Chile: Evidencia en los casos pendientes contra el General Augusto Pinochet y sus subordinados en Chile
La Peña del Bronx
En Nueva York, estado de Nueva York, Estados Unidos de América a 15 días del mes de agosto del año dos mil, ANTE MI, Alvaro Zuñiga, Cónsul General de Chile en esta ciudad, comparece Don Victor Toro Ramírez (nacido en Chile con el nombre Victor Toro Ramirez, cuidadano chileno, de profesión obrero seregrafista, domiciliado en Nueva York, Nueva York, EEUU, pasaporte No. 4.832.229-8) mayor de edad, quien demostró su identidad con su pasaporte, y expone:
1. Hago esta declaración para ser presentada como evidencia en los casos pendientes contra el General Augusto Pinochet y sus subordinados en Chile. Esta declaración la hago bajo juramento y en pleno conocimiento del delito de perjurio.
2. Los hechos son los siguientes: Nací en 1942 en Chile el 2 de junio. Yo fui uno de los fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y miembro de su Comité Central. La fundación del MIR se produjo el 15 de agosto de 1965. Durante los años siguientes trabajé como obrero minero, textíl, y metalúrgico, y a la vez era un activista sindical y poblacional, defendiendo los derechos de los pobres y organizando el Mir en el movimiento de masa.
3. El 11 de septiembre de 1973 la Junta militar incluyó mi nombre en una lista de personas que denominó peligrosas, y publicó mi fotografía en los diarios y en lugares públicos. Me vi obligado a pasar a la clandestinidad. El 20 de abril de 1974, alrededor del medio día, yo fui a visitar a Carlos Díaz ("El Guaton Omar" ), quien tenía un taller en la calle San Simon, cerca del Paradero 20 de la Gran Avenida, en el sector sur de San Miguel en Santiago. Al entrar al taller me di cuenta que estaban todos muy tensos. Me di la vuelta atrás y fui hasta mi auto, tratando de salir de lo que era una emboscada. Sin embargo, agentes del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aerea (SIFA) me rodearon el auto con sus autos, y me sacaron a la fuerza, golpeado y aturdido, sin conocimiento. Cuando recuperé el conocimiento estaba con la vista vendada, muy adolorido por los golpes, y estaba amarrado con alambres en las manos y pies.
4. Después de varias horas me percaté que me encontraba y me habían traído a la base de la Fuerza Aérea de la calle El Bosque en Santiago. donde permanecí alrededor de un día. Yo conocía muy bien estos lugares porque vivía en la Población La Bandera, que quedaba casi al frente de este lugar. Aquí sufrí todo tipo de golpes y torturas. Fui interrogado por altos oficiales.
5. Luego, creo que a la amanecida del 21 de abril del 1974, fui trasladado a la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea (AGA). Desde aquí después de varios días fui llevado al hospital de la Fuerza Aerea, y al final retornado al AGA, en cuyo lugar permanecí casi un año en condición de desaparecido. Permanecíamos en los subterraneos de la Academia de Guerra; arriba estaban las salas de torturas, y al lado un casino de los oficiales.
6. Durante las primeras semanas en la Academia de Guerra me forzaron a estar parado frente a una muralla, con los ojos vendados y las manos atadas. Tenía que dormir de pie, privado de consumir agua y comida. En este tiempo me interrogaban y torturaban con frecuencia. Los métodos de torturas que usaban incluían golpes, patadas y frecuentemente electrochoque a los oídos, los testículos, el ano y la lengua. Cada vez que era arrestado un nuevo miembro del MIR me llevaban a interrogatorios y me volvían a torturar, para comparar información y descubrir mi actividad mientras estuve en la clandestinidad, según decían los torturadores. Después de varios meses en la Academia de Guerra me cambiaron a una celda, que por largo tiempo fue para mí solo, y me esposaron a la cama militar.
7. Durante los primeros tres meses fui sometido a dos simulacros de fusilamiento. En las dos oportunidades fui informado por el Coronel Oteiza y el General Gamarra y en presencia del comandante Cabeza que había sido condenado por un Consejo de Guerra a la pena capital (o pena de muerte), y que ésta sería aplicada en cualquiera de estas noches. Cuando me informaron de estas decisiones del Consejo de Guerra, me sacaron la venda de mis ojos, y podía ver solo a dos altos oficiales; en la sombra se movía el Comandante Ceballo. Así fue que en dos oportunidades, por la noche (creo que al amanecer), fui sacado de la celda para enfrentar estos pelotones de fusileros. Ceballo me dijo en las dos oportunidades que si contaba todo lo que tenía que decir, la pena capital sería revocada por la alta comandancia de la Fuerza Aerea, pero yo no tenía ninguna información. En las dos oportunidades los fusileros fueron unos diez hombres armados, y encabezados por Edgar Ceballo. En la primera ocasión cuando los soldados dispararon yo sentí terror. El ruido fue real, pero las balas eran artificiales. Los soldados me comenzaron a patear. Después de esta escena me devolvieron a mi celda, pero ahora me dejaron incomunicado por dos meses.
8. El segundo simulacro de fusilamiento ocurrió varias semanas después del primero y tuvo similares características. Según ellos, éste si que sería de verdad. En esta oportunidad el que dirigió el operativo y el simulacro era el segundo de Ceballo, un teniente con el seudónimo "Wally". En este tiempo un grupo del MIR encabezado por Roberto Moreno, Arturo Villavela y un tal Schneider, llevaba unas negociaciones con las altas autoridades de la SIFA, mientras que yo y Ricardo Ruz, más otros compañeros del MIR, estábamos opuestos a estas negociaciones. Otros que estaban presos conmigo en este tiempo eran el "Vilo Araneda," "el Kila," "el Gaspar -Patricio Rivas", y "el loco Mario". También estaba un senador y sus hijas, de apellido Monte. Durante este simulacro los motivos y preguntas estaban relacionadas con la traición que tejía Roberto Moreno, quien estaba colaborando abiertamente en conjunto con Schneider para el Comandante Cabeza-Ceballo.
9. Después de estas sesiones de terror y tortura, y en la medida que pasaban los meses, los guardias se pusieron menos estrictos. Aunque los prisioneres seguíamos siendo identificados por un número (yo era el número diez), cuando nos llevaban al baño algunos guardias nos presentaban, o intercambiabamos nombres y establecíamos conversaciones entre presos. Ello se podía hacer en especial con un guardia apodado el "Papudo", el conscripto Valenzuela, quien por muchos meses fue mi guardia personal. Através de él pude saber mucha información, así como la llegada de otros presos políticos del Mir.
10. Posteriormente a este relajo en el tratamiento, un día fuimos visitados por la Cruz Roja Internacional y por primera ves fuimos identificados por nuestros nombres. Se nos realizó un superficial tratamiento médico, y se nos preguntó ante los torturadores como testigos si habíamos sido torturados o maltratado. La mayoría mirista dijo que sí, excepto Roberto Moreno.
11. En el mes de septiembre de 1975 nos sacaron a todos los presos políticos de la AGA y nos trasladaron a diferentes centros de torturas o campos de concentración en Chile. A mi me llevaron a Cuatro Alamos, donde permanecí en calidad de incomunicado. Aunque me habían dicho que iba a estar en "libre platica", el Comandante Pacheco que lideraba este campo de concentración me envió a una celda de castigo como recibimiento. La "celda" era más bien un hoyo en la tierra conocido como "El Chucho". No me daban acceso al baño y tenía que hacer mis necesidades en la misma celda. El Comandante Pacheco les había dicho a sus subordinados que yo había participado en matanzas de Carabineros, y que me podían disparar si yo hacía cualquier movimiento sospechoso. Aquí fui sometido a golpes, castigos diversos y torturas sicológicas por el puro gusto que les daba a los jefes de este campo de concentración. Después de un tiempo me dejaron salir de la celda de castigo (el Chucho) debido a la presión de los otros presos y de familiares que sabían de mí a través de otros presos.
12. Después fui trasladado a Tres Alamos y me dieron libertad de hablar con los otros presos ("libre platica"), libertad que fue condicionada a cumplir castigos diversos todos los días. Me sacaban del lugar en que se encontraban los otros presos y, bajo la vigilancia de un carabinero armado, tenía que estar aislado, haciendo trabajo forzado o cualquier otra invención que se le ocurría al guardia de turno. En Tres Alamos por primera vez mis familiares, mis amigos y las organizaciones de derechos humanos pudieron certificar que yo estaba vivo, enfermo y muy maltratado físicamente. Así fue que en varias oportunidades fui asistido por enfermeros del consejo Mundial de Iglesias, y nuevamente por la Cruz Roja.
13. Después de varios meses en Tres Alamos, en el verano 1975-1976, fui trasladado al Campo de Concentración de Ritoque. En este tiempo fui visitado por el Comité ProPaz de Santiago, por la Cruz Roja, y por el Consejo Mundial de Inglesias, que me visitaban una ves por mes. En este tiempo habían fuertes tensiones entre la CIFA, por un lado, y la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) por el otro, lo que hacía muy peligroso que fuéramos visitados por familiares. Los de la DINA los hostigaban y arrestaban, y muchos fueron desaparecidos.
14. A mediado de 1976, fue matado por la DINA Dagoberto Perez después de un enfrentamiento con fuerzas militares. Varios otros fueron arrestados, y en los bolsillos de uno de ellos se encontraron cartas que se habían intercambiado entre los activistas clandestinos y los que estábamos presos. En estas cartas salía yo señalado como uno de los que en los campos de concentración preparábamos una supuesta fuga de presos. A raíz de esta situación la DINA y Manuel Contreras solicitaron mi traslado de Ritoque a Cuatro Alamos, y finalmente a Villa Grimaldi. En esta oportunidad volví a ser torturado, esta vez por personajes absolutamente conocidos por mi, debido a mi tiempo en los campos de concentración, y a las conversaciones que había tenido con presos que habían estado en Villa Grimaldi. Las torturas a las que fui sometido en Villa Grimaldi fueron dirigida personalmente por Manuel Contreras, Marcelo Moren Brito y Miguel Krasnof Marchenkoff. Me colgaban de los pies desde un arbol; me tiraban desnudo a "la parrilla" y me ponían corriente eléctrica; me golpeaban y me insultaban. Sus preguntas eran sobre miristas en la clandestinidad y ello era imposible: yo no podía tener ninguna información ya que llevaba casi dos años preso. Concluí que las torturas de estos jefes militares eran solo por odio, y seguramente la última posibilidad de liquidarme definitivamente.
15. En la Villa Grimaldi estuve la mayoría del tiempo en una celda grande con otros presos políticos. En este sitio, frente a los baños o muy cerca, estaba detenido Jorge Fuentes, con el cual pude hablar en varias oportunidades en el baño. Estaba moribundo y a penas caminaba. Los torturadores lo llamaban "el Bicho". Yo lo conocía muy bien porque habíamos sido amigos y compañeros cuando él era dirigente estudiantil y miembro del Comité Central del MIR. Hoy es preso político desaparecido.
16. Después de tres meses en la Villa Grimaldi, me trasladaron de vuelta a Cuatro Alamos y de aquí a Tres Alamos, donde permanecí hasta finales de 1976. En tres Alamos, en un día determinado mi nombre apareció en una lista de 20 personas declaradas indeseables y peligrosos por la dictadura, las cuales no podrían vivir en libertad en Chile. Así fue que fui visitado por el CIMET, cuyo jefe me entrevistó y me informó que Cuba me ofrecía asilo político, pero que como Cuba no tenía relaciones con la dictadura, debería ir a Suecia o Panamá primero. La lista era para ser expulsado con una documentación solo válida para salir del país.
17. Una vez en Suecia, fui acogido por compañeros del MIR. Ellos lograron que Suecia alargara mi estadía. En este tiempo me dediqué a dar testimonios sobre lo que había pasado en Chile. Mi primer testimonio fue realizado en Ginebra, Suiza, ante la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU.
18. Luego viajé a Cuba, donde recibí tratamiento médico en el Hospital Calixto García por el daño que había sufrido. Me operaron por várices que había desarrollado por consecuencia de los golpes y la tortura durante el tiempo que estuve preso.
19. En el 1977 el MIR comienza una campaña para retornar a Chile a los miembros que se encontraban en el exilio. Es en este tiempo la dictadura informa en el "Diario Oficial" que Victor Hugo Toro Ramírez se declaraba oficialmente muerto. (Ver texto del Diario Oficial.)
20. Por toda esta historia de represión, torturas, desaparición y exilio, he tenido una variedad de secuelas físicas y sicológicas. Hasta nuestros días sufro de dolores a la columna y nervios extrofiados, y tengo la espalda y el cuello casi inmóvil. Todo esto es resultado de lo que pasamos en los centros de torturas -- maltrato y violación a nuestros derechos humanos.
21. Estoy dispuesto a viajar a chile para atestiguar sobre mi detención en los tiempos de la dictadura militar del General Pinochet.
ANTE MI QUE DOY FE:
Victor Hugo Toro Ramirez
Bronx,New York