Medio Oriente - Asia - Africa
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¿No están avergonzados?
Uri Avnery
El automóvil se detuvo por un momento. ¿Una señora mayor asomó su cabeza por
la ventanilla y gritó; " ¿No se avergüenzan de ustedes mismos? ¡Hoy es Día del
Holocausto, y ustedes se están manifestando por los árabes!"
La causa de su enojo era un gran grupo de manifestantes frente al Ministerio de
Defensa en Tel-Aviv, el jueves pasado, día Oficial Conmemorativo del Holocausto
en Israel. Muchas cosas pasaron ese día.
Miles de israelíes volaron a Polonia, para tomar parte en la anual "Marcha de la
Vida" entre los dos campos de la muerte cuyos nombres inspiran miedo: Auschwitz
y Birkenau.
En Auschwitz, una ceremonia oficial tuvo lugar. Ariel Sharon hizo un discurso
político para promocionar su agenda política. Recordó a los israelíes cómo el
mundo permaneció callado durante el Holocausto, y afirmó que, también, ahora no
debemos confiar en el mundo. Ellie Wiesel, el inevitable devoto del Holocausto
con su inevitable expresión torturada, pronunció su inevitable discurso. Para
los invitados de honor, los lugares de honor fueron reservados, según el rango,
en las primeras filas de las sillas de plástico blancas.
Fue otra ceremonia oficial, como muchas de las centenares de otras ceremonias
oficiales celebradas para algún propósito y por algún u otro objetivo, una
ocasión para que los políticos puedan proferir sus perogrulladas. El contenido
real, el abrazo del mundo a la lección humana del Holocausto, se perdió entre
las ceremonias y las palabras.
Al mismo tiempo, otro grupo de 7000 israelíes salió para Moscú. No para celebrar
la victoria sobre los nazis hace 60 años, en la que el Ejército Rojo jugó un
importante papel, ni para agradecer a lo veteranos haber liberado los campos de
la muerte y acabar con el exterminio. No, iban acompañando a un equipo de
baloncesto.
Israel es una potencia global del baloncesto. Las victorias de sus equipos en el
extranjero llenan de orgullo nacional al israelí medio. El partido de Moscú era
muy importante, y mientras duró, la vida en este país vino casi a pararse. Todos
estábamos siguiendo el partido en la Televisión Estatal.
¿Es la preocupación por el baloncesto, de entre todos los día, apropiada en el
Día del Holocausto? A primera vista, no. El Holocausto fue el hecho definitorio
en la historia judía del último siglo, y quizás de todos los tiempos. Fue una
advertencia a toda la humanidad. ¿Es apropiado estar ocupado con un acaecimiento
deportivo en un día semejante?
Mi respuesta es sí. No soy muy entusiasta de los deportes. Pero el deporte,
también, simboliza el hecho de que los judíos han sobrevivido al Holocausto, que
la vida judía está creciendo en muchos por todo el mundo. Adolf Hitler juró
erradicar "la Judería del Mundo" de una vez por todas, junto a las "Hordas
Asiáticas" de Rusia. Y aquí, 60 años después de su sórdido fin en el Búnker de
Berlín, los deportistas israelíes compiten en Moscú. Uno puede estar contento de
eso.
En ese mismo momento, la manifestación espontánea delante del Ministerio de
Defensa en Tel-Aviv estaba teniendo lugar. Su propósito era protestar por la
matanza de dos muchachos palestinos, de 14 y 15 años de edad, en el pueblo de
Beit Likiya, durante una manifestación contra el Muro.
Beit Likiya está algunos kilómetros al sur de Bil'in, el lugar de la gran
manifestación de la que informé la semana pasada. Las circunstancias son
similares: la tierra de Beit Likiya también es robada por el Muro. Las
excavadoras trabajan desde la mañana a la noche y su traqueteo, más bien parece
como el tableteo de estallidos continuos de una pesada ametralladora, que
resuena alrededor de todos los pueblos de la vecindad.
Los lugareños saben que más allá de este Muro, en su tierra, en su medio de vida
durante muchas generaciones, se construirán nuevos barrios del asentamiento
cercano. Como los lugareños de Bil'in, protestan todos los días. Los hombres,
las mujeres y los niños marchan hacia los soldados armados, con atronadores
altavoces, tendiéndose en el suelo, encadenándose a sus olivos, y a veces los
jovenzuelos del pueblo tiran piedras y son ahuyentados brutalmente por los
soldados.
Cuando los judíos israelíes toman parte en las manifestaciones, los soldados
generalmente usan gases lacrimógenos, granadas aturdidoras, balas de acero
revestidas de caucho, y, ahora también, balas de sal. Cuando no hay ningún judío
alrededor, también pueden usar munición real.
Esta vez, un grupo de soldados estaba de pie y frente a los muchachos del pueblo
que tiraron piedras. Nadie fue herido de gravedad. La vida de nadie estaba en
peligro. Pero el comandante, un teniente, disparó ráfagas de munición real. Dos
chicos fueron muertos.
Uno de los muchachos sólo estaba herido en el muslo. La herida probablemente no
era mortal, pero el muchacho fue dejado desangrar hasta morir. El ejército no lo
trató, como habría tratado a un soldado herido. Parece ser que una ambulancia
del pueblo no pudo acercarse.
En unas horas, los activistas por la paz israelíes montaron una protesta. La
convocatoria fue transmitida boca a boca, por teléfono y por e-mail.
Aproximadamente 250 hombres y mujeres se reunieron ante el Ministerio de
Defensa, muchas personas jóvenes, algún mayor, entre ellos algunos de la
generación del Holocausto. Varios de los conductores que usan esta arteria
central de Tel-Aviv levantaron sus dedos pulgares o hicieron sonar el claxon en
apoyo. Otros la desaprobaron, como la mujer que gritó.
¿Cómo puede uno manifestarse por los árabes, sobre todo en el Día del
Holocausto?
Bien, es una buena pregunta. Y hay una respuesta buena.
La respuesta expresa una de las lecciones que debe deducirse del Holocausto, una
lección que debe levantarse como un estandarte en el Día del Holocausto:
Que las personas decentes deben venir en ayuda de una minoría perseguida.
Que la lealtad a su país no justifica estar de acuerdo con la ocupación de otro
país y con la opresión de otro pueblo.
Que no debes aceptar una ideología que te dice que perteneces a una nación
dominante, a una raza superior, a un pueblo escogido; - y que los otros pueblos
son inferiores y subhumanos.
El uso de fuerza letal sobre manifestantes palestinos, incluso cuando ellos
tiran piedras, expresa un desprecio abismal por la vida de los no-judíos. Ese
mismo oficial no habría disparado a manifestantes judíos en circunstancias
similares. Tal pensamiento no habría pasado siquiera por su mente. Pero los
palestinos, y los árabes, generalmente no son considerados plenamente seres
humanos.
Abrir fuego con munición real sobre muchachos de 14 y 15 años de edad muestra
una mentalidad racista profundamente arraigada. La edad de los muchachos estaba
clara para el oficial que les disparó. Ellos no podrían haber "puesto en peligro
su vida", como el afirma, de no haber estado completamente cerca. Él,
ciertamente, habría encontrado otras maneras de ahuyentarlos ciertamente si
hubieran sido los hijos de judíos ortodoxos o de colonos.
La protección de los niños es un instinto humano profundo. Una persona debe ser
un racista montado sobre el odio, o tener una mente retorcida, para que este
instinto sea anulado, independientemente del origen de los muchachos.
No hay ningún día más apropiado para protestar contra semejante acto, y las
actitudes mentales que acechan detrás del mismo, que el Día del Holocausto.
Esa mañana, el periódico Haaretz se presentó a sus lectores con un buen regalo
bueno: cada periódico se adjuntaba con una gran bandera nacional. Una mujer tomó
esta bandera, pintó una mancha sanguina en ella y la sostuvo en alto a lo largo
de la manifestación.
¿Debe estar ella avergonzada? Al contrario. Yo pienso que ella expresó el
espíritu de Día del Holocausto mejor que cualquier otra persona en Israel o en
la ceremonia de Auschwitz.