Latinoamérica
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Emir Sader
ALAI
La derecha está eufórica. Es como se hubiera caído otro muro de Berlín. Si el
PT también está envuelto en la corrupción, nada mejor, todo es igual y la
derecha, responsable del campeonato mundial de la desigualdad que
vergonzosamente ostentamos, puede continuar gobernando Brasil como siempre hizo.
Fernando Henrique Cardoso y el presidente Lula.
'Tucanes'
(1) y pefelistas (2) salivan, pavlovianamente, degustando anticipadamente el
retorno al gobierno para continuar reproduciendo el Brasil de las inequidades,
desigualdades, miseria, abandono, corrupción, privatizaciones y renuncia a la
soberanía nacional. Periodistas que nunca votaron en la izquierda, se
decepcionan con el gobierno Lula, pero no con la política económica, que siempre
apoyaron, mientras el clima bushiano de 'guerra fría' invade portadas y páginas
de revistas y periódicos de la prensa monopolista privada.
Está abierta la mayor campaña de denuncias patrocinada por los mass media,
incomparable a lo que fue hecho contra Collor y, sobre todo contra Fernando
Henrique Cardoso (FHC), que protagonizó uno de los mayores casos de corrupción
de la historia de Brasil, como son las privatizaciones, ¡que ni siquiera
merecieron CPI! (Comisión Parlamentaria de Investigaciones).
El gobierno Lula y el PT permitieron la ofensiva de la derecha. La opción por el
continuismo de la política económica heredada de FHC, inicialmente considerada
'herencia maldita', pero después, adoptada e intensificada por el equipo
económico, bloqueó la capacidad de promover la prioridad de lo social,
compromiso histórico del PT y reafirmado por la campaña de Lula, en 2002. Si
hubiera osado, como hacen otros gobiernos de América Latina con mucho menos
condiciones que el propio gobierno Lula, habría no sólo mantenido y ampliado el
apoyo popular, sino conseguido el apoyo parlamentario, porque pocos arriesgarían
quedarse fuera de un proceso inédito de democratización de la mayor dictadura
social del mundo. El gobierno Lula y el PT fueron igualmente responsables por la
búsqueda de apoyo por medio de negociaciones que, comprobadamente o no a través
de la compraventa de votos, se hicieron de forma anti-ética, reproduciendo
algunos de los peores vicios de la política brasileña y prestando un enorme
servicio a los grandes intereses económicos, que quieren desmoralizar la
política para continuar imponiendo la lógica del capital especulativo.
El PT es responsable, no sólo por las prácticas que desarrolló, sino también por
negarse a ser el portador de las propuestas históricas del partido y de los
movimientos sociales, en un gobierno que, aun así, abrigó políticas innovadoras,
como la política externa, la política de educación y de cultura, entre otras,
aunque haya incentivado la hegemonía de una política económica del ajuste
fiscal, de las tasas de intereses reales más altas del mundo, de la restricción
de recursos de las políticas sociales, etc. Callarse y hacer callar la
insatisfacción de la militancia del partido, de los movimientos sociales y de la
izquierda en general, fueron errores que contribuyeron a la crisis actual del
partido.
Al cambiar su dirección, el PT adquirió una nueva oportunidad, probablemente la
última, de rescatar su bella trayectoria histórica, preservando la acumulación
de fuerzas de las tres últimas décadas, un patrimonio que no es sólo del partido
sino de la izquierda, de los movimientos sociales y de las luchas del pueblo
brasileño. El PT necesita poner la casa en orden, como condición para retomar su
credibilidad, pero sólo eso no es suficiente para rescatar la imagen de la
izquierda que, hoy, sufre las consecuencias de la crisis del PT y de la
trayectoria asumida por su gobierno. Lula necesita retomar la iniciativa
política, debe aliarse a todas las fuerzas de izquierda, de dentro y de fuera
del gobierno, de dentro y de fuera del PT, a los movimientos sociales, a la
intelectualidad crítica, a todos los que se oponen al neoliberalismo y a la
hegemonía imperial del mundo.
Es preciso hacer un balance autocrítico, político y de los métodos de
organización, esas dos dimensiones inseparables, retomar los temas fundamentales
de la izquierda, comenzando por la ética en la política y por la prioridad de
las políticas sociales, pero, también, por un modelo económico centrado en el
mercado interno de consumo popular, por la reforma agraria, por la economía
familiar campesina, por la lucha contra los transgénicos, por los derechos de
los pueblos indígenas, por la defensa de la Amazonia, por el presupuesto
participativo, por una reforma política democrática y pluralista, por la
integración latino- americana y del Sur del mundo, por una reforma universitaria
que refuerce las universidades públicas, por el fortalecimiento de la educación
pública en todos sus niveles, por la universalización de las políticas sociales
de educación, salud, saneamiento, cultura y recreación.
En suma, si el PT quiere superar su crisis actual, necesita abrir el debate
sobre una plataforma de izquierda para el país con todas las fuerzas sociales
interesadas en esa alternativa y que, por lo tanto, están descontentas y
dispuestas a luchar contra el modelo económico y sus fraccionamientos, esos
mismos que están en la raíz de la crisis política actual. Debe reconocer el
agotamiento de su política económica con sus crueles efectos en el plano social,
proponiendo los ejes de una alternativa donde puedan prevalecer los pilares del
'otro mundo posible' con el cual la izquierda está comprometida y que ya fueron
expresados en el manifiesto de los movimientos sociales denominado 'Carta al
pueblo brasileño'.
Sólo existe una sola salida positiva de la crisis brasileña y ella pasa por la
reafirmación de la izquierda con perfil y características propias. Sólo así será
posible sofocar la carcajada de las hienas y hacer que vuelva la sonrisa de
esperanza al pueblo brasileño, esa víctima permanente de las élites en el poder
y único protagonista de cualquier política, gobierno y partido que se pretendan
de izquierda.
Notas: 1) Se denominan 'tucanes' a los integrantes del Partido Social
Demócrata de Brasil (PSDB).
2) Pefelistas, miembros del Partido del Frente Liberal (PFL).