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Salvador Allende

SOMOS CINCO MIL

Por Diego M. Vidal
Su voz se apagó entre los miles de gritos de agonía que inundaban el Estadio Nacional de Chile.
El golpe militar del 11 de setiembre de 1973 había triunfado y la cacería de militantes, simpatizantes y sospechosos de oposición al cuartelazo, eran acarreados en camiones militares hacia el campo de concentración que los fascistas chilenos levantaron en las instalaciones deportivas.
Víctor Jara, el que le cantó al pueblo y a la Revolución chilena, cayó en las garras de la represión. Sin guitarra, pero con la música en el pecho, poco a poco y en papelitos o entre las voces de sus compañeros de cautiverio, logró sacar del infierno su último poema.
La poesía nacía de la sangre y corría entre las venas de este chileno revolucionario que cantaba con voz de pueblo, por eso, cuando lo descubrieron, los militares quisieron exprimirle hasta la última gota de rebeldía y canción. Destruyeron sus manos, pero su corazón siguió cantando, entonces apagaron a golpes y disparos su vida, pero su canto ya se había escapado del horror y por las calles y alamedas de Santiago, denunciaba al mundo cómo el terror se enseñoreaba en Chile.
"SOMOS CINCO MIL"-

Víctor Jara, su último poema
Somos cinco mil. / En esta pequeña parte de la ciudad. / Somos cinco mil. / ¿Cuántos seremos en total / en las ciudades y en todo el país?/ Sólo aquí, / diez mil manos que siembran / y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad, / con hambre, frío, pánico, dolor, / presión, terror y locura!
Seis de los nuestros se perdieron / en el espacio de las estrellas.
Un muerto, un golpeado como jamás creí / se podía golpear a un ser humano. / Los otros cuatros quisieron quitarse todos los temores, / uno saltando al vacío. / Otro, golpeándose la cabeza contra el muro. / Pero todos, con la mirada fija de la muerte. / ¡Qué espanto causa el rostro del fascismo! / Llevan a cabo sus planes con precisión artera. / Sin importarles nada. / La sangre para ellos son medallas. / La matanza es acto de heroísmo. / ¿Es este el mundo que creaste, Dios mío? / ¿Para esto, tus siete días de asombro y de trabajo?/ En estas cuatros murallas sólo existe un número, / que no progresa, / que lentamente querrá más muerte.
Pero de pronto me golpea la conciencia. / Y veo esta marea sin latido. / Pero con el pulso de las máquinas / y los militares mostrando su rostro de matrona. / Lleno de dulzura.
¿Y México, Cuba y el mundo? / ¡Que griten esta ignominia! / Somos diez mil manos menos / que no producen. / ¿Cuántos somos en toda la Patria? / La sangre del compañero Presidente / golpea más fuerte que las bombas y metrallas. / Así golpeará nuestro puño nuevamente.
¡Canto, qué mal me sales / cuando tengo que cantar espanto! / Espanto como el que vivo, / como el que muero, espanto, / de verme entre tantos y tantos. / Momentos del infinito / en que el silencio y el grito / son las metas de este canto. / Lo que veo, nunca vi / Lo que he sentido y lo que siento / hará brotar el momento.