Latinoamérica
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Julio Pomar
Argenpress
La lección más eminente que se obtiene del sonado caso del desafuero de Andrés Manuel López Obrador, jefe del gobierno del Distrito Federal, elegido democráticamente por una abrumadora mayoría de capitalinos, y principal contendiente aún hoy a la Presidencia de la República en el 2006, es que el pueblo --así dicho: el pueblo-- debe sacar del poder a los neoliberales para que no sigan haciendo trastadas con el país. Ellos, los neoliberales, sean tecnócratas o políticos, están dispuestos a todo, absolutamente a todo, con tal de no abandonar el poder. No es una cuestión de personalidades (las de Fox, Marta, Salinas, los neopanistas o los yunquistas, Chuayffet, Beltrones, etc.) sino de intereses de poder y de tendencia ideológica y de clase la que los mueve. Pueden ser folklóricos, mesiánicos, obseso-compulsivos, avariciosos, corruptos, honestos, ineptos o estúpidos, pero saben que si acaban por perder el poder, el pueblo --así dicho: el pueblo-- les va a cobrar las muchas trastadas que hicieron y siguen haciendo en el uso y abuso de ese poder.
Tampoco es una cuestión de derechas o izquierdas. La nación entera los ha venido sufriendo durante ya más de tres sexenios: los de La Madrid, Salinas y Zedillo y ahora de Fox. La nación está siendo destruida por los neoliberales o sus aliados o sus paniaguados (o acompañantes amorfos e interesados sólo en las migajas del gran pastel). Ya privatizaron casi todo. Sólo les falta privatizar México y su gobierno, las industrias de la energía, el sistema educativo público, los sistemas de seguridad social, y alguna cosa más que ande por ahí. Ya dejaron de crear empleos y expulsan a quizá lo mejor de nuestra mano trabajadora a la emigración ilegal, a jugársela con los asesinos anunciados 'minute-man' de la ultra racista estadounidense. Son insaciables los neoliberales, no tienen llenadera. Mientras el pueblo --así dicho: el pueblo-- no los detenga en las urnas y los expulse del poder, seguirán abusando del mismo y engulléndose las posibilidades de progreso real.
La estrategia y tácticas políticas del pueblo --pues es cuestión de todo el pueblo, no sólo de la izquierda o fuerzas afines-- deberán ir encaminadas a sacar del poder a los neoliberales. Sin contemplaciones. Sin abusos o violencias, pero sin miramientos. Los neoliberales deben ocupar su lugar en la sociedad, pero no en el poder público, y menos en las posiciones de dirección de éste. Tienen posibilidad de vivir, pero no tienen ningún derecho a despacharse con la cuchara grande como desde hace tres sexenios lo vienen haciendo con desmedro de la Nación con 'N' mayúscula. Lo de López Obrador lo indica. Los neoliberales no están dispuestos a aceptar por nada del mundo que alguien distinto a ellos y a sus intereses ocupe el poder y organice a la Nación de modo diferente, en beneficio de una política social que apoye el desarrollo del pueblo y afiance la autonomía nacional. A eso lo califican como de 'populista' y 'demagógico', simplemente, o lo ven como producto de las décadas del autoritarismo priísta. De ahí el odio visible y profundo contra el 'peje', 'López' a secas, el 'populista', el 'infractor de la ley', etc., mismo que han logrado inocular en algunas capas de las clases medias y pretenden hacerlo llegar a las capas populares que han apoyado a López Obrador, por fortuna sin éxito.
Menuda tarea tiene, pues, el pueblo mexicano en esta época. Primero, en lo inmediato, tratar de rescatar al jefe de Gobierno del DF de su muy posible inhabilitación para contender en las elecciones presidenciales del 2006, cosa que se ve plena de obstáculos. Si esto, como es previsible, no funciona, establecerse en la estrategia de conquistar el poder en el futuro más próximo posible. La popularidad encuestológica de AMLO indica que una opción no-neoliberal es posible que avance en las mayorías del pueblo mexicano, sobre todo porque los neoliberales van a seguir cometiendo atentados contra la economía y la integridad social del pueblo, pues para eso quieren el poder, para beneficiarse ellos y a los sectores minoritarios de la sociedad a los que representan. Y todo eso, que es tarea de una enormidad brutal, requiere que las fuerzas que van con el pueblo accedan a una nueva comprensión política del país y a una conducta irreprochable desde el punto de vista moral. Que nunca más operen los Bejaranos y los Imaz en las filas del pueblo, sino verdaderos conductores sociales. Que esos, hoy en la picota, son los que, desde el arranque, le dieron la estocada brutal a López Obrador.