Mamá, ese hombre está enamorado de mí
Si yo muero no llores por mí
haz, lo que yo hacía
y seguiré viviendo en ti
(Versos de una milonga)
Aleida Guevara March recuerda a su padre como un hombre tierno, de unagran capacidad para amar y dejarse amar
POR MARIO JORGE MUÑOZ (TOMADO DEL SEMANARIO JUVENTUD REBELDE)
DE mi papá los recuerdos son escasos y casi siempre están formados
por terceras personas. Él trabajaba día y noche, lo veía
muy poco. Los últimos son de cuando se marchó definitivamente
de Cuba... A mí me quedan algunos, no sé por qué. Parece
que en la edad de la adolescencia traté de indagar mucho en su personalidad,
en lo que sentía por él si casi nunca lo había tenido a
mi lado. Y me doy cuenta que mi madre es la responsable de eso. Que ella es
quien ha abrumado mi cabeza con imágenes de mi papá. No como un
hombre muerto sino como un ser vivo.
O sea, yo ocupé su asiento cuando él faltó, nadie me dijo
que tenía que hacerlo. Sabía cómo tomaba el agua, el café,
el vino... la toalla que usaba para bañarse. Es decir, él estaba
presente en la casa. Entonces, me di cuenta que el único homenaje que
podía hacerle a ese hombre era amarlo. Y para lograrlo, por mí
misma, no a través de mi mamá o de otras personas, tenía
que amarrarme a todos los pequeños recuerdos que me quedaban. Aunque
no fueran muy claros, tenía que salvarlos todos.
Hay algunos recuerdos muy pequeños, pero bonitos: Yo tengo la imagen
de un hombre alto era una niña. Esa noche, caminábamos e íbamos
conversando. Estábamos en la casa. É me iba diciendo que me tenía
que portar bien, ayudar a mi mamá con mis hermanos, que soy la mayor...
Con el tiempo me he dado cuenta que aquel día se estaba despidiendo.
Y me estaba preparando.
Otra imagen que guardo es la de estar encima de su pecho desnudo, con mi hermano
Camilo, como si estuviéramos montando caballito. Y de pronto ver delante
de mí unos pantalones verdes con unas botas grandes. Era ³tío²
Fidel que venía a buscarlo.
Con el tiempo yo he podido rescatar esas imágenes. Es una manera de estar
cerca de él. Porque prácticamente no estaba en la casa. Por las
noches yo le decía a mi mamá que me iba a acostar con ella para
acompañarla hasta que mi papá llegara. En realidad creo que eso
le gusta a todos los niños. Cuando él aparecía me cargaba
en sus brazos y me llevaba para mi cuarto. De esas ocasiones tengo el recuerdo
muy claro de un hombre que me está apretando, que me está dando
un beso tan apretado, que me asfixiaba un poco. Imagínate eso, de un
hombre que veo muy poco, que cuando está es muy estricto con la disciplina...
Son recuerdos que me quedan, pero creo que el más lindo es el del día
cuando nos vio por última vez. Entonces no sabíamos que era él,
porque venía disfrazado del viejo Ramón. Yo tenía cinco
años y medio, casi seis. Por aquellos días todo el mundo me preguntaba
en la escuela dónde estaba mi papá. Le decía que estaba
en Oriente, que era lo que me habían dicho.
Aquel día él se presentó como un gran amigo de mi papá.
Por supuesto son imágenes de aquella noche y mi mamá tampoco recuerda
con exactitud todos los detalles. Pero yo creo que al llegar ³Ramón²
tuvimos una conversación ella y yo, en la cual le dije que ese hombre
no parecía español habían presentado como tal. Él
seseaba (por la dentadura postiza que tenía encima de la suya). Y de
casualidad dije que parecía argentino. Dicen que él se quedó
impresionado, porque si una niña de cinco años se había
dado cuenta que ³Ramón² no es español sino argentino, todo el
trabajo que se hizo no sirvió. Él mantuvo la calma y me preguntó
por qué yo decía eso. Yo le respondí que se me había
ocurrido.
Esa noche comimos juntos. Mi mamá le había advertido que yo conocía
sus gustos. Así que tomó el vino tinto puro. Yo le dije al viejo
³Ramón² que si de verdad era amigo íntimo de mi papá, por
qué no tomaba el vino igual que él. Para una niña de cinco
años la imagen de su padre es importantísima, no porque fuera
ministro sino porque era mi papá, el núcleo de mi vida. Ese amigo
tenía que hacer las cosas igual que él. Yo le dije que mi papá
tomaba el vino tinto con agua mineral, que así era como se tomaba el
vino. Él me respondió que así lo tomaba mi papá,
pero que a él le gustaba puro. ³No, no², le dije. Me levanté y
le eché agua a su vino. ³Pruébalo ahora, así es más
rico², le expliqué. Después mami me contó que él
estaba muy orgulloso de que yo supiera tanto de sus gustos.
Después que cenamos nos pusimos a ver la televisión y a jugar.
Entonces me di un buen golpe en la cabeza con una mesita de la sala. Y él
inmediatamente me tomó en sus brazos. De todo aquello me queda el amor
que nos tenía. Un amor muy especial. De una ternura tremenda. Porque
él no me dijo que era mi papá. No me cargó. No me chiqueó.
Solamente me tomó, pero lo hizo de una manera que fue capaz de transmitirme
un amor muy especial. Y te digo que sentí eso porque después de
jugar, de fotografiarnos, él y mi mamá se pusieron a conversar
en un sofá y yo empecé a darle vueltas a mi mamá. ³Mamá
te tengo que decir un secretico. Yo creo que ese hombre está enamorado
de mí², le dije.
Dice mi mamá que para él ese momento fue muy difícil, porque
él quería decir que sí, decir que él era mi papá.
Y no podía hacerlo. Eso me dejó el recuerdo de un hombre tierno,
de un hombre de una gran capacidad para amar y dejarse amar.
Yo me crié entre los amigos de mi papá. Y la imagen que tengo,
además de ser la de una niña que se sintió amada, es la
de un hombre duro, sí, muy fuerte, magnífico dirigente, porque
exigía, pero primero que todo se exigía él mismo siempre,
y que nunca le exigió nada a nadie que no pudiera hacer él mismo.
Es cierto que llamaba la atención y hasta castigaba a sus subordinados
cuando cometían errores, pero les daba apoyo moral. Iba a verlos adonde
los enviaba y trabajaba con ellos en algunas ocasiones, para demostrar que ese
hombre estaba pagando por un error, pero que no había perdido su confianza
ni su respeto. Y al cumplir con su castigo podía volver al trabajo.
Como guerrillero la vida es diferente. Yo estudié en una escuela militar,
y si una cosa me quedó clara en esa vida es que las órdenes se
cumplen, no se discuten, después veremos qué pasa. Mi papá
además de ser en aquel momento un militar era un guerrillero, y eso requiere
una disciplina más estricta.
Es decir, el jefe guerrillero tiene que ejercer su mando con la convicción
de que los subordinados acaten sus órdenes sin discusión, porque
en eso les va la vida. No sólo a sus hombres sino a la guerrilla en general.
Es la imagen que tengo de mi papá: un hombre firme, fuerte, muy severo
en la crítica, pero a la vez muy humano; un hombre capaz de entender
al ser humano.
Mi madre me educó desde muy pequeñita conociendo los ideales de
mi padre, sus preocupaciones, sus ambiciones como revolucionario. Y he tratado
de que mi vida siga esa línea. En su carta de despedida a nosotros, sus
hijos, nos estaba pidiendo que fuéramos capaces de dominar la técnica,
que permite dominar la naturaleza. Dice también que estudiáramos
todo lo que pudiéramos siempre, que nunca nos cansáramos, porque
ahí está la posibilidad de ayudar mejor al ser humano. Que fuéramos
capaces de sufrir en nuestra propia mejilla el dolor provocado a cualquier hombre
en cualquier parte. Yo soy hija de un internacionalista. Y lo menos que le puedo
dar a la humanidad es eso.
No puedo negar que hubo cierta influencia de mi papá en que yo escogiera
como profesión la medicina. Él era médico. Pero pienso
que fue una decisión un poco más egoísta. Cuando voy madurando,
yo deseo que me quieran por mí misma, no solamente por ser la hija de
mi papá. Eso siempre lo agradezco, pero ese cariño no es por mí.
Como ser humano también necesito calor y ternura.
La medicina es una profesión muy humana en la que si te comportas adecuadamente,
puedes recibir montones de agradecimientos. Como pediatra recibo a diario algo
mejor, la sonrisa de los niños. Y eso no lo paga ningún oro del
mundo. Esa sensación de sentir que estás haciendo bien y de que
esa gente te quiere porque eres su médico, no importa de quién
seas hijo, es indescriptible. Pienso que ésa fue la razón decisiva
para que escogiera esta profesión.
Mis misiones internacionalistas como médico fueron dos experiencias tremendas,
completaron mi educación, sobre todo porque me confirmaron que para nosotros
el único camino posible es el socialismo. Después que viví
un año en Nicaragua y dos en Angola, pienso que si en Cuba desapareciera
el socialismo se perdería todo y nos convertiríamos en lo que
son hoy Nicaragua, Guatemala, Salvador, o lo que es África.
Hay personas que me han mirado de una forma diferente y trataban de ser dulces,
tiernas y cariñosas con nosotros, porque nuestro padre no estaba. No
iba a estar más. Y ellos se sentían comprometidos con él
a darnos todo lo que pudieran humanamente. A veces, malcriándonos un
poco también. Otros se sintieron comprometidos con lograr que nosotros,
los hijos, fuéramos mejores cada día. En ocasiones nos llevaban
contra la pared. Sin darse cuenta que éramos muchachos normales y corrientes.
Era menor la porción de personas que realmente nos trataba como seres
humanos simples, accidentes genéticos de un hombre extraordinario y de
una mujer lindísima. Pero nada más.
Y aprendí a saber que cualquiera de estas manifestaciones eran parte
del respeto y la admiración de este pueblo y de esa gente a mi padre.
O sea, yo los recibía por ser una prolongación de él. La
gente volcaba esa preocupación, ese amor, esa exigencia en sus hijos.
Pero siempre eran manifestaciones de amor. Pocas veces he sentido otra cosa.
Creo que por eso me gusta tanto la canción de Ana Belén, Derroche.
Porque yo toda mi vida he recibido un derroche de amor. Simplemente desde que
nací, sin hacer nada para merecerla, he sentido una ternura tremenda
del pueblo cubano. La gente me conoce por ser la hija de ese hombre extraordinario.
Eso es un poco fuerte para una persona, pero siempre he sentido la parte hermosa.
Un día, conversando con mi hermano Camilo, yo le decía cuánto
podríamos aprender, cuánto podríamos discutir, cuántas
cosas nos podría aclarar nuestro padre. Camilo me miró y me dijo:
³Si estuviera vivo no fuera nuestro padre².
Y tenía razón. Porque si hubiera triunfado en Bolivia seguramente
hubiera seguido hacia el sur, que era su objetivo. Porque nunca renunció
a ser argentino. Y el norte de Argentina lo esperaba. Yo estoy consciente de
eso.
Lo que pasa es que me da genio, me duele que un hombre con la capacidad de pensamiento
y de acción de mi padre haya muerto tan joven. Yo pienso que hubiera
sido de mucha utilidad en Cuba.
Hace unos días discutía con un francés. Él me decía
que si el ejemplo de mi padre hubiera sido útil, en el mundo existirían
muchos hombres como el Che y él no conocía a ninguno. Le contesté
que ni él ni yo teníamos la capacidad para decir que en el mundo
no hubiesen miles de Che. Pero además que no olvidara que Ernesto Guevara
se había encontrado con un Fidel Castro, con un grupo de hombres decididos
a hacer una revolución real. Que Che Guevara había tenido la oportunidad
de estar con el pueblo cubano, y que ese pueblo lo había apoyado hasta
las últimas consecuencias para que él pudiera llevar a cabo su
sueño. Entonces le dije que quizás haya miles de Che en el mundo,
pero no han tenido la oportunidad de manifestarse.
Es muy interesante, por ejemplo, ver a los jóvenes en Italia, que no
tienen nada que ver con mi papá, o la gente en España, preocupadas
por conocer de mi padre directamente de nosotros. Eso es un signo de que realmente
en el mundo hay gente con muchos deseos de hacer algo más, de no quedarse
atrapados en la sociedad de consumo y tratar de ayudar a sus semejantes.
Para mí es un estímulo tremendo.
Pienso que el Che es una bandera en el mundo, una bandera para la dignidad,
para la fuerza, para la valentía. Y que sea la imagen que presida al
14º Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes es algo que como
persona él se ha ganado, porque desgraciadamente murió siendo
un hombre joven, 39 años, y seguirá siéndolo eternamente.
Si realmente lo podemos conocer más y llevarlo un poco adentro, entonces
ese joven que nos entregó un ejemplo tan completo del hombre del siglo
XXI, cumplió su objetivo fundamental en la vida. Porque seríamos
capaces de ser hombres mejores, los hombres que él quería para
el mañana. Y por tanto la sociedad, la humanidad, viviría mucho
mejor.
(Agradecemos a Julio García Luis los derechos de esta entrevista, concedida
originalmente para la revista Habanera).