Latinoamérica
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Ecuador: los estertores de un modelo de Estado
Augusto Zamora R.
El Mundo
La caída del ex coronel Lucio Gutiérrez, tercero en la lista de presidentes
derrocados en Ecuador por movimientos populares, es el último episodio de una
crisis más honda de lo que dejan traslucir los simples hechos. Es el efecto de
una causa, que los poderes fácticos internos y externos se niegan a reconocer:
el agotamiento total de un modelo de Estado, que cruje por todas partes y cuya
persistencia sólo multiplicará el caos y acrecentará la ruina.
Los Estados latinoamericanos han funcionado, desde el siglo XIX, sobre la
alianza entre las oligarquías nacionales y los imperios extranjeros. Las
oligarquías permitían y se beneficiaban del expolio de sus países, en tanto los
imperios extranjeros apoyaban a las oligarquías y, cuando era menester,
intervenían para mantenerlas en el poder. La alianza implicaba la exclusión de
una vasta mayoría de población, que debía sufrir una doble explotación, la de
las oligarquías y la de los imperios. Esta alianza es causa principal del atraso
y la pobreza de Latinoamérica y explica la atroz desigualdad entre pobres y
ricos.
Los sistemas seudo-democráticos se construyeron sobre esta estructura, de manera
que la democracia ha sido reducida a elecciones rituales, donde los políticos
ofrecen en sus campañas justicia social y la lucha contra las lacras nacionales
para, una vez en el gobierno, aplicar las mismas políticas y usar el poder para
enriquecerse ellos y los suyos. Los ejércitos nacionales garantizaban el orden y
la represión del descontento. Si las fuerzas progresistas, por error del
sistema, ganaban unas elecciones, oligarquía, ejército e imperio se juntaban
para derrocarlas y restablecer el viejo sistema. La histeria anticomunista
sirvió magníficamente a esos fines y todos los procesos de cambio fueron
destruidos. Guatemala, en 1954; Dominicana, en 1965; Chile, en 1973 y Nicaragua,
en 1990, así lo ejemplifican.
El fin de la guerra fría, el desastre de las dictaduras militares y la
consagración de la democracia como principio angular del sistema interamericano,
sumado al libre juego económico que impulsan los países ricos, son factores que
han carcomido, paradójicamente, las bases del modelo de Estado imperante.
Desaparecidos los pretextos, desapareció la represión que ahogaba a los pueblos
y, liberados del miedo, demuestran en las calles que no están dispuestos a
seguir soportando un sistema que sólo reproduce la miseria y el expolio.
Chávez, en Venezuela, marcó la pauta a seguir, pues demostró que dentro de los
ejércitos latinoamericanos –los guardianes de EEUU- desaparecía la obediencia y
se abrían paso ideas sociales y fuerzas dispuestas a derrumbar unos sistemas
decrépitos. Fueron la movilización popular y el respaldo del ejército los que
frustraron el golpe contra Chávez, que era algo más que un cuartelazo. Se
trataba de extirpar de raíz un peligroso ejemplo.
Las luchas sociales han adquirido una fuerza inusitada, derribando presidentes y
eligiendo a otros, como a Kirchner en Argentina. Las movilizaciones tienen
denominadores comunes: lucha contra las multinacionales que usurpan la riqueza
de los países, destruyen el medio ambiente y devoran las economías nacionales;
liquidación de una clase política corrupta y desprestigiada; reconstrucción del
Estado, desmantelado por el neoliberalismo; resistencia a los tratados de libre
comercio, que arruinan el campo y profundizan el pillaje de los recursos...
La alarma que cunde en los países ricos no es por el futuro de la democracia,
sino por los riesgos que se ciernen sobre sus multinacionales y el
resquebrajamiento acelerado de las estructuras de expolio. De México a Argentina
crece y se multiplica la resistencia social y popular contra el saqueo. Los
círculos de poder se mueven a la desesperada, como ocurre en México, donde el
desafuero y enjuiciamiento del líder de izquierda Manuel López Obrador, al que
las encuestas sitúan como próximo presidente, prueba que la democracia, en
Latinoamérica, sólo sirve si permite que ganen los mismos para que todo siga
igual.
La caída de Lucio Gutiérrez es consecuencia de su traición a las fuerzas
sociales e indígenas que le llevaron a la Presidencia. Prometió justicia social
y tiempo le faltó para firmar un acuerdo obsceno con el FMI. Se comprometió en
hacer justicia a los indígenas y meses después rompía su alianza con el
movimiento Pachakutic. Juró desmantelar el sistema corrupto y se entregó a la
oligarquía. Prometió rehacer las instituciones y no dudó en destruir los escasos
cimientos de legalidad, para imponer una Corte Suprema de Justicia que perdonara
a los presidentes derrocados que compraron su apoyo. Habló de soberanía y
convirtió Ecuador en una gran base militar de EEUU. Fue destituido, en suma, por
traicionar las esperanzas de un país. Por no hacer en Ecuador lo que Chávez en
Venezuela. Enterrar un sistema podrido y construir uno nuevo, aprovechando su
riqueza petrolera, no tan importante como la venezolana, pero suficiente para
impulsar un proceso de desarrollo, sobre todo ahora, con los altos precios que
tiene el hidrocarburo.
Los gritos de "Que se vayan todos", que corearon antes en Argentina, tienen más
destinatarios que una clase política. Es un grito que quiere significar el fin
de un modelo de Estado y la exigencia de que surja otro. Un nuevo modelo que
devuelva a los países las riquezas usurpadas y dé a los pueblos dignidad,
esperanza y futuro. La crisis ecuatoriana, como la de tantos otros países de la
región, no se resolverá con nuevas elecciones rituales, que serán más de lo
mismo, ni con represión como intentó De la Rúa en Argentina o Toledo en Perú.
Hace falta enterrar el modelo. Hugo Chávez, en ese sentido, marca la pauta. EEUU
se sabe aislado y busca en España un socio para hacer un frente común de
multinacionales. Pero la región ha empezado a andar y será difícil detener su
marcha, a menos que quieran volver a los golpes de Estado y la más criminal
represión, lo que no parece viable. EEUU, por demás, no es el mejor socio con el
que pasear por Latinoamérica.
Augusto Zamora R. es profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones
Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid