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Afganistán 2004: El triste balance de la Coalición
Red Voltaire
La Unión Europea lanza un llamamiento a favor de una Conferencia
Internacional sobre el Futuro de Afganistán. Dos años después de la operación
Libertad duradera, el país carece aún de un Estado digno de ese nombre. Mientras
que las Naciones Unidas han logrado escolarizar a más de cuatro millones de
niños, a la fuerza multinacional instalada en la capital le cuesta trabajo
garantizar la seguridad de las provincias. Al tiempo que la economía se
recupera, basada exclusivamente en la producción de opio, una asamblea
constitucional, elegida por menos del 3% de la población, aprobó una
Constitución redactada por el emisario estadounidense con el fin de legitimar el
poder del narcopresidente Karzai.
Hace dos años, la operación Libertad duradera de la Coalición Global puso fin a
23 años de guerras y de inestabilidad en Afganistán. Oficialmente, la
intervención fue emprendida luego de los atentados del 11 de septiembre para
«detener y llevar a los tribunales a Osama Bin Laden y a aquellos que lo
protegen».
De manera adicional, permitió instaurar un nuevo
Estado aprovechando que la comunidad internacional no reconocía a las diversas
autoridades que se compartían el país, entre ellas el Emirato de los talibanes
[1].
Mientras que la ONU realizó un gigantesco
esfuerzo de ayuda a las poblaciones, en particular al escolarizar a 4,2 millones
de niños y al restablecer el sistema de salud, la Coalición se desentendió de la
reconstrucción política. De alguna forma, el 4 de enero de 2004 se adoptó una
Constitución. Por ello, la Unión Europea se dispone a solicitar la convocatoria
de una conferencia internacional con el fin de llevar a término el proceso de
estabilización y democratización de Afganistán.
El derrocamiento de los talibanes, quienes
controlaban la región de Kabul, no es obra militar de la Coalición sino de la
agrupación de facciones rivales alrededor del Frente Islámico Unido, rebautizado
por la prensa occidental como «Alianza del Norte» y apoyado desde hace mucho por
la India, Irán y la Federación de Rusia.
Estados Unidos, que había colocado en el poder a
los talibanes, se limitó a dar su apoyo a otro bando y a comprar, por medio de
millones de dólares, la adhesión de jefes de guerra.
El final de las hostilidades no condujo por
consiguiente a un cambio de sistema político sino que traduce una inversión de
las relaciones de fuerza.
El Acuerdo de Bonn, negociado entre facciones
bajo los auspicios de la ONU, pero sobre todo bajo la presión estadounidense,
permitió establecer un gobierno provisional centralizado alrededor de Hamed
Karzai, quien ejerce simultáneamente las funciones de presidente y de primer
ministro.
Karzai, ex agente de la CIA en la época de
William Casey, emigró a Estados Unidos donde obtuvo la doble nacionalidad y se
convirtió en amigo personal de la familia Bush así como en cuadro del holding
petrolero UNOCAL, encargado de controlar las obras del proyecto del oleoducto
transafgano.
Desprovisto de legitimidad en Afganistán, su
autoridad y la de su gobierno son proporcionales a la protección que le ofrecen
las tropas extranjeras de la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (ISAF).
Ahora bien, como el número de estas es limitado, lo que les impide aventurarse
fuera de Kabul, la autoridad del gobierno fuera de la capital sigue siendo
incierta.
En provincia, está representado por ex jefes de
guerra cuyo comportamiento evoluciona con lentitud. Los combates entre facciones
pudieran reiniciarse fuera de Kabul en cualquier instante. Durante el último
trimestre de 2003, los choques fueron más numerosos y mortales que durante los
veinte meses anteriores.
El retorno de la violencia causó la muerte a
numerosos civiles y representantes de organizaciones internacionales. Todo
parecía indicar que la guerra entre el clan de Atta Mohammed y el de Dostum se
reanudaría en octubre en Mazar al-Sharif.
Felizmente se pudo negociar con prontitud un cese
al fuego entre estas facciones, el que incluyó el desarme de las armas pesadas
[2]. El mantenimiento de la paz está por lo tanto vinculado al despliegue del
ISAF.
Esta fuerza multinacional creó los primeros
«equipos de reconstrucción provinciales», pero a causa de la falta de efectivos
en la actualidad sólo quedan cuatro: los de las provincias de Kunduz, Parwan,
Herat y Kandahar.
El programa de desarme general, de
desmovilización de las fuerzas de unos y otros y de formación de un ejército
nacional acaba de comenzar. La fase piloto del desarme, denominada «Programa
Nuevo Inicio para Afganistán», se inició el 24 de octubre 2004 en la provincia
de Kunduz y permitirá desmovilizar y reinsertar a mil combatientes. La segunda
fase, iniciada en Gardez el 9 de noviembre 2004, permitió desmovilizar y
reinsertar a más de 1,500 soldados. La tercera dio inicio en Kabul el 10 de
diciembre 2004 y abarca a 2,000 hombres mientras que la cuarta comenzará más
tarde en Gardez..
De manera paralela se está creando el ejército
nacional afgano bajo el mando de oficiales estadounidenses. Hasta la fecha
incluye a 6,500 hombres distribuidos en 12 batallones. Según los cálculos, esta
cifra deberá elevarse a 70,000 hombres en un decenio.
La formación de la policía no avanza con mayor
celeridad. De 50,000 policías y 12,000 guarda fronteras previstos, menos de
3,000 han sido reclutados con la ayuda financiera de la Unión Europea. Se sabe
que el presidente Karzai confía tan poco en su gobierno que su seguridad cercana
es garantizada por mercenarios de una empresa privada estadounidense.
Independientemente de este problema de
organización, el orden público depende de la promulgación de nuevas leyes. Hasta
la fecha no se ha redactado ni el Código Civil ni el Código Penal. El Ministerio
Talibán para la Promoción de las Virtudes y la Supresión de los Vicios fue
sustituido por el Departamento de Instrucciones Islámicas pero las diferencias
entre uno y otro son mínimas [3].
Además, es difícil saber cómo restablecer una
apariencia de justicia sin juzgar a los criminales de guerra. Ahora bien, el
general Dostum, apodado Gengis Kan por su gusto de cometer crueldades en
público, es responsable manifiesto de la masacre de al menos 3,000 combatientes
en Mazar al-Sharif por solicitud implícita de Donald Rumsfeld durante la
operación Libertad duradera [4]. Es poco probable que tenga alguna vez que dar
explicaciones y su nombramiento como ministro de Defensa es tema de actualidad.
El general Dostum, apodado Gengis Kan Abdul
Rachid Dostum impone siempre su ley en Mazar al-Sharif.
El único cambio importante en las costumbres es
la reanudación del cultivo del opio, severamente reprimido por los talibanes a
finales de su emirato y que hoy ya no lo está. Según el informe de la Oficina de
las Naciones Unidas contra la droga y el crímen (UNODC), publicado el 29 de
octubre, los ingresos agrícolas por concepto del opio se calculan en 2,300
millones de dólares, más de la mitad del PIB afgano.
El país ha vuelto a ser el primer productor
mundial de opio. Es poco realista creer que esta droga pueda ser cultivada y
exportada en tales volúmenes sin el acuerdo, al menos tácito, de las autoridades
nacionales y la ayuda militar internacional.
La restauración del Estado exige el
establecimiento de un sistema político que cuente con la adhesión de la
población. El Acuerdo de Bonn preveía la instauración progresiva de la
democracia. Para redactar la Constitución se creó una asamblea, la Loya Jirga,
que incluye a 340 miembros electos de las provincias, a 110 representantes de
las minorías políticas (mujeres, minorías religiosas, nómadas) y a 52
personalidades nombradas por el presidente-primer ministro.
Si tenemos en cuenta que menos del 3% de los
electores potenciales pudo participar en la elección de los diputados, la Loya
Jirga semeja una ficción democrática. La Constitución aprobada por esta curiosa
asamblea no es el fruto de la deliberación.
Fue redactada por el representante especial
estadounidense Zalmay Khalilzad y sometida a su aprobación. Los jefes de guerra
negociaron algunas enmiendas, en especial la supresión de la referencia a la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y la subordinación a la Charia de
las leyes positivas.
Muchos votos fueron comprados u obtenidos bajo
los efectos de la amenaza. En definitiva, esta Constitución, algunos de cuyos
pasajes pueden ser objeto de variadas interpretaciones, concede plenos poderes a
Hamid Karzai. La puesta en escena se limitó por lo tanto a darle apariencia de
legitimidad a un gobierno fantoche impuesto por Washington.
Para los afganos, la libertad y la democracia
están aún por conquistar.