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Latinoamérica

James Petras ironiza sobre Lula
El niño del dinero fácil de Wall Street

James Petras
Rebelión

Traducido para Rebelión por Manuel Talens

- Marty, ¿qué te parecen los escándalos de corrupción en Brasil? ¿Crees que deberíamos vender?
–¿Estás loco? Eso es normal allí, es igual que lo de Florida en el 2000. ¿Dónde creer que alguien poder dar a nosotros intereses del 20%? –Marty se divirtió imitando el pobre lenguaje que, según creía, utilizaban los trabajadores inmigrantes.
David suspiró.
–¡Uf!, Tienes razón. Nos ha ido tan bien con el Presidente trabajador –le echó un vistazo al póster enmarcado de Lula que colgaba tras el escritorio de Marty. Bajo el rostro jovial había una cita: «No soy un demagogo, las tasas de interés y desempleo permanecerán en el 20%».
Marty se dio la vuelta y señaló al póster.
–Gracias a las transacciones que hicimos... que hice… con la divisa brasileña, el hierro y la soja, he podido comprarme el chalé de mis sueños en Martha’s Vineyard, he pagado el millón de dólares de hipoteca que debía por el apartamento de Manhattan y puedo permitirme enviar a mis hijos a los mejores colegios privados.
–Marty, diste en el clavo con Lula al meterte a fondo en el mercado brasileño. ¡Todo el mundo en Wall Street se estaba temiendo otra cosa, un revolucionario de izquierdas!
David alzó los ojos hacia su compañero. Se sentía un poco apabullado ante su capacidad de previsión para deconstruir al antiguo metalúrgico ahora convertido en anuncio publicitario de la sociedad de mercado.
–No fue nada del otro mundo, amigo mío, lo único que hice fue eliminar la retórica electoral, que sólo sirve para que los izquierdistas griten y den saltos, y echarle un vistazo a los acuerdos que firmó con el Fondo Monetario Internacional. Los miembros de su primer equipo económico eran la crema de los altos ejecutivos de las compañías. Los que se han jodido son quienes votaron por él y siguen defendiendo al pueblo. David, sé que parece un poco cínico, pero firmé la hipoteca de un millón de dólares para mi chalé el día que leí que Lula redujo el presupuesto federal de viviendas sociales y salud pública y congeló el salario mínimo. Lo que se ahorraba en presupuesto se invertía en Wall Street.
–Claro. Eso nos dio confianza. –David sonrió con disimulo.
–Me dio confianza para firmar la hipoteca de un millón de dólares, invertir una buena tajada de mi capital en deuda brasileña y doblar nuestros beneficios. Empezaron a venirnos clientes que salían hasta de las alcantarillas.
–OK, Marty, todo ha ido muy bien durante dos años y medio, pero ahora el régimen está de mierda hasta las orejas con los sobornos de los congresistas y los pagos de relaciones públicas con fondos del tesoro. Ya sabes que si dan un golpe, o lo destituyen, el mercado… reaccionará.
–Por supuesto, se iría al carajo. Pero eso no va a pasar. Cada vez que alguien firma acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, como hizo nuestro amigo Lula, en realidad compra un seguro contra golpes militares. Cuando era estudiante de economía en Wharton hice un trabajo de investigación y me enteré de que nunca ha habido un golpe contra un gobierno que hubiera firmado un contrato con el Fondo, porque si los milicos tratan de amolar a alguno de sus clientes, ¿dónde conseguirían dólares después? ¡Eso lo saben todos! Y nadie va a destituir a Lula, que todavía tiene a sueldo a muchos jefes sindicales y probablemente en las favelas hay un montón de muertos de hambre que reciben una cesta de comida y que podrían echarse a las calles y armar un buen lío si el Congreso expulsa al presidente. Cuanto más se les da por el culo a esos okupas, más les gusta… Noooo, no lo van a destituir, únicamente lo marearán un poco hasta las elecciones del año que viene. De todos modos, la oposición seguirá haciendo lo mismo cuando Lula no esté. No te preocupes. –Marty se echó para atrás, satisfecho.
–Entonces ¿crees que debemos aconsejar a los clientes que inviertan más dinero en nuestro Fondo de Brasil? –preguntó David, ya convencido del poco riesgo que corrían.
–Por supuesto, no hay nada que temer, cuantos más dólares, mejor, a 30 días o a no más de 90. –Se echó a reír.
–Podemos ganar un potosí vendiendo pósters de Lula, El niño del dinero fácil –bromeó David.
Marty no escuchó esto último. Estaba revisando un folleto del gobierno de transición de Haití. Meneando la cabeza, refunfuñó:
–No hay nada como Brasil.