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Nuestro Planeta

Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH)

Autogestión, cooperación y agroecología

Carlota Franco
POrtal de Noticias Positivas

Mujeres y hombres decididos a no dejarse arrastrar por la inercia de "producir, consumir y callar"


BAH. Según el diccionario, bah es una expresión usada para mostrar despreocupación, indiferencia o desdén. Nada más lejos de la actitud del colectivo que escogió estas siglas cuando inició su particular viaje contracorriente hacia el modelo de vida que predicaba. De esto ya hace más de cuatro años, y Bajo el Asfalto está la Huerta, el "BAH", es, hoy día, una iniciativa consolidada con dos cooperativas y un sistema de funcionamiento fiel a los principios de las personas que las integran.

Todo empezó la primavera del 2000 en Madrid, cuando un centenar de personas procedentes de movimientos sociales diversos, preocupadas por el medio ambiente, interesadas por la agricultura ecológica, críticas con el modelo de globalización capitalista y decididas a no dejarse arrastrar por la inercia de "producir, consumir y callar", ocuparon unos terrenos abandonados de la Comunidad de Madrid para transformarlos en huertos y hacer oír su voz.

Era uno de aquellos espacios donde la ciudad se come el campo; una finca rodeada de carreteras y rondas a las afueras de la capital y afectada por la contaminación de las aguas del río Manzanares y por una central de depósitos de hidrocarburos. Con esta acción, los miembros del colectivo impulsor de la iniciativa, autodenominado Bajo el Asfalto está la Huerta, querían denunciar la carencia de conexión entre la población de las ciudades y su entorno, la insostenibilidad de la dinámica urbanística, la mala gestión del suelo agrícola ligada a la especulación urbana y las dificultades para acceder a una alimentación sana.

Reclamaban el cultivo ecológico de tierras públicas en desuso y plantaron árboles, verduras y legumbres. Tenían empuje, y la actividad productiva tiró adelante durante más de un año, hasta que la presión del gobierno autonómico madrileño les obligó a marchar. Pero los grupos de trabajo del BAH habían iniciado, paralelamente, el cultivo de otras parcelas en régimen de arrendamiento y de cesión. El colectivo se trasladó a Perales de Tajuña, a 35 kilómetros de Madrid, para continuar su proyecto.

La cadena de la insostenibilidad

El BAH denuncia la forma de vida dominante en nuestra cultura, centrada en acumular y multiplicar capital en vez de preocuparse por el bienestar social de las personas. Y denuncia, también, uno de los efectos más visibles de la globalización: los desequilibrios territoriales y la supeditación del desarrollo del medio rural al medio urbano debido al crecimiento y la superpoblación de las zonas urbanas.

Sus ecuaciones son lógicas y contundentes: el crecimiento de las ciudades provoca mayor demanda energética, más residuos y más necesidad de producción masiva de alimentos. Para producir alimentos masivamente se recurre a un modelo de agricultura muy intensiva, muy mecanizada y muy proclive a abusar de pesticidas y abonos químicos. Al fin y al cabo da, como resultado, pérdida de puestos de trabajo en el campo y del patrimonio cultural rural, alimentos de mala calidad y degradación medioambiental. En definitiva, un sistema ecológico y social insostenible a la larga.

Ante estos ciclos de destrucción exponencial, los miembros del BAH defienden la revalorización del conocimiento tradicional de los campesinos que durante miles de años han sabido adaptarse a la naturaleza creando sistemas agrarios sostenibles medioambientalmente gracias a una gestión comunal de los recursos. Para contrarrestar el individualismo imperante hoy día, y sin pretender idealizar otras épocas y modelos que no se caracterizaban precisamente por la igualdad y la justicia social, el BAH reivindica la recuperación de los valores colectivos de antaño y su coexistencia con la aplicación de los principios de la agroecología.

Esta disciplina de origen latinoamericano propone la práctica de una agricultura ecológica teniendo en cuenta la dimensión social, económica y cultural del entorno, para hacer una gestión sostenible del agrosistema. Los miembros del BAH han reinterpretado la agroecología para adaptarla a su contexto concreto, y el éxito de su experimento está sorprendiendo a muchos.

De la teoría a la práctica

El resultado es un modelo de funcionamiento autogestionado y cooperativo, con la particularidad que integra socios productores y socios consumidores. Los miembros se organizan en grupos autónomos de producción y consumo (por barrios, localidades o colectivos) y todo el mundo participa en la gestión del proyecto. Comparten conocimientos, reflexiones, responsabilidades, obligaciones y beneficios, y siempre toman las decisiones de forma asamblearia.

La distribución de las verduras se hace mediante un sistema de bolsas que se reparten semanalmente entre los socios. Aunque los productos de la bolsa cambien tanto en contenido como en cantidad a lo largo del año, porque los cultivos se adaptan a los ciclos naturales, los socios pagan una cuota fija (actualmente 8 euros) que no tiene nada que ver con el contenido de la bolsa ni con los precios de mercado, sino que se calcula de manera que se cubra lo necesario para mantener el proyecto.

Estas cuotas son la principal fuente de ingresos del BAH, que se complementan con otras acciones como por ejemplo la impartición de cursos de agroecología, la venta de camisetas o aportaciones solidarias, para evitar la dependencia económica de créditos bancarios y subvenciones públicas.

El BAH se hace mayor

Bajo el Asfalto está la Huerta ha ido creciendo y actualmente cuenta con 130 unidades de consumo (que es como denominan a las familias, viviendas compartidas o personas que viven solas y que tienen asignado una bolsa semanal) y un grupo de producción agrícola. La iniciativa ha generado siete puestos de trabajo. Para que su modelo sea sostenible y conserve el carácter asambleario y participativo, se ha fijado un número máximo de socios.

El buen funcionamiento del proyecto y el interés que ha despertado ha hecho posible la formación de otro BAH en San Martín de Vega, también cerca de Madrid, que ya ha producido su primera cosecha y sigue los mismos principios que el de Perales. Cuando se les pide qué han aprendido en los cuatro años que llevan de experiencia, cómo han evolucionado sus ideas con el BAH, su respuesta se ilumina de optimismo: "Ha cambiado la noción que teníamos de lo que es posible".

Este artículo, extraído de
www.canalsolidario.org, fue publicado en el número 12 de la revista Opcions, editada por el Centre de Recerca i Informació en Consum (CRIC): cric.pangea.org/cast/como.html