Se firma sí o sí, pronunciada por el presidente Alejandro Toledo el 18 de mayo de 2004 al despedir a los negociadores peruanos que se dirigían a la primera ronda del llamado TLC andino en Cartagena; que para el ministro Alfredo Ferrero era un simple énfasis para darle fuerza política a la intervención del grupo negociador; y que Toledo ha reiterado ayer, para que no hayan dudad, a pesar del entrampamiento en los más importantes temas y que el día anterior el ministro gordito había dicho que habían líneas rojas en las que el gobierno no cedería.
El ATPDEA es el piso mínimo de la negociación, posición oficial de los negociadores peruanos en mayo del 2004. Es decir que entrando al TLC se aseguraban los beneficios para las empresas que hoy colocan productos sin pago de aranceles en el mercado norteamericano y la negociación podría elevar este piso tan alto como sea, dependiendo de la habilidad de nuestros negociadores. A las alturas de la ronda No. 12, más de un año después de estar discutiendo con la señora Vargo y sus muchachos, el Perú no ha conseguido un compromiso para conservar el arancel cero para su producto bandera: el espárrago. Con esta maniobra los Estados Unidos están llevando al último día y a la última hora previa a la firma del TLC, lo esencial del paquete ATPDEA, lo que les permitirá canjearlo por el mayor número de concesiones que puedan sacar a los peruanos. Como Ferrero no puede regresar declarando que perdió los beneficios que eran su base mínima y como está atrapado en el sí o sí, todos tendemos a sospechar que el buldózer gringo pasará encima de nuestras cabezas.
Mientras más vendamos afuera más empleos tendremos dentro, y mientras más nos venda el gigante desde fuera, ¿cuántos empleos productivos sobrevivirán dentro? La gigantesca maquinaria de propaganda montada para el TLC, que sobrepasa cualquier campaña política que se tenga memoria, ha buscado meter la idea de que este es un negocio en una sola dirección: se vende más, se produce más, se contrata más; evitando revelar la otra parte: se compra más, se produce menos, se pierden puestos de trabajo en la ciudad y el campo. Más aún, el lado comprador del tratado es presentado como bueno porque se supone que los consumidores consiguen productos más baratos y de mejor tecnología, aunque reemplacen a los nacionales. Y no se dice que amarrados al mercado de Estados Unidos lo que conseguimos son los viejos mercados de materias primas y los nichitos de agroexportación, textiles y artesanías de muy baja elaboración. Canjeamos mercado de productos terminados por mercado no tecnológico, y a partir de ellos remoldeamos el país, como lo han venido haciendo las sucesivas aperturas de los últimos 25 años.
Sin el TLC se perdería un millón de empleos (Morales, de Confiep); dos millones de personas quedarían sin trabajo (Vega Montefiori, de ADEX). Para el ATPDEA de 2002, Alejandro Toledo ofreció un millón de nuevos puestos de trabajo, equivalentes a más de un tercio adicional a los empleos formales existentes. Pasó todo lo contrario. La informalización y el subempleo se profundizaron y los nuevos accesos al mercado norteamericano reportaron menos de 50 mil empleos que por enésima vez no compensaron los que se reducen en el mercado interno. Parece sin embargo que a los empresarios se les ha quedado en la cabeza el dato de propaganda. El propio Toledo al celebrar la duplicación de las exportaciones totales (ventas en todo el mundo y en un 70% de productos primarios beneficiados por el auge de precios mundiales), aseveró que el sector externo de la economía generaba 640 mil empleos, sumando para estos toda la cadena (hasta el guachimán, como declara el gobierno), asumiendo que las empresas que tienen 10% de ventas hacia fuera son exportadoras y que los 300 mil textiles también lo son, cuando no pasan los 30 o 40 mil puestos de trabajo en el segmento orientado al mercado exterior. ¿Cómo podrían perderse uno o dos millones de empleos, a un sector que en su conjunto y con alta exageración podría estar ofreciendo medio millón de empleos directos e indirectos, por ventas en todo el mundo, por tener que abonar el arancel al entrar a Estados Unidos?, ¿por qué no dice el presidente de CONFIEP cómo demuestra su cifra, cuántos puestos se perderían en contraparte en el país, cuántos podrían reconvertirse?, ¿no lo sabe?, ¿para qué habla entonces?, más aún: ¿en nombre de quién habla este presidente de los empresarios y hombre del sector minero?
Son lobbistas los que se oponen al TLC. Esta es una de las mejores. Viendo a los agricultores, trabajadores de los laboratorios nacionales, microempresarios, sindicalistas, artistas, que rechazan el TLC tal como va saliendo de las negociaciones, el gordito Ferrero levanta los brazos y dice que se trata de grupos de interés. Ah si, ¿no? Y COMEX, ADEX, la Sociedad de Minería, la Sociedad de Pesquería, Cámara de Lima, CONFIEP, importadores agropecuarios (azúcar, algodón, trigo), la Asociación de Bancos, etc., que acompañan la fiebre telecista no tienen intereses en este juego. Le dan oficialmente a COMEX la tarea de enseñar a los congresistas las ventajas del TLC, y Chimpler y Teullet lo hacen por puro interés teórico. Por eso quieren tirarse abajo las protecciones agropecuarias, como si fueran productores de Estados Unidos con excedentes. El gobierno de Toledo eliminó el ministerio de Industrias y lo reemplazó por uno de Comercio Exterior. ¿Cuál podía ser el significado de esta medida? Reconvertir al Estado para que luego el mercado internacional reconvierta la economía. El MINCETUR es el ministerio de lobby, dónde van empresarios con nombre propio para que sus intereses sean considerados en el TLC. Y qué otra cosa es el mismo tratado sino una negociación sobre la mesa en la que se hace ganar a unos y perder a otros. ¿Con qué derecho? Con el del poder de lobby. Este gobierno que escoge por su cuenta un modelo de funcionamiento de la economía y se lo impone al resto por encima de la propias regalas de mercado con el pretexto de acceder al "gran mercado" de los estates, es violentamente lobbysta. Lo prueban sus gestiones sistemáticas a favor de empresas concretas como Tractebel, Yanacocha, Pluspetrol, Telefónica, Endesa, Manhattan, Repsol, etc.
Son opositores ideológicos, que están contra Estados Unidos. Y si alguien no tiene un interés específico en el mercado interno o el externo, ¿no tiene nada que decir sobre el TLC?, ¿no va a afectar su vida también? Claro que va a tocar a todos y va a meternos en un lógica de extrema dependencia comercial, productiva, cultural y política. Y cualquiera de nosotros tiene derecho a preguntar ¡quién les dio el mandato para ello?, ¿cree el "cholo de Harvard" que todos queremos ser como él? Obviamente en un debate como el del TLC hay intereses en juego e ideas. Entonces, no debería haber ningún pecado en confrontar el significado de un interés frente a otro, y de una idea frente a otra. Con toda razón podemos hablar de un Estado lobbista e ideológica sesgado a un lado de la económica y la política global. Y un país sin información suficiente, engañado por una propaganda tramposa, sin capacidad de decisión sobre asuntos que tendrán un impacto profundo en el corto, mediano y largo plazo. Un gobierno que no quiere admitir que sus negociaciones ya fracasaron en doblar el brazo del gigante, que ya cedieron más de lo aceptable, sin conseguir nada a cambio, y que si no se paran ahora el daño será sumamente grave. Y una población que empieza a reaccionar, porque se da cuenta que la están rifando. Sí o sí.