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Ernesto Che Guevara

13 de octubre del 2002

Editorial de Liberación

Recordando al Che
Liberación

Esta semana se cumplieron 35 años de que el Che fuera asesinado en Bolivia, después de que por espacio de meses tuviera en jaque a la soldadesca boliviana y a rangers norteamericanos, y de que la CIA pusiera todos los recursos en juego para cazarlo y eliminarlo. Como se sabe el Comandante Guevara estaba convencido de que la única forma de batir al imperialismo norteamericano -por entonces enzarzado en la brutal agresión al pueblo de Vietnam- era justamente crearle múltiples frentes de batallas, y en ese intento el Che encontró la muerte.
Vale la pena recordarlo porque fue él quien en su tiempo y después cuando su figura se volvió mito, mejor supo mostrar el carácter agresivo para la Humanidad del imperialismo y de la necesaria pelea contra su preponderancia.
Cuando hoy el mundo alelado asiste a una escalada continua de guerras, que desde la del Golfo hasta hoy, viene lanzando Estados Unidos secundado por sus aliados europeos para apoderarse y asegurar su dominio en diferentes regiones del mundo, nuestros recuerdos vuelven al Che, para imaginarnos qué podría pensar hoy él de lo que está aconteciendo.
Siempre recordamos una película documental donde el Che con su acento argentino-cubano y su voz asmática advertía que "con el imperialismo no hay que confiarse ni un tantico así " y con sus dedos pulgar e índice casi juntos le indicaba al auditorio, lo muy poco o casi nada en lo que se podía confiar.
Y el Che tenía razón, y tosudamente sigue teniendo razón hoy desde más allá de su muerte física, porque los grupos más poderosos que dirigen hoy la política imperialista no han desmentido su afirmación sino que la han hecho más nítida.
Nunca como antes sus insaciables necesidades económicas y fundamentalmente las de energía, plus ultra del derroche capitalista, les ha llevado a esta codicia y al afán hegemónico que las aventuras bélicas intentan resolver. No están dispuestos como se sabe, a apostar a otras fuentes de energías renovables y menos a reducir los siderales índices de ganancias que obtiene el pequeño grupo que maneja el llamado complejo militar-industrial yanqui.
Si tenemos en cuenta que sólo la economía norteamericana consume cerca de 20 millones de barriles de petróleo diarios para seguir existiendo a los niveles actuales y que su propia producción no alcanza a un tercio de ese volumen, podemos explicarnos mucho de su desaforada política exterior, a la que se suma naturalmente la propia rapacidad del clan petrolero de la familia Bush.
Su actual furor antiraquí y el afán por terminar de consolidar su dominio en el Oriente Próximo alienta en militares y políticos norteamericanos esta modernizada visión de las guerras relámpago de los generales de Hitler, de las que piensan obtener "beneficios para todos", refiriéndose en primer lugar a ellos mismos, y tratando de enganchar de paso en la cruzada a sus socios del otro lado del Atlántico.
El 6 de octubre, justamente dos días antes de que se conmemorara la muerte del Che, diez mil manifestantes recitaron juntos en Nueva York una promesa de resistir las políticas de guerra y represión del gobierno de Estados Unidos. Eran jóvenes, niños, veteranos de guerra, familiares de las víctimas del 11 de setiembre del año pasado, religiosos musulmanes, judíos y cristianos, artistas -entre ellos Susan Sarandon, Tim Robbins, Martin Sheen (el presidente de la popular serial La Casa Blanca) y Gabriel Byrne- también integrantes de los equipos de rescate, ambientalistas, maestros, músicos y otros que coreaban: "No en nuestro nombre".
Allí habló una mujer cuyo hermano murió en el ataque a las Torres Gemelas, dijo que en nombre de los muertos se oponían a la guerra "sin fin" proclamada por Bush. Mientras que el actor Gabriel Byrne recordó que parecía estarse cumpliendo la profecía de Orwell, de que llegaría un día "en que la paz se confundiría con guerra y guerra con paz…" Y Susan Sarandon fue más clara aun cuando expresó: "Bush no te daremos nuestros hijos para tu guerra por el petróleo".
En tanto que el Che si está en alguna parte, seguro que se habrá alegrado de que por lo menos en las "entrañas del monstruo" existan también quienes se opongan y combatan, y abran otros frentes de batalla contra el imperialismo, como él en sus días nos pidió.