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Salvador Allende

13 de septiembre del 2003

A los mártires chilenos
Chile y la "innovación básica" del Fuehrer

Heinz Dieterich
Rebelión
La contrainteligencia nazi (Ausland Abwehr) estaba de pláceme. A escasos días de la noche buena del año 1941, El Fuehrer Adolf Hitler había decretado una orden que, a juicio de los especialistas "llevaba una innovación básica": el sistema de desapariciones forzadas.

El "Decreto de Noche y Niebla" (Nacht und Nebel Erlass) del "Fuehrer y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas" estipulaba, que los actos de resistencia de la población civil en los países ocupados sólo se castigaran por una corte marcial, cuando: a) había certeza de que se aplicara la pena de muerte y, b) cuando la sentencia se pronunciase dentro de los ocho días posteriores al arresto.

Si no se cumplían esas condiciones, las detenciones debían realizarse durante "la noche y la niebla", para llevar a los acusados clandestinamente a Alemania. "El efecto de disuasión dé estas medidas", explicaba la contrainteligencia nazi, el 2 de febrero de 1942, "radica en que: a) permite la desaparición de los acusados sin dejar rastro y, b) que ninguna información puede ser difundida acerca de su paradero o destino".

El Comandante en Jefe del Ejército Alemán, General Wilhelm Keitel, en un dictamen escrito a cinco días del decreto de Hitler, coincidía con la apreciación de sus colegas y explicaba el efecto psicológico de la "innovación básica" del Führer.

"Una disuasión efectiva y duradera solamente puede lograrse a través de la pena capital o de medidas que dejan a los parientes y al pueblo en un estado de incertidumbre en cuanto al destino del perpetrador. Este es el propósito de transferirlos a Alemania".

En caso de muerte del secuestrado, nadie de su entorno social sería notificado, para, de esta manera, generar la necesaria "incertidumbre acerca del destino de los prisioneros, entre sus parientes y conocidos".

"Por la misma razón, la entrega del cuerpo para su entierro en su lugar de origen, no es aconsejable", observan los autores del documento de la contrainteligencia "porque el lugar del entierro podrá ser utilizado para manifestaciones".

Estaba contento el Comandante en Jefe del ejército, porque el decreto de Hitler cumplía con la metodología de la guerra sucia, propuesta y demandada por la cúpula militar, para acabar con la resistencia en las zonas ocupadas, tal como el mismo Keitel había solicitado en una misiva del 23 de julio de 1941.

"En vista de la gran extensión de las áreas ocupadas en el Este, las fuerzas disponibles para propósitos de seguridad solo serán suficientes, si toda resistencia es castigada, no dentro de un proceso legal de los culpables, sino a través de la diseminación de tal terror (Schrecken)..., que toda disposición de resistencia entre el pueblo, será eliminada".

Estaban contentos los "hombres de armas", porque El Fuehrer había autorizado la clave conceptual, el terror de Estado, para ganar la guerra sucia. Porque en ninguna guerra se vence, si no se desenvuelve sobre la claridad de una doctrina estratégica adecuada, la que, a su vez, ordena las operaciones tácticas del conflicto.

La razón de la felicidad del nazi Keitel hace 62 años, es la razón de los problemas de Bush y su pandilla que están perdiendo la guerra en Irak, porque, con sus limitadas mentes tecnócratas, la enfocaron desde el principio como un problema técnico, cuando toda guerra es, primordialmente, un conflicto cultural y psicológico.

Hoy, a marchas forzadas, los oficiales del Pentágono y de la Central de Inteligencia estadounidense (CIA) están obligados a ver la película de Gillo Pontecorvo, La Batalla de Argelia, como reveló el The New York Times hace una semana, para tratar de entender al enemigo que pretenden derrotar, cerrando sus lagunas culturales respectivas.

La arrogancia e incultura militar de la troika Bush-Rumsfeld-Cheney, es tanto más sorprendente, cuanto que "la innovación básica" del Fuehrer y las demás experiencias nazis de terrorismo de Estado habían sido integradas orgánicamente a las prácticas bélicas de las Fuerzas Armadas de Washington, después de la Segunda Guerra Mundial.

Los líderes estadounidenses de 1945 entendieron que el "capital humano nazi" y su know how de la guerra sucia contra movimientos populares, no podía desaprovecharse para las guerras de liberación nacional y populares que se avecinaron. Por eso, cooptaron sistemáticamente a especialistas nazis en terrorismo de Estado, tortura y desapariciones forzadas, para enseñarles a sus propias fuerzas de represión los últimos detalles del "oficio".

El Departamento de Estado, la inteligencia militar y la CIA, instrumentaron cada uno programas específicos que llevaron a los criminales de guerra nazi a Estados Unidos, con tal efecto que, desde los principios de los años cincuenta, hasta 1957, se implementaron programas para todas las agencias de inteligencia de los Estados Unidos, encabezados por la CIA y la inteligencia militar, en Fort Meade, en Maryland, en los cuales adquirieron los conocimientos de la "contrainsurgencia" nazi.

Los discípulos de Hitler diseminaron esos conocimientos y prácticas en sus "territorios ocupados", primero América Latina ---empezando en Guatemala y Haití, para después cubrir todo el subcontinente--- y, después, Indochina.

Sumando las experiencias coloniales de los inventores de los primeros campos de concentración modernos, los ingleses en Africa del Sur, con los sofisticados niveles de tortura alcanzados por los franceses y el respectivo know how de los alemanes, el software de la Unión Europea de la Opresión de los Pueblos cayó en manos de Pinochet y, posteriormente, de los militares de la Pampa Humeda, dando sangrientas demostraciones de la enorme eficiencia del capitalismo moderno europeo.

Hoy día, el neofascismo se ha vuelto de nuevo "presentable" en las democracias de Occidente: con la agresión bélica de Bush y Blair en Irak; con la guerra colonial de Sharon en Palestina; con la apología de Aznar de los fusilamientos franquistas durante la dictadura del "generalísimo", y la cínica rehabilitación de Benito Mussolini, por Berlusconi, quien califica al dictador fascista ----quien mató a más de un millón de africanos y libios--- como un "gobernante benigno".

El Fuehrer ha de estar en algun rincón, riéndose.