Latinoamérica
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La Izquierda en su laberinto
Manuel Cabieses Donoso
Punto Final
"No se echa vino nuevo en odres viejos porque el vino nuevo hace
que se revienten los odres, y se pierden tanto el vino como los odres". Marcos,
2, versículo 22.
La Convocatoria a una Asamblea Nacional por la Democracia y la Soberanía
Nacional (ver pág. 8), no significa cambio alguno en la estrategia de
acumulación de fuerzas antineoliberales. Desde hace quince años esa "estrategia"
cosecha fracaso tras fracaso, y éstos contribuyen a profundizar la crisis de la
Izquierda chilena. En efecto, en vísperas de cada evento electoral, la llamada
"Izquierda extraparlamentaria" levanta un referente "amplio" que sólo cambia de
nombre pero no de contenido ni de actores . De manera invariable ese referente
da a conocer una propuesta que anuncia "un proceso histórico" que se proyectará
"más allá de la coyuntura electoral". Sin embargo, se trata sólo de buenas
intenciones, porque el material en la construcción del referente es puro engrudo
electoral. Así ocurrió con el Pais, la Izquierda Unida y el Mida, que no
lograron "sobrevivir a sus magros resultados", como bien recuerda el Taller de
Análisis de Coyuntura Ical en El Siglo (22 de abril de 2005) .
El Partido Comunista es el infatigable articulador de estos esfuerzos para
llamar a la contienda desigual a otros grupos políticos que "o están en proceso
de reconstrucción o son fracciones de sus configuraciones originales, dicho esto
con el mayor de los respetos" (Análisis de Ical, id.). Además, "entre la
constelación de movimientos sociales hay algunos con indiscutible arraigo y
representación, pero otros son poco más que la sumatoria de representaciones
personales" (id.). La tozudez del PC merece un premio a la tenacidad, pero esa
línea de construcción de fuerzas ha demostrado su inutilidad y ya es hora de
someterla a la crítica. Las potenciales fuerzas del cambio social -carentes de
una verdadera alternativa- no pueden seguir siendo arrastradas indefinidamente a
la derrota y al desaliento. El problema consiste en que en esa estrategia
predomina una visión cortoplacista más vinculada a intereses institucionales
partidarios que a los del movimiento social. Lo electoral -que para un partido
puede ser una prioridad que subordina todo lo demás- es para el movimiento
social la culminación de un largo proceso para concientizar, organizar y
conducir numerosas batallas y ganar la mayoría (no sólo un tercio) del respaldo
popular. Las elecciones pueden ayudar a ese proceso, siempre que se inserten en
una estrategia que consolida el poder del pueblo desde la base. Las coyunturas
electorales son episodios dentro un largo proceso social, político, ideológico y
cultural que en Chile está aún muy retrasado. El proceso pierde su derrotero
cuando la superestructura política le impone sus propias reglas y urgencias.
El PC -y el mosaico político que junta a su alrededor- insiste en entregar una
propuesta que supone será acogida por las masas. Presume que existen -por las
condiciones objetivas que genera el modelo neoliberal- amplios sectores
dispuestos a apoyarla. Pero se dirige a un sujeto social y político que no
existe. El receptor del mensaje es una población despolitizada que además se
encuentra fragmentada en miles de organizaciones. El movimiento social todavía
no se ha dotado de la brújula política que oriente y unifique sus soterrados
anhelos de justicia social y democracia participativa. A esto se debe que los
cantos de sirena del consumismo y el individualismo encuentren adhesión
mayoritaria en los ocho millones de chilenos que votan. Desde 1989, se viene
confirmado en cada evento electoral. Seguramente lo mismo ocurrirá en las
elecciones de diciembre. A eso se debe, por otra parte, que dos millones y medio
de ciudadanos no quieran inscribirse en los registros electorales. No creen en
el sistema y les da lo mismo quiénes gobiernen.
Chile se ha convertido en un país ajeno para una mayoría indiferente al
acontecer político, determinado, a fin de cuentas, por una oligarquía de poder
en la que participan las cúpulas partidarias. Los contenidos, plazos y metas de
una estrategia de acumulación de fuerzas para el cambio social, necesariamente
-sobre todo en un país con una Constitución espúrea- tienen que realizarse
poniendo medio cuerpo fuera de la institucionalidad. Su objetivo es una Asamblea
Constituyente que elabore y plebiscite una Constitución que asegure la igualdad
de derechos y oportunidades, y el cambio del modelo de economía de mercado. Los
partidos políticos, a diferencia del movimiento social, están obligados a
ceñirse a la institucionalidad de la que forman parte. Por ejemplo, a presentar
candidatos a diputados y obtener el mínimo de 5% que asegura su matrícula legal.
Es legítimo -desde ese punto de vista- que los dos partidos legales que hacen
parte de la Convocatoria que comentamos -Comunista y Humanista-, se las arreglen
para conservar su legalidad. El PC (5,22% en 2001) y el PH (1,13%), afrontan una
coyuntura difícil. Todo indica que la Concertación ganará en forma holgada en
diciembre. Si la candidata es Michelle Bachelet recibirá una alta votación de
sectores progresistas y democráticos que hacen parte de la Izquierda en cuanto
sus aspiraciones de equidad social. Esa votación "chorreará" en favor de los
candidatos a parlamentarios del bloque de gobierno. Sin duda, más adelante
vendrá el desengaño, como sucedió con Lagos. Pero si entretanto no hay un
trabajo paciente para rescatar la conciencia de la mayoría ciudadana, el
fenómeno volverá a repetirse una y otra vez. Es evidente que Chile necesita una
alternativa al neoliberalismo de la Concertación y la derecha. Hace cuatro años,
en abril de 2001, nació una esperanza: la Fuerza Social y Democrática. Por su
vigencia vale la pena citar su manifiesto El Chile que queremos: "Es
urgente construir una fuerza político-social de carácter nacional, democrática,
unitaria, solidaria... Después de un siglo de vida política, en nuestro país,
para muchos, la sola militancia partidaria no da el ancho ni el espacio para la
construcción de una sociedad mejor... Queremos construir un gran movimiento
político-social amplio, que se plantee rescatar y dignificar la política como un
servicio social ciudadano, cuyo fundamento principal sea fortalecer la expresión
social en lo político".
En la coyuntura actual, la FSD intentó convencer al PC, PH y demás grupos que se
llamara a una consulta popular abierta para elegir al candidato presidencial.
Eso habría marcado una diferencia respecto a anteriores experiencias. Pero la
propuesta fue rechazada. Hay que suponer que al candidato lo designará una
"mesa" de dos patas, tal como hizo el Mida en 1993. Es lamentable lo ocurrido
esta vez, porque la consulta popular habría hecho realidad principios básicos
como la participación democrática, el plurarismo, etc., que pertenecen a la
matriz ideológica de una estrategia de cambio social verdadera. Sin embargo, la
FSD aceptó suscribir la Convocatoria, lo que constituye un grave error. No
obstante, en términos "históricos" reales, lo anterior tiene poca importancia.
Lo que de verdad importa es la tarea de reconstruir una Izquierda pluralista que
incorpore a los nuevos actores sociales y sus demandas, y que represente con
fidelidad a las generaciones que colocarán a nuestro país en la corriente que
hoy gana fuerza en América Latina en abierto desafío al imperio.
Hace casi doce años, a raíz del decepcionante resultado electoral del Mida
(4,7%), Punto Final (Nº 306) publicó un editorial titulado "La Izquierda en
tiempo de poda". Sosteníamos algo que hoy volvemos a suscribir: "La Izquierda
chilena -a 20 años del golpe de Estado (hoy tendríamos que decir 32 años)- sigue
afrontando dificultades para reorganizar sus filas y levantar una alternativa
política. Se trata de la prolongación de una crisis cuya constante es la
carencia de una estrategia de poder coherente y adecuada a la realidad del país
y del mundo... La perspectiva principal de superación de la crisis pasa por una
reestructuración política y orgánica que permita modificar los métodos de
trabajo, haciéndolos participativos y democráticos, abiertos a la creatividad y
a la innovación y que facilite la promoción de nuevos liderazgos. Esto ayudaría
a una actualización ideológica profunda para una Izquierda muy retrasada en ese
aspecto. La gazmoñería política que reina en nuestro medio, así co mo la rigidez
de instrumentos partidarios avejentados, harán imposible alcanzar tales
objetivos en breve tiempo. Imponer respuestas cupulares, apresuradas y
artificiales, por otra parte, sería un grave error que empeoraría la crisis. Se
necesita un período de discusión y debate en la base social que permita generar
democráticamente acuerdos y líneas de acción. Estos deben representar una
voluntad popular y ser la opinión de cientos de miles de chilenos que acompañan
a la Izquierda contra viento y marea, a pesar de los descomunales errores que
comete la dirección del movimiento". Se necesitan ideas frescas para superar la
senilidad política. Hay que entender que el viejo modelo se agotó. La Izquierda
tiene que echar el vino nuevo en odres nuevos si quiere construir la alternativa
Manuel Cabieses Donoso es director de la revista Punto Final