían exigir la paz planetaria.
Algunos analistas entienden que la guerra no fracasará pero la paz probablemente sí. Aunque es una probabilidad no es exactamente así, ya que no es una guerra sino una invasión colonialista y necesariamente creará mayores ámbitos de luchas en el mundo entero en contra de la insolencia histérica y homicida del gobierno de George W. Bush, o sea de los Estados Unidos de Norteamérica en su conjunto y también de sus coalicionados. O sea de todos estos genocidas.
Si los gobernantes tienen la responsabilidad de la decisión de ir a matar y exterminar a un pueblo -el iraquí es uno de una larga lista-, no son menos responsables los legisladores, representantes populares, empresarios, sindicalistas, religiosos, estudiantes, intelectuales y sus habitantes en general que son cómplices de todo lo que se está realizando en el Golfo Pérsico con las banderas de sus respectivas patrias al frente.
No debemos creer que será mediante las auspiciosas manifestaciones públicas y declaraciones en medios de prensa, realizadas por cientos de miles de ciudadanos en los mismos países invasores, que podrán detener a estos criminales, pues ellos no las consideran en absoluto y si pueden hasta las reprimen. Porque aún los que son pacifistas también son para ellos terroristas.
Únicamente si se realizan en esos países huelgas generales, cierre de empresas, comercios y centros de estudios, bloqueos de bases militares, entre otras formas de participación ciudadana, se producirá la paralización total de las actividades en los países agresores, haciéndose posible así detener las decisiones autoritarias de sus gobiernos. El resultado de hacer retroceder a sus tropas es el detener la prosecución de la invasión y con ello evitar la muerte y el horror.
Eso es así porque para el pueblo iraquí, y también para muchos otros pueblos del mundo, todos los que habitan en los Estados Imperialistas son partes necesarias e imprescindibles en ésta verdadera orgía de sangre y fuego: Son ellos nuestros enemigos, aunque mucho nos pese decirlo de esta manera. Sabemos, por ser latinoamericanos, que serán ellos los invasores en nuestras tierras como lo han sido de diferentes formas desde el descubrimiento del continente hasta estos días.
Los ciudadanos de los países agresores están viendo con espanto y tristeza las imágenes de la muerte provocadas por sus conciudadanos, no teniendo aún la capacidad de rebelarse ante sus gobiernos porque ellos también son objeto de la represión interna que les impone el pensamiento gubernamental de "que si no están con ellos se está en contra de ellos". Ellos, los habitantes del imperio, deberán decidir si lo seguirán aceptando y tolerando, o bien buscarán con las rebeliones y protestas indefinidas en sus mismos territorios detenerlos. Nosotros estaremos hermanados con esos pueblos cuando se alcen contra sus gobiernos imperialistas y colonizadores, y será la única forma que recibirán nuestro respeto y solidaridad.
¿Qué responderíamos a nuestros hijos cuando las armas sean dirigidas hacia Colombia, la Triple Frontera (argentina-brasilera-paraguaya), Ecuador, Venezuela, Bolivia, Cuba o cualquier otro país en dónde sus pueblos no acepten la hegemonía del gendarme mundial?
¿Seremos capaces de decirles a nuestros hijos que no lo sabíamos, que lo considerábamos poco probable, que las circunstancias fueron cambiando, que la culpa fue de quienes luchan por la liberación y la independencia, que no supimos cumplir fielmente con las premisas de la economía de mercado y muchas otras más?
¿Podremos mentirles a nuestros hijos y decirles que el pueblo entero se lanzará a los brazos del invasor repartiendo besos y flores como nos hicieron creer que sucedería con los iraquíes?
No Señores. No debemos ser tan hipócritas.
Sabemos que así será el día de mañana, porque en sus planes y presupuestos figuramos los centro y sudamericanos, porque nuestros territorios tienen reservas en nuestro suelo que siempre han querido dominar totalmente para realizar sus espurios negocios, porque hemos padecido muchas dictaduras sustentadas por los EEUU que lo confirman, y hace veintiún años que Gran Bretaña con sus aliados de la OTAN traían la muerte a las argentinas Islas Malvinas y nuestros mares.
Debemos detener al Imperio.
30 de marzo del 2003