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La Izquierda debate

Interpretación de los Límites (Imagenes de las fronteras)

Fronteras de la Imagen

Fernando Buen Abad Domínguez
fbuenabad@universidadabierta.edu.mx

Formas de la imagen. Limites de la forma. Limites de la realidad y límites de la imagen. Límites del espacio físico.
(Interpretación de los Límites)
Explícitos o implícitos los límites y las fronteras constituyen, históricamente, problemas ineludibles de todo pensar y hacer. Existe una relación dialéctica, no poco traumática pero liberadora, entre el origen de la conciencia y el descubrimiento de los límites. Muy probablemente la relación de los seres humanos con los límites y las fronteras, naciera con (o por) los primeros destellos de la conciencia a partir de enfrentar sus propios límites ante las fuerzas físicas. De ahí incluso la invención de las herramientas. La noción de límite es social e inseparable del descubrimiento y dominio de la materia que en más de un sentido deviene en ciencia y técnica como conocimiento de los límites y superación de límites. Los límites no son cosa del otro mundo.
No es la conciencia quien crea los límites sino los límites lo que determinan la conciencia. Con su desarrollo desigual y combinado, la conciencia sobre los límites posibilita la identificación de todas las formas, lógicas o físicas, de la misma manera dialéctica en que la existencia de las formas posibilita el desarrollo de la conciencia. Ya Aristóteles pensó que quien no habita en los límites humanos «o es una bestia bruta o es un dios».
No conocemos la materia sin límites. Las nociones originarias sobre los límites nos fueron posibles en la medida en que conocimos la materia. Nuestro conocimiento se basa en el aprendizaje y clasificación práctica y permanente de cuanto repertorio de límites se ha presentado al desarrollo de la especie. Conocemos por y con límites materiales, ideales, naturales y artificiales, físicos y mentales. Nuestro desafío es transformarlos.
Somos actores de una relación dialéctica profunda entre nuestra idea de límite y nuestras ideas sobre la libertad. El trabajo humano surgió como respuesta sistematizada a la dialéctica de las necesidades y las limitaciones. La invención de las herramientas, que permitió superar límites muy diversos, es resultado de un ascenso liberador hacia nuestra separación del estado animal. Por eso superar o rebasar límites es una necesidad social humana determinada por los imperativos de la supervivencia. Acaso sea posible una lectura sobre el desarrollo de las culturas si partimos de identificar qué límites, en general y particular, ha enfrentado cada grupo y qué posición tomó y toma ante ellos. Qué clase de límites pudo superar tal o cual grupo y qué clase de límites (incluso impuestos exógenamente) resultan insuperables para su estado de desarrollo. La superación de los límites constituye una categoría lógica que muestra claramente el desarrollo, la independencia y organización concreta para resolver problemas.
La cultura es también producto de la tensión social entre la identificación de límites y la invención de límites. Toda definición, idea, concepto, contiene límites de índole diversa con intereses diversos. El límite demarca, da contornos, corporiza hechos, objetos, ideas y territorios. Para gustos o disgustos. El límite contiene pero ¿qué?. Las relaciones humanas y sus modos de organizarse producen límites. Jurídicos, económicos, políticos. Pero entre la invención de límites y la imposición social de los límites, media una problemática que en ningún caso es disociable del modo de producción que rige las relaciones humanas. Están en la base de esta problemática los límites de clase y sus tensiones. Es que límite no significa necesariamente fines ni finalidades. Igualmente existe una distinción concreta entre límites y prohibiciones.
Libertad no es no tener límites sino conciencia para accionar, en o, con ellos creativamente. Superarlos. Libertad es una cualidad objetiva para moverse entre los límites. Los límites que también son la categoría cuantitativa de todo lo que es, son parte dinámica de la libertad en debate permanente. Se siente impotencia cuando no hay conciencia de los límites, ni fuerza para transformarlos, la conciencia de los límites es nota esencial de lo ?imposible? y lo ?posible?. Uno de los paradigmas históricos de la expresión práctica de los límites, de lo que da forma limitada a cierta parte de la realidad concreta, ocurre en los llamados ?límites geográficos?. Las fronteras.
¿Queda en el mundo algo sin fronteras?
Hay fronteras geográficas de todo tipo. Una frontera es intersección, formal y conceptual, entre el afuera y el adentro, entre el centro y la periferia. Todo imaginario, o representación de la realidad con imágenes, contiene e impone límites, fronteras. Sea imagen de un país, una cultura o una red de emociones. En las imágenes como en las fronteras se potencian y frenan los ires y venires de la historia. Se condensa lo cultural.
Quizá la frontera más inmediata, la que demarca lo vital humano, plena de sentidos, incluso intelectuales, constituye prerrogativas que se debaten con la extensión física y conceptual de todos los ?territorios?. Ésta es condición de los hechos humanos individuales y colectivos, de la privacidad, el pensar y vivir que siempre es colectivo.
Las fronteras son siempre geográficas y humanas, aunque existan fronteras ?naturales? ríos, mares lagos etc. Su ser radica en la invención o descubrimiento intelectual al borde de lo biológico. El criterio para inventar fronteras depende del poder y del correlato de fuerzas en conflicto. Como en la lucha de clases por ejemplo. Por lo tanto, los imaginarios individuales con sus límites se convierten en estructura fronteriza individual y social. En tanto los seres humanos crucen sus fronteras espacio-temporales construyen experiencias y cultura. Cuando uno se identifica con un grupo y produce relaciones con otros, forma perspectivas individuales o comunes, así nacen las instituciones educativas, medios de comunicación, intercambios culturales.
Es difícil pensar la frontera como un territorio. La superficie que ocupa la línea divisoria, que en tanto más transparente más arbitraria, es el límite de la expansión y la extensión entre culturas e ideas, es históricamente, punto de encuentro o desencuentro. Límite impreciso al que se llega por muchas vías, frecuentemente o deseablemente distantes. Según se trate. En la medida en que se amplían los territorios, por sus fuerzas o sus ambiciones, se amplían o desplazan las coordenadas de las fronteras. Por eso no hay frontera a-histórica que no sea crisis del límite. Las fronteras son mutantes y nómadas.
Generalmente las fronteras nacen sobre campos de batalla de todo tipo. Zonas donde se disputa el espacio vital o la redefinición de los límites propios y ajenos. Toda frontera es tensión, lucha y debate hacia dentro y hacia fuera. Toda frontera adopta camuflajes de independencia para depurar la maquinaria política de sus sistemas jurídicos. Desde lo cultural hasta lo poblacional.
El espacio fronterizo tiene sectores homogéneos y sectores híbridos que entran en crisis por las condiciones de producción locales que re limitarán la cultura. Si la frontera geográfica es concreta y evidente, los móviles de su demarcación no siempre lo son. Una frontera geográfica además de zona en tensión cultural es tensión de comunicaciones. Éstas sí, generalmente evidentes en cuanto expresiones concretas del hacer cotidiano... desde las lenguas hasta los imaginarios colectivos con una base concreta en la superficie de la Tierra.
Cuando se recorta un espacio con fronteras y límites es necesario definir quién produce el recorte y cómo. Qué consecuencias o alcances tiene sobre el desarrollo general y particular de las sociedades y qué independencia relativa existe entre los grupos para aceptar o negar semejante recorte. Un territorio fronterizo es soporte, y no pocas veces botín, que con sus características como espacio físico (ríos, bosques, clima, etc.) agrega o resta, según sea el caso, riqueza general a sus poseedores. Ésta es frecuentemente la base sobre la que gira toda definición de frontera. El espacio fronterizo se ordena y desordena con el ritmo, en crisis de crecimiento, que imponen las relaciones de poder y las tensiones diplomáticas. El desarrollo de la riqueza y su distribución organizan el espacio y su acondicionamiento para atender necesidades no siempre locales. Como el caso de las empresas maquiladoras (En Asia, África o Latinoamérica) que impactan la organización social fronteriza, sus recursos naturales y sus sistemas ecológicos, para contener mano de obra en los límites. En todos los sentidos. Bajo el pretexto de la ?generación de empleo? para el beneficio de la región, se generan territorios nuevos, fronteras y límites nuevos, intra fronterizos, donde la lógica trasnacional encuentra mano de obra barata, flujo y reflujo de materia prima barata y plusvalía excepcional en condiciones fiscales específicas.
Las formas de organización del espacio territorial, la invención de fronteras con su plasticidad de temporada, determinadas por el tráfico de mercancías, es un fenómeno que no siendo nuevo posee innovaciones mercantiles importantes. Es imposible ignorar el paradigma de la velocidad y circulación para los productos (y no para las personas) en una frontera cualquiera. Este tránsito que impone límites diversificados evidencia la sofisticación de un modo de diseñar lo social a fuerza de estatutos políticos, económicos y culturales que no necesariamente han pasado por el consenso de los habitantes. Y esto tiene su límite.
En el imaginario social un territorio limitado, que a cierta distancia es ajeno, aparece en crisis porque impone la moral del sucumbir permanente. A pesar de los discursos, plenos de imágenes de progreso que no se confirman en la práctica, ni por la práctica. Las fronteras, en tanto territorios de tránsito, contienen la promesa de lo inestable. Las fronteras pueden moverse por designios que suelen no ser los de los habitantes. Eso genera un estado de melancolía que se expresa en desplantes de nacionalismos pintados por el populismo de turno. En el mejor de los casos las culturas fronterizas que se aferran a sus ?orígenes nacionales? suelen respirar por una herida amarga que resurge en cada andanada de indiferencia política con que el centro trata los problemas locales.
Hay en cada frontera un papel histórico con tareas ideológicas. Tocan el absurdo con una facilidad pasmosa donde toda frontera tiene por finalidad cambiar sus definiciones según cambien las necesidades dominantes del reflujo comercial. En un mundo sometido a la crisis de sobreproducción, a la urgencia de mercados para las economías dominantes, los Estados o naciones deben administrar con eficiencia el flujo mercantil y diluir sus fronteras bajo el imaginario mundial de la globalización en un sólo sentido. En sus límites, un Estado con economía dependiente no puede crear o modificar su sistema de gobierno, organizar sus propias estructuras jurídicas y fiscales, plantear su futuro económico y desarrollar un conjunto ordenado de relaciones con otros Estados sin sufrir consecuencias desastrosas. Sencillamente porque reina la anarquía de un liberalismo económico que por ?globalización? ha entendido la anulación de fronteras para la hegemonía. Obra de una necedad estrambótica que secciona, segmenta, delinea comarcas, llanuras, planicies o montañas al antojo de un poder sobre otros. Pero no sólo en territorios o geografías, también en abstracciones económicas e ideológicas.
Los métodos para fijar fronteras y límites tienen significados profundos que reflejan la verdad de las relaciones entre los Estados, personas, clases o conceptos que separan. Todos los límites son barreras. Puede permitirse que las mercancías pasen, no sus fabricantes, a menos que ofrezcan trabajo y materia prima muy baratos. Existen otras barreras o fronteras también simbólicas siempre apuntaladas por fuerzas armadas de varios tipos. Las periferias son centralmente ignoradas. Cada zona fronteriza, bajo su proceso histórico específico, es expresión directa o indirecta del conflicto capital-trabajo. La invención de los países depende de eso.
La paradoja principal radica en hacer creer a los habitantes fronterizos que son agentes de su propia historia. Las fronteras son el mejor lugar para instalar ejércitos diversos que ponen a salvo al centro. El centro es tan fuerte como las fuerzas que instala en sus fronteras. Ideológicamente, culturalmente y militarmente. Nadie creerá que quienes viven en las fronteras viven en armonía con sus vecinos aunque haya excepciones. Hay luchas por la tierra, el agua, la fauna, la flora y el trabajo del otro. Es verdad que el estudio de las fronteras es simultáneamente estudio de la vida cotidiana del Estado, de las poblaciones y de las relaciones entre ambos, de sus contradicciones y desequilibrios. Se gasta más en vigilancia fronteriza que en salud, educación, servicios públicos... Por ejemplo.
El concepto de territorio es fundamental. A quién pertenece y a quién pertenecerá luego de desplazar las fronteras. Las fuerzas de la política y la cultura, posiblemente influidas por fuerzas internacionales cada vez más monopolizadas, dan a las fronteras configuraciones específicas que hacen que las relaciones entre lo interno y lo externo sean progresivamente conflictivas. En términos materiales y simbólicos. Hay fronteras que no figuran en mapas y otras que tienen rejas o muros de acero, fronteras donde la identidad es difusa y otras donde se libra una lucha de identificación e interacción. En las fronteras la tensión es cosa de todos los días. ¿Quién fija las normas? Las patrias, en términos reales, se hacen y deshacen al antojo de poderes supra-fronterizos. El problema de la extensión nacional es indisoluble del concepto frontera. El espacio físico, simbólico o conceptual que siempre tienen «extensión», refleja episodios de inestabilidad en las relaciones de las personas. Pero la extensión de la vida humana sobre un espacio concreto necesita sus espacios imaginarios donde construirse, material y concretamente. Eso es la cultura. Y en la frontera se transparentan, para una cultura de la transparencia, relativa y permanente.
El culto dominante en las fronteras, con asimetrías dramáticas, es el culto a lo externo expandido, porque lo interno sólo existe de lejos. La tensión entre lo lejano que se acerca y lo cercano que está lejos, se funden o fusionan en el imaginario social por su papel en la estructura de un todo territorial, político y económico. Lo externo significa accesible a los sentidos, a la realidad que existe fuera del objeto. Lo interno supone lo esencial de un ser que se aleja día a día a galope de la indiferencia. Lo interno que no está dado de manera inmediata llega en oleadas ideológicas nacionalistas cuyo fondo moral es priorizar lo externo, a través de mercancías ajenas y en tránsito.
En las fronteras lo propio y lo ajeno son fases de una crisis que no se resuelve con discursos bien intencionados plagados de próceres y anecdotarios patrios. No hay bandera que cobije el desamparo de las fronteras mientras éstas sean escenario de la miseria y el hambre. De norte a sur y de sur a norte. Aunque no es la misma problemática norte-sur que la problemática norte-norte.
En los países coloniales y semi-coloniales se ha precipitado la emigración masiva hacia los países ?centrales?. Esto impone una re-configuración y una redefinición de las tareas posibles de los Estado en sus fronteras. Para países vecinos de economías centrales el cometido será de contención multicultural donde se hacinarán aquellos que no logren insertarse en la planta laboral del primer mundo. Al problema de identidad cultural y miseria se sumará el de multiculturalidad quizá con destellos nacionalistas que suelen agudizar los conflictos entre pobres. ¿Cuál será el límite?
El multiculturalismo se abre lugar central como proyecto político con ejes polémicos en materia de ?identidad? y ?guerras culturales? que ya en la UNESCO tiene espacios. Se trata de luchas que se libran permanentemente en escenarios, fronterizos diversos. Hay trompadas y gritos esporádicos no poco importantes. En los extremos están los fundamentalismos, las religiones viejas-nuevas, el narcotráfico, la compraventa de adolescentes o niños para la prostitución o el mercadeo de órganos... y en las zonas menos tensas las cumbias, las quebraditas, los candombes y los tangos.
Surgirán Estados con territorio, poder político y militar, pero sin control sobre la economía, fijando sus fronteras como una nostalgia política para trámites aduaneros. Las fronteras pierden sus límites (a cambio de otros) sobre un límite político que una vez se disfrazó de ?zona de contacto? de un territorio con otro. Gobiernos aduaneros cuya única razón de ser devenga de la recaudación fiscal para nutrir aparatos burocrático gerenciales. En Naciones Unidas este debate está en marcha y nada hace ser optimista sobre el devenir inmediato de los estados Nacionales ante los enfrentamientos bélicos actuales.
Pero hay otra posibilidad esperanzadora para la cultura en las fronteras (y para los pueblos) si se distancia críticamente de los designios verticalistas. Ya ocurre un movimiento de resistencia que no se contenta con los conservadurismos del tradicionalismo centralista. Se trata de una lucha real que comienza por entender sus límites y limitaciones en un escenario totalmente adverso donde crece críticamente. Estas luchas de resistencia que tienen carácter cultural se enfrentan a un principismo de clase que las desecha y detesta por principio. Es decir, porque no son del centro. En la práctica son ya víctimas de exclusión y satanización de clase, racismo y persecución sistemática. Más de un expediente bochornoso engorda en manos de las comisiones internacionales de derechos humanos. La contraofensiva de los Estados, donde se acentúa el desarrollo de la resistencia cultural, está plagado por el discurso ?integrista? que se sustenta en patrioterismo esclavizante, moralismo religioso o asistencialismo chantajista. En ambos lados de las fronteras.
Las fronteras, sean geográficas o de cualquier género, cuentan con intersecciones dinámicas de especie muy variada donde se reafirman y refinan todos los procesos de identificación o identidad. No hay imaginario ni imagen constructores de cultura que no dependan de un proceso dialéctico y complejo para superar sus límites naturales o contextuales. Por eso toda producción de imágenes endógenas o exógenas mueve a la práctica, a la movilización, porque es inseparable de la lógica misma del deseo y la vida. Mueve a cumplir con esa categoría lógica frecuentemente ignorada que es la práctica y práctica especialmente superadora de los límites si es obediente a su inercia liberadora de la expresión humana.
Así, es necesario considerar hasta qué punto los imaginarios sobrepasan el peso de las fronteras y se enlazan con las realidades comunes a la mayoría de los habitantes de un planeta que en términos objetivos (y en términos de deseo) no debería tener fronteras. Hay imágenes e imaginarios que pueblan permanentemente las relaciones interiores y exteriores, no poco enigmáticas, y sus correspondencias más finas, en una práctica humana hacia la libertad, explícita e implícita por todo el mundo. Esta producción de imaginarios también se genera desde el ámbito fronterizo. ¿Cómo imponerle más límites?
Son visibles y evidentes, emergentes y urgentes, las luchas por una identidad nueva contra el fardo simbólico cultural colonialista que impide liberar las potencias expresivas más urgentes. Desde la ciencia hasta las artes, de un continente al otro. Está a prueba un debate íntimo, con sus límites dialécticos naturales, nuestra capacidad de imaginación para la superación más fértil de las fronteras entre el querer y el poder, entre el ser y el tener, entre el cuerpo y el espíritu, la razón y la pasión, entre la ciencia y el arte, entre el pensar y el actuar. Está a prueba nuestra capacidad de superar los límites impuestos hegemónicamente a las virtudes humanas en materia de imaginación, contra todo imperialismo, se exhiba como se exhiba. Quizá podamos poner límite a la miseria.

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