La riqueza intrínseca de la movilización popular que se registró en la marcha silenciosa del pasado 24 de Abril en la Ciudad de México, en la que el pueblo se reencontró a sí mismo en torno de un proyecto y un líder, se completó con el efecto producido. El día 27 el Presidente Vicente Fox (por primera ocasión se merece el título) arrió los pendones de la guerra contra Andrés Manuel López Obrador; aceptó la renuncia de su Procurador General de Justicia (fiscal) y ordenó la revisión del expediente de la infame demanda penal entablada contra el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, con lo que queda satisfecha la demanda formal que originó la movilización. .
Visto en términos inmediatos es un triunfo de la gente organizada y movilizada que, además se enriquece al asumir que el tomar la calle pacíficamente es método eficaz para imponer su voluntad soberana. El asunto tiene especial relevancia habida cuenta de la historia de manipulación o represión que registró la postrevolución en el siglo pasado, que había logrado desactivar mañosamente los movimientos de protesta civil, con la consiguiente frustración popular; no de otra manera son explicables el silencio ante eventos tan trascendentes como fueron la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, los acuerdos de intención con el malhadado Fondo Monetario Internacional, las privatizaciones y tantos otros atropellos cometidos por gobernantes espurios y entreguistas. Todo hace ver que el resultado augura una afortunada escalada en la resistencia civil que, por lo pronto, pueda detener las pretensiones oficiales de reformas a las legislaciones laboral, energética y de seguridad social, independientemente de ofrecer una sólida base de respaldo popular al proyecto de recuperar el país para las y los mexicanos. .
Desde luego que la actitud de Fox ha provocado un endurecimiento de las posiciones de sus antiguos aliados en el afán de defenestrar a López Obrador. El dirigente del PRI y casi seguro candidato de su partido a la Presidencia de la República, Roberto Maderazo, se quedó como el perro de las dos tortas, dado que comprometió el capital político del PRI (que es mayoría en ambas cámaras) para hacerle el juego sucio a las pretensiones de Fox, calculando ominosamente que así acabaría con sus dos adversarios con un mismo golpe. El abandono de la plaza por parte de Fox significó, además del tanto a favor de AMLO, el tiro de gracia a la pretensión priísta de regresar a Los Pinos. .
Pero hay que recordar que Zapata vive y la lucha sigue. La batalla se ganó por su legitimidad y por la unidad que generó en la izquierda. Es preciso evitar que los oportunistas y los quintacolumnistas logren, como seguramente lo intentarán, destruir la unidad alcanzada. Es preciso profundizar en la movilización popular y enriquecer sus contenidos. Se requiere enraizar y radicalizar la vocación democrática y conjurar cualquier tentación caudillista. El proyecto de Nación será factible si se logra, además de ganar la presidencia para AMLO, asegurar una mayoría suficiente en las Cámaras que habrán de renovarse en la misma fecha. .