Toni Negri apoya públicamente la Constitución Europea
Las tentaciones de San Antonio (Negri) o el reverso tenebroso
de la Multitud
John Brown
Rebelión
Corruptio optimi pessima
Raro es el lector de Imperio y Multitud que no haya experimentado un cierto
desasosiego ante estos textos y las poco claras conclusiones políticas que de
ellos se derivan. Por un lado es de agradecer que tras tanto tiempo de silencio
teórico sobre los importantes cambios sociales en curso (el tránsito a un modelo
de acumulación postfordista, la globalización) haya surgido desde la izquierda
marxista un intento de explicación general que vaya más allá de la
autocomplacencia en fórmulas que conducen con certeza a la derrota. Las dos
obras mencionadas se enmarcan en un proyecto de extensión a escala mundial del
paradigma de la izquierda operaista italiana, conforme al cual la subjetividad
proletaria es el motor de las transformaciones de la sociedad capitalista, y la
resistencia proletaria precede paradójicamente a la represión del capital. Esta
subjetividad se tradujo en los años 60 en un potente movimiento de contestación
del orden social (los distintos mayos del 68), cuya respuesta por parte de los
distintos agentes políticos y sociales del capital dió lugar a las primeras
formas de organización postfordista del trabajo a escala de la sociedad entera y
tendencialmente a escala de todo el planeta. Fenómenos como la precarización
contractual, la externalización sistemática de las funciones de la empresa, la
desregulación, las deslocalizaciones etc., obedecen todos ellos a un principio
de gestión capitalista ya formulado por Ronald Coase en los años 30 y
triunfalmente aplicado desde los años 70: el principio de los costes de
transacción. Conforme a este principio básico del orden neoliberal, la empresa
tal y como la conocemos existe como ámbito de producción en la medida en que
resulte más rentable producir dentro de ella toda una serie de productos en
lugar de comprarlos fuera. La rentabilidad o no rentabilidad de la producción de
un determinado producto en la empresa puede calcularse, pues depende
presisamente de los costes de transacción: vale la pena no comprar y por lo
tanto producir aquello que sería demasiado caro comprar fuera, no sólo por el
precio de las mercancías de que se trate, sino por toda una serie de otros
costes que toda compra lleva consigo: localización de los
productores/vendedores, trámites legales/fiscales, en su caso costes de
transporte/importación. Son estos los costes de transacción. En la actualidad,
una actualidad que empezó en los años 70, los costes de transacción se han ido
reduciendo de manera vertiginosa, debido a la desregulación de los mercados
interiores e internacionales de mercancías y capitales, a la revolución de las
telecomunicaciones y de los transportes etc., lo que ha conducido a una
externalización progresiva de la producción fuera de las empresas y una
transformación de la sociedad entera en fábrica. Transformación esta que no
conoce fronteras y convierte en dispositivo de producción/explotación al
conjunto del planeta. Cuando los costes de transacción tienden a cero, la razón
de ser de la empresa desaparece y el capital se desvincula de toda relación
directa con la producción desplazándose en un territorio indefinido en busca de
su máxima valorización. Naturalmente, este fenómeno que llamamos globalización y
Marx denominaba mercado mundial, tiene importantísimas consecuencias en el plano
político y pone en cuestión la pervivencia misma de los Estados nación que
enmarcaron la acumulación fordista basada en la aceptación de la disciplina de
fábrica a cambio de garantías sociales con respaldo estatal.
Negri y Hardt afirman que se está constituyendo una nueva soberanía política de
dimensión planetaria, que denominan Imperio, única instancia de poder capaz de
intentar controlar a la nueva figura desterritorializada singular y colectiva
del trabajador: la multitud. Multitud e Imperio se oponen, pero no hay que
olvidar que el Imperio está edificado sobre el éxodo y la revuelta del
trabajador fordista transformado en trabajador social, precario y cognitivo
propio del postfordismo. El Imperio es, por lo tanto, a los ojos de Negri, un
logro y un avance de civilización en la medida en que supone el fin de la
centralidad política del Estado nación, con sus aparatos disciplinarios y
represivos y sus guerras imperialistas, aunque también supone la liquidación del
Estado del bienestar y de la representación democrática. Nos encontramos por lo
tanto ante un nuevo panorama que obliga a un replanteamiento global de las
estrategias de la izquierda, hasta ahora centradas en el Estado nación. De lo
que se trata es de luchar dentro del nuevo marco mundial que la propia lucha
proletaria ha terminado por imponer, por una transformación democrática del
Imperio en República. Huelga decir que este Imperio no es el imperialismo, ni
siquiera el de los Estados Unidos por mucho que sean el más poderoso Estado
nación de la historia. Ningún Estado nación es conmensurable a la nueva figura
del trabajador, a su nomadismo, su precariedad, su proteica capacidad de
recomposición social a escala planetaria, su intrínseca transindividualidad...Características
todas ellas que hacen imposible su inscripción en un pueblo y sólo son
conmensurables con lo que excede toda medida, lo que es siempre ya múltiple e
irreductible a unidad: la multitud.
Este tipo de explicación de la nueva fase del capitalismo en que nos encontramos
es a la vez estimulante y discutible, pero presenta una terrible ambigüedad que
la hace prácticamente inútil cuando no nefasta a la hora de definir una posición
política. El problema es que el concepto de multitud no permite pensar el
antagonismo sino como una relación inmanente a la propia multitud. Ello tiene la
ventaja de liberar al pensamiento político de izquierda de las viejas metáforas
guerreras y futbolísticas dentro de las cuales se ha venido representando la
lucha de clases, pero también el inconveniente de prestarse a tentaciones
universalistas e irenistas. Una cosa es pensar como hacía Spinoza que Dios
modificado en Turco mata a Dios modificado en cristiano y que todo conflicto se
da en el seno de ese Dios que se expresa no ya como uno sino siempre ya como
multitud infinita de modos y otra muy distinta, que ese Dios o esa multitud
puedan llegar a ser nunca un principio transcedental de armonía. Da la impresión
tras la lectura de Imperio de que la única perpectiva de Negri y sus seguidores
sea la de seguir la dinámica dominante de recomposición capitalista a nivel
mundial llamándola "comunismo". Algo parecido a lo que hacían los marxistas
"legales" rusos de la época de Lenin cuando pensaban que el desarrollo de las
fuerzas productivas acabaría con el capitalismo. Las proclamas comunistas
coinciden así en el negrismo con el ensalzamiento de políticas neoliberales como
la del gobierno Lula en Brasil, pues Negri, con el peor Marx, piensa que el
mercado mundial liquidará a todas las fuerzas reaccionarias...Se perfila así una
posible alianza (táctica) entre las (escasas) multitudes negristas y el
neoliberalismo frente a las fuerzas reaccionarias del Estado nación. Europa es
el terreno en que hoy, tras la oposición de Francia y Alemania a la guerra
americana en Iraq, esta alianza tiene visos de concretarse. De ahí la toma de
posición clara de Negri en favor del sí a la Constitución europea.
Lo que llama la atención es que esta recentísima postura contrasta con la
actitud que Negri ha ido manteniendo a lo largo de los últimos años acerca de la
Constitución para Europa elaborada por la Convención que presidiera Giscard
d'Estaing. Sobre la Convención ya afirmó en el otoño de 2004 que "la
constitución europea tal como nos la quieren imponer es una constitución
enteramente neoliberal, una constitución que prolonga la lógica de la guerra
dentro de Europa, la lógica de esta desmesura capitalista en el control de
movimientos que no sabe medir, esta locura de dominio frente a sujetos que ya no
sabe comprender".[1]
Efectivamente, había que hacer una distinción entre Europa como espacio de lucha
y de innovación política y social y el intento represivo de anular esta dinámica
constituyente mediante una constitución cuyo contenido es básicamente la
síntesis de las políticas que vienen combatiendo desde hace más de diez años los
movimientos sociales. Son los movimientos sociales a pesar de su relativa
debilidad e inestabilidad los que pueden aportar novedad a un proceso
constituyente europeo, los que pueden exigir una Europa política estructurada en
torno a un principio federal capaz de liberar las inmensas capacidades
productivas de lo común, la potencia de innovación y cooperación social que el
mercado y los Estados mantienen apresadas.
El problema es que la Europa de los movimientos es rigurosamente incompatible
con el neoliberalismo, pues este tiene por objetivo la transformación de todo lo
común en mercancía y de todo tejido social en red de transacciones mercantiles
bajo la dirección de un Estado protector reducido a sus funciones mínimas de
representación política, redistribución regresiva de la riqueza (en favor del
capital) y represión. Este modelo de Estado, que se impone mediante las bombas
en Iraq y otros lugares del planeta, es el que se ve consagrado en el texto de
la Constitución Europea. Se trata del modelo único de "nation building" a cuya
extensión planetaria aspira el neoliberalismo en sus distintas formas más o
menos guerreras o pacíficas, tanto europeas como norteamericanas. Lo que llaman
"democracia", pero, como tantos otros productos adulterados, no lo es.
Esto no parece preocupar excesivamente a Negri, pues a pesar de sus contenidos
neoliberales, la constitución europea abre paso según él al nacimiento de una
Europa política capaz de enfrentarse al unilateralismo belicista norteamericano:
"De acuerdo -dirá en una reciente entrevista publicada por el diario
Libération- el espíritu de la constitución tiene un tufo liberal..." pero
"la constitución es un medio para luchar contra el Imperio, la nueva sociedad
capitalista mundializada. Europa puede ser un parapeto frente al pensamiento
único del unilateralismo económico, que es capitalista, conservador y
reaccionario » . Habría que aceptar el contenido neoliberal para disfrutar
de los beneficios de la forma europea y federal de la constitución. El problema
de este planteamiento es que se niega a ver en nombre del sueño de una alianza
con los poderes realmente existentes que el "federalismo" europeo tiene
características propias: en primer lugar, que al y como se plantea en la
constitución no es ni puede ser independiente del liberalismo. Si Europa ha
logrado unirse, lo ha hecho a través de un proceso "sui generis" guiado
inicialmente por la idea reguladora del "mercado común" y últimamente por la de
un mercado único abierto al mercado mundial. Lo que se ha ido unificando ha sido
el mercado, que los distintos Estados han puesto en común abriendo sus mercados
nacionales. Ello se hizo inicialmente mediante una elaboración en positivo de
normas y políticas comunes y desde los años 80 mediante una política de
reconocimiento recíproco de las normas nacionales. Lo que cada Estado miembro ha
hecho por lo tanto es seguir al pie de la letra el programa liberal de
autocontracción de los poderes estatales para dejar "libertad" a la esfera
económica y a su mecanismo de autorregulación que es el mercado. El carácter
simultáneo de esta contracción ha creado un espacio común europeo con toda una
serie de normas e instituciones necesarias para la regulación del mercado y de
la competencia.
La Unión Europea está pues construida sobre una renuncia del Estado a ejercer su
soberanía sobre el mercado, pero no sobre una pretendida "transferencia de
soberanía" hacia la instancia "federal europea" tan poco soberana respecto al
mercado como las instancias nacionales. Esto queda perfectamente consagrado en
una constitución que incluye entre sus principios fundamentales el de una "competencia
libre y no falseada". La Unión Europea no es así el resultado de un proceso
constituyente político que permita oponerse a las consecuencias negativas de la
globalización capitalista, sino un motor regional de esta misma globalización.
La trampa en la que caen Negri y buena parte de la izquierda socialdemócrata y
verde europea es evidente: desean quizá con sinceridad una Europa política que
pueda servir de freno al neoliberalismo, pero esa Europa sólo la pueden obtener
dentro de la lógica de integración que refleja la constitución mediante la
neutralización de la política en nombre de la autonomía del mercado. La Europa
política, en las condiciones actuales que los "realistas" como Negri están
dispuestos a aceptar, sólo puede hacerse autodestruyéndose...Las alusiones a la
Carta de libertades fundamentales incluida en la constitución y a la política
exterior común, por no hablar del capítulo de Justicia y Asuntos de Interior
cuyo mero enunciado horripilaría a Montesquieu como elementos postivos parecen
bromas de mal gusto. La Carta de derechos fundamentales no sólo es regresiva
respecto de otros instrumentos internacionales y nacionales hoy vigentes, sino
que está explícitamente supeditada a las condiciones neoliberales que determina
la parte III de la Constitución. La política exterior se supedita expresamente a
la OTAN y la cooperación judicial y antiterrorista al margen de cualquier
control judicial europeo (el Tribunal Europeo de Justicia no es competente en
esta materia) supone un gigantesco paso atrás en las libertades y garantías. No
parece tampoco que en estas circunstancias se haya superado para nada esa "mierda
del Estado nación" a la que alude Negri en su entrevista de Libération: más bien
los diversos Estados nación se prestan ayuda entre sí y se refuerzan en sus
funciones represivas y de reproducción de las condiciones de explotación y se
escudan en una instancia europea para adoptar las políticas más reaccionarias.
A pesar del sorprendente antiamericanismo primario que caracteriza en la
actualidad el discurso político de un Negri, que está dispuesto a apoyar la
constitución europea contra el unilateralismo "capitalista, conservador y
reaccionario" de la administración Bush, los representantes de esta
administración no parecen muy descontentos con el texto propuesto por Giscard
d'Estaing y su convención. La propia Condoleezza Rice afirma que "si Europa
se sigue unificando y tiene una política exterior común -pienso que es lo que va
a ocurrir con la constitución y que habrá una unificación, con un ministro de
asuntos exteriores- creo que esto será algo muy positivo. Tenemos que seguir
recordando a todo el mundo que no existe ningún conflicto entre identidad
europea e identidad transatlática."[2]
Y contra la deformación antiamericana de la historia de Europa que Negri nos
propone cuando afirma que los Estados Unidos "desde los años cincuenta luchan a
brazo partido contra la construcción europea" baste de nueva dar la palabra a
Doña Condoleezza quie así se expresaba en una rueda de prensa reciente junto con
el ministro francés de asuntos exteriores: "los Estados Unidos han apoyado
desde el principio la integración europea, ya desde la Comunidad del Carbón y
del Acero. Y los Estados Unidos siguen apoyando el proyecto Europeo. Creo que en
Bruselas el Presidente dejó muy claro que creemos que una Europa unida, una
Europa fuerte y capaz, una Europa que es claramente democrática en su núcleo y
que tiene una larga tradición y un patrimonio común con los Estados Unidos sólo
puede ser buena para la marcha, la marcha adelante del progreso y de la
democracia en el mundo. Por ello queremos que tenga éxito el proyecto europeo
porque una Europa fuerte será buena para las fuerzas de la democracia.
Desearíamos que una Europa fuerte siga mirando hacia adelante, que siga
incorporando como ha venido haciéndolo hasta ahora más miembros. Ha sido un
importante imán para los europeos del Este. Creo que sigue siendo un importante
conjunto de incentivos para países que todavía están en transición hacia la
democracia. Y con la OTAN, la Unión Europea es uno de los dos pilares de una
Europa entera, libre y en paz."
Por qué haría la Sra. Rice campaña por el sí? Por qué la hacen sus más fieles
aliados, los que han seguido a los Estados Unidos hasta el desierto de Iraq y
allí permanecen? Serían Tony Blair y Berlusconi antiamericanos encubiertos? Más
de media Unión Europea ha apoyado la agresión americana contra Iraq y ni la
Unión ni uno sólo de sus Estados miembros la ha condenado, la Unión Europea ha
dado su apoyo a todas las resoluciones de la ONU que "legalizan" la ocupación,
la Comisión Europea está presidida por el anfitrión de la cumbre de las Azores y
el representante de la política exterior y candidato más probable a ministro de
asuntos exteriores de la UE es Javier Solana, antiguo secretario general de la
OTAN. En tales condiciones parece que la opinión de la Sra Rice sobre la UE está
bastante mejor fundada que la del autor de Imperio. De todas formas, si aún
queda alguna duda sobre el potencial antiimperialista y de resistencia al
unilateralismo americano por parte de la UE vale la pena leer los muy explícitos
escritos de Robert Cooper antiguo asesor de Blair y director general de política
exterior en el Consejo de la Unión Europea, quien en un famoso artículo titulado
Por qué seguimos necesitando imperios publicado por The Observer el 7 de
abril de 2002 afirmaba:
« El mundo postmoderno debe empezar a acostumbrarse a utilizar dos varas de
medir. Entre nosotros, operamos sobre la base de leyes y de una seguridad
abierta y cooperativa. Pero cuando hay que tratar con Estados anticuados fuera
del continente postmoderno de Europa, tenemos que recurrir de nuevo a los
métodos más bruscos de una época anterior – la fuerza, el ataque preventivo, el
engaño, todo lo que sea necesario para tratar con quienes aún viven en el siglo
XIX en que cada Estado actuaba por sí mismo »
Y es que para encontrar neoconservadores no hace falta cruzar el Atlántico:
están dirigiendo las instituciones europeas que Negri considera como un posible
baluarte contra el unilateralismo norteamericano. El problema es que no hay
unilateralismo americano ni europeo, sino un unilateralismo capitalista que no
se combate apoyándose en uno de sus pilares. La tentación europeista de Negri y
de una parte de la izquierda es comprensible en un momento en que las posiciones
de izquierda radical siguen socialmente muy aisladas, pero al igual que San
Antonio en el desierto puede haberse encontrado con un interlocutor sumamente
peligroso.
[1]Trascrizione
dell’intervento di Toni Negri al NoWork Festival ottobre 2004 (Traducción de
John Brown) [2]Citado por
Philip Stephens y Daniel Dombey, in "Rice Pledges Washington Support for a
Common European Foreign Policy", Financial Times, February 11, 2005.