Internacional
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Los suicidas-bomba: lo sagrado y lo profano
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
Uno de los aspectos más importantes, aunque menos discutidos, de los ataques
perpetrados a través de ‘suicidas-bomba’ tiene que ver con la profunda y
sistemática degradación extendida por parte de [la coalición]
anglo-estadounidense sobre todo aquello que la religión islámica considera más
sagrado: su código ético, sus formas de prácticas espirituales, sus rituales
religiosos, sus textos sagrados y su respeto por el creyente practicante.
Los propagandistas neoconservadores, liberales y pro-Israel, tanto si son
periodistas como académicos, se centran en analizar lo que ellos han decidido
calificar como "patologías" de los jóvenes musulmanes: el fanatismo de sus
creencias, su violencia gratuita, la "ira generacional", la "frustración" de
vivir en "Estados fracasados" y una larga letanía de conductas irracionales ante
las que quedarían disculpadas la violencia y torturas ejecutadas por israelíes y
angloamericanos.
Una escuela progresista de pensamiento pone énfasis en que la ‘naturaleza
recíproca de la violencia’ – guerras anglo-estadounidenses, invasiones y
ocupaciones que engendran el terrorismo árabe o islámico como parte de una
espiral de violencia. En otras explicaciones, al analizar la conducta de los
suicidas-bomba, el elemento religioso aparece subordinado a la preocupación
política por la autodeterminación.
Mientras que el último enfoque tiene la ventaja de ir más allá de la jerga
seudo-psicológica de los ‘expertos’ sionistas y neo-conservadores acerca de la
"Mente Arabe", fracasa sin embargo a la hora de explicar el alcance, profundidad
y aguda intensidad a que ha llegado el fenómeno de los suicidas- bomba durante
la ocupación.
Más allá del caos general provocado por las guerras, invasiones y ocupaciones
anglo-estadounidenses, hay dos formas de violencia que se derivan de la
concepción general de la guerra y que se destacan como determinantes directos de
la aparición del suicida-bomba:
Los anglo-estadounidenses han teorizado, y puesto en práctica, la idea de
‘guerra total’ – una guerra sin límites legales, morales, geográficos,
temporales o espaciales. Como declararon Bush, Rumsfeld y los sionistas del
Pentágono (Perle, Wolfowitz, Feith y compañía), esta es una guerra diferente en
la que el ‘enemigo’ está en todas partes y ataca sin tregua. La solución
definitiva es buscarle y destruirle, destruir sus santuarios, sus cómplices, sus
barriadas, sus familias, sus instituciones religiosas, así como a todo aquel que
pudiera ofrecerle apoyo material o espiritual, protección o aliento. La teoría y
la práctica de la "guerra total" liquida la distinción entre combatientes y
civiles, entre instalaciones militares y civiles, entre infraestructura militar
y sistemas de transportes civiles, entre lo sagrado y lo profano.
Los anglo-norteamericanos han impuesto reglas nuevas para hacer la guerra y
formas nuevas de atrapar al enemigo que cada vez están siendo más interiorizadas
por una parte de los adversarios. Si el imperialismo anglo-estadounidense puede
actuar con desenfrenada violencia contra blancos tanto civiles como militares,
igual puede hacerlo la resistencia –incluidos los suicidas-bomba-,
independientemente de que esté compuesta por islamistas o laicos, clases medias
o bajas. Lo que determina la reacción de los adversarios del imperialismo
anglo-estadounidense son las reglas de éste para hacer la guerra – la noción de
‘guerra total’.
Guerra total: Contenido y Consecuencias
El imperialismo tiene diferentes formas de llevar a cabo la conquista. En la
primera de ellas seguiría la vía de captación de las elites locales,
convirtiéndolas en recaudadores de impuestos y en gendarmes de las potencias
coloniales, obteniendo así el control de las riquezas agro-mineras y la
financiación sus posiciones privilegiadas a través de impuestos locales.
En otra de las variantes, las potencias imperiales destruyen tanto la sociedad
preexistente como su sistema de gobierno, desarraigando con frecuencia a la
población y aniquilando físicamente durante el proceso a sus miembros y el
acervo cultural, a la vez que se apoderan de sus riquezas. La degradación de lo
sagrado es el prólogo a los intentos de imponer un conjunto nuevo de creencias
que les resulten más favorables para lograr el sometimiento y la explotación.
Una tercera posibilidad conforma una combinación, o un proceso secuencial, de
destrucción, degradación y explotación, que iría seguido de una serie de
esfuerzos para "reconstruir" una estructura militar, política y policial
colonizada complaciente capaz de reprimir y contener la resistencia contra el
colonialismo.
Las invasiones estadounidenses de Iraq y Afganistán siguen la tercera variante.
En la fase inicial, los ejércitos imperiales se dedican a ocupar todo el
territorio, al pillaje desenfrenado de los lugares históricos, a la degradación
total de su población, a la destrucción de las instituciones culturales y al
asesinato sistemático de los miembros dirigentes de las clases locales
políticas, de personas dedicadas al servicio civil y de profesionales
cualificados. Una vez que se ha desarrollado una resistencia masiva integrada
por fuerzas religiosas y laicas, desarraigadas y divorciadas de sus esenciales
formas de vida diarias, que sufren asaltos espirituales y físicos constantes, el
régimen de la ocupación anglo-estadounidense mueve ficha hacia la casilla de la
"reconstrucción" de un aparato represivo colonial y de cuerpos de gobierno – más
allá de los muros, de los cercados de alambre de espino y de las torres de
observación del ejército colonial.
Mientras la doctrina de la ‘guerra total’ continúa haciendo estragos, se
permiten concesiones insignificantes para los enclaves de colaboradores, la
mayor parte de los cuales son ‘ciudadanos con actitudes duales’, exiliados cuyas
lealtades se dirigen primera y principalmente hacia el imperio y cuyos hogares,
pensiones e incluso familias (por no mencionar las cuentas bancarias y los
jardines ingleses de rosas) están ubicados en ciudades de países imperiales.
Guerra Total y Resistencia
Los oficiantes de la ‘guerra total’ plagian de forma descarada la doctrina y las
prácticas de la ocupación colonial israelí de Palestina: formas de castigo
colectivo, eliminación de sitios históricos, destrucción de hogares, huertos y
granjas productivas arrasados, bombardeo de pequeñas industrias, construcción de
cerramientos de gueto (muros), desahucios masivos por la fuerza y,
especialmente, técnicas de tortura e interrogatorio ideadas especialmente para
violar las creencias islámicas y la identidad árabe. Todas esas técnicas han
sido transmitidas, a través de asesores israelíes y sesiones de entrenamiento a
interrogadores estadounidenses, e incorporadas a sus manuales. Son precisamente
los métodos comunes de técnicas de interrogatorio-tortura de israelíes y
anglo-estadounidenses, los que han engendrado la práctica común de
suicidios-bomba contra ellos.
En la medida en que las técnicas de terror-interrogatorio arrancan a las
víctimas todo lo que es esencial para su ‘espiritualidad’, también imponen a
esas víctimas y a sus seguidores una ‘nueva moralidad’, una moralidad que ya no
acata más los antiguos preceptos religioso-morales. En lugar de éstos, la ‘nueva
moralidad’ es el espejo de la imagen de los oficiantes de la ‘guerra total’. Los
suicidas-bomba actúan sin preocuparse por civiles, emplazamientos, tiempo y
circunstancias. Al igual que sus interrogadores, buscan infligir el daño máximo
a la "mentalidad occidental" – descubriendo su debilidad, aumentando su ansiedad
y temores, a la vez que socavan las rutinas diarias. La clave para comprender la
conversión de los islamistas, e incluso de la oposición laica, en suicidas-bomba
está en considerar que las prácticas de la ‘nueva moralidad’ no descansan
únicamente en los hechos de la ocupación colonial político-militar y en la
guerra, sino en que se recurre también a las mismas formas específicas de
degradación que les han sido impuestas a las víctimas coloniales.
Degradación: La Lógica de la Guerra Total
Durante décadas, los israelíes han estado practicando la degradación a través de
la tortura y cuentan con un ejército poderoso de seguidores en el exterior
–profesores, funcionarios neoconservadores, liberales, banqueros, profesionales,
artistas, periodistas, y magnates de lo medios de comunicación- que proporcionan
justificantes bajo la forma de ‘circunstancias para mejorar" y "equivalencias
morales".
Los oficiantes anglo-estadounidenses de la guerra total, impresionados por la
capacidad e impunidad israelíes para mantener su ocupación colonial sobre
Palestina, pasaron por alto los efectos negativos: el fenómeno de los
suicidas-bomba y la repugnancia israelí hacia el mundo no europeo (e incluso
hacia muchos europeos).
La degradación está ideada específicamente para ‘romper’ la mentalidad ‘árabe’ o
‘islámica’ –según la califican los expertos israelíes en psicología de guerra- y
asegurarse una tropa de informadores, agentes y dóciles prisioneros
aterrorizados que han sido puestos en libertad para que sirvan de ejemplo a los
posibles aspirantes a combatientes de la resistencia. Aunque unos cuantos
prisioneros fueron ‘convertidos’ a través de la tortura y el chantaje, y otros
fueron liberados pero ya incapacitados por alteraciones psicológicas profundas,
transformados en hombres y mujeres ‘rotos’, sin embargo hay millones que
reaccionan con indignación, ira y violencia – y en algunos casos adoptando la
modalidad de suicida-bomba. Los testimonios de las víctimas-supervivientes de la
brutalidad israelí y las imágenes visuales proporcionan una realidad
terriblemente gráfica de la degradación sistemática de todo lo que los árabes
-musulmanes o laicos- consideran sagrado.
La percepción que tienen las víctimas, sus familias, su pueblo, sus compañeros
creyentes y la nación a la que pertenecen es que la degradación de los
prisioneros iraquíes es la técnica autorizada y aprobada desde los más altos
niveles del poder, que es ejecutada por expertos del terror, desde los
psicólogos de elite hasta el último de los carceleros. Nadie puede proclamar que
"no sabía". Nadie, en un ejército de voluntarios, puede proclamar que sólo
estaban obedeciendo órdenes. Los ciudadanos que a través de un sistema electoral
votan por los verdugos imperiales no pueden proclamar inocencia.
La Técnica de la Degradación: el Significado Profundo
Para el musulmán e incluso, en grado menor, para el laico, el libro sobre la
vida virtuosa es el Corán. Es el ‘libro divino’, que proporcional guía moral y
significado existencial a la vida. Los torturadores defecaron y orinaron sobre
el Corán. Pisotearon el Corán con sus sucias botas. Arrojaron al water las
páginas consideradas más sagradas por las víctimas. Violaron la fuente única de
vida moral más sagrada.
Los torturadores negaron sistemáticamente a sus víctimas el agua para poder
lavarse antes de la plegaria. En lugar de hacerlo les profanaron con guarrerías,
les vistieron con ropa interior de mujer, embadurnaron a los prisioneros atados
con una sangre que les hicieron creer que era ‘menstrual’, les forzaron a
defecar unos sobre otros y pusieron en ridículo la intensa angustia religiosa
que sentían. Violaron todos los tabúes, todas las normas, incluidos los códigos
morales más profundos. Les forzaron a practicar perversiones sexuales (y las
fotografiaron), a permanecer desnudos, violaron a hombres y mujeres con pinchos
para arrear el ganado y otros artefactos de tortura. Envolvieron a los
prisioneros en la bandera israelí. Esas técnicas humillantes tienen
consecuencias psicológicas de por vida, e impiden que sus víctimas puedan
contraer matrimonio y mantener relaciones familiares normales. Y no se quedaron
ahí, los torturadores les dijeron a sus víctimas que las películas y fotos de su
degradación serían mostradas a su familia y vecinos para intensificar su
angustia tras la liberación. Las técnicas de tortura iban dirigidas
especialmente a musulmanes y árabes, pero profanaron en general el sentido de la
modestia de todo hombre o mujer normal. Utilizaron las humillaciones sexuales
más brutales ideadas para destrozar todos los límites políticos entre el pueblo
colonizado y las víctimas degradadas. Las mujeres prisioneras en Abu Ghraib,
según varias fuentes, enviaron mensajes al exterior de la prisión suplicando a
la resistencia que las matara en sus celdas con ataques de mortero. Las
mezquitas fueron destruidas o convertidas en carnicerías; hombres heridos
acurrucados entre las paredes sagradas fueron ejecutados a quemarropa.
Cuando asediaron y destruyeron la ciudad de Faluya, los dirigentes políticos
anglo-estadounidenses se sirvieron también de los capellanes militares
cristiano-evangélicos para que incitaran a los verdugos a ‘luchar contra Satán’
‘Expertos en el terror’ judíos y cristianos (a menudo también en ciencias del
comportamiento) se encargaron de proporcionar el vitriolo emocional por medio de
una jerga pseudo-científica que trasladaba la conducta psicopática de los
verdugos a las víctimas. Psicólogos políticos actuando como criminales de
guerra… como creadores de suicidas-bomba...
Consecuencias Políticas de Profanar lo Sagrado
Los profundos efectos sistemáticos de la ‘guerra total’, así como la profanación
de lo sagrado que se deriva de la misma, tienen consecuencias de gran alcance
para musulmanes y árabes, también para laicos, en términos geográficos,
en las prácticas políticas, en la profundidad de pensamiento y sentimiento de
los fieles, de su gobierno y su ‘civilización’. El impacto que se produce al
desfigurar lo sagrado es mucho más intenso en aquellas comunidades que comparten
los mismos valores étnicos, religiosos y culturales que en las comunidades que
están siendo directamente violadas. La degradación de los textos sagrados y de
los santuarios religiosos afecta a la existencia espiritual y física de los
grupos e individuos cuyas vidas han estado orientadas por esos textos
profanados. El mensaje transmitido a millones de personas por los torturadores y
sus dirigentes es que ‘no hay nada sagrado’ – todas las cosas y todas las
personas se configuran por igual como elementos aceptables de conquista,
dominación y control. Todo el proceso de degradación, desde el bombardeo
indiscriminado de comunidades civiles a la usurpación del espacio público, al
pillaje de la herencia cultural, al arresto y asesinato arbitrario de cualquier
persona, culmina en la depravación absoluta, es decir, convirtiendo literalmente
en basura los símbolos espirituales y los textos y guías morales.
Negar aquello que los oprimidos consideran sagrado es inherente al proceso de
crear una cadena de jerarquías en la cual cuanto mayor sea la degradación del
‘otro’, mayor será el poder y autoestima de los torturadores. Cuanto más ínfima
sea la talla moral de los torturadores –(aquellos que, fuera de las cámaras de
tortura, no tienen acceso al botín auténtico de la conquista, a los beneficios
de la guerra, al timo de la ‘reconstrucción’ o a los oficiales militares que
pueden conseguir la ‘flor y nata’ de los contratos)-, mayor será el incentivo
para tratar de aprehender sentimientos de ‘superioridad’ (premios simbólicos) a
costa de degradar a los encadenados, los desnudados y los humillados, para
complacer a sus superiores con ‘chucherías’ de actuaciones de ‘inteligencia’ sin
relevancia. En el informe del General Taguba podemos encontrar todo esto
documentado.
La cadena de mando otorga licencia para torturar; es decir, la palabra del
ejecutivo imperial llega hasta los oficiantes de la degradación. Los celebrantes
de los valores ’judeo-cristianos’ hacen gala de su impunidad bajo la seguridad
de su poderío tecnológico y militar. El ‘pueblo especial’, las naciones
elegidas, agravan la experiencia de degradación. Imaginemos a Rumsfeld y a otros
funcionarios y senadores revisando el informe del General Taguba en el que se
describe la situación de un muchacho, hijo de un oficial del ejército iraquí,
que ha sido desnudado, embadurnado con porquería y violado delante de su padre
cautivo (Seymour Hersch describe los gritos del joven mientras le violaban) -
proyectando sus propias perversiones sobre el pueblo tiranizado.
Suicidas-bomba: Una Respuesta a los Profanadores
Algunos de los más inteligentes de los generalmente ignorantes que se proclaman
‘expertos’ en terrorismo han descubierto que los suicidas-bomba no son
necesariamente pobres, ni necesariamente ‘víctimas directas’ de invasiones
imperiales, y que tampoco son, obligatoriamente, fundamentalistas islámicos. La
mayor parte de esos ‘expertos’ alegan, en una jerga pseudo-psicológica, que su
aparición se debe a la ‘alienación’ que produce la gran urbe, al ‘conflicto
generacional’, y a otras patologías de la conducta. Esos ‘expertos’
anglo-estadounidenses y partidarios de Israel, quienes de forma patológica
ignoran los crímenes monstruosos cometidos contra los valores y creencias
fundamentales de los oprimidos, se consideran ellos mismos, con toda solemnidad,
capaces de diagnosticar las enfermedades de los otros. Un puñado de esos
‘expertos’ proclaman que los terroristas, los suicidas-bomba, son gente
politizada y que esos actos son ‘políticos’ – una respuesta a la guerra,
invasión y conquista anglo-estadounidense. Más cercanos a la verdad, pero
todavía no muy acertadamente, algunos añaden como causa ‘la humillación de un
pueblo conquistado’.
Todo ello indicaría que los suicidas-bomba son un esfuerzo por redimir lo
Sagrado de las garras de los Profanadores. Lo ‘Sagrado’ incluye, pero va más
allá, de la destrucción material inflingida por los invasores
anglo-estadounidenses y los colonialistas israelíes. La degradación y la
profanación de los textos sagrados, de los valores íntimos y de las costumbres
disciplinadas producen un tipo de individuos que sienten que sus vínculos con la
humanidad han quedado rotos de forma irrevocable.
El suicida-bomba cree que puede oponer la ira espiritual a los profanadores de
lo sagrado. Para los futuros suicidas-bomba, la resistencia, las marchas, las
protestas, las huelgas, la desobediencia civil, incluso la resistencia en la
patria, todo eso no consigue restaurar lo ‘Sagrado’. El conflicto sigue haciendo
estragos en sus barrios, en sus casas; los mercados y transportes son
destruidos… El suicida-bomba cree que sólo invirtiendo la violencia, llevando
las mismas acciones de los invasores al ‘hogar’ de éstos podrán redimirse ellos
mismos y las víctimas inocentes y responder con la misma moneda a los
apologistas y defensores de la ‘guerra total’. El reconocimiento de la
autorizada profanación de lo sagrado está ahora fuera de duda – tanto si
continúa en una forma o en otra, grabado en vídeo o escondido en los archivos
militares, camina ya empotrado en la mente de decenas de millones de personas –
en su existencia moral, cultural y psicológica. La vida diaria ha sido puesta a
prueba hasta límites inimaginables.
Conclusión
Desde la operación ‘Conmoción y Pavor’ de bombardeo de ciudades a la matanza,
mutilación y destrucción de millones de personas y hasta la tortura y
profanación de lo sagrado, las órdenes han venido de lejanos generales,
presidentes y secretarios de guerra sin rostro, y han sido ejecutadas,
cara a cara, por gente común y corriente, trabajadores, empleados, oficinistas…
que ‘eligieron’ a esos dirigentes. Todos los rostros del enemigo, a los ojos del
suicida-bomba, se concentran en las caras y actos de los que degradan lo sagrado
e intentan destruir todo lo que llena de sentido su vida diaria.
Para el suicida-bomba, "el rostro del enemigo" es el rostro de "la gente" –
ricos y pobres, poderosos y desposeídos, generales y soldados rasos. Por eso, el
suicida-bomba, cuyos vínculos con lo sagrado y la moral han sido destrozados por
medio de una degradación sistemática, no siente ningún remordimiento al atacar a
gente normal que va a sus ocupaciones diarias en edificios de oficinas o en el
metro.
Nuestro análisis sugiere una estrecha relación entre la práctica de ‘guerra
total’ anglo-estadounidense y sus políticas de degradación sistemática derivadas
y la aparición de los ‘suicidas-bomba’ – una de las formas que puede adoptar el
rechazo a aquéllas. Si este análisis es correcto, la desaparición de los
suicidas-bomba tendrá lugar, muy probablemente, cuando se ponga fin a las
prácticas de ‘guerra total’. Esto sólo podría suceder si se derrota la corriente
imperialista de ‘resurgimiento colonial’ que conforma tanto la variante
estadounidense como la europea o israelí. El quid de la cuestión estriba en
cuánto tiempo será necesario para que el descontento político doméstico y el
exterior se fusionen y creen una alternativa política capaz de formular una
estrategia de retirada militar que respete el derecho internacional. La
reconciliación entre los pueblos anglo-norteamericanos e islámicos y árabes
podría conseguirse a través de la constitución de un tribunal de crímenes de
guerra similar al que se creó para los Juicios de Nuremberg después de la
Segunda Guerra Mundial. Los oficiantes y defensores de los crímenes contra la
humanidad, empezando por el Presidente de Estados Unidos y el Primer Ministro de
Gran Bretaña, deberían ser llevados a juicio y debería dictarse una condena
ejemplar para evitar cualquier posible reincidencia. La paz y la reconciliación
sólo son viables cuando lo que se impone a los arquitectos y oficiantes de la
guerra total y de la degradación humana es la justicia.