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Latinoamérica

Una respuesta a la proconsul

Pedro Rivera Ramos

Panamá es una Nación muy peculiar. Aquí la embajadora norteamericana como en otras pocas naciones del continente o del mundo, recorre instituciones públicas como si fuera una importante autoridad del gobierno nacional; emite juicios y conceptos sobre la política interna panameña en cuanto foro, reunión o evento es "invitada" y, en los últimos meses, ha publicado en periódicos nacionales artículos de opinión de inocultable matiz injerencista. Esto demuestra que la egresada de la universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee, no es ni ha sido una embajadora cualquiera. Vino a representar al imperio y vino a hacerlo bien. No importa que sus métodos carezcan de las formas y procedimientos tradicionales y acostumbrados de la diplomacia. Ella conoce perfectamente bien los intereses de la mansión 1600 de Pennsylvania Avenue y no pretende defraudarlos. Su comportamiento inusual en el ámbito diplomático le podrá parecer natural a contados panameños y a los representantes más entreguistas del gobierno actual, pero es en esencia una afrenta a la dignidad y la soberanía nacional.
El domingo 12 de diciembre del año pasado, la embajadora Linda E. Watt, publicó un artículo de opinión en el periódico La Prensa titulado : "EU y Panamá : agenda de seguridad compartida". Tal vez fue una infeliz coincidencia que este artículo viera la luz cincuenta y siete años después que el pueblo panameño, en titánica lucha, rechazara el nefasto convenio Filós-Hines, que pretendía legalizar la existencia de más de 130 sitios de defensa norteamericanos diseminados por todo el territorio nacional. En una redacción perfecta en español, pese a su origen japonés y haber vivido la mayor parte de su vida en Atlanta, Georgia, la embajadora niega que su país aspire a remilitarizar la fuerza pública de Panamá y que los panameños que así lo afirmamos no valoramos los cerca de 40 millones que su país invierte "en asistencia de desarrollo comunitario, proyectos agrícolas, apoyo a la democracia, becas y, en efecto, asistencia a la fuerza pública panameña".
Naturalmente que esta última asistencia, aunque la brinde el Departamento de Defensa, no puede ser interpretada, a juicio de la señora Watt, como un intento por remilitarizar a la policía panameña; es más bien resultado de la inexperiencia de la policía civil en EU "para proveer asistencia a instituciones como la Policía Nacional, el Servicio Marítimo Nacional y el SAN...". Con ello reconoce no sólo que el ejército norteamericano es el responsable absoluto de la capacitación de los miembros de nuestros organismos de seguridad en áreas como "logística, comunicación en áreas de difícil acceso, administración, derechos humanos, operativos en ríos y asistencia humanitaria"; sino que también, tácitamente, pone de manifiesto que existe una tendencia a borrar, en países como el nuestro, las diferencias entre policías y militares.
Honda preocupación debe causar al pueblo panameño la noticia que entre las áreas de adiestramiento figuran las de derechos humanos y asistencia humanitaria. Ya que sin mencionar su brutalidad y desprecio por la vida durante su operación Causa Justa en diciembre de 1989 contra nuestro pueblo, las imágenes de los vejámenes y crímenes que los militares estadounidenses cometieron en la cárcel de Abu Ghraib en Irak, siguen aún frescas como expresión más que elocuente de lo que entienden en su jerga castrense como derechos humanos. Allí también están los más de 600 secuestrados de la Base Naval de Guantánamo que desde fines del 2001 son sometidos a los más crueles e inimaginables tratos. En relación a la asistencia humanitaria baste sólo recordar el más reciente e impactante ejemplo que ofrecieron al dispararle a un iraquí herido durante su operación "Conmoción y Dolor" contra la ahora ciudad mártir de Faluja. ¿Qué tipo de asistencia humanitaria puede promover o enseñar el ejército responsable de la masacre de My Lai en el Vietnam de 1968, o que en la actualidad define las muertes de civiles en sus guerras de dominación y rapiña como "daños colaterales"?, puede siquiera pensarse en la existencia de valores y sentimientos humanos en aquellos seres que resumen la muerte de los demás en una frase tan hiriente, cínica y vergonzosa?, ¿ es acaso esto lo que se les viene enseñando a los policías panameños ?. ¿estará la capacitación "policial" basada en el uso de los manuales Kubark (interrogatorio de contrainteligencia) y de Entrenamiento de Explotación de los Recursos Humanos muy en boga a mediados de la década del 80 en Centroamérica? Al programa "Nuevos Horizontes" la señora embajadora le concede una importancia extraordinaria. Para ella es sumamente loable que "fuerzas de reservas militares estadounidenses", reparen escuelas y centros de salud de la península de Azuero en conjunto con el Sistema Nacional de Protección Civil y los ministerios de salud y educación de Panamá. Seguramente estas obras, al igual que sucede con la capacitación de los policías panameños, sólo pueden ser asumidas por efectivos del Departamento de Defensa, ya que los arquitectos e ingenieros civiles norteamericanos carecen de la experiencia y competencia necesaria para acometer obras tan complejas, como construir una letrina. Obviamente que los argumentos de la señora embajadora en ese sentido, no son en lo absoluto, creíbles. El uso de militares y no civiles responde perfectamente al objetivo esencial de estos ejercicios: desarrollar tareas de inteligencia y de caracterización tanto en diversos puntos del país como en la frontera panameña-colombiana. Ahora, si tanto compromiso con el desarrollo y prosperidad de nuestro país fuera genuinamente sincero, los emplazo a que organicen cuántos programas "Nuevos Horizontes" sean necesarios para que limpien de una vez por todas, la basura que dejaron enterrada en los polígonos militares y en las islas San José e Iguanas, que tantos muertos y mutilados han dejado hasta el presente.
Hágase también una evaluación del agua, del suelo, del aire y del ambiente que rodea sus antiguas bases militares que sirva para determinar el alto grado de contaminación que nos han dejado y que seguramente viene afectando las poblaciones aledañas. Estas tareas que sí son de su entera responsabilidad, las eluden siempre, amparados en su habitual prepotencia y desprecio a la convivencia razonable entre las naciones del mundo.
Sería conveniente que la señora Watt en el futuro inmediato se abstenga de emitir juicios sobre los problemas sociales y políticos de la Nación panameña. Esos problemas son de incumbencia exclusiva de los panameños y panameñas. Pero si tanta fascinación le causan este tipo de asunto, bien podría empezar preocupándose por los actos de corrupción de empresas tan emblemáticas del sistema norteamericano como Enron, Worldcom, Arthur Andersen o Halliburton. Esta última muy ligada al actual vicepresidente de los EU, Dick Cheney, de la que fue su presidente hasta el año 2000. También podría dirigir su mirada y atención a los casi 33 millones de norteamericanos que viven bajo el límite de pobreza, es decir un 11.6 % de su población; al aumento significativo que ha tenido en los últimos años la mortalidad infantil o al impresionante déficit fiscal y de deuda pública que amenaza seriamente al imperio. Cifras para preocuparse, estimada señora Watt.