7 de diciembre del 2002
Argentina peronista y radical
Osvaldo Bayer
Página 12
Hay viejos observadores que han vivido esta Argentina desde aquella década
infame de 1930, y que opinaron siempre que el peronismo iba a terminar así,
y que el radicalismo iba a terminar así. El peronismo aquel de "Los únicos
privilegiados son los niños" hoy con los pibes tucumanos muertos de hambre
y los abuelos andinos muertos de inanición. Y con policías de
cara cubierta entrando a palos y patadas en la fábrica Brukman donde
las mujeres obreras dan un alto ejemplo de lo que es trabajo, solidaridad y
responsabilidad. Todo esto se vio venir cuando Perón prefirió
a López Rega y no a John W. Cooke o a Jauretche, y las Tres A comenzaron
a asesinar intelectuales que reclamaban una Nación Libre, Justa y Soberana
y cuando a la juventud "imberbe" la echó de la plaza en vez de rodearla
en el abrazo y lograr con ella el consenso del logro de una verdadera república
latinoamericana. Claro, porque aquello de Evita de regalar pelotas y camisetas
de fútbol estaba bien pero no alcanzaba para organizar definitivamente
la sociedad argentina, ni el aprobar leyes obreras que, después, el sistema
se encargaba de rebajarlas de contenido y valor. Tampoco el peronismo se esforzó
en imponerle ética a la CGT que se convirtió en esto tan desolador
y repugnante: la CGT de los gordos.
Evita se convirtió en Chiche; las pelotas de fútbol y las camisetas,
en los infames planes Trabajar. Y los argentinos en limosneros. Las provincias
en vez de ganar soberanía y fuerza de opinión, se trasformaron
en reductos de jeques a lo Juárez, la triste figura de Santiago del Estero.
Y la Casa Rosada en la Catania argentina, con los capomafias jugando a las cartas
si vuelve o no vuelve el mercenario que vendió todo, hasta armas a un
país hermano para que luchara contra otro país hermano. Negocios
son negocios y el Banco Central pasó a domiciliarse en Suiza. Perón,
el militar, perdió todas las batallas porque no fue capaz de domesticar
para siempre el ejército. Nueve años de gobierno (aquellos del
'46 al '55) para enseñarle lo que deben ser las Fuerzas Armadas dentro
de la Constitución. En cambio se le levantaron grupitos de oficiales
que lo corrieron hasta una cañonera paraguaya. Y la gente crédula
y confiada quedó a disposición de los bombardeadores de la Plaza
de Mayo y de los fusiladores de junio del '56. Y la Iglesia a los tirones, como
siempre, de aquí para allá, y monseñor De Andrea, aquel
que en el '19 había sido fundador de la Liga Patriótica Argentina
que asesinó a sangre fría a los obreros de la Semana Trágica,
se convertía en ese 1955 en el obispo de la Casa Rosada de los golpistas.
Y los radicales observando todo con calma y codicia para colarse en el poder,
detrás o delante de los uniformes. Ese Mor Roig balbinista ministro del
Interior de Lanusse, o tal vez peor, esa aceptación de la prohibición
del peronismo para hacerse elegir presidentes. El radicalismo, después
de las grandes masacres obreras de los años veinte, volvió a demostrar
su afición a las Fuerzas Armadas con el advenimiento de los golpistas
de la denominada Revolución Libertadora, para después dar funcionarios
a la dictadura de la desaparición de personas de Videla. Y los sueños
de la Segunda República, con un gobierno de una sociedad democrática
de base terminarán para siempre con el voto de Alfonsín por las
humillantes leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Y ahora esto, este país gobernado por un peronista surgido por el contubernio
de Duhalde- Alfonsín, que escribieron otro capítulo vergonzante
después del Pacto de Olivos, donde el radicalismo le entregó el
salvoconducto a Menem para que siguiera con su programa de destrucción
total.
Nuestro presente: la indecisión, la amargura, el dolor y la muerte por
inanición, los palos de la policía corrupta y un miembro de la
constelación de los desaparecedores como cabeza del Ejército.
Ejemplo de este presente: en mi barrio de Belgrano, el domingo pasado, acaba
de ocurrir un hecho que, en pequeño, demuestra el régimen deinjusticia
y de irracionalidad al que estamos sometidos. La asamblea popular del barrio
de Belgrano-Núñez, preparó para ese domingo una fiesta
barrial en la Escuela Normal 10, edificio donde realiza gran parte de sus actividades.
Pues bien, a las 5 de la mañana: gran asalto policial a ese edificio,
impresionante el operativo en el que procedieron a poner unas sofisticadas barreras
que impedían toda entrada el edificio. Parecían las defensas francesas
de Verdun contra un posible ataque de la Wehrmacht alemana. Los policías
argentinos ponían rostros de bravos combatientes que esperan al enemigo.
Cuando llegaron los primeros miembros de la asamblea se enteraron que la entrada
al edificio estaba prohibida. Justo el día de la fiesta. El subcomisario
mandante fue inapelable: se hace por orden de la fiscal de turno, y se acabó.
Entré a conversar con él y le señalé que estaba
cometiendo una absoluta injusticia: prohibir llevar a cabo una fiesta popular
de payasos, bailarines y músicos a un barrio pacífico era una
torpeza y una burrada. Me respondió con el "obedezco órdenes",
lo corregí y le dije: "No, por obediencia debida". Le hice notar que
por qué no informaba a sus mandantes que la parte que usaban los asambleístas
estaba absolutamente limpia, más embellecida por el trabajo y el arte
de los vecinos; en cambio la casa que es monumento histórico bajo la
custodia del poder estatal estaba absolutamente sucia, semidestruida, sin vidrios
y ya sin los postigos de madera en las ventanas. Esa es la realidad, pero usted
castiga a los limpios y a los solidarios. Me miró de reojo y se encerró
en su mutismo de obediencia debida, el mismo gesto que los guardianes de Auschwitz
ponían después de fusilar niños. Sí, el mismo gesto.
Obediente debido.
A la fiesta, los vecinos la hicieron igual: llenaron la calle con payasos, murgas,
bailarines de tango, folkloristas y con oradores que nos hablaron de hacer la
democracia de abajo para derrotar definitivamente a los partidos que nos dejaron
así después de 86 años de democracia. Hubo emoción,
porque sabíamos que todo era legítimo, de la gente para la gente,
humano, sin que nadie nos viniera a pedir el voto o nos ofreciera un plan Jefe
de Hogar. Una docena de policías nos miraba con rostro torvo, "dispuesta
a intervenir".
El país está así porque nuestros políticos y nuestros
jueces son obedientes debidos. Y nosotros votamos a los dos partidos que nos
llevaron a este estado y al dominio de dictaduras militares sin mostrarles resistencia.