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Internacional

Karl Rove: el Watergate de Bush ha comenzado

Jorge Gómez Barata


El escándalo Watergate que le costó la presidencia a Richard Nixon parece una bicoca al lado del sórdido e insólito incidente en el que se ha mezclado Karl Rove, una especie de alter ego de George Bush.
La historia comenzó en el año 2003 mientras Bush intentaba convencer a la opinión pública mundial que Saddan Hussein había tratado de adquirir uranio en África.
Para probarlo, George Tenet, Jefe de la CIA, encargó a Joseph Wilson una investigación sobre el terreno. El ex diplomático no sólo descubrió que tales afirmaciones eran falsas, sino que las publicó, seguramente con la anuencia o por mandato del propio Tenet.
Apenas una semana después, con el propósito de desacreditar la información ofrecida por Wilson, desde la Casa Blanca se hizo circular la tesis de que era un incompetente y que había obtenido aquel trabajo gracias a la influencia de su esposa, una agente de la CIA que trabajaba encubierta en embajadas en África.
Ante la gravedad del hecho, George Tenet, demandó una investigación que condujo al nombramiento de un Fiscal Especial, Patrick Fitzgerald quien conduce la investigación y ha convocado a un Gran Jurado.
Después de más de dos años de investigaciones, un juez ordenó a los periodistas, Judith Miller, Robert Novak y Matt Cooper que revelaran las fuentes que informaron sobre la condición Valeri Plane, la esposa de Wilson.
Como se sabe, la protección de la identidad de las fuentes es una de las esencias del reporterismo americano, tanto que una de las periodistas, está en la cárcel por negarse a obedecer la orden del juez.
Ante el cariz de los acontecimientos, tal vez para impedir que las cosas pasaran a mayores, la dirección de uno de los medios implicados, liberó a los periodistas de semejante presión, optando por entregar al juez evidencias que le pertenecían. Así se llegó a Karl Rove y se confirmo que había sido él quien filtró la información acerca de Valeri Plane.
Por su parte el juez parece decidido a cortar por lo sano. Según la ley, revelar la identidad o cualquier dato que conduzca a la ubicación de un agente secreto de los Estados Unidos constituye un delito federal, castigado con 10 años de cárcel.
Desde el punto de vista legal, los abogados consideran indefendible a Karl Rove, pues es obvia su intención de causar daño cuando, en el año 2003, reveló a la prensa que Valerie Plane, era una agente encubierta de los servicios secretos norteamericanos.
La defensa de Rove es vulnerable hasta el ridículo. Según Robert Luskin, su abogado, él no divulgó el nombre de la señora Plane, sino que comentó a los periodistas que la misión de Wilson fue idea de su esposa, agente encubierta de la CIA. Es decir nunca mencionó al gato, limitándose a decir: tiene cuatro patas, maúlla, caza ratones, camina por los tejados y siempre cae de pie.
No obstante las connotaciones legales, el caso de Rove presenta escandalosas aristas éticas.
Revelar la función de Valerie Plane como venganza contra su esposo, no puede tener peor factura. Únicamente personas de muy baja catadura moral acuden al expediente de perjudicar a un familiar para castigar a un adversario. La familia es una frontera que ni siquiera la mafia se atreve a traspasar.
Por añadidura la Plane es una mujer, en condición de riesgo, cosa que la sociedad y los servicios especiales tienen en muy alta estima.
De hecho Rove se ha enajenado el favor de la poderosísima Comunidad de Inteligencia norteamericana y del cuerpo diplomático quienes tienen muy buenas razones para considerarlo un traidor. Por añadidura, la gran prensa estadounidense que ha sido humillada al ser obligada a revelar una fuente y que ha puesto la primera baja del incidente, se siente manipulada.
Dos años atrás, el presidente prometió al Congreso y a la Nación que actuaría resueltamente contra cualquier miembro de su administración que hubiera filtrado la malévola información. Entonces no sospechaba que el culpable era su más cercano colaborador o creía seguro el secreto entre ambos.
Ahora, Bush ha tratado de tomar distancia del incidente que puede implicarlo gravemente. Está por ver si echa rodilla en tierra por su colaborador y hasta donde este es lo suficientemente leal y hábil como para preservarlo.
El hecho de que George Tenet, haya sido cesado en su cargo de director de la CIA, acusado de ser el responsable del error cometido por el presidente al realizar las afirmaciones sobre el uranio de Níger, promete nuevas emociones. La venganza de la Agencia, cuya eficiencia e integridad fueron puestas en solfa, puede ser devastadora.

El Congreso está procurando citar a Karl Rove para una comparecencia bajo juramento y la prensa va a por él. Como en Watergate, existe la sospecha de si el presidente estuvo o no al tanto de la operación de venganza política contra Wilson.
Los demócratas no habían tenido una oportunidad como la que ahora se les presenta. Tan grave pueden ser sus consecuencias para el sistema que tal vez retrocedan. La elite del poder en Estados Unidos lo sabe.

No hay que llevarse por las apariencias e incluso por realidades coyunturales. Bush es muy poderoso y los neoconservadores están solidamente establecidos en el poder, pero el sistema político norteamericano está diseñado para prevalecer sobre individuos, partidos y coyunturas, cosa garantizada por las reglas que funcionan en una u otra dirección.
Visto de modo aislado, el affaire que condujo a Watergate, en si mismo no fue excesivamente grave; todos los días ocurren cosa peores. Su trascendencia se debió a que constituyó una brutal violación de las reglas de la competencia electoral y del sistema judicial.
En Estados Unidos se puede mentir hasta el hartazgo pero no bajo juramento, nunca a un Fiscal Especial y jamás a un Gran Jurado y nadie, a la derecha o la izquierda, puede poner en peligro el sistema. Han sonado las alarmas y se han disparado los fusibles que protegen de sobrecargas al sistema, lo demás es cuestión de tiempo.