Latinoamérica
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Rastro de sangre lleva de Colombia a Estados Unidos
Mary Turck
El 25 de febrero hallaron un rastro de sangre que salía de una finca. Cien
hombres y mujeres de San José de Apartadó, Colombia, acompañados por testigos
internacionales de Brigadas Internacionales de Paz, la organización
estadounidense Fellowship of Reconciliation, la Corporación Jurídica Libertad y
Concern America, siguieron el rastro hasta la primera tumba.
Santiago, de dos años de edad, y su hermana mayor Natalia, de seis años de edad,
fueron enterrados, con sus padres, Sandra Milena Muñoz Rozo y Alfonso Bolívar
Tuberquia Graciano y con Alejandro Pérez Cuiles. Más tarde ese mismo día,
hallaron más cuerpos en un campo abierto. Deiner Guerra, de 11 años, estaba allí
junto con su padre, Luis Eduardo Guerra y la compañera de éste, Bellanira Areiza
Guzmán, de 17 años de edad.
De acuerdo con Amerigo Incalcaterra, funcionario de Naciones Unidas para los
derechos humanos que se encontraba allí, los cuerpos hallados en las tumbas
habían sido cortados con machetes. Por lo menos un cuerpo, el de Luis Eduardo
Guerra, mostraba señales de tortura. La búsqueda terminó en las tumbas, pero la
historia no acaba allí. En un sentido más profundo, el rastro de sangre conduce
a Estados Unidos.
La gente de San José sabía qué esperar cuando dejaron su pueblo para ir en la
búsqueda de sus vecinos. En 1997, dirigidos por Luis Eduardo Guerra, habían
declarado su pueblo como una 'comunidad de paz', negándole la entrada a todas
las facciones armadas de la sangrienta guerra civil colombiana.
Desde 1997, más de 130 residentes han sido asesinados. Nadie ha sido condenado
por ninguno de esos asesinatos.
Las comunidades de paz rechazan la presencia en sus comunidades tanto del
Ejército colombiano y sus aliados paramilitares como de la guerrilla de las FARC
(Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). En ellas se prohíbe cargar armas
e insisten en que no son bienvenidos combatientes de ningún bando.
A veces, algunos miembros de estas comunidades han logrado frustrar intentos de
las FARC o del Ejército de violar su territorio. En otras ocasiones, hombres
armados del Ejército, de los derechistas paramilitares o de las FARC han logrado
ingresar y matar.
Luis y Alfonso eran amigos. Alfonso era un líder de la comunidad de paz cercana
de Mulatos. Luis había viajado a Madison, Wisconsin, como líder del movimiento
de comunidades de paz de Colombia, y a Europa, para generar conciencia sobre
dichas comunidades. Pero Luis no era ni político ni funcionario de derechos
humanos. Era un campesino.
Luis y su familia habían dejado San José unos días antes, tras caminar siete
horas a sus tierras, para cosechar cacao.
De regreso a casa, soldados de la Brigada 17 del Ejército Nacional los
detuvieron y los llevaron a la finca de Alfonso, cerca de allí. El medio-hermano
de Luis, quien también hacía parte del grupo, logró escapar y corrió hacia San
José para alertar sobre lo sucedido. Un pequeño grupo de gente encontró sangre y
restos humanos en la finca de Alfonso. Regresaron a San José para disponer un
equipo de búsqueda más grande, que fue el que encontró las tumbas.
Uno esperaría que el presidente Alvaro Uribe y otros funcionarios del Gobierno
ofrecieran sus profundas disculpas por las acciones oficiales y prometieran
investigaciones y procesos. Pues ni se disculparon ni prometieron acciones
legales.
El 9 de marzo, el presidente Uribe denunció a las comunidades de paz diciendo
que ninguna comunidad podía prohibir la entrada del Ejército.
Los Estados Unidos comparten la responsabilidad en las acciones del presidente
de Colombia y en las masacres realizadas por los militares colombianos. Colombia
es el tercer mayor receptor de la ayuda militar estadounidense. Bajo el 'Plan
Colombia', les ayudamos a entrenar y armar al ejército colombiano. Los soldados
estadounidenses entrenan a sus contrapartes colombianas en vigilar los
oleoductos y los mercenarios estadounidenses llevan a cabo misiones en
helicópteros o se consumen bajo la custodia de las FARC como prisioneros de
guerra.
Como presidente del subcomité de Relaciones Exteriores del Senado para el
Hemisferio Occidental, el senador Norm Coleman (Republicano de Minnesota), no ha
vacilado en dar su apoyo a la ayuda militar del Plan Colombia y a la
administración Uribe.
El 23 de junio, Coleman dijo en el Senado: 'Para cualquier persona familiarizada
con la situación en Colombia, es muy claro que el presidente Uribe está llevando
seguridad, estabilidad, ley y orden a un país que lo necesita desesperadamente'.
El 28 de febrero, siete días después de que Luis Eduardo Guerra, su familia y
sus amigos fueran asesinados por el ejército colombiano, el Departamento de
Estado de los Estados Unidos publicó su informe anual sobre derechos humanos.
Como de costumbre, el reporte elogiaba al gobierno colombiano por su progreso en
el campo de los derechos humanos.
Tal como los hombres y mujeres de San José, el mundo puede seguir el rastro de
sangre de los campesinos masacrados, trabajadores de los derechos humanos,
maestros, periodistas y líderes sindicales en Colombia. Ese rastro conduce a
nuestra puerta.