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MEXICO
Cecilia Lavalle
APRO - CIMAC
No me cae bien. Tampoco le tengo confianza y, en general, sus acciones y palabras despiertan en mí suspicacias y me dejan más dudas que certezas. Sin embargo, me parece un gravísimo error político y una injusticia el desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Malos vientos soplan.
Hasta hoy me mantuve al margen del desafuero del jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF), porque me parecía más un pleito casi de mercado entre el presidente Vicente Fox y López Obrador, un pleito porque a duras penas se soportan y, desde luego, un pleito por el poder.
Un pleito en el que ambos han estado invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo que le han arrebatado a la nación y a la atención de sus problemas. Pero lo acontecido modifica el panorama y potencialmente puede incendiar el país. No creo exagerar, aunque me encantaría equivocarme.
El viernes anterior, los diputados de los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional (PAN y PRI)en la Sección Instructora de la Cámara baja, dictaminaron aprobar el desafuero del jefe del gobierno capitalino, con lo que el pleno de San Lázaro determinará en los próximos días si le quita o no la inmunidad a López Obrador para que responda como ciudadano común por las acusaciones que se le imputan.
Seguramente un ciudadano canadiense o sueco no entiende por qué se arma tanto alboroto, al fin y al cabo si se presume que un político cometió una ilegalidad, debe responder ante la ley, la que supuestamente debe ser pareja para todos. Para entenderlo deberían saber cómo funciona (¿funciona?) nuestro sistema de justicia.
Y a lo mejor no soy la más indicada para explicarlo. Yo misma no entiendo cómo a veces las mismas leyes pueden aplicarse de manera tan diferente, dependiendo del abogado en cuestión y la persona que cometa el delito.
Por ejemplo, en mi país si un señor se roba una gallina para comer, puede ser acusado de robo y pasar en la cárcel los próximos cinco años de su vida; pero si un político metido a banquero se roba el dinero de un banco mediante algunas triquiñuelas, no sólo no se le llama 'robo', sino 'delito de cuello blanco', y no sólo puede no pisar la cárcel ni un día, sino hasta puede dársele trato de empresario exitoso, o podemos acabar pagándole los daños que le ocasionamos por perseguirlo.
En mi país, un hombre puede violar y corromper a varias menores de edad, puede al cabo de los años atrapársele, juzgársele y encontrársele culpable, y de todas maneras se le dicta una sentencia capaz de dejarlo salir bajo fianza, como si no hubiera pasado nada.
En mi país, un senador puede ser filmado pidiendo una gran cantidad de dinero para, con sus influencias, tramitar la compra de un predio brincándose distintas normas, y no-pasa-nada.
En mi país, un senador puede al mismo tiempo litigar en contra del Estado mexicano que él representa, y ganarle el juicio significando una millonaria pérdida para el erario y una enorme ganancia para su bolsillo.
En mi país, policías y ladrones y secuestradores y narcotraficantes son oficios que pueden concentrarse en la misma persona.
En mi país, la corrupción es moneda corriente y, el estado de derecho, utopía.
Bueno pues en este mismo país, mi nación, resulta que López Obrador puede enfrentar un juicio acusado de desobedecer la orden de un juez. ¿Qué impedía esa orden? ¡Continuar la construcción en un terreno baldío de una calle de acceso a un hospital!
Y que conste que el dueño del predio mantiene su posesión y usufructo, y no hay reclamo por pérdidas monetarias ni desvíos o quebrantos al patrimonio de los ciudadanos.
Independientemente de lo absurdo que suena, el problema es que si lo declaran culpable o dilatan el juicio, puede perder la oportunidad de competir en las elecciones presidenciales del 2006. Y siendo, según las encuestas, el más popular para ganarlas, este asunto huele a todo menos a legalidad.
¡Y no le he contado lo mejor! El argumento que esgrimieron priistas para justificar su voto a favor del desafuero fue: 'Para el PRI ninguna autoridad puede colocarse al margen de la legalidad y utilizar su fuero para vivir en la impunidad'. ¡Es para Ripley!
¿Alguien podría explicarme entonces cómo durante 70 años de hegemonía tricolor pudimos llegar al caótico México que tenemos por la institucionalidad de un estado de derecho acomodaticio? ¿Alguien podría explicarme las inmensas fortunas amasadas por políticos priistas como, y sólo por dar un ejemplo, Carlos Hank González o Elba Esther Gordillo?
No estoy diciendo que no deba enjuiciarse a una autoridad. Es más, creo que el fuero debe abolirse, pudo haber servido en el siglo XIX, pero hace mucho que es un parapeto para cometer tropelías. No obstante, y mientras no desaforemos a todos y todas, esto me parece un atropello.
A mí no me gustaría que Andrés Manuel fuera el próximo presidente de la República (dicho sea de paso, tampoco Roberto Madrazo ni Santiago Creel). Repito, me resulta más bien antipático y no le tengo confianza, pero su ascenso al poder es un asunto que debemos dirimir las y los electores en las urnas, y me parece gravísimo que otros intereses decidan por la ciudadanía sacándolo del juego antes que empiece el partido.
Le digo, malos vientos soplan. Y todos vienen en contra.