La opinión pública nacional ha sido mantenida en suspenso por largo tiempo ante el tema relacionado al futuro del canal de Panamá. Este asunto se ha convertido en patrimonio exclusivo de una élite burocrática, que en lugar de contribuir a crear una visión sobre la perspectiva real del Canal, anima la especulación y despierta temores.
La posposición de una discusión abierta, amplia y multilateral sobre el factor canalero y su futuro en la escala popular es una medida que no corresponde a la estatura que ha logrado nuestro desarrollo nacional. Ya no estamos en los tiempos del caudillismo y caciquismo de los notables y politiqueros del periodo de la formación y consolidación de la República, que pensaban y decidían por el pueblo.
El argumento que sobresale hasta ahora para la compartimentación popular, es que se pasa por la fase de estudios muy especializados, relacionados a los problemas técnicos y financieros. Tremendo empobrecimiento para un debate sobre un tema estratégico nacional. Por la naturaleza decisiva del papel que ha jugado el Canal de Panamá en el proceso de formación de nuestra nación, al tratar su transformación se nos presentan dos dimensiones: La primera, y es la fundamental, es la concepción del cambio siendo ahora propiedad nacional. La segunda, y es la derivada, la instrumental (técnica y finanzas).
Esta posición pragmática, enarbolada por los diseñadores de hecho de un proyecto que se pretende someter a referéndum sin la preparación debida de la conciencia nacional, está cayendo en el mismo vicio de los fundadores de la República; esto es la conveniencia económica inmediata y exclusiva a costa del porvenir de un Estado que estaba surgiendo. El resultado, que podríamos llamarlo ingenuo y primitivo, fue la enajenación de los recursos naturales nacionales como la posición geográfica, la estabilidad geológica, la regularidad climática casi uniforme, la biodiversidad, la topografía, los bosques del trópico húmedo, el gran potencial hídrico etc.. Incluso el recurso humano, cuantitativamente escaso y disperso, y de muy baja cultura y conciencia nacional, junto a grandes espacios despoblados, no valorizados, facilitaron este traspaso de la herencia legítima del país en beneficio exclusivo de los intereses de otros.
Seguir con esa misma visión hoy, ya no es ingenuidad. Ahora tenemos una nación configurada durante un siglo, un pueblo con una cultura nacional y general relativa que no se puede ignorar; y lo principal: el logro histórico de los Tratados Torrijos–Carter, que han proporcionado los pasos jurídicos para liberar nuestro territorio de la ocupación colonial en la zona canalera, cesar la ocupación militar del Comando Sur y nacionalizar el Canal a favor del Estado Nacional.
Especialmente, se trata de concebir y definir la viabilidad nacional de la ampliación del Canal dentro del principio de que todos los recursos naturales que han sido usados para facilitar el tránsito interoceánico ya no se pueden obtener gratuitamente como ha sido hasta ahora, sino que hay que asignarle un valor económico para que la función de Panamá en el lugar que ocupa, en la división internacional del trabajo, le sea equitativa y consecuentemente productiva para su desarrollo nacional.
Todos los recursos naturales que usa el Canal sólo adquieren valor económico, cuando entran a formar parte de lo que en el léxico canalero llaman los "elementos artificiales", es decir los componentes que entran en juego artificialmente para hacer posible el funcionamiento, operación, mantenimiento, etc. de un complejo enteramente artificial. Al resto, considerados "elementos naturales, que también hacen posible la existencia del Canal, sólo se le acreditan valores de uso.
Por todo esto, la visión pragmática que está poniendo como prioridad la viabilidad internacional con postergación del tema fundamental de la viabilidad para el desarrollo nacional, es incompatible con la nación. Lo fundamental y decisivo hoy, es asegurar que el desarrollo del Canal sea compatible con el desarrollo nacional y que lo bueno del Canal lo es porque es bueno para la nación.
Para ser consecuentes con esta necesidad, hay que invertir entonces estos valores y dar prioridad al análisis, al examen y al debate sobre la viabilidad nacional del Canal. Esto obliga a una movilización de todo el abanico nacional, independientemente de las posiciones trenzadas sobre la ampliación del Canal, cosa que no era posible en 1903.
La reacción de los campesinos del Norte de Coclé ante la amenaza de la A.C.P. ilustra el fenómeno de despojo y enajenación de bienes históricamente destinados al desarrollo de nuestro país según la voluntad de nuestro pueblo. Todo esto fue burlado en el inicio de nuestro Estado, empujándonos a la mediatización imperialista y a la tutela. La castración de la viabilidad nacional en aras del utilitarismo internacional nos costó un siglo de humillaciones, de discriminación, de ocupación colonial, de uso gratuito de nuestros recursos naturales, de pauperización, etc.
Que esto no se repita, que no se juegue con fuego. El pueblo panameño ha llegado a saber lo que quiere y saldrá a defenderlo. La Ampliación del Canal solo puede ser válida para el pueblo panameño, si su inversión y su realización llevan implícito y explícito la alicuota necesaria del progreso nacional.