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Latinoam�rica

Nicaragua: 26 a�os despu�s, �d�nde est� el movimiento popular?

William Grigsby Vado
Env�o

Una de las mayores experiencias de participaci�n, organizaci�n y capacidad de decisi�n del movimiento social en la historia de Am�rica Latina, ha sido la Revoluci�n Popular Sandinista. No se puede explicar ni su triunfo ni sus logros ni su imbatible resistencia frente a la descomunal agresi�n militar de Estados Unidos, sin aquellos contingentes de pobladores, obreros, campesinos, mujeres y j�venes disciplinadamente organizados para defender lo suyo y a los suyos. Pero 26 a�os despu�s, �qu� queda de aquellas organizaciones populares y su capacidad de movilizaci�n? �qu� nos ha pasado? �hemos perdido la conciencia? �nos cansamos de luchar? �tanto nos han decepcionado la democracia y sus portavoces pol�ticos? �tan poco nos importa el futuro? �qui�nes son los responsables?

La queja com�n �y amarga� de la misma gente, es que ya nadie quiere luchar contra un sistema econ�mico social que cotidianamente les agrede, les confisca sus ingresos, les arrebata el patrimonio nacional, los expulsa del mercado de trabajo y les liquida los sistemas educativo y de salud. Los gobiernos sucedidos en los �ltimos 16 a�os se han sometido d�cilmente a las recetas neoliberales de los organismos financieros internacionales, con un resultado pavoroso: el 72% de la poblaci�n vive con ingresos diarios de 2 d�lares o menos, hay un d�ficit superior al medio mill�n de viviendas, el desempleo supera el 40%, un mill�n de j�venes y ni�os no ha podido ingresar al sistema escolar y alrededor de un mill�n 300 mil nicarag�enses han sido forzados a abandonar el pa�s para intentar encontrar recursos m�nimos para vivir en Costa Rica y en Estados Unidos, principalmente.
El gobierno de Violeta de Chamorro liquid� casi todas las empresas industriales y agropecuarias del Estado, y hasta vendi� como chatarra los ferrocarriles y las l�neas f�rreas (le pagaron a la gente por arrancar los rieles de los trenes). La administraci�n de Arnoldo Alem�n vendi� a precios rid�culos las empresas estatales de energ�a el�ctrica y telefon�a, y saque� las finanzas p�blicas. El r�gimen de Enrique Bola�os tiene como primera prioridad presupuestaria, pagar a los banqueros locales intereses usureros por los bonos del tesoro adquiridos en el 2000 y que sirvieron para enriquecer a los gobernantes liberales y asumir la estafa descomunal protagonizada por los due�os de cinco bancos quebrados. Empresarios norteamericanos, canadienses, europeos y taiwaneses saquean cotidianamente las riquezas nacionales (madera, minerales, pesca, agua) pagando salarios miserables a los trabajadores. Los ricos no pagan impuestos. Los ministros, magistrados, diputados y altos funcionarios de todos los poderes del Estado devengan salarios equivalentes a los de pa�ses desarrollados. Todo eso ha ocurrido y sigue ocurriendo. Y sin embargo, todos esos gobiernos han gozado de una relativa estabilidad social.
Las razones de tanta pasividad colectiva son complejas, interrelacionadas y peculiares. Pero en medio de ese panorama, ha empezado a forjarse un nuevo movimiento popular, en los �ltimos cuatro o seis a�os emerge un nuevo liderazgo �ntimamente vinculado a los intereses de los sectores a los cuales representa y se empieza a dibujar la posibilidad de una concertaci�n de organizaciones sociales y gremiales.
Herencia Parad�jica
La obra de la Revoluci�n ha dejado una herencia parad�jica. Por una parte, la conciencia pol�tica de la mayor�a de los nicarag�enses adultos es en promedio m�s elevada que en el resto de Centro Am�rica. Esa conciencia brot� especialmente de los j�venes de entonces, en la lucha contra la Dictadura Somocista y madur� en la participaci�n masiva de la gente, en cada una de las grandes transformaciones de la sociedad nicarag�ense (desde la campa�a de alfabetizaci�n, hasta la reforma agraria, las jornadas populares de salud y la redacci�n de una nueva Constituci�n, para citar unos cuantos ejemplos). Pero a su vez, hay una brecha generacional: las nuevas generaciones, empezando por aquellos que nacieron en 1980 y sobre todo, los que han sido educados en el sistema educativo impuesto por el neoliberalismo, son profundamente ap�ticos, descre�dos, individualistas y hasta un tanto desarraigados. En el otro extremo, la que ronda la tercera edad es predominantemente conservadora y guarda mucho resentimiento contra los sandinistas, sobre todo por las graves limitaciones econ�micas de los a�os 80. En el campo, ese resentimiento se extiende por los muertos durante la guerra impuesta por Estados Unidos.
Durante aquellos a�os de fervor revolucionario (venido a menos al comp�s de la intensificaci�n de la guerra y de los desprop�sitos de los dirigentes sandinistas) se crearon abundantes organizaciones de masas (como se les llamaba): Central Sandinista de Trabajadores (CST), Asociaci�n de Trabajadores del Campo (ATC), Uni�n Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG), Asociaci�n de Mujeres Nicarag�enses Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE), Movimiento Comunal (MCN), Juventud Sandinista 19 de julio (JS), Asociaci�n Nacional de Educadores de Nicaragua (ANDEN), Uni�n Nacional de Empleados (UNE), Asociaci�n de Ni�os Sandinistas o Movimiento Infantil Luis Alfonso Vel�squez Flores (MILAFV), Asociaci�n Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC), y un largo etc�tera que se sumaron a algunas que ya exist�an, como los sindicatos de obreros de la construcci�n (SCAAS), de trabajadores de la salud (FETSALUD), de estudiantes universitarios (UNEN), entre otras. Entre todas, seg�n las cifras oficiales de la �poca, aglutinaban a un mill�n de afiliados.
Hoy, algunas conservan su influencia principalmente en Managua (UNE), y con muy poca fuerza; la CST se dividi� en dos debido a problemas de liderazgo y los afiliados de ambos pedazos decrecieron dram�ticamente al comp�s del cierre de las empresas estatales, la ATC es un h�brido entre central sindical y asociaci�n de propietarios de empresas rurales, y su expresi�n mejor organizada es la de las mujeres obreras agr�colas; la UNAG, limita su representaci�n a los medianos y grandes productores campesinos, casi fusionados con la Uni�n Nacional de Productores Agropecuarios (UPANIC), una organizaci�n similar afiliada al COSEP, y hasta fracas� cuando aport� capital para fundar un banco. MC, MILAF, AMNLAE y la heredera de la disuelta ASTC, la Asociaci�n de Promotores de la Cultura (APC) act�an como Organismos No Gubernamentales, la JS apenas mantiene sus estructuras dirigentes, atrapada por la camisa de fuerza su propia definici�n como una organizaci�n parapartidaria y sin capacidad para llegar a los miles de j�venes cuyos intereses y necesidades rondan m�s hacia la satisfacci�n de sus necesidades de empleo, recreaci�n y educaci�n, que en la participaci�n pol�tica dentro de los partidos. Las m�s activas, beligerantes y representativas, son ANDEN, FETSALUD, SCAAS y la UNEN.
Bajo la influencia de esas organizaciones o derivadas de las mismas, surgieron otras como las cooperativas de buses de transporte colectivo y taxis de Managua y otras ciudades del pa�s, la Federaci�n Nacional de Cooperativas (FENACOOP) y la Uni�n Nacional de Productores Asociados (UNAPA) que aglutina principalmente a campesinos pobres. Durante los a�os 90 tambi�n surgieron algunas agrupaciones de militares retirados, desechas por los pleitos entre quienes quer�an dirigirlas como el caso de AMIR.
Todas esas agrupaciones fueron el baluarte principal para defender las conquistas revolucionarias durante todo el per�odo de gobierno de Violeta de Chamorro, y protagonizaron al menos dos huelgas generales y varias huelgas parciales de gran impacto nacional. En palabras de Miguel Ruiz, ex dirigente de la CST, "sacamos la cara por el Frente Sandinista", que no lograba superar su fase de partido gobierno para transformarse en partido de oposici�n, y en cuyo seno hab�a una enconada batalla ideol�gica entre "renovadores" y "ortodoxos" sobre cu�l deb�a ser su identidad y cu�les sus m�todos de lucha. Hasta 1997 �cuando fracas� el intento de huelga general y plantones en abril/mayo� constitu�an la principal arma pol�tica del sandinismo para defender los intereses populares y mantener sus espacios de poder. Un a�o despu�s fueron pr�cticamente desmovilizadas como resultado del pacto entre Daniel Ortega y Arnoldo Alem�n.
Modelo intacto
Pero m�s all� de su representaci�n cuantitativa actual, lo que m�s resalta de todas ellas es que la mayor�a conserva b�sicamente intacto el modelo bajo el cual fueron creadas: como organizaciones "intermedias" del FSLN y, por lo tanto, sus dirigentes responden a los intereses pol�ticos de la direcci�n partidaria.
Al amparo del poder de Alem�n en la Alcald�a de Managua, surgieron las Juntas Comunitarias de Obras y Progreso (JCOP) las cuales llegaron a gozar de una apreciable influencia en los barrios de Managua, pero que pr�cticamente se han disuelto desde hace cuatro a�os. En cambio, sobreviven las juntas directivas de las centrales sindicales que se hab�an convertido en extensiones de partidos pol�ticos de derecha, como la Central de Trabajadores de Nicaragua (CTN), la Central de Acci�n y Unidad Sindical (CAUS), la Confederaci�n General del Trabajo (CGT) y la Central de Unificaci�n Sindical (CUS). En general, su comportamiento es de sindicatos patronalistas, y siguen sirviendo de mampara pol�tica para la derecha, especialmente los liberales.
El fen�meno organizativo m�s importante de estos 16 a�os de restauraci�n capitalista, ha sido la proliferaci�n de los Organismos No Gubernamentales. La gran mayor�a de ellos fueron fundados por militantes sandinistas ex funcionarios del gobierno revolucionario, y les sirvieron de tabla de salvaci�n despu�s que se quedaron sin empleo y/o sin ingresos para sobrevivir. Casi todos rompieron sus v�nculos partidarios con el FSLN durante la crisis de 1994, y si bien al principio se enfilaron con el Movimiento de Renovaci�n Sandinista (MRS) hoy en general mantienen un comportamiento aut�nomo y algunos hasta se han convertido en instrumentos concientes del gobierno o de los organismos multilaterales.
Como ocurre en otras sociedades (incluyendo algunos pa�ses desarrollados) en Nicaragua los ONG han desempe�ado una funci�n no siempre positiva. Si bien ayudan a paliar las deficiencias del Estado en materia social (salud, educaci�n, vivienda), al mismo tiempo han servido objetivamente como muros de contenci�n del descontento popular contra el gobierno de turno y contra el sistema, pues la gente en lugar de luchar por sus derechos, espera la limosna que le llega desde allende las fronteras. Muchas de esas organizaciones, contratan funcionarios con atractivos salarios en d�lares y otros beneficios para supuestamente promover la participaci�n ciudadana o estimular la organizaci�n popular. De esa forma, sustituyen la militancia con una actividad profesional o simplemente con la labor de un empleado que obedece las �rdenes de sus jefes.
Desde el Movimiento de Mujeres han reflexionado sobre esta realidad desde hace muchos a�os. Una de las primeras ha sido la comunicadora Sof�a Montenegro (Revista Env�o N�mero 242, Mayo 2002). Ella dec�a entonces y lo repite ahora, que uno de los m�s graves peligros que enfrenta el movimiento social es lo que denomina como "la onegizaci�n", es decir, la sustituci�n del trabajo militante por las tareas profesionales encomendadas por una ONG.
El papel controversial de las ONG
Y cuando de organizar se trata, habitualmente los ONG suelen asumir la representaci�n de sus beneficiarios (poblaci�n meta, le llaman) sin muchas veces siquiera consultarles las decisiones que toman en su nombre o la posici�n pol�tica que asumen sobre determinado asunto. Su relativo �xito en la organizaci�n social tambi�n est� fundado en la orfandad pol�tica de la gente, en el desgaste de los dirigentes gremiales o partidarios, y en el fracaso de las antiguas organizaciones populares. De alguna manera, los ONG se han convertido en intermediarios sociales e interlocutores pol�ticos de las comunidades frente al poder (p�blico, econ�mico y hasta religioso). En algunos casos, ese papel ha sido vital para lograr avances importantes para la gente. Pero en general, el costo a mediano y largo plazo ha sido y ser� muy elevado, pues ha pervertido los cauces naturales de la gente para defender sus derechos y luchar por sus reivindicaciones. Por ejemplo, si en determinada comunidad el problema de la gente es el agua potable y deciden organizarse, su primera acci�n es buscar a un ONG que les ayude a conseguir el financiamiento necesario, y no exigir al gobierno local o nacional que les satisfaga un derecho humano inalienable. Dicho de otra forma: han contribuido a cimentar entre la gente, un cultura de pedig�e�os y no una cultura de luchadores.
Un excelente an�lisis sobre este tema bajo el t�tulo "El naufragio: las ONG al rescate" ha sido realizado por Gabriel Pons (Revista Env�o 226-227 y 234, Enero y Septiembre 2001), en el cual entre otras cosas afirma: "Curar el c�ncer requiere de un tratamiento mucho m�s caro del que no podemos disponer las ONGD. Lo que no podemos es pensar, decir, hasta proclamar, que la soluci�n est� en curarlo con aspirina. Los pa�ses ricos, due�os de tratamientos caros contra el c�ncer, proponen tambi�n la aspirina. Entre otras cosas, porque las ONGD que tratan a los pobres enfermos creen realmente que con eso basta y pregonan a los cuatro vientos que su trabajo es el mejor y adem�s es ecol�gico, autosostenible y autogestionario. Los poderosos est�n encantados con el discurso de las ONGD. Les resulta barat�simo. As� se ahorran el dinero de una verdadera cura: subsidios a los precios, seguros agrarios, mercados regulados mediante cuotas, fomento del empleo urbano desde el gasto p�blico y otros lujos de los que dispone el Norte".
Tambi�n afirma que "a la mayor�a de las ONGD no se las puede considerar culpables dolosas de estas situaciones. Tal vez s�lo se les puede se�alar una imprudencia que ha tenido como resultados la desorganizaci�n y la p�rdida del esp�ritu reivindicativo del pobrer�o, adem�s de la legitimaci�n de la fuga del Estado y de sus irresponsabilidades. Es frecuente el caso de ONGD de buena voluntad que van �a ayudar a los pobres�, mientras el Estado aprovecha la ocasi�n para salir de escena por la puerta trasera cuando nadie lo mira. A veces el Estado ni siquiera lleg� a estar en el escenario. Y como los funcionarios de las ONGD del Norte son �muy buena gente�, y adem�s est�n en casa ajena, no se plantean otra cosa que seguir ayudando sin preguntarse demasiado d�nde est� el anfitri�n de la casa en la que brindan su ayuda. La responsabilidad m�s clara que se les puede se�alar a las ONGD es no haberse dado cuenta del respaldo ideol�gico que con esta actitud le han dado al neoliberalismo, un respaldo involuntario quiz�, pero muy real"
(�) "Las ONGD tienen una gran responsabilidad en la mentalidad que tiene la mayor�a de la opini�n p�blica del Norte y del Sur, mentalidad y percepciones que han ayudado a configurar en sus departamentos de comunicaci�n. Esta mentalidad tiene dos ideas centrales: el pobre puede levantarse por s� mismo, el pobre es el protagonista para salir de su pobreza. La consecuencia de esta mentalidad ha sido que el Estado ha dejado de reconocer que los d�ficits que los pobres enfrentan son reales, y en base a esta negligencia mental ha desmontado los sistemas de protecci�n que cubr�an a los pobres: los subsidios a los alimentos, la regulaci�n de los mercados de granos b�sicos, los aranceles de protecci�n a la agricultura o a la industria locales, etc. Las ONGD respaldan al neoliberalismo al presentarse a s� mismas como m�s eficientes que el Estado. Han resultado v�ctimas de su propio �xito medi�tico. Gracias a su aura de prestigio y por fomentar tanta autocomplacencia, urgidas de presentar �xitos para conseguir fondos, las ONGD han conseguido difundir tanto la idea de que son m�s eficientes que el Estado que le han facilitado a �ste decir tranquilamente: pues si lo hacen tan bien, que trabajen ellas. Independientemente de la buena o mala voluntad, es un hecho que las ONGD est�n sustituyendo a quien deber�a ser responsable de arreglar los problemas". Si bien Pons se refiere al v�nculo de las ONG del Norte con los pobres del sur, su l�gica es certera tambi�n cuando se trata de analizar el trabajo de muchas ONG locales.
Pese a todo, es innegable que sin el trabajo "profesional" de esas ONG, temas como el TLC con Estados Unidos o el ALCA o el Plan Puebla Panam�, dif�cilmente se hubiesen conocido en su verdadera dimensi�n en determinados sectores de la sociedad. O asuntos tan importantes como el aborto terap�utico, los derechos sexuales reproductivos y hasta la misma difusi�n de los Derechos Humanos como tales, jam�s hubiesen sido temas de discusi�n en ning�n sector de la sociedad sin el aporte de los ONG.
Otros ejemplos
Existe otro fen�meno a medio camino entre ONG y organizaci�n social: la Red Nacional de Defensa del Consumidor. Con mucho, es la de mayor proyecci�n p�blica y la de mayor reconocimiento ciudadano por su encomiable y tenaz trabajo para defender los intereses de la gente, en particular en los casos de energ�a el�ctrica, agua potable y transporte. Pero su trabajo no est� asentado en una vasta organizaci�n de base, sino fundamentalmente alrededor del liderazgo beligerante y eficaz de dos mujeres sandinistas sin v�nculos org�nicos con el FSLN: la economista Ruth Herrera y la abogada Jeannette Ch�vez. Aunque la Red funciona b�sicamente como un ONG y recibe modestos fondos de agencias internacionales europeas, ambas dirigentes dedican gran parte de su tiempo sin mediar salario ni otros beneficios, sino que por el contrario, hasta aportan dinero y recursos propios, para financiar sus conferencias, movilizaciones y otras actividades.
Entre las organizaciones sociales vinculadas al FSLN, las m�s importantes hoy en d�a son los sindicatos de la salud (FETSALUD), de los maestros (ANDEN) y de los trabajadores de la construcci�n, y los estudiantes universitarios (UNEN). Ellas son el eje articulador del Frente Nacional de los Trabajadores (FNT) cuya �poca de esplendor fue en la segunda mitad de los a�os 90. Sobre todo en las organizaciones sindicales, ha ocurrido un fen�meno derivado de la propia experiencia: sus dirigentes en todos los niveles ya no aceptan la imposici�n partidaria y han conquistado una apreciable autonom�a en sus acciones reivindicativas. Los casos m�s importantes son los de ANDEN y FETSALUD, quienes se lanzaron cada quien por su lado a sus respectivas luchas gremiales, incluyendo huelga general, en contra de la opini�n de un importante sector de la dirigencia sandinista, vinculada al llamado Bloque de Empresarios. Y cada uno, logr� triunfar en sus luchas, desoyendo los cantos de sirena de "gobernabilidad" de diputados como Bayardo Arce o personajes como Manuel Coronel Kautz. Un dirigente de FETSALUD dec�a en privado hace unos meses que "el pecado no es que nosotros somos militantes sandinistas, sino que algunos de nosotros (los dirigentes de esa federaci�n) anteponen los intereses dominantes del FSLN por encima de los de nuestros agremiados". Ese mismo fen�meno de autonom�a tambi�n ha ocurrido entre las cooperativas de transporte colectivo y selectivo, devenidas en poderosas empresas. En este caso, la autonom�a ha llevado incluso al enfrentamiento con otros sectores del FSLN, sobre todo aquellos vinculados a las organizaciones populares.
Unos y otros y otros reclaman para s� la representaci�n de la gente. Todos se reclaman si no de izquierdas, al menos progresistas. Pero no hay ni coordinaci�n y a veces ni siquiera comunicaci�n entre ellos. Las ONG marchan por su lado y muchas veces compitiendo entre s�; los movimientos sociales aut�nomos hacen otro tanto y m�s a�n las organizaciones vinculadas al FSLN. Tal descoordinaci�n ha causado que, por ejemplo, no haya sido posible construir un movimiento concertado para respaldar la huelga magisterial de principios de este a�o o la de los trabajadores de la salud del a�o pasado o la de los consumidores de todos los meses. Cada quien marcha por su lado y no parece importarle mucho lo que haga el otro, y entre quienes militan en organizaciones aut�nomas y en los ONG, hay una especie de consigna para vetar a aquellos que est�n vinculados al FSLN. Y viceversa. Es una conducta que se traslada incluso a nivel personal: se menosprecia y margina a las personas seg�n la organizaci�n en la cual trabajan o militan.
Oneginizaci�n de las luchas
Sof�a Montenegro dice que "la d�cada de los 90 vio aumentar la densidad de los actores sociales -particularmente de las ONG-, su independencia y su autonom�a. Si a principio de los 90 casi todos estaban subordinados al FSLN, a partir de entonces se van autonomizando e independizando. Se diversific� tambi�n enormemente la gente organizada en todos los estratos y sectores sociales, tanto en el campo como en la ciudad. Situaci�n que contrasta con la restricci�n de los espacios de participaci�n y con una crisis de representaci�n en los partidos pol�ticos. Las ONG y los medios de comunicaci�n masivos emergieron en estos a�os como nuevas formas de representaci�n. La representaci�n de las ONG, con sus "bemoles", porque con su trabajo no buscan crear ni organizar sujetos sociales sino captar clientes sociales, y porque han producido una representaci�n fragmentaria y competitiva. Los medios de comunicaci�n, aunque muy polarizados, comenzaron muy pronto a ejercer una representaci�n beligerante, actuando como fiscalizadores y mediadores pol�ticos de la poblaci�n. A finales de los a�os 90 la sociedad civil nicarag�ense presentaba ya un rasgo b�sico para interpretar su debilidad: los movimientos y organizaciones sociales estaban desarticulados y cooptados, ya no por el FSLN, sino fundamentalmente por la cooperaci�n internacional, que impone su propia agenda, no siempre coincidente con la agenda nacional".
Violeta Delgado, enlace de la Coordinadora Civil (CC) que agrupa a 300 organismos no gubernamentales, considera que una de las maneras de neutralizar la "oneginizaci�n" del movimiento popular, es asegurar el trabajo militante de sus miembros. Por ello, la Coordinadora ha abierto sus estructuras a la afiliaci�n individual y cita entre otros a los economistas Adolfo Acevedo e Iv�n Garc�a Marenco. Evidentemente eso no es suficiente, pero es un paso adelante. Contrario a otros personeros de la CC, Violeta (una de las m�s importantes l�deres estudiantiles de los primeros a�os 90) cree que la representaci�n de la sociedad civil no puede ser atribuida ni a su propia organizaci�n ni a ninguna otra. Y confirma los prejuicios que prevalecen entre todos los dirigentes de los movimientos sociales y de los ONG, en funci�n de a qu� tipo de organizaci�n representan. En su opini�n, una de las dificultades para lograr una movilizaci�n masiva de la gente en funci�n de sus intereses, es que muchos activistas de base y l�deres naturales de las comunidades, tienen un comportamiento partidario. "Ellos esperan la l�nea de sus dirigentes, y si no les dicen que tienen que movilizarse contra el TLC, no lo hacen", explica.
Hasta Orlando N��ez, soci�logo e ide�logo de la fracci�n orteguista del FSLN, cree que la presencia de la CC "en la vida nacional ha sido significativa, pues gracias a su beligerancia se pone por primera vez en agenda la variable c�vico-pol�tica o participativa en la cultura de la democracia representativa y por ende del gobierno y de los partidos pol�ticos. Hoy en d�a y de acuerdo a las responsables actuales, existe una cierta apreciaci�n de desconfianza o falta de convocatoria en el quehacer pol�tico de la Coordinadora. A mi modo de ver, el futuro de la Coordinadora Civil depender� de la voluntad de sus miembros en mantener aquellos factores que le dieron su fortaleza inicial, a saber, la lucha contra las medidas neoliberales, la autonom�a frente a los partidos pol�ticos, el distanciamiento del gobierno y de la empresa privada, la prioridad a los peque�os productores y a la participaci�n ciudadana".
N��ez tambi�n hace su valoraci�n de los ONG: "En la pr�ctica, existen movimientos sociales que al igual que los ONGs viven de la cooperaci�n internacional, m�s que de la cuota pagada por sus afiliados, se dedican a realizar estudios o consultor�as, y limitan su accionar c�vico pol�tico a establecer contactos y cabildeos con el gobierno o con el resto de las instituciones pol�ticas del pa�s. Por otro lado, existen algunos ONGs que en la pr�ctica se dedican a organizar a diferentes sectores de la sociedad, incursionando pol�ticamente en la concientizaci�n, organizaci�n y movilizaci�n de sus acompa�ados. Finalmente, habr�a que decir que por influencia de la comunidad internacional, muchos de estos organismos, sean ONGs o movimientos sociales, funcionan como agencias de microcr�dito, sin importar el origen de sus motivaciones, difuminando o desnaturalizando as� la especificidad de su accionar". (El Nuevo Diario, 24 de enero de 2005)
A nivel local, hay una enorme cantidad de organizaciones comunales, casi siempre ocupadas de sus problemas sociales inmediatos, muchas veces vinculadas a ONG y en general, act�an como interlocutores ante las alcald�as municipales. Pero en la mayor�a de los casos, son grupos que no trascienden sus demandas reivindicativas, es decir, no se involucran en asuntos que no les ata�en directamente, menos a�n que se posicionen ante problemas de envergadura nacional como el TLC o la crisis energ�tica.
Evidentemente entonces, la causa de la escasa movilizaci�n social no es la falta de organizaci�n. Algunas causas del reflujo en la lucha social, sin que necesariamente el orden en el cual aparecen denoten una jerarqu�a, son:
a) La gente se siente ajena a lo que ocurre en el pa�s, sin importar su �mbito o sus consecuencias. Peor, se siente ajena a todo el quehacer de la pol�tica nacional. Ha asumido que la pol�tica es "sucia" y los pol�ticos tambi�n.. O que la pol�tica es asunto de profesionales. Mediante esa conducta, en la pr�ctica delega o renuncia a su soberan�a y la deposita en grupos pol�ticos. Es decir, no asume en sus manos el control de su quehacer. Y la clase pol�tica consolida esa falsa creencia popular, mediante mecanismos ocultar informaci�n, ofrecer medias verdades para neutralizar la conciencia social y pol�tica del pueblo, y hasta se encargan de frenar cualquier posibilidad de organizaci�n propia. En el fondo, saben que un pueblo conciente y organizado, har�a peligrar sus propios privilegios. Por eso es que con tanta frecuencia recurren al argumento de que el veredicto de las urnas los ha constituido en partidos mayoritarios y por lo tanto pueden hacer lo que les plazca.
b) La crisis del liderazgo pol�tico nacional. �Cu�n lejos est�n aquellos a�os de la lucha antisomocista cuando el pueblo admiraba hasta la veneraci�n a sus muchachos y muchachas, los valientes combatientes sandinistas! El ejemplo personal de ellos y ellas, fue tan importante como la causa por la cual peleaban. De aquello solo quedan escombros. Los dirigentes sandinistas son portavoces de un discurso y viven y se comportan exactamente al contrario. Esa crisis se extiende a todo le liderazgo nacional, que ha sucumbido a las leyes del feroz mercado en donde la honestidad, la vocaci�n de servicio y la integridad personal, son mercanc�as de uso corriente. Bajo el influjo de la corrupci�n y de la filosof�a del Estado como bot�n personal o partidario ("si ten�s un cargo, aprovechalo baboso), la clase pol�tica en general es ahora objeto de un abierto desprecio por parte de una abrumadora mayor�a de la poblaci�n. La m�s grave consecuencia de esta situaci�n, es que la gente ahora ha renunciado al menos parcialmente a su propia soberan�a, guiada por la l�gica de que la "pol�tica es corrupta", "la pol�tica no me da de comer", "quien se mete a redentor sale crucificado", y delega totalmente las decisiones nacionales a esa clase pol�tica que repudia. El ejemplo m�s elocuente es el conflicto por las reformas constitucionales. O el TLC con Estados Unidos. A su vez, esto origina una profunda crisis del modelo de democracia representativa vigente y obliga a abrir paso a la democracia participativa. N��ez sostiene que "los partidos pol�ticos, las organizaciones gremiales y los movimientos sociales tienen que redimir la pol�tica y participar en una nueva forma de hacer pol�tica. La despolitizaci�n es un suicidio (...) La participaci�n pol�tica sin participaci�n social y econ�mica es una ilusi�n. La democracia pol�tica sin democracia econ�mica es insuficiente. Los trabajadores tienen que tomarse la econom�a y el mercado".
c) El desgaste del FSLN como instrumento de cambio. El mismo Orlando N��ez sostiene que "la ofensiva del mercado capitalista y la nueva correlaci�n mundial han erosionado la identidad pol�tica del FSLN (�) Por otra parte, el desempleo y la desintegraci�n han reducido la clase obrera en particular y la clase asalariada en general a menos del 20 % de la fuerza laboral, pululando el resto como campesinos y trabajadores informales. Situaci�n que ha llevado a ciertos l�deres del FSLN a proponer que, a falta de proletarios, los nuevos sujetos sociales de la revoluci�n sean los pobres y que los nuevos sujetos pol�ticos sean los ciudadanos, haciendo retroceder as� la cultura socialista del sujeto hist�rico a los postulados del catolicismo y del liberalismo respectivamente". Y pese a ese desgaste, el Frente Sandinista sigue siendo una esperanza de cambio social en vastos sectores empobrecidos del pa�s, sobre todo urbanos, que vinculan la figura de Ortega a los logros de la Revoluci�n (salud y educaci�n gratuitas, por ejemplo). Pero no son capaces de movilizarse para recuperar eso que les ha arrebatado el neoliberalismo, porque conf�an en su "mes�as" y esperan la recuperaci�n del poder pol�tico mediante las elecciones. As� llevan esperando 16 a�os. Y cans�ndose de esperar.
d) El pacto de Daniel Ortega y Arnoldo Alem�n. Habitualmente se identifica ese pacto con la repartici�n de cuotas de poder. Pero la verdad es que el aspecto m�s importante ha sido la desmovilizaci�n deliberada del movimiento social que hasta 1998 estaba hegemonizado por el FSLN. O como lo describe el propio Ortega: "la madurez". O como le llama el FMI y el Banco Mundial: "la gobernabilidad democr�tica". En suma: la rendici�n frente a las pol�ticas neoliberales a cambio de compartir las migajas del poder pol�tico (con sus suculentos salarios y prebendas). Gracias a esta decisi�n, el gobierno de Alem�n pudo deshacerse de las empresas p�blicas de telefon�a y energ�a el�ctrica, entre otras muchas, consolidar la privatizaci�n de la educaci�n p�blica bajo el mentiroso modelo de Autonom�a Escolar, devolver miles de hect�reas de las mejores tierras a los somocistas y los terratenientes, acabar con el car�cter gratuito de la salud p�blica (y de paso, reprimir a las asociaciones de m�dicos), entre otras much�simas cosas.
e) La influencia ideol�gica del neoliberalismo a trav�s de los medios de comunicaci�n masivos y el sistema educativo formal. Los resultados de ambos factores han sido devastadores en la conciencia de las nuevas generaciones. En promedio, como ya hemos mencionado, se puede describir a la juventud de menos de 25 a�os como individualista, ap�tica, resignada, yoquepierdista y al�rgica a la organizaci�n.
f) El auge del providencialismo. De la mano de la incursi�n masiva de todo tipo de sectas religiosas y ramificaciones exc�ntricas de las iglesias cristianas, decenas de miles de nicarag�enses se refugian en cultos m�sticos, adoptan como suya la filosof�a de "Dios proveer�" o "Dios sabe lo que hace", como muro defensivo frente a la agresi�n permanente del sistema y de la sociedad de mercado, y renuncian a su propia capacidad de organizaci�n y lucha para cambiar la situaci�n en la cual viven.
g) El desempleo masivo y el empleo precario. Quienes no tienen trabajo se convierten en comerciantes o vendedores ambulantes o emigran a Costa Rica. Y quienes tienen, habitualmente es en condiciones deplorables, con salarios miserables y bajo la amenaza permanente del despido si se atreve a quejarse. En un pa�s plagado de maquilas con empresarios y gerentes despiadados y d�spotas, amparados por el propio Estado, las obreras y los obreros prefieren resignarse a padecerlos. La mayor�a ha aceptado que les confisquen su derecho a la organizaci�n sindical, aunque son ejemplares aquellos casos donde ha ocurrido una rebeli�n total, sobre todo en la Zona Franca Las Mercedes, ubicada en la capital.
h) El fen�meno de la migraci�n de los nicarag�enses es diferente al de otros pa�ses como M�xico, El Salvador y Honduras. Los m�s pobres y con menor grado de calificaci�n, se han marchado a Costa Rica. En cambio, los migrantes en Estados Unidos son habitualmente profesionales o bachilleres, decididos a aprender el idioma y a trabajar en cualquier cosa. Violeta Delgado refiere una experiencia que vivi� en una ciudad norteamericana, en donde los dirigentes de las organizaciones latinas clasifican a los salvadore�os como analfabetos o semianalfabetos, y a los nicarag�enses como bachilleres. Pero adem�s hay un componente pol�tico en la di�spora. Hay decenas de miles de gente con experiencia de lucha, casi todos sandinistas, que se marcharon a Estados Unidos y en menor medida a Canad�. Y en cambio, la mayor�a de los somocistas han regresado a Nicaragua, aunque mantengan negocios en Norteam�rica. En esos pa�ses, los migrantes nicas est�n dispersos. En Costa Rica est�n concentrados en las zonas campesinas del norte de esa naci�n o en San Jos�, donde son mayor�a y apreciados por su maestr�a en oficios como alba�iles, meseros, vigilantes y empleadas dom�sticas.
i) Como resultado de la migraci�n, est�n las remesas familiares. Constituidas en el principal soporte de la econom�a nacional (15% del PIB y superiores a las exportaciones anuales), a nivel familiar han tenido un resultado pol�tico contraproducente. Quienes las reciben en Nicaragua, se acomodan al ingreso mensual y cuando ocurren algunos gastos extras o ha subido el costo de la vida, se limitan a solicitar unos cuantos d�lares m�s. �Cu�ntos son los que viven as�? Aunque no hay censo confiable, la cifra de nicarag�enses residentes en el exterior se ubica entre 1,200,000 y un mill�n y medio. Es decir, uno de cada cuatro ciudadanos. De ellos, quiz�s la mitad o un 60% env�a dinero para mantener a sus familias, pues el resto o se ha desvinculado totalmente o se ha llevado consigo a los suyos. O sea pues, que a raz�n de cinco personas cada n�cleo familiar, entre 700 y 900 mil nicarag�enses viven de las remesas familiares.
j) Los resultados de las luchas muchas veces han sido decepcionantes o mediatizados por los intereses pol�ticos de los dirigentes, y han desalentado a sus protagonistas.
k) La dispersi�n y los recelos de las organizaciones sociales. Pese a que el descontento social es casi un�nime y a que la inmensa mayor�a de la poblaci�n es v�ctima del sistema, no ha sido posible organizar, por ejemplo, una huelga general para exigir un cambio de rumbo. Cada sector hace su propia pelea y casi siempre se queda hu�rfano de apoyo de los otros sectores. Entre otras cosas, esto es causado por la desconfianza pol�tica entre ellos y por el adonismo de sus dirigentes con vocaci�n hegemonista y vanguardista. Por eso por ejemplo, no han sido capaces de organizar una sola demostraci�n de fuerza masiva contra el TLC o contra la privatizaci�n del agua.
Se�ales alentadoras
Con todo, hay se�ales verdaderamente alentadoras. Una de las m�s significativas es la de las marchas campesinas contra el hambre y por la tierra, protagonizadas por miles de familias completas que durante dos a�os consecutivos (2003 y 2004) bajaron de las monta�as de Matagalpa y Jinotega y marcharon hacia Managua, hasta obligar al gobierno a negociar y a ceder a gran parte de sus demandas. En mayo del a�o pasado, representantes de la ATC y de UNAPA, y l�deres de base de los campesinos, apostados en la zona de S�baco sobre la carretera panamericana, firman con cinco ministros del gobierno los "Compromisos de solidaridad para el cumplimiento de los Acuerdos de Las Tunas". As�, el gobierno entrega 6 mil manzanas de tierra, se compromete a la creaci�n de miles de empleos temporales en las zonas donde residen los campesinos, entrega camiones con comida y ropa, 20 mil adoquines y se compromete a destinar 7 millones de c�rdobas para los manifestantes.
Otra experiencia exitosa ha sido la de miles de v�ctimas de los pesticidas, quienes durante tres a�os consecutivos se han instalado durante meses en champas de pl�stico en el centro de Managua (todav�a hoy, se mantiene una parte de ellos), sufriendo hambre, sol, lluvia, represi�n policial y el desprecio de la clase pol�tica, para exigir al gobierno, a los diputados y a sus antiguos patrones indemnizaci�n, protecci�n social, atenci�n m�dica y auxilio en sus juicios en Estados Unidos contra las transnacionales que producen los venenos que acabaron con su salud, la vida de m�s de mil 300 de ellos y arruinaron a sus familias.
Tambi�n los maestros lograron un �xito contundente con su huelga nacional de principios de este a�o, la cual no solo trajo consigo las mejoras salariales, sino tambi�n el resurgimiento del movimiento sindical del magisterio, despu�s de las severas derrotas de principios de los a�os 90 y la feroz represi�n desatada por el ex ministro de Educaci�n (1991-1999) y jefe del Opus Dei en Nicaragua, Humberto Belli. Fue un paro verdaderamente ejemplar en su organizaci�n, con una �ntima vinculaci�n entre los dirigentes nacionales y los dirigentes de base, y en su unidad, pues si bien fue liderado por ANDEN, participaron otras tres agrupaciones sindicales, vinculadas pol�ticamente a los liberales.
La Red de Defensa del Consumidor tambi�n ha logrado �xitos significativos, pero no sobre la base de la movilizaci�n popular, sino utilizando instrumentos judiciales. As�, lograron revertir el alza de la tarifa del agua autorizada por el gobierno en 2003, o mediante el cabildeo pol�tico y la denuncia p�blica constante, han frenado la privatizaci�n la empresa hidroel�ctrica HIDROGESA y los planes de privatizaci�n encubierta de ENACAL. Incluso, las decisiones tomadas el a�o pasado por la Asamblea Nacional para impedir que Uni�n FENOSA elevara las tarifas, no puede explicarse sin la labor sistem�tica y contundente de la Red en la denuncia p�blica y en la atenci�n a los reclamos de la gente.
Pero quiz�s la experiencia de mayor conciencia pol�tica ha sido la del Movimiento de Mujeres. En este momento, es el �nico cuya labor ha trascendido el �mbito de sus propias reivindicaciones para asumir como propias las demandas nacionales contra el sistema y contra los resultados antidemocr�ticos del pacto Ortega-Alem�n. M�s a�n, sus principales l�deres han expresado p�blicamente que no podr�n lograr conquistar la igualdad de g�neros o los derechos sexuales reproductivos, por ejemplo, si antes no logran recuperar los derechos democr�ticos arrebatados por las c�pulas de los dos principales partidos. Bajo esa filosof�a, fueron las protagonistas m�s se�aladas de la marcha de 25 mil personas que desfil� por las calles de Managua el pasado 16 de junio y levantando sus propias banderas logr� convertir una manifestaci�n originalmente convocada por los grandes empresarios y los partidos pol�ticos que respaldan al gobierno, en una demostraci�n contra la clase pol�tica en general.
Para recuperar la soberan�a, para que la clase pol�tica y los gobernantes no sigan decidiendo en nombre de todos, el pueblo y las organizaciones que le acompa�an necesitan una nueva conciencia social y pol�tica, que a su vez producir� nuevas formas de organizaci�n para impulsar la movilizaci�n y los cambios que necesita el pa�s. El gran desaf�o del movimiento social en Nicaragua es superar los recelos entre las organizaciones y entre los dirigentes, consolidar su autonom�a frente a la sociedad pol�tica y frente al poder econ�mico, y finalmente, seguir el ejemplo de las mujeres para asumir como propios los problemas nacionales, como la mejor manera de satisfacer sus propias reivindicaciones.     


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