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Latinoamérica

Los arrodillados de América Latina

 
Por Raúl Wiener


Ni siquiera eran originales los ministros arrodillados de Toledo. Ellos llegaron detrás de los presidentes del CAFTA (Centroamérica), que también habían ido a Washington a persuadir y hacer lobbys (al decir de Pablo de la Flor), entre los parlamentarios y funcionarios de gobierno de los Estados Unidos. Una concepción política que convierte a nuestros países en una especie de grupos corporativos que buscan contactos individuales en el poder estadounidense, que los atiendan y entiendan, y que finalmente aboguen por ellos, para no quedar como chanchos, habiendo dado todo en el CAFTA y el TLC, y luego recibir un portazo en la cara. Sin duda, esta modalidad de trato rebaja nuestra condición de naciones soberanas y hace de nuestras autoridades algo muy próximo a esos funcionarios nativos de las colonias que estaban permanentemente en busca de amigos comprensivos en las metrópolis.
 
Hoy, los intermediarios para lograr una audiencia e influir en la meca del poder mundial son los grandes estudios de abogados, los que venden relaciones entre presidentes y ministros del sur, con senadores, diputados, adjuntos y asistentes del norte, como el arte de la buena negociación. Después de todo Ferrero, de la Flor y demás negociadores andinos suelen ser también abogados, que hablan en inglés y están convencidos que de las palabras sale dinero. Los que son los requisitos necesarios para buscar trabajo en esos mismos estudios cuando les falte la chamba por acá. Hago toda esta disquisición para referirme al señor Luis Lauredo, cubano-estadounidense de pura cepa, actual miembro de número del Estudio Hunton & Williams de Miami-Washington, que está representando al mismo tiempo a los gobiernos de Centroamérica y República Dominicana que están detrás del CAFTA, y al del Perú que aletea por el TLC llamado andino, es decir la cola de arrodillados que han pasado por la capital de Estados Unidos las últimas semanas.
 
Según una definición que cuelga en la Internet, Luis Lauredo se especializa en representar intereses de Estados Unidos en América Latina, y de América Latina en los Estados Unidos. Fue embajador de Clinton en la OEA y el encargado de convencer a Toledo que su país (¿?) había estado siempre del lado de la democracia en el Perú (¡!), aún en el momento que apoyaban a Fujimori, y que el poder se lo debía más a Washington y Miami, que a la marcha de los Cuatro Suyos. Este señor fue además coordinador de la Cumbre Presidencial de las Américas en el 2001, cuando el ALCA parecía ir a máxima aceleración, y presidente ejecutivo de la Cumbre Ministerial de Miami en el 2003, cuando el ALCA se fue al agua. Si hizo abogado de los peruanos en la simbólica coyuntura en la que el gobierno de Toledo nos retiró por la puerta falsa del Grupo de los 21, como moneda de cambio para poder conseguir un TLC con Estados Unidos. Y volvió a sonar en el Perú cuando intercedió ante su amigo Toledo, para que Alfredo Ferrero permaneciera en el cargo en la crisis ministerial del verano de 2004.  Así que no hay que especular demasiado para suponer de donde vino la idea de la comisión de ministros persuasivos y lobbistas que se trasladó a Estados Unidos, sin conseguir otra cosa que desatar una polémica local sobre la importancia de usar rodilleras en las negociaciones con la nación más poderosa del mundo.
 
Tengo en la retina al mismo Lauredo acompañando a sus otros clientes, los presidentes centroamericanos y de República Dominicana, al salir del Capitolio ante los periodistas de la CNN, declarando que los parlamentarios norteamericanos ni siquiera se habían dado cuenta que quién gana con el acuerdo de libre comercio es Estados Unidos. Son brutos, parecía estar diciendo entre líneas. Y él tenía porque saberlo porque había estado en todos los roles y podía explicar fácilmente que era lo que se quería con el ALCA y se quiere con los TLC. Y los presidentes que estaban a su lado escuchaban atentamente y asentían. Ellos querían hacer entender que estaban haciendo una ganga con sus países, Después llegaron los ministros peruanos.
 
Venden barato país y los gringos se resisten a comprarlo.