Latinoamérica
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Trincheras de Ideas
Humberto Gómez García
Sin dudas que uno de los hechos políticos que más impacto han causado en el presente venezolano lo constituye la salida a la palestra, como vanguardia de la extrema derecha y de la reacción, del cardenal Rosalio Castillo Lara, esgrimiendo un discurso fanático, profundamente medioeval, inquisidor y reaccionario contra el proceso revolucionario bolivariano y su líder fundamental, Hugo Chávez Frías.
Pero el impacto al que me refiero no es porque el discurso ultra conservador haya logrado horadar o debilitar las simpatías populares hacia el presidente, blanco de los ataques del alto prelado de la Iglesia Católica, quien califica a Chávez de dictador. Es por el grado de torpeza y error de la jerarquía católica venezolana, la que sigue formando parte de la oligarquía criolla y defiende los peores intereses.
Rosalio Castillo, el cardenal, tiene lo que se llama rabo de paja, su presencia en el Vaticano está marcada por el escándalo financiero más grave que haya vivido el pequeño pero poderoso Estado donde está la cúpula mundial de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Allí administraba las finanzas y consiguió préstamos cuyo origen estaban salpicados en escándalos financieros vinculados a la mafia; igualmente se le señala de tapar escándalos dentro de la Guardia Suiza con tortuosos escándalos de toques gueis. Y paremos de contar, porque no se trata de un retrato del cardenal en la Santa Sede y su período de administrador y su temprana baja por el Papa Juan Pablo II.
Llama la atención, en primer lugar, que el anciano cardenal emerja como líder de la oposición, sobre todo en esta etapa en la que está en marcha un nuevo plan subversivo, desestabilizador, promovido abiertamente por el presidente norteamericano, una de cuyas metas es producir una masiva abstención en las elecciones municipales del 7 de agosto. Evidentemente la cúpula eclesiástica criolla se las está jugando completa en el proceso de subversión, poniéndose a la vanguardia de la lucha opositora por medios irregulares.
Ya no están ni Fedecamaras ni la CTV liderizando las luchas de la contrarrevolución, quedaron literalmente, desbaratados; los militares golpistas están fuera del Ejército; la Coordinadora Democrática desapareció, y la cohesión opositora del 2002, 2003 y parte de 2004, no existe, ¿por qué, entonces, la cúpula católica arriesga a la institución de manera tan evidente, se zumba por ese barranco, a sabiendas que el cardenal miente, falsea la realidad, instiga a la rebelión y a la desobediencia civil, a derrocar el gobierno?
La dirección de la Iglesia Católica venezolana sin dudas que se topó con Chávez-pueblo, ese binomio indestructible que es cada vez más poderoso y fuerte. Ya la iglesia no es ni tan fuerte ni tan poderosa como en otros tiempos, un cisma se gesta en su seno, la legión de curas y monjas de raigambre y vínculo popular, coincidentes con los postulados de la revolución bolivariana, más temprano que tarde expresarán sus opiniones abiertamente.
La conducta del cardenal, no de opinar contrariamente a lo que dice el gobierno, sino de utilizar un lenguaje soez, de llamar a la rebeldía, a la desobediencia, le hace mucho mal a la Iglesia como institución, socava sus bases, subvierte sus valores, violenta el evangelio. Esa no es la misión de un prelado, de un cura o una monja, sino el equilibrio, la sindéresis, la búsqueda de la unidad de los venezolanos, no su división y parcialización abierta al lado de los poderosos, del imperialismo y contra el pueblo y el país. (24-07-05) (