Latinoamérica
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Plan Patriota y capitalismo mafioso
René Báez
Alai-amlatina
El Plan Colombia/IRA/Plan Patriota tiene una raíz poco explorada que se
relaciona con el creciente vigor del capitalismo mafioso a escala planetaria. El
fenómeno alude a la expansión de negocios negros controlados por lo que Michel
Chossudovsky ha denominado organización transnacional del crimen (OTC), negocios
entre los que se cuentan el narcotráfico, el comercio clandestino de armas, la
trata internacional de prostitutas y travestis, la compraventa de órganos
vitales, la industria de la "protección" y el secuestro, el juego clandestino,
el contrabando de materiales nucleares, el mercado clandestino de divisas, la
provisión de mercenarios, el coyotismo. Se estima que la OTC percibe ingresos
anuales que se sitúan entre l.5 y 2 billones de dólares – aproximadamente la
décima parte del PIB mundial- que se "blanquean" sustantivamente en la banca
metropolitana y en sus agencias instaladas en los "paraísos fiscales".
Un producto de la financierización de la economía-mundo
El capitalismo gansteril es producto del crecimiento desenfrenado del capital
financiero, cuya avidez de ganancias le ha llevado a desbordar todos los diques
legales y morales. Su evolución exponencial ha venido asociada a la
desregulación de los flujos de capital, a la decadencia de los estados y a la
ruptura de las formas tradicionales de funcionamiento y acumulación de las
empresas.
El investigador argentino Jorge Beinstein, en su ensayo titulado La gran
mutación del capitalismo (ALAI, 2000), ha rastreado el surgimiento y
diseminación de ese lumpencapitalismo, particularmente en lo que concierne al
rubro de las drogas psicoactivas. En su estudio escribe: "La expansión mafiosa
de los años 90 constituye un dato decisivo del proceso de globalización
neoliberal. Un indicador claro de la misma es el tráfico de drogas cuyo ingreso
anual mundial era evaluado a mediados de esa década en unos 500 mil millones de
dólares, dicho monto ha estado aumentando de manera acelerada. Una estimación
conservadora situaría el nivel actual de ventas mundiales de drogas en torno de
los 700 mil millones de dólares". Los países periféricos participan
marginalmente del negocio. Colombia, conocida como la principal nación
proveedora de cocaína a nivel mundial, percibe únicamente un 2-3 por ciento del
gran pastel del tráfico de estupefacientes; ingreso que, sin embargo, ha
permitido a la dirigencia de la hermana república sustentar una poco presentable
"narcodemocracia".
¿Cómo explicar la dinámica de la narcoeconomía? En cuanto a la demanda, raíz
íntima del narcotráfico, la cuestión es inequívoca: se sustenta medularmente en
las calles y bares de las megápolis primermundistas (Los Angeles, Londres,
Tokio, etc.).
El control de la oferta, en cambio, es más complejo, aunque resulta
incuestionable que la cabeza del Leviatán se encuentra en las metrópolis y,
específicamente, en el "planeta financiero". En su libro Drogas y narcotráfico
en Colombia (Planeta, Bogotá, 200l), Alonso Salazar abunda en informaciones
sobre el rol de los poderosos e intocables sistemas bancarios de los países del
G-8 en el tráfico internacional de narcóticos de origen natural.
Dados estos antecedentes, ¿cómo explicar que la cruzada contra las drogas
naturales se libre en países como los andinos y no en sus verdaderos santuarios?
Plan Patriota: máscara para el control social y territorial
Tres aproximaciones no excluyentes sirven para responder a esa interrogación.
La primera, referida a la necesidad del capitalismo mafioso de preservar los
siderales precios de las drogas restringiendo la oferta. El Plan
Colombia/IRA/Plan Patriota –o como quiera denominársele- tendría esa teleología.
La segunda tiene que ver con la confluencia de intereses – algunos
investigadores hablan de metástasis- del capitalismo delincuencial con las
gigantes corporaciones transnacionales y con el poder político metropolitano.
Una simbiosis que apunta a profundizarse a la sombra de los TLCs que con tanta
fruición impulsan Washington y Wall Street en nuestro subcontinente para el
logro de inconfesables metas geopolíticas.
La tercera se relacionaría con cierto pudor del establecimiento político mundial
que le conduce a exorcizar sus culpas en el protervo negocio endosando la
responsabilidad de las mismas a carteles tercermundistas caídos en desgracia o a
los náufragos de la mundialización del capitalismo, como los campesinos e
indígenas de los Andes. Sectores sociales estos últimos tipificados por el Gran
Hermano y sus acólitos nativos como "criptoterroristas" después del memorable 11
de septiembre del 2001.
- René Báez, International Writers Association