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Latinoamérica


 

La agonía del sueño americano

Feliciano Hernández

El sueldo de un patrón era 30 veces mayor al de un obrero hacia finales de los años 70; al término de los 80 la diferencia había subido a 35, pero en 2003 la desventaja entre las ganancias mensuales del mandamás y del trabajador asalariado se habían disparado a 300 veces. Lo increíble de esta historia es que esto ocurre en 'el país de las maravillas', Estados Unidos, tierra prometida, lugar de sueños e ilusiones, desde donde se ha impulsado al máximo el modelo capitalista que en su etapa neoliberal alcanza uno de sus más altos niveles en cuanto a la acumulación de capital en pocas manos, generando el empobrecimiento masivo de sus propios ciudadanos, así como la mayor explotación y el saqueo de las economías periféricas.

Para México tales cifras resultan normales, aunque se vive una situación totalmente irregular, en la que no hay límites a las ganancias de los patrones, en tanto que el sueldo base de los obreros sigue prácticamente congelado desde hace 30 años. De ahí que esa diferencia de 300 veces resulta hueca: dice mucho y nadie hace nada.

Tanto se habla mal del neoliberalismo pernicioso en todo el mundo que resulta por demás interesante conocer los efectos de este modelo económico en el país que mayor impulso le ha dado a nivel mundial. Hoy, de acuerdo con la revista francesa Alternatives Economiques, que publica al respecto un detallado informe (X-04), 'si cada día es más difícil para el estadounidense medio encontrar empleo, le resulta todavía peor obtener un puesto bien pagado'.

Desde la presidencia de Ronald Reagan, en la década de los 70, el ritmo de aumento salarial en el país de las barras y las estrellas disminuyó. Aunque se reactivó a principios de los 90, lo hizo en monto poco significativo. En adelante, quienes han llegado a perder su empleo y que han tenido la suerte de encontrar otro han debido aceptar una reducción de hasta 16 por ciento en su salario. A la inversa, las ganancias de las empresas han evolucionado bien, de acuerdo con el análisis de Alternatives Economiques, firmado por Christian Chavagneux. 'Sobre todo les ha ido muy bien desde la llegada al poder de George W. Bush; su ritmo de expansión no ha parado, mientras que el de los salarios no deja de reducirse'.

Un estudio reciente del Center on Budget and Policy Priorities, citado por la publicación parisina, muestra que solamente 15 por ciento del crecimiento de los ingresos ligados a la reactivación actual de la economía estadounidense son destinados a los salarios, mientras que 47 por ciento se canaliza hacia el reparto de utilidades entre los accionistas.

En el pasado la situación fue mejor

Durante todos los periodos de reactivación económica que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, los salarios recibían en promedio 49 por ciento del crecimiento del ingreso nacional, contra 21 por ciento destinado a las utilidades para los accionistas, de acuerdo al estudio de Alternatives Economiques, que cita las críticas del destacado economista Paul Krugman. 'Una reactivación que estimula a las utilidades y no a los salarios, provoca que el impacto de esas ganancias beneficie a una pequeña casta de súper ricos'.

Así pues, menos empleo y una evolución salarial prácticamente congelada es la cereza que faltaba al pastel para acabar de perjudicar los ingresos de las clases medias estadounidenses, haciéndolas pagar más impuestos. Durante los primeros cuatro años del gobierno de Bush se han otorgado beneficios fiscales recurrentes a las clases menos necesitadas. El resultado: 'La parte de los impuestos federales pagados por las clases medias aumentó en los últimos cuatro años, mientras que la proporción pagada por los más ricos, disminuyó, volviéndose así más ricos'.

El extenso y detallado informe publicado por la revista mueve a reflexión. Porque una cosa es que todo lo dicho resulte hasta cierto punto familiar a los ojos mexicanos y de muchos países de Latinoamérica, pero que este empobrecimiento masivo también ocurra en el 'país de las maravillas' se antoja increíble. Pero así es.

La debilidad creciente de los ingresos salariales en Estados Unidos provoca que cada vez un empleo resulte insuficiente para vivir. 'En 2003 más de dos tercios de las familias pobres, aquellas con una renta promedio del orden de 615 euros (unos 500 dólares) contaban con sólo una persona empleada. En 2002, el último dato disponible, los trabajadores pobres de familias con niños laboraron en total 42 semanas por año en promedio. Ahora éstos -meseros, trabajadores domésticos y otros empleados modestos- tienen que elegir entre pagar la renta del alojamiento, el transporte o los alimentos.

Estados Unidos contaba con 36 millones de pobres en 2003, 4.3 millones más que antes del arribo de Bush al poder. Las perspectivas para el año 2004 y siguientes son todavía malas, porque el gobierno suprimió hacia finales de 2003 un programa de ayuda financiera a desempleados. Durante los siete primeros meses de 2004, 2.2 millones de buscadores de empleo se vieron privados de los apoyos federales. Ha sido la más importante cifra desde que se establecieron aquellas medidas en 1971. Durante 2003, 2.6 millones de personas habían perdido tales apoyos.

La tasa de desempleo oficial se ubicó sobre 5.4 por ciento en agosto de 2004. Pero si se añade a los trabajadores subocupados la cifra se eleva a 10 por ciento de la población económicamente activa. Una mayoría de personas son pobres o rondan el nivel de la pobreza. Esta situación ha tenido consecuencias dramáticas en los niños. Estados Unidos cuenta con 13 millones de pobres menores de 18 años.

'Los ricos se enriquecen, los pobres se empobrecen; el número de pobres aumenta, la sociedad estadounidense enfrenta un gran reto'.

Todos los países desarrollados han aplicado políticas de asistencia social que permiten ayudar a la población a protegerse y a preparar su retiro, a enfrentar accidentes de trabajo. La buena noticia, dentro de todo, es que esto pasa, por supuesto en Estados Unidos -en el país de las maravillas-; la mala es que el sistema económico no está a la altura de los renovados problemas. La desigualdad social se acrecienta, sin que el sistema de protección social ofrezca respuestas al creciente número de marginados.

Estados Unidos ha sido por muchos años considerado como el país de las oportunidades. Cada persona podía salir adelante y alcanzar la cima del éxito económico con esfuerzo y sobre todo con espíritu empresarial. Como lo resume el último libro del economista estadounidense Paul Krugman, L'Amérique dérape, al momento en que Estados Unidos se preparaba a elegir un nuevo presidente, o más bien a reelegir a Bush, la desigualdad social avanzaba a un ritmo preocupante, sobre todo en los últimos cuatro años del bushiato, marcando, de acuerdo con el presidente de la Foundation on Economic Trends (Fundación para el estudio de las Tendencias Económicas), Jeremy Rifkin, 'la lenta muerte del sueño americano.

Aunque parezca asombroso, Estados Unidos es, dentro de los países desarrollados, el campeón de la desigualdad social. El distanciamiento de clases entre los ingresos de los más ricos y los más pobres es el más elevado. Eso existía ya a finales de los años 70, sin embargo empeoró después.

Más allá de una explicación simplista, el éxito del mercado bursátil durante los años 80, y, sobre todo, el de la llamada nueva economía, de los 90, enriquecieron a los ricos en una proporción excepcional. Aunque un poco más de la mitad de los matrimonios estadounidenses poseen acciones, sólo el 20 por ciento de los más ricos poseen el 90 por ciento de las acciones y el 1.0 por ciento de los más ricos controlan un tercio del total.

Así, el control del capital de las empresas permanece en manos de los más afortunados, que han logrado obtener enormes utilidades.

No obstante la caída de la bolsa a partir del año 2000, la diferencia de ingresos entre el 1.0 por ciento de los más ricos (1.1 millón de personas) y los otros alcanza los más altos niveles. En 2003, 20 por ciento de los más pobres apenas recibieron 3.4 por ciento de los ingresos.

Aunque Bill Gates haya perdido el 50 por ciento de su fortuna debido a la caída de las acciones de Microsoft, sigue siendo el hombres más rico de Estados Unidos y del mundo, con 46 mil millones de dólares, equivalente a un cuarto de todo el ahorro francés de 2003. Sólo entre 1982 y 2003, la fortuna de los 10 hombres más ricos se multiplicó por 6.7 veces, para alcanzar 200 mil millones de dólares.

Alternatives Economiques, citando un trabajo del estudioso Kevin Philips, sobre los ricos estadounidenses, menciona que más de un siglo después de que los ancestros de estos multimillonarios construyeran sus imperios financieros, las familias Rockefeller, Dupont, Mellon o Vanderbilt siguen siendo extremadamente ricas. La transmisión hereditaria de las fortunas parece cada vez más la norma en Estados Unidos. La abrogación de los derechos de sucesión, la baja de impuestos sobre los dividendos de las acciones bursátiles y sobre las ganancias de capital, decididos por el gobierno actual, no harán más que reforzar la tendencia acumulativa.

En otro estudio citado por la revista francesa, del economista Alan Krueger, se establece que los niños nacidos en familias pobres tienen apenas 7.0 por ciento de posibilidades de convertirse en ricos, mientras que los acaudalados tiene sólo un 6.0 por ciento de riesgos de terminar pobres.

Para los estadounidenses con ingresos medios, las perspectivas sociales dependen esencialmente de sus capacidades de obtener o conservar un empleo, mejor si está bien pagado. Pero la economía de Estados Unidos es proclive a crear cada vez menos ocupación.

El fenómeno ha sido particularmente acentuado en estos últimos años de Bush, quien está en riesgo de concluir su mandato con un nivel de empleo inferior al de su llegada al poder. Atrapadas en el boom de la nueva economía, las empresas han invertido mucho buscando producir más con menos personas. En comparación con otros periodos de reactivación, hoy a Estados Unidos le faltan 6.2 millones de puestos de trabajo.