Latinoamérica
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Las dos izquierdas
Raúl Wiener
Luego de la Convención de la Coordinadora de Izquierda, surgió un debate
sobre la naturaleza de este agrupamiento, cuyos protagonistas principales
curiosamente estaban fuera de los partidos que participaron en dicho evento.
En el PDD, el sector Dammert-Lynch, llevó la batuta de las caracterizaciones: lo
que se había producido es la unión de los ultras, los que quieren echar a Toledo
y los que impulsan la insurgencia contra la democracia.
Ergo: lo que debía seguir a la Convención de marras era apurar el proceso de
unidad de la 'izquierda democrática' (caviar, dirían otros) y su apertura hacia
el centro, para armar una alternativa de gobierno viable para el 2006.
El otro sector del PDD, por su lado, ha evitado ser enfático. Tal vez porque
duda de que la corrida al centro sea un camino tan claro y llano como se
pretende, y quizás porque no está dispuesto así nomás a romper puentes con todo
el resto de la izquierda histórica del país.
Cualquiera se da cuenta, además, que la línea demarcatoria es más compleja que
la sugerida. Nada ha hecho la Coordinadora para que merezca el mote de radical o
insurgente. Y precisamente lo que no se pudo resolver durante la Convención fue
el planteamiento de impulsar la vacancia de Toledo, porque un conjunto de
organizaciones no estaban de acuerdo, con argumentos similares a los de Lynch y
Dammert:
- Salvar lo que queda de la transición;
- No hacerle el juego a la mafia;
- Si cae Toledo, ¿con quién lo reemplazamos?
El deslinde campos va, ciertamente, por otro lado. Los partidos de la
Coordinadora han podido tener mayores o menores esperanzas de sacarle
reivindicaciones al gobierno de Toledo a través de las movilizaciones, pero no
han sido parte de él. Es, por tanto, una alianza de la izquierda no
gubernamental. Al otro lado, en cambio, ha habido especial interés en recoger a
ex ministros y funcionarios de este gobierno y del de Paniagua.
Se ha buscado un perfil de funcionariato, donde por lo menos una parte de los
dirigentes no representan movimientos sociales, regiones o corrientes de
pensamiento, sino imágenes públicas que atraen el interés mediático porque se
las considera que en cualquier momento pueden volver a ostentar un cargo.
Hay otro distingo importante. Mal que bien, la política de la Coordinadora
depende de su relación con organizaciones de masas. Tal vez en exceso, lo que
hace de Patria Roja una simbiosis con el SUTEP, y al PCP con la CGTP. En el PDD
( no en Yehude ni en Villarán), hay ciertamente sectores ligados al movimiento
campesino, pero son justamente los atacados como los ultras que tenemos dentro.
Todo indica que la CCP no está jugando un papel central en las perspectivas de
la organización.
El paro del 14 de julio del 2004, sin embargo, fue un laboratorio de dónde está
cada uno. Y fue a propósito de esta convocatoria que se conformó un Comando
Unitario de Lucha en el que estaban los partidos de la Coordinadora y el grueso
del PDD (con las obvias excepciones de Manuel Dammert y Nicolás Lynch), mientras
el humanismo de Simon y el PDS de Susana Villarán se enfrentaban a la medida, y
el 'Avanza País' de Cena, callaba en varios idiomas.
En esa ocasión el PCP mantuvo un desacuerdo fuerte respecto a las consignas que
postulaban la caída de Toledo y impulsó una agitación por la acción totalmente
pacífica, y hubieron núcleos del PDD que compartieron con otros la exigencia de
una línea más dura frente al gobierno.
Lo que si era clara, es la renuncia de los que se dicen democráticos a impulsar
las luchas sociales y apoyar sus propuestas en las movilizaciones de masas.
Ellos solos son.
Los profesionales progresistas, dispuestos a ser contratados por gobiernos que
se dicen centristas, pero que hacen las políticas de la extrema derecha. Como
Paniagua y Toledo.