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CHE, AYER, HOY Y SIEMPRE

La pelea que no acaba

Por Arleen Rodríguez Derivet

Nadie se burló tanto de la muerte como este hombre que pasó su último cumpleaños "en la aguada fría, al lado del fuego, esperando noticias" y pensando que ha llegado a los 39 "y se acerca inexorablemente una edad que da que pensar sobre mi futuro guerrillero"...
Como su familia carnal, muchos no conmemoran los días luctuosos de octubre porque lo reconocen, cada vez más vivo, en todas partes. Lo han visto en Seattle y en Génova, en Quebec y en Porto Alegre, marchando al frente y dentro de las multitudes que protestan. Saben que funda escuelas revolucionarias en los movimientos sociales de Brasil, Argentina, México, que pelea junto a Fidel, en la ardua batalla de los cubanos por mantener y enriquecer su práctica socialista. Sienten su rebeldía infatigable en la resistencia silenciosa de los pueblos originarios sobrevivientes de la matanza cotidiana del sistema.
Ernesto Che Guevara sigue siendo ese "hombre rarísimo" descrito por Fidel Castro, que "fue capaz de conjugar en su personalidad no sólo las características de hombre de acción, sino también de hombre de pensamiento, de hombre de inmaculadas virtudes revolucionarias y de extraordinaria sensibilidad humana, unidas a un carácter de hierro, a una voluntad de acero, a una tenacidad indomable". Y un hombre así no muere hasta que el resto de la Humanidad no lo decide. Mientras lo estén necesitando, con un ruego común, todos los hombres de la tierra le hacen incorporarse, continuamente, como al cadáver del poema Masa, de César Vallejo.
La sobrevida del Che no es un milagro del imaginario popular que se advierte en las plegarias campesinas bolivianas a San Ernesto de La Higuera. Tampoco es resultado del mito que pretenden los que se llenaron los bolsillos con biografías infames para desesperanzarnos. Es la consecuencia natural de una vida absolutamente consagrada a la lucha y dispuesta a marcar el camino desde el ejemplo. Basta con leer sus magníficas obras o los testimonios de sus compañeros, para que el Che siga naciendo en cada uno de sus contemporáneos de ahora mismo y para que resulte tan vivo como no le querían sus asesinos de 1967.
En Santa Clara, corazón de Cuba, desde donde emergió el Che Comandante y amigo en su tránsito a la historia americana, él y sus compañeros de la guerrilla boliviana, incluyendo a Tania, paradigma de mujer combatiente, viven convocando a los justos. Y jamás ha estado solo el memorial, como jamás se apaga la llama del homenaje a quienes no se conformaron con luchar y morir por la causa continental. Siguen peleando.