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CHE, AYER, HOY Y SIEMPRE

La Batalla de Santa Clara
Relato del comandante Ernesto Che Guevara

Periódico Vanguardia./ CUBA

Al retirarse el enemigo de Camaguán, sin ofrecer resistencia, quedábamos listos para el asalto definitivo a la capital de la provincia de Las Villas. (Santa Clara es el eje del llano central de la Isla, con 150 000 habitantes, centro ferroviario y de todas las comunicaciones del país. Está rodeada por pequeños cerros pelados, los que estaban tomados previamente por las tropas de la dictadura.
En el momento del ataque, nuestras fuerzas habían aumentado considerablemente su fusilería, en la toma de distintos puntos y en algunas armas pesadas que carecían de municiones. Teníamos una bazooka sin proyectiles y debíamos luchar contra una decena de tanques, pero también sabíamos que, para hacerlo con efectividad, necesitábamos llegar a los barrios poblados de la ciudad, donde el tanque disminuye en mucho su eficacia.
Mientras las tropas del Directorio Revolucionario se encargaban de tomar el Cuartel No. 31 de la Guardia Rural, nosotros nos dedicábamos a sitiar casi todos los puestos fuertes de Santa Clara; aunque, fundamentalmente, establecíamos nuestra lucha contra los defensores del tren blindado situado a la entrada del camino de Camaguán, posiciones defendidas con tenecidad por el ejército, con un equipo excelente para nuestras posibilidades.
El 29 de diciembre iniciamos la lucha (*). La Universidad había serivido en un primer momento, de base de operaciones. Después establecíamos la Comandancia más cerca del centro de la ciudad. Nuestros hombres se batían contra tropas apoyadas por unidades blindadas y las ponían en fuga, pero muchos de ellos pagaron con la vida su arrojo, y los muertos y heridos empezaron a llenar los improvisados cementerios y hospitales.
Recuerdo un episodio que era demostrativo del espíritu de nuestras fuerzas en esos días finales. Yo había amonestado a un soldado, por estar durmiendo en pleno combate y me contestó que lo habían desarmado por habérsele escapado un tiro. Le respondí con mi sequedad habitual: "Gánate otro fusil yendo desarmado a la primera líneas... Si eres capaz de hacerlo." En Santa Clara, alentando a los heridos en el hospital de sangre, un moribundo me tocó la mano y me dijo: Recuerda, Comandante? Me mandó a buscar el arma en Remedios... y me la gané aquí. Era el combatiente del tiro escapado, quien minutos después moría, y me lució contento por haber demostrado su valor. Así es nuestro Ejército Rebelde.
Las lomas del Capiro seguían firmes y allí estuvimos luchando durante todo el día 30, tomando gradualmente al mismo tiempo distintos puntos de la ciudad. Ya en ese momento se habían cortado las comunicaciones entre el centro de Santa Clara y el tren blindado. Sus ocupantes, viéndose rodeados en las lomas del Capiro, trataron de fugarse por la vía férrea y con todo su magnífico cargamento cayeron en el ramal destruido previamente por nosotros, descarrilándose la locomotora y algunos vagones. Se estableció entonces una lucha muy interesante en donde los hombres eran sacados con cocteles Molotov del tren blindado, magníficamente protegidos, aunque dispuestos solo a luchar a distancia, desde cómodas posiciones y contra un enemigo prácticamente inerme, al estilo de los colonizadores con los indios del Oeste norteamericano. Acosados por hombres que, desde puntos cercanos y vagones inmediatos lanzaban botellas de gasolina encendida, el tren se convertía —gracias a las chapas del blindaje— en un verdadero horno para los soldados. En pocas horas se rendía la dotación completa, con sus veintidós vagones, sus cañones antiaéreos, sus ametralladoras del mismo tipo, sus fabulosas cantidades de municiones (fabulosas para lo exiguo de nuestras dotaciones, claro está) (**).
Se había logrado tomar la central eléctrica y toda la parte noreste de la ciudad, dando al aire el anuncio de que Santa Clara estaba casi en poder de la Revolución. En aquel anuncio que di, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Las Villas, recuerdo que tenía el dolor de comunicar al pueblo de Cuba la muerte del capitán Roberto Rodríguez, "El Vaquerito", pequeño de estatura y de edad, jefe del "Pelotón Suicida", quien jugó con la muerte una y mil veces en lucha por la libertad. El "Pelotón Suicida" era un ejemplo de moral revolucionaria, y a ese solamente iban voluntarios escogidos. Sin embargo, cada vez que un hombre moría —y eso ocurría en cada combate—, al hacerse la designación del nuevo aspirante, los desechados realizaban escenas de dolor que llagaban hasta el llanto. Era curioso ver a los curtidos y nobles guerrilleros, mostrando su juventud en el despecho de unas lágrimas, por no poder tener el honor de estar en el primer lugar de combate y de muerte.
Después caía la estación de Policía, entregando los tanques que la defendían y, en rápida sucesión se rendían al Comandante Cubelas el cuartel No. 31, a nuestras fuerzas la cárcel, la audiencia, el palacio del Gobierno Provincial, el "Gran Hotel", donde los francotiradores se mantuvieron disparando desde el décimo piso casi hasta el final de la lucha.
En ese momento sólo quedaba por rendirse el cuartel Leoncio Vidal, la mayor fortaleza del centro de la Isla. Pero ya el día primero de enero de 1959 había síntomas de debilidad creciente entre las fuerzas defensoras. En la mañana de ese día mandamos a los capitanes Núñez Jiménez y Rodríguez de la Vega a pactar la rendición del cuartel. Las noticias eran contradictorias: Batista había huido ese día desmoronándose la Jefatura de las Fuerzas Armadas. Nuestros dos delegados establecían contacto por radio con Cantillo, haciéndole conocer la oferta de rendición, pero éste estimaba que no era posible aceptarla porque constituía un ultimátum, y que él había ocupado la Jefatura del Ejército siguiendo instrucciones precisas del líder Fidel Castro. Hicimos de inmediato contacto con Fidel, anunciándole las nuevas, pero dándole la opinión nuestra sobre la actitud traidora de Cantillo, opinión que coincidía absolutamente con la suya. (Cantillo permitió en esos momentos decisivos que se fugaran todos los grandes responsables del gobierno de Batista, y su actitud era más triste si se considera que fue un oficial que hizo contacto con nosotros y en quien confiamos como un militar con pundonor.)
Los resultados siguientes son por todos conocidos: la negativa de Castro a reconocerle; su orden de marchar sobre la ciudad de La Habana; la posesión por el coronel Barquín de las Jefatura del Ejército, luego de salir de la prisión de Isla de Pinos; la toma de la Ciudad Militar de Columbia por Camilo Cienfuegos y de la Fortaleza de la Cabaña por nuestra Columna 8, y la instauración final, en cortos días, de Fidel Castro como primer Ministro del Gobierno Provisional. Todo esto pertenece a la historia política actual del país.
(*) Las primeras acciones comenzaron el día 28.
(**) La acción del tren blindado se produjo el 29 de diciembre.