Latinoamérica
|
¿Por qué el Partido Comunista Clandestino y las Milicias Bolivarianas?
Anncol
"la arremetida fascista, bajo la cobertura de la seguridad democrática, contra las organizaciones populares, sus líderes y el asesinato selectivo e indiscriminado de jóvenes no deja otra alternativa distinta a la organización clandestina para la defensa de la vida", señala el Frente Antonio Nariño de las FARC en su página en Internet.
De cuando en vez trasciende a los medios de comunicación la situación que se vive en las barriadas de las grandes ciudades. Por lo general un crimen pasional, una masacre de jóvenes o algún caso insólito, que el aguzado olfato periodístico considere rentable para convertir en titular, es la razón que mueve a los grandes medios de la burguesía a ocuparse de las condiciones en que sobreviven millones de colombianos. Explotada la nota desde el punto de vista noticioso, su "preocupación" por estos ciudadanos de tercera desaparece hasta tanto surja una nueva noticia que de para titular.
Cuando más, dedican unos segundos o unas cuantas líneas adicionales para un informe "especial" cuyo formato es más o menos el siguiente: la historia de vida de uno o dos habitantes de la zona, declaraciones del Alcalde local, del Comandante de la policía del área, una corta cita de un informe de alguna organización no gubernamental de las que pelechan en estos barrios, continúa el cronista señalando la responsabilidad de los "grupos armados al margen de la ley" y remata su informe, en tono paternal, anotando el olvido en que viven los pobladores de estos sectores. Cae el telón.
La fórmula, que se repite y se acomoda a cualquier fenómeno noticioso, la aplican a todo tipo de situaciones y por estos días la estamos viendo a raíz del asesinato indiscriminado y sistemático de jóvenes en Ciudad Bolívar, localidad 19 de Bogotá y la zona de Cazucá del Municipio de Soacha.
Esta forma de abordar los acontecimientos está hecha para distorsionar y evitar comprometerse en un análisis serio, juicioso, objetivo y veraz de la realidad del país. Para el caso que nos ocupa, se trata de ocultar una bien concebida estrategia de terror y muerte dirigida contra los sectores populares con el objeto de mantenerlos inmovilizados mediante el chantaje y el miedo para que se resignen a sus existencia miserable y renuncien a cualquier intento de organización y movilización que busque cambiar sus propias condiciones de vida o generar conciencia sobre la necesidad de transformar la realidad que padecen.
La estrategia de terror y muerte apunta fundamentalmente contra los líderes populares y contra los jóvenes, por ser ellos la fuerza más vital, más entusiasta y por lo tanto más propensa a la movilización y la lucha.
Se trata de una forma de la guerra preventiva del estado contra el pueblo, desarrollo práctico de la concepción fascista del poder al servicio de los más oscuros intereses de dominación y sometimiento de los pueblos.
Los crímenes, presentados como consecuencia de peleas entre bandas de delincuencia común o de grupos armados ilegales por el control del territorio, les sirven a su vez a las autoridades para justificar la militarización de la vida en las grandes ciudades e incrementar el pie de fuerza de la policía, lo que no hace más que agravar la situación ya que como todos sabemos un gran porcentaje de estos grupos está conformado por integrantes activos o retirados de la fuerza pública en alianza criminal con grupos de delincuencia común, distribuidores de droga y grupos mafiosos que no vacilan en ponerse al servicio del terror estatal a condición de que les permitan explotar su negocio y expandir su poder corruptor.
¿Cuál debe ser entonces la actitud a asumir por parte de los pobladores de estos barrios y de los movimientos revolucionarios ante esta estrategia terrorista de las elites dominantes y sus grupos de asesinos?
La respuesta es concreta: la arremetida fascista, bajo la cobertura de la seguridad democrática, contra las organizaciones populares, sus líderes y el asesinato selectivo e indiscriminado de jóvenes no deja otra alternativa distinta a la organización clandestina para la defensa de la vida, la lucha por los intereses y las reivindicaciones más sentidas de los pobladores y contra el terrorismo estatal.
Ante esta situación nuestro planteamiento de organización clandestina de partido y milicias en los barrios, fábricas, universidades y colegios cobra mayor vigencia. Es nuestro deber de revolucionarios darlo a conocer a las masas y difundirlo en todos los espacios donde adelantamos nuestro trabajo político y organizativo.
La lucha por la defensa de la vida y por la construcción de una Nueva Colombia pasa por la organización de las masas en estructuras clandestinas y armadas que les permitan responder adecuadamente ante el terrorismo estatal; no hacerlo es renunciar a la posibilidad de un futuro más digno para las próximas generaciones de colombianos.