Latinoamérica
|
Ecuador: ¿Cambio de rumbo?
Sally Burch
Alai-amlatina
El nuevo mandatario ecuatoriano, Alfredo Palacio, quien toma las riendas de
un país en condiciones de extrema fragilidad de las instituciones democráticas,
y sin Corte Suprema de Justicia, dio a conocer que la primera prioridad de su
gobierno será devolver a éstas la legalidad y legitimidad. Pero dejó entender
que ello no implica apresurar elecciones, pues bajo el actual régimen electoral
ello se prestaría a perpetuar el actual sistema político deslegitimado.
Palacio, médico guayaquileño sin afiliación partidaria, quien desde el inicio
del gobierno de Gutiérrez se distanció de su co- mandatario, criticándolo por el
abandono de su programa electoral, ha dado a conocer su intención de reformar el
presupuesto del Estado y la política económica, para priorizar las metas
sociales. Opina que el país debe invertir en salud, educación, ciencia y
tecnología, protección social y en la reactivación productiva con miras a
disminuir la dependencia de la exportación petrolera.
Los primeros integrantes de su gabinete, -que no incluirá a militantes de ningún
partido político-, parecen ratificar un cambio de rumbo. En particular, el
Ministro de Economía, Rafael Correa, ha sido muy crítico frente a la
dolarización y al Tratado de Libre Comercio -TLC-, actualmente en negociación
con EE.UU. Si bien reconoció que no hay condiciones para abandonar por ahora la
dolarización, se comprometió a no privatizar el petróleo y a fortalecer a la
empresa estatal Petroecuador. Se opone a la recompra, en las condiciones
actuales, de los bonos de la deuda externa, y considera que el excedente del
ingreso petrolero, que percibe el país por el alto precio en el mercado
internacional, debe destinarse más bien en su mayor parte a la inversión social.
Con respecto al Tratado de Libre Comercio con EE.UU., Correa propone volver a
revisar toda la negociación. Por su parte, Palacio ha reconocido que los
acuerdos comerciales son ineludibles, pero que los países no deben negociar en
condiciones de esclavitud. Considera que el equipo negociador debe ser
fortalecido para negociar en temas de aranceles y subsidios, además de temas
como la deuda, la transferencia tecnológica y la propiedad intelectual. Respecto
a esta última, como médico, enfatiza especialmente en la necesidad de establecer
salvedades para la salud pública y de restringir las patentes en materia de
ingeniería genética, que implican patentar la vida. Mencionó, además, que el TLC
podría ser tema de una consulta popular.
Apoyo vigilante
El nuevo gobierno goza, por el momento, de un apoyo vigilante de gran parte de
la población que se levantó contra Gutiérrez. Pero más allá de ello, su margen
de maniobra es débil. La legitimidad de la resolución parlamentaria que con
mayoría simple destituyó a Gutiérrez por "abandono del poder" es cuestionada por
algunos sectores, y la comunidad internacional aún no ha reconocido al nuevo
mandatario.
El día 20, el alto mando militar demoró varias horas en reconocer a Palacio como
nuevo Presidente, no obstante su nombramiento en el Congreso y el hecho que
ellos mismos ya habían retirado su apoyo a Gutiérrez. Ello puso evidencia las
diferencias internas en el cuerpo militar, pero también dejó en claro que quien
dirime, en última instancia, en las crisis políticas ecuatorianas sigue siendo
las fuerzas armadas. Poder que les atribuyen los propios actores sociales y
políticos, cuando les llaman a ellos a intervenir cada vez que se dan este tipo
de crisis de institucionalidad. La conferencia episcopal también ha anunciado su
reconocimiento del nuevo presidente. Por su parte, las autoridades
norteamericanas evitan expresar un reconocimiento al nuevo gobierno, si bien
dicen estar en "relaciones". La secretaria de Estado Condoleezza Rice llamó a
"apoyar un proceso democrático, constitucional" e insistió en la necesidad de
adelantar las elecciones.
Mientras tanto, el Congreso se encuentra presionado por los gritos que prosiguen
en las calles y las radios de la capital, exigiendo "que se vayan todos". El
Congreso está totalmente desprestigiado ante los ojos de la población y ninguna
fuerza política puede pretender tener las manos limpias en el reparto de puestos
en las instituciones fundamentales del Estado. Las bancadas parlamentarias de
algunas fuerzas políticas han indicado que estarían dispuestas a renunciar, pero
no sin antes dejar establecidas las condiciones básicas para el funcionamiento
democrático. Ello incluye, como medidas urgentes, un mecanismo para nombrar a la
Corte Suprema de Justicia, actualmente vacante -sin que se convierta en un nuevo
reparto de puestos entre los partidos políticos-, y la revisión del nombramiento
inconstitucional del Tribunal Constitucional (algunos de cuyos miembros ya
ofrecieron su renuncia) y del Tribunal Supremo Electoral. Además, el Presidente
Palacio tiene que enviar una terna para nombrar fiscal, y está pendiente además
el nombramiento del contralor. Como primer paso, si espera recobrar la capacidad
de actuar, y algún grado de credibilidad, se impone con urgencia una depuración
interna en el Congreso, lo que estos mismos partidos han anunciado su intención
de hacer.
Muchos consideran que la fragilización de las instituciones del Estado ha sido
una política orquestada por intereses particulares, en la cual Gutiérrez ha
tenido un alto grado de responsabilidad, desde que el 8 de diciembre intentó
concentrar todos los poderes del Estado. El propio Palacio, cuando aún era
vicepresidente, horas antes de la caída de Gutiérrez, se refirió en términos muy
duros a lo que calificó de "plan diabólico destinado a producir la demolición de
la mayor parte de las instituciones fundamentales de la democracia ecuatoriana".
Dijo no poder determinar con exactitud a los autores de este plan, por la mezcla
de intereses visibles e invisibles involucrados, pero que se impone analizar
quienes se benefician. Criticó a "todo aquel que trata de salvar a grupos, en
lugar de salvar a la nación". En particular, fustigó al sistema financiero
internacional especulativo, que "nos ha hecho muchísimo daño", y que "se
infiltra en la mayor parte de países".
El movimiento social que provocó el recambio de gobierno expresa un fenómeno
novedoso en el escenario político- social ecuatoriano. Por un lado, demuestra el
debilitamiento real de las fuerzas sociales orgranizadas - incluyendo el
movimiento indígena- como resultado de la política desarticuladora del gobierno
Gutiérrez. Estas organizaciones apoyaron las movilizaciones en su contra, pero
prácticamente no tuvieron incidencia. También expresa el desbordamiento de los
liderazgos políticos, sobre todo en Quito, y en menor medida en otras ciudades.
Las sucesivas marchas de protesta y paros convocadas por los alcaldes de Quito
(Paco Moncayo) y Guayaquil (Jaime Nebot), entre otros, no tuvieron la fuerza
suficiente como para lograr un cambio de rumbo del gobierno y trataron de
ocultar el reclamo de "Lucio fuera" que ganaba fuerza en la calle. Fue allí que
se dio la autoconvocatoria de los "forajidos y forajidas", (término empleado
como insulto por el propio Gutiérrez, pero apropiado por la población quiteña)
efectuada con el apoyo de Radio la Luna y otra decena de radios locales. Con el
lema de movilizarse pacíficamente por la dignidad del país, y rechazando todo
liderazgo tradicional, durante 7 noches, -y el día 20 desde la mañana-, una
multitud multiclasista (con predominancia de sectores medios), se apoderó de las
calles de Quito. Salieron familias enteras, pero sobre todo jóvenes, que se
auto-organizaron, decidieron cada día donde agruparse, acordaron lemas y formas
de manifestarse. Luego de la caída de Gutiérrez, la ciudadanía permanece
movilizada y las reuniones prosiguen en las noches para organizar la vigilancia
a las autoridades y exigir el apresamiento a los responsables de la represión de
la última semana.
En último término, el principal artífice de la caída de Lucio Gutiérrez fue él
mismo. Tenía casi todo a su favor: apoyo de las fuerzas armadas, de una mayoría
parlamentaria, del gobierno norteamericano. No midió las consecuencias de
facilitar el regreso, en condiciones de impunidad, del ex presidente
defenestrado, Abdalá Bucaram. Y la gota que derramó el vaso de la ira quiteña
fue el anuncio de que, el día 20, el gobierno estaba trayendo a Quito unos 100
buses de "matones" armados de palos - se habló incluso de machetes-, desde la
Costa y Amazonia, para enfrentar al pueblo movilizado, hecho que desató la
insubordinación generalizada.