Latinoamérica
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Nuevo plan contra Venezuela
Angel Guerra Cabrera
El gobierno de Bush II cuenta con que la OEA enfatice su histórico servilismo a
Washington contra todo intento de soberanía y justicia social en América Latina.
Venezuela es la primera en la lista negra, como se comprobó durante el proceso
reciente para elegir secretario general del organismo. Una vez que el cipayo
Miguel Angel Rodríguez no pudo ser sostenido en el cargo al estallarle un
escándalo de corrupción, la potencia del norte luchó a brazo partido para lograr
su remplazo por otro incondicional a sus deseos. Así llegó el chileno José
Miguel Insulza a la secretaría general, luego de proclamar en Santiago de Chile,
escoltado por Condoleeza Rice, que "el gobierno elegido que no gobierne
democráticamente debiera ser llamado a rendir cuentas ante la OEA". Traducido
con las palabras del furibundo subsecretario para el hemisferio occidental,
Roger Noriega, citadas en el New York Times, "Inzulsa aceptó sin
vacilación nuestra exhortación a que hiciera una declaración pública aludiendo a
la amenaza de Chávez" (las cursivas son mías). En línea con ese designio,
Washington proyecta crear un comité en la OEA para supuestamente "monitorear" la
democracia en América Latina. Cínicamente descrito por funcionarios del
Departamento de Estado como un instrumento para "escuchar a los pueblos", el
comité sería propuesto a los países miembros en una reunión de la OEA convocada
para junio en el estado de Florida.
El escenario escogido -madriguera de la mafia (anti)cubana- no parece casual. Ni
tampoco lo es que varios embajadores latinoamericanos ante la OEA hayan
expresado una gran preocupación con la propuesta. Al ser consultado por el
New York Times sobre el argumento de Roger Noriega de que el comité no
estará dirigido contra Venezuela, el representante de Argentina, Rodolfo Hugo
Gil, manifestó que esta explicación es "muy difícil de vender a una persona
adulta". Y es que según el rotativo la propuesta estadunidense emergió de la
citada declaración de Insulza en Santiago, que éste habría hecho "a insistencia
de los funcionarios estadunidenses".
Es evidente que Washington se propone arremeter de nuevo contra el gobierno de
Hugo Chávez. La estrategia consta en su primera fase de un intento de aislarlo y
desacreditarlo en América Latina e internacionalmente. Para ello utiliza los
pulpos mediáticos estadunidenses, europeos y latinoamericanos. Difícilmente haya
una nota periodística de ellos sobre Venezuela que no mencione -sin presentar
prueba alguna- las "restricciones a la libertad de prensa" y la "no
independencia" del Poder Judicial, presuntamente supeditado al "autoritario"
Chávez. Esta campaña busca crear el clima sicológico que ulteriormente permita
pasar a la segunda fase: justificar el enjuiciamiento y las "sanciones" de la
OEA contra Venezuela, arguyendo que no es gobernada democráticamente. Las
sanciones se adoptarían después de "escuchar a la sociedad civil venezolana". O
sea, a las organizaciones contrarrevolucionarias financiadas por Estados Unidos.
Pero como añadió el embajador argentino, "nadie puede estar seguro que no será
sentado y juzgado por este comité". La observación no pudo ser más atinada. No
se necesita ser ningún genio político para percibir lo que pretende Estados
Unidos, que es crear un tribunal inquisidor para actuar no sólo contra Venezuela
sino contra todo gobierno que no se someta a sus caprichos. Al mismo tiempo,
intentar con el antifaz de la OEA el aborto o la represión de los movimientos
populares que, como ya se va haciendo regla, echan por la borda a los
gobernantes que aplican las políticas neoliberales propugnadas por Washington.
Las calles de Bolivia, por ejemplo, arden de nuevo.
La campaña mediática antivenezolana se recrudeció desde que el gobierno de Hugo
Chávez, apoyándose en el tratado de extradición vigente y en el derecho
internacional, solicitó a Estados Unidos la entrega del architerrorista de
origen cubano Luis Posada Carriles. Washington ha filtrado que no podría
entregar al criminal a un país donde se tortura y que no asegura un juicio con
todas las garantías. Se trata de un subterfugio para que Posada no tenga que
enfrentar la acción de la justicia venezolana y evitar el riesgo de que diga
todo lo que sabe de la familia Bush en un juicio apegado a derecho.
Volviendo al proyecto de Washington para desestabilizar a Venezuela imponiendo
su voluntad en la OEA, veremos que está condenado al fracaso. Corren nuevos
tiempos en América Latina.
Angel Guerra Cabrera
aguerrra12@prodigy.net.mx