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Los caminos de la deforestación en Brasil: cómo la soja y la ganadería están
destruyendo la Amazonía con la ayuda de la CFI
Emily Caruso
En Brasil, en los últimos 60 años la agricultura de la soja se ha expandido
de cero a más de 21 millones de hectáreas de tierra cultivada. El cultivo de la
soja se inició en los estados sureños más áridos de Brasil, pero ahora se ha
extendido a las zonas del centro y el oeste, invadiendo principalmente el
cerrado (el bosque de sabana latinoamericano) y en menor medida el bosque
tropical de la Amazonía. Uno de los motores de la expansión de la agricultura de
la soja ha sido la gigantesca expansión de la ganadería en Brasil,
principalmente en los estados de Mato Grosso, Pará y Rondônia. La cantidad de
cabezas de ganado aumentó de 26 millones en 1990 a 164 millones en 2004. La
Corporación Financiera Internacional (CFI) tiene participación directa, desde
hace poco tiempo, tanto en la expansión de la soja como en la explotación
ganadera en Brasil.
Tradicionalmente la cría de ganado ha sido identificada como la causa principal
de la deforestación en la Amazonía, pero ahora el cultivo de soja ocupa un
cercano segundo lugar; a la fecha, ambos factores juntos han provocado el
desmonte de 80 millones de hectáreas de tierra en Brasil (que equivale
aproximadamente al 10% de la superficie total del país).
En el año 2003, CIFOR (Centro Internacional de Investigación Forestal) dio a
conocer un informe que pone de relieve cómo la causa principal de la
deforestación de Brasil fue la rápida expansión de las pasturas para ganado:
otra vez la conocida Conexión Hamburguesa. El estudio reveló que entre 1997 y
2003, las exportaciones de carne brasileña se quintuplicaron y que en 2003, por
primera vez, el crecimiento de la producción de ganado brasileño -80% del cual
está en la Amazonía- estaba dirigido a la exportación.
Simultáneamente, desde el brote de aftosa de 2001, la soja se ha convertido cada
vez más en el ingrediente básico de la alimentación del ganado en Europa y los
Estados Unidos, y un volumen importante de la producción de soja de Brasil es
exportada a Europa -en 2003, las exportaciones de soja representaron el 6% del
PBI de Brasil. El gobierno brasileño estima ahora que su producción total de
soja alcanzará los 63,6 millones de toneladas en 2005. Así, la superficie de
cultivo de soja en Brasil aumentó aproximadamente un 50% en los últimos cuatro
años (de 14 millones de hectáreas en 1990 a 21 millones de hectáreas en 2004).
El cultivo de soja en la Amazonía ha estado en la raíz de la creciente
deforestación directa del cerrado de Brasil, donde se concentra la producción de
soja, y de la creciente deforestación indirecta de la Amazonía a través del
desplazamiento de actividades vinculadas a la tierra de las zonas invadidas por
la soja. Como explica Philip Fearnside, co-autor de un informe publicado en
Science (21 de mayo de 2004) y miembro del Instituto Nacional de Investigación
de la Amazonía en Manaus, Brasil:
"Los productores de soja provocan directamente cierto grado de desmonte. Pero su
impacto en la deforestación es mucho mayor por la utilización que hacen de
tierras, sabanas y bosques de transición, que obliga a criadores de ganado y
agricultores migratorios a internarse aún más en el bosque. La producción sojera
también impulsa política y económicamente la construcción de proyectos de
infraestructura, que aceleran la deforestación provocada por otros actores".
Muchos han reiterado el peligro de que la expansión de la soja invada aún más
negativamente el ecosistema del bosque tropical húmedo. WWF ha estimado que en
2020, podría destruirse cerca de 22 millones de hectáreas de bosques y sabanas
en América Latina como consecuencia de la producción de soja.
Esto no solamente devastaría ecosistemas únicos, sino que pondría en riesgo
innumerables integrantes de pueblos indígenas, sus culturas y su supervivencia.
En muchas regiones, regímenes poco claros de tenencia de la tierra y la
corrupción han sido de gran ayuda para la expansión del negocio de la soja. Los
pueblos indígenas se ven amenazados de expulsión de sus tierras ancestrales para
hacer lugar a la soja, mientras que los campesinos sin tierra se ven amenazados
con seguir perdiendo territorio y recursos hídricos. De hecho, la agricultura de
la soja ha demostrado que altera los sistemas hidrológicos y climáticos locales
-y ésta puede ser la razón de que los rendimientos de soja hayan caído en
2003-2004 como resultado de la sequía.
Las violaciones de los derechos humanos como resultado de la expansión de la
ganadería en los estados amazónicos de Mato Grosso, Rondônia and Pará son
graves, especialmente con relación a los pueblos indígenas y los campesinos sin
tierra. Ha habido un prolongado conflicto entre pueblos indígenas y ganaderos
que han invadido sus tierras; en la mayoría de los casos, los ganaderos ganan
las luchas, en gran medida por la corrupta protección política que tienen y el
uso de la violencia. Ha habido reiterados casos como el de los Guaranda-Kiaowá
en Mato Graso, cuya lucha por las tierras ante la invasión de ganaderos en los
últimos 20 años, ha sido causa de desplazamientos, violencia, asesinatos,
pérdida de formas de sustento, hambrunas y suicidios.
A pesar de las graves consecuencias ambientales y sociales de la producción de
soja y la cría de ganado, en los dos últimos años, la CFI concedió dos préstamos
a la mayor compañía agroindustrial de soja del país, el Grupo Amaggi, y está
próximo a aprobar un préstamo a Bertín, el mayor exportador de carne vacuna de
Brasil.
A la cabeza de la expansión de la soja en Brasil está Blairo Maggi, llamado el
"Rey de la soja", gobernador de la provincia de Mato Graso y Director del Grupo
Amaggi. En julio de 2002 y diciembre de 2004, la CFI prestó al Grupo Amaggi 30
millones de dólares. El préstamo de 2002 estuvo destinado a apoyar las
crecientes necesidades de capital circulante de Amaggi, tales como para ofrecer
adelantos y posibilitar el almacenamiento de soja y productos derivados. El
préstamo concedido en 2004 fue para instalar nuevos centros de colección de soja
y silos y para ayudar aún más a cubrir las crecientes necesidades de capital
circulante de Amaggi. Blairo Maggi es, casualmente, también el que más impulsa
la pavimentación de la ruta BR-163, la autopista que pronto unirá a Mato Grosso
con Santarém, un importante puerto del Río Amazonas. Esto facilitará enormemente
el transporte de soja y, según el Instituto de la Amazonía de Investigación
Ambiental, los 1.600 km de la carretera atravesarían una extensión de 10
millones de hectáreas de tierra a lo largo de la región. No obstante, Maggi no
se inmuta: "Para mí, un aumento del 40% de la deforestación no significa nada en
absoluto, y no me siento culpable en absoluto por lo que estamos haciendo aquí.
Hablamos de una superficie mayor que Europea que apenas si ha sido tocada, así
que no hay nada de que preocuparse".
Acto seguido, en diciembre de 2004, aparentemente se aprobó un préstamo de 300
millones de dólares para Bertín, a pesar de enérgicas protestas de ONGs
nacionales e internacionales. Robert Goodland, ex alto funcionario del Banco
Mundial, señaló en diciembre de 2004 que "El proyecto Bertín viola las
salvaguardias ambientales del Banco".
Está demostrado que la expansión de la producción de soja y de la ganadería
incrementan enormemente la deforestación y generan graves problemas sociales,
económicos y culturales para los pueblos indígenas y los campesinos sin tierra
de Brasil. Sin embargo, la política de salvaguardia de la CFI relativa a los
bosques -la Política Forestal (OP 4.36) de 1998- no brinda salvaguardia alguna
para los bosques y los pueblos que dependen de ellos en proyectos que no están
directamente relacionados con la explotación forestal. Por lo tanto, los
proyectos mencionados en este artículo son llevados a cabo sin que existan
disposiciones para sus impactos en los bosques y los pueblos de los bosques.
Además, hay solo otra política que ofrecería cierta protección a los ecosistemas
de la Amazonía en el marco de esos proyectos: la política sobre Hábitats
Naturales (OP 4.04). La disposición más importante de esta política es que "La
CFI no presta apoyo para proyectos que, a su juicio, entrañan una conversión o
degradación importante de hábitats naturales críticos" (apartado 3). Esta
disposición debería lógicamente abarcar los ecosistemas de cerrado y bosque
amazónico y, sin embargo, claramente, "en opinión de la CFI", los proyectos de
expansión de soja que ha financiado y el proyecto de cría de ganado cuyo
financiamiento propone, no entrañan una conversión "importante" de esos hábitats
críticos.
La CFI ha financiado la expansión de soja a través de una de las compañías de la
agroindustria más irresponsables, y propone financiar al mayor grupo ganadero de
Brasil. Ambas actividades han demostrado reiteradamente ser no solamente
destructivas en gran escala para los frágiles ecosistemas de Brasil, sino
también para los pueblos indígenas y los pobres sin tierra. Las políticas de
salvaguardia actuales de la CFI y el sistema de control de la sustentabilidad
ambiental y social brindan protección inadecuada a los bosques, a los pueblos
que dependen de ellos y a los sectores sin tierra. La carencia de la política
es, pues, enorme, y obvia. El proceso actual emprendido por la CFI de revisión
de las salvaguardias tiene mucho para mejorar y muchas lagunas para resolver
antes de que sea aceptado por ONGs, pueblos indígenas y comunidades dependientes
de los bosques.
* Por Emily Caruso, Forest Peoples Programme,