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Medio Oriente - Asia - Africa

Después de la tormenta de Gaza

Marwan Bishara
La Vanguardia

Una vez finalice el espectáculo para los medios de comunicación, la melodramática retirada israelí de la franja de Gaza será valorada con un único criterio: en qué medida ayudará a mejorar las vidas de los palestinos y fomentará las oportunidades de una resolución justa y pacífica del conflicto entre los dos pueblos.

En apariencia, el final de los 38 años de ocupación militar y civil israelí de esta empobrecida franja de territorio es una buena noticia. La evacuación de cientos de familias judías pondrá fin a uno de los escenarios más cínicos de la ocupación israelí. Por eso los palestinos celebran la retirada como una derrota vergonzosa para el ocupante y una victoria que culmina largos años de resistencia. Su esperanza se refleja en el nuevo lema popular palestino:

Hoy Gaza, mañana Jerusalén y Cisjordania .Pero eso es precisamente lo que el plan unilateral de desconexión de Sharon intenta evitar.

Mientras los colonos se lamentan, la mayoría de los israeles aprueban la retirada como una necesaria desconexión demográfica de una zona que representa sólo el 2% de la Palestina histórica, pero en la que habita un 20% de todos los palestinos. Gracias al repliegue estratégico alrededor de Gaza y al control total de los puertos y los pasos fronterizos, Israel podrá convertir Gaza en una gran prisión.

En cuanto pase la tormenta y los palestinos se concentren en reconstruir sus vidas maltratadas bajo el escrutinio internacional, Israel acelerará la expansión y la anexión de hecho de los bloques de asentamientos de Cisjordania y Jerusalén. En los tres primeros meses del 2005 la actividad de construcción ha crecido un 83% en los asentamientos de Cisjordania.

Como buen general, Sharon sabe que en la guerra a veces es necesario hacer concesiones tácticas para conseguir la victoria estratégica. Así, Israel se retirará de Gaza a fin de imponer su proyecto en un territorio diez veces mayor, Cisjordania y Jerusalén, el buque insignia de la ocupación. Al mismo tiempo, esto significa de hecho la desconexión de Israel del proceso de paz. En lugar de apoyar sus actos en las negociaciones bilaterales con los palestinos, Sharon opta por hacer lo contrario: actuar primero y negociar después. Washington quiere que los palestinos acepten el plan de Sharon como única posibilidad y, olvidando sus verdaderos motivos, lo aprovechen para remodelar su futuro. Insiste en que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) debería empezar por "desmantelar la infraestructura del terrorismo" y a cambio extender el buen Gobierno.

Presiones aparte, los líderes palestinos tienen buenas razones para procurar que Gaza salga adelante, tanto por el bien de su pueblo como para poner la primera piedra en su camino hacia la independencia completa de todos los territorios ocupados por Israel en 1967. Hasta ahora, la ANP ha hecho esfuerzos para organizar las fuerzas de seguridad, aumentar la transparencia y acabar con la corrupción. El primer ministro, Mahmud Abbas, ha alcanzado un acuerdo de alto el fuego con las facciones armadas palestinas. Hamas ha decidido participar en el proceso político y asumir los principios democráticos. Después de su demostración de fuerza en las elecciones municipales, el grupo islamista participará por primera vez en las legislativas previstas para el 21 de enero del 2006. La apuesta de los grupos islamistas por la vía política los hará más responsables y los forzará a rendir cuentas ante su electorado por todas sus acciones, incluidos los atentados contra civiles israelíes. Deberán hallar un equilibrio entre su pulso con Israel y sus relaciones de poder con los grupos competidores en el seno de la entidad palestina.

Naturalmente, no bastará con esto, pero ya será mucho si se tiene en cuenta la miseria que reina en Gaza y el control israelí de todos sus contactos con el mundo exterior. La viabilidad de Gaza, según el Banco Mundial, dependerá sobre todo de la apertura de sus pasos fronterizos, en especial con Cisjordania. Esto implicará una dura batalla con el Gobierno de Sharon, que, como requisito previo a cualquier concesión,exige que la ANP meta en cintura a Hamas y a las demás facciones armadas palestinas, cuyos partidarios constituyen entre un tercio y la mitad de la población de la franja de Gaza. Pero cualquier intento en esa dirección acabará en una guerra civil que dividirá todas las poblaciones y campos de refugiados y una buena parte de las familias. Forzados a escoger entre la guerra de Sharon y la guerra fratricida, el Gobierno y la oposición palestinos probablemente se unirán contra el dictado de Israel y solicitarán la intervención internacional.

En el momento en que los palestinos logren convencer a Bush y a otros miembros del cuarteto (Unión Europea, Rusia y la ONU) de activar la hoja de ruta, que prevé un Estado palestino transitorio, cabe suponer que Sharon impondrá unilateralmente la opción primero el Estado en Gaza, suprimiendo unas pocas restricciones de soberanía, y abrirá así el proceso para muchos años o décadas de un cambalache con los palestinos que algún día podría acabar desembocando en la creación de un Estado a medias en la mitad de Cisjordania y Gaza. Después de cuatro décadas de ocupación y diez años de proceso de paz, el conjunto de los palestinos ansía ver el fin inmediato de su sufrimiento, es decir, el fin de la ocupación y de su exilio. Si no se dan estas condiciones, la pesadilla de Gaza se convertirá para Israel en una realidad cotidiana en Cisjordania.

MARWAN BISHARA, profesor de la Universidad Norteamericana de París. Autor de ´Palestine/ Israel: peace or apartheid´