Internacional
|
La clase trabajadora en Estados Unidos: Reestructuración, retirada, reacción
James
Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
Introducción
La subida al poder de la extrema derecha en Estados Unidos –control del
Congreso y del Ejecutivo por civiles militaristas, sionistas y neo-liberales-
no ha encontrado prácticamente resistencia por parte de la clase trabajadora o
de la elite “sindical”. Bien al contrario, importantes sectores de clase
trabajadora votaron por Bush y una mayoría apoyó las
guerras imperialistas contra Iraq y Afganistán (*).
Los ataques frontales del régimen de Bush a los derechos
más básicos de los trabajadores –en el área de la seguridad social, de las
pensiones y de los subsidios por incapacidad- no han encontrado protesta masiva
alguna de la clase trabajadora. En este ensayo vamos a considerar los cambios
estructurales en la composición de la clase trabajadora, la decadencia y
fracasos del aparato sindical estadounidense y el incremento de movimientos
fundamentalistas de masas como determinantes clave de la pasividad, complicidad
e impotencia de la clase trabajadora frente a los envites del ala derechista
sobre las condiciones de trabajo, bienestar social y nivel de vida.
Reestructuración de la clase trabajadora
En primer lugar, la afiliación de la clase trabajadora estadounidense al
sindicato de la industria manufacturera ha descendido un 75% durante los
últimos 40 años. Entre los años 1980-2000, millones de puestos de la industria
manufacturera han sido trasladados al extranjero –especialmente a China, Mexico y otros países con mano de obra infrapagada.
En el nuevo milenio, cientos de miles de puestos de trabajo cualificados del
sector servicios y manufacturero han sido recolocados en el exterior.
En segundo lugar, muchos de los trabajadores antes sindicados que trabajaban en
empaquetamiento de carne, construcción, restaurantes, textiles y confección han
sido reemplazados por inmigrantes ilegales que trabajan a cambio de una
fracción del valor de los salarios pagados anteriormente a trabajadores
organizados. Los capitalistas han contado con la ayuda y la complicidad de los capitostes
de los sindicatos que se interpusieron contra los militantes de sindicatos
locales, que colaboraron para que las huelgas fracasaran y que firmaron
acuerdos que suponían un retroceso tanto en salarios como en beneficios.
La clase trabajadora de hoy en día, en su abrumadora mayoría, no está afiliada
a ningún sindicato (91%), una mayoría está empleada en el mal pagado sector
servicios y alrededor de la mitad no cuenta con ningún plan adecuado en los aspectos sanitario, de planes de pensiones, de protección
y seguridad laboral. El punto primordial es que la “aristocracia de los
trabajadores” –bien pagada, con trabajadores sindicados en empleos estables con
generosos beneficios sociales- ha dejado de existir. Hay una minoría de
trabajadores que está bien pagada y que tiene beneficios sociales pero incluso
este grupo ha perdido sus puestos debido a las subcontrataciones. La situación
que tendrán que enfrentar estos trabajadores les obligará a aumentar sus
aportaciones individuales para fondos sanitarios y pensiones. La tendencia
dominante es la disminución de la “aristocracia de los trabajadores”. La
minoría de trabajadores bien pagados no está sindicada, tiene cada vez menos
beneficios sociales y presenta actitudes sociales cada vez más conservadoras.
En parte, esta es la consecuencia de dos clases de “reubicación” de empresas.
La gran mayoría de nuevas fábricas en el sector automovilístico está
estableciéndose en los Estados del Sur (Alabama y Tennessee),
no en los Estados del Norte. Todos los fabricantes importantes de coches
japoneses, alemanes y coreanos (Toyota, Nissan, Mercedes, Hyundai) han
invertido miles de millones de dólares en nuevas factorías en el Sur, donde
están recibiendo terrenos libres de impuestos, exenciones fiscales y
legislación antisindical y que favorece el logro de beneficios. El segundo
traslado de la inversión ha sido hacia el extranjero, a China, Mexico, América Central y el Caribe y a países ricos en
reservas energéticas y minerales. Alrededor del 50% de las “exportaciones de
China” a EEUU son efectuadas desde corporaciones multinacionales
estadounidenses. Los EEUU han cambiado del capital industrial al comercial
(comprador). Actualmente, los núcleos más numerosos de empleados en Estados
Unidos se encuentran en los grandes almacenes (Walmarts,
Target, Lowes y K-Mart), en los establecimientos de comida rápida (McDonalds, Pizza Hut, Wendys y Kentucky Fried Chicken) y en los supermercados. La inmensa mayoría de los
trabajadores de estos oligopolios de “servicios” no están sindicados y reciben
todos sueldos cercanos al salario mínimo establecido; y pocos, o ninguno,
disfrutan de cobertura sanitaria. La mayor parte de la fuerza de trabajo es
“precaria”, trabajan menos de 30 horas semanales y se da una tasa alta de
inestabilidad laboral.
Impacto de la reestructuración de las políticas sobre la clase trabajadora
La transformación, reubicación y recomposición de la clase trabajadora ha
tenido profundas consecuencias sociales y políticas. Los mal pagados
“trabajadores del sector servicios” no tienen prácticamente noción de
“conciencia de clase”, no pertenecen a ningún sindicato, y sus “referencias
sociales” más notorias son las organizaciones religiosas, los clubs de armas, los medios de comunicación reaccionarios y
sus directivos. De esa forma, los no sindicados trabajadores más pobres y más
explotados, especialmente en el Sur, son más vulnerables ante los llamamientos
“morales” de las iglesias evangélicas fundamentalistas que apoyan al ala de
extrema derecha del Partido Republicano con George Bush. Los sionistas cristianos están aliados con el
gobierno israelí, los colonos judíos israelíes y las organizaciones judías más
importantes en EEUU.
La mayoría de los votantes de George Bush entre la clase trabajadora no están sindicados, son
blancos, suristas, fundamentalistas religiosos
y con especial frecuencia integran el sector de trabajadores peor pagados del
sector servicios y del manufacturero. El “programa social” de la derecha
religiosa va dirigido contra los derechos de las mujeres, de los homosexuales,
de los sindicatos, de los izquierdistas, de los negros, de los inmigrantes, y a
favor del chauvinismo ciego, del militarismo y de una autoritaria legislación
estatal de tipo policíaco (la anti-terrorista
“Acta Patriótica”).
El polo opuesto de este sector reaccionario de la clase trabajadora lo
encontramos entre los trabajadores sindicados del Norte, en grandes empresas
que tienen una ‘historia’ de lucha de clases y entre los trabajadores
minoritarios del sector público y de los sindicatos de servicios sociales.
Dentro de este grupo, los trabajadores blancos y latinos son los más
militantes, al menos en términos de actitudes políticas ante las guerras
imperialistas, sanidad nacional, seguridad social, pensiones, etc…
Sin embargo, las tendencias históricas dentro de la economía política
estadounidense favorecen la expansión de los sectores conservadores de la clase
trabajadora. En primer lugar, el porcentaje de trabajadores sindicados ha
bajado del 35% al 12% en los últimos 35 años (¡entre los trabajadores del
sector privado hay sólo un 9% sindicado!). En segundo lugar, las tasas más
altas de desempleo se dan entre los trabajadores jóvenes negros – alrededor de
un 40% entre los 18 a 25 años. En tercer lugar, el traslado de la industria
manufacturera al Sur y la decadencia en el Norte y Medio-Oeste fortalecen a los
sectores conservadores de la clase trabajadora. La posición dominante de
trabajadores del sector servicio no sindicados es probable que continúe y
crezca, aumentando la proporción de trabajadores que no tienen ninguna
organización de clase ni espíritu solidario y son fácilmente manipulables por
la derecha. Si los cambios estructurales llevan a la “conservadorización”
de la clase trabajadora, los sindicatos han jugado un papel importante a la hora
de facilitar ese proceso.
El papel de los sindicatos en el giro a la derecha de la clase trabajadora
Los sindicatos han jugado un papel fundamental en el debilitamiento de la
solidaridad entre la clase trabajadora a través de: 1) al hacer poco o ningún
esfuerzo para organizar la masa de trabajadores infrapagados
del sector servicios; 2) al no enfrentarse con los nuevos capitalistas
industriales en el Sur; 3) al apoyar a los sectores del Partido Demócrata que
sólo buscan el lucro; 4) al intervenir contra sindicatos militantes locales y
al expulsar a dirigentes locales y mostrarse de acuerdo con el hecho de poner
fin a las huelgas en términos favorables para los jefes; 5) al forzar a los
trabajadores a aceptar contratos que reducen los salarios; aumentan el poder de
los jefes ante los despidos de los trabajadores, intensifican la explotación e
incrementan los pagos que los trabajadores deben hacer de cara a los planes
sanitarios y de pensiones; 6) al colaborar con el Departamento de Estado y con
la CIA en los intentos de derrocamiento de gobiernos progresistas (como en el
caso de Venezuela con el Presidente Chavez), lo que
favorece las posibilidades de que las corporaciones multinacionales trasladen
sus negocios fuera de EEUU; y 7) al colaborar y mantener lazos con la Mafia en
sindicatos tales como los Teamsters(conductores
de camiones y medios de transporte), trabajadores de la construcción,
trabajadores de los puertos (Costa Este) y otros sindicatos importantes.
Los “sindicatos” en EEUU no funcionan como tales sindicatos, ni su estructura
interna se parece en modo alguno a un sindicato de clase. Eso que en EEUU se
llama “sindicatos” suspenden en los principios básicos de los mismos –no hacen
huelga, no defienden condiciones adecuadas de trabajo, ni protegen los puestos
de trabajo ni aumentan los salarios ni los beneficios de los trabajadores y no
tienen influencia alguna en políticas gubernamentales que traten de asegurar
cualquier tipo de legislación favorable, a pesar de gastar cuando menos 100
millones de dólares para elegir a presidentes y congresistas del Partido
Demócrata.
La estructura interna del “sindicato” es similar a la de una corporación. Los
altos funcionarios se adjudican ellos mismos salarios anuales de entre 300.000
a 500.000 dólares más dietas. Su “equipo” de consejeros cobra una media de
100.000 dólares al año. El aparato parece una estructura “feudal” más que una
“burocracia”: los funcionarios son nombrados por su incuestionable lealtad a
los funcionarios que están por encima de ellos. En muchos casos, se designa a
parientes para los puestos con altos salarios. La mayor parte de los
funcionarios altos reciben dos o incluso más pensiones cuando se jubilan:
recogen pensiones de los fondos sindicales nacionales, regionales y locales.
La mayor parte de los funcionarios “sindicales” están ocupados administrando
transacciones financieras, utilizando los fondos de pensiones y las cuotas para
hacer préstamos a amigos y parientes que invierten en fondos inmobiliarios y
otros negocios. El papel principal de los sindicatos es administrar los
“servicios” – cartas de crédito, turismo vacacional y descuentos en mercancías.
La “organización” del sindicato no permite la democracia interna. La mayoría de
los “sindicatos” son una especie de “Estados de partido único” – con una sola
lista, que vuelve a elegir a los mismos dirigentes durante décadas o que elige
nuevos dirigentes nombrados o seleccionados por el jefe anterior. El dinero
pagado al Partido Demócrata es en gran medida “dinero para protección”, para asegurarse
la inmunidad en caso de procesamiento por fraude, desfalco, etc…,
o por mantener un mínimo de afiliados a fin de recoger las cuotas de afiliados
alucinados.
La decadencia y degeneración de los sindicatos en un aparato ejecutivo
personalista y autoritario unido a los partidos burgueses y colaborando con
políticas imperialistas significa que los trabajadores estadounidenses no
tienen ninguna referentes sociales para orientar sus perspectivas políticas.
Los trabajadores ven los “sindicatos” como otro aparato autoritario a favor del
capitalismo con poco poder o credibilidad. Aún así, alrededor del 50% de los
trabajadores que no están sindicados piensan que los sindicatos podrían servir
para mejorar su nivel de vida. El vacío entre la preferencia de la clase
trabajadora por los sindicatos (50%) y el bajo nivel actual de afiliación a los
mismos (12%) podría explicarse por la ausencia de militancia y compromisos con
la lucha de clases por parte de los “sindicatos” existentes.
Sin sindicatos orientados hacia la lucha de clases, otros grupos organizados
juegan un papel mucho mayor a la hora de influir en las actitudes políticas de
los trabajadores, marcando conductas y valores sociales. Por ejemplo, muchos
millones de trabajadores asisten a las iglesias y son susceptibles de ser
influidos por el clero y su agenda de “acción social”. Los grupos más activos y
mejor organizados son los grupos protestantes fundamentalistas que están
aliados con el régimen ultraderechista de Bush y los
neo-conservadores sionistas. Hay una fuerte correlación entre no
sindicalización, grupos fundamentalistas influyentes y clase trabajadora
votando por George Bush.
Hay otros numerosos grupos como los grupos de veteranos (Legión Americana), los
clubs de armas (Asociación Nacional del Rifle) y
tantos otros, a los que pertenecen muchos trabajadores y que apoyan a los
políticos más militaristas. Finalmente, el hecho de que la AFL-CIO (Federación
de Organizaciones de Trabajo) apoye todas las guerras imperialistas –desde
Vietnam, Yugoslavia, Iraq, Afganistán- y libre
batallas contra los regímenes progresistas en Venezuela, Cuba y algún otro
lugar más, significa que incluso los trabajadores sindicados están siendo
empujados hacia políticas derechistas por los “sindicatos”.
Sin duda, hay muchos militantes progresistas en sindicatos locales y algunos
sindicatos locales que tratan de ser combativos llevando adelante protestas
contra la injusticia y la guerra, pero actúan así a pesar de la AFL-CIO
y no impulsados por ella.
Conclusión
Ambos objetivos, la reestructuración de la economía estadounidense y la
reubicación de las corporaciones multinacionales han debilitado la organización
de los trabajadores estadounidenses y han creado temor y relativa conformidad
frente a la ofensiva capitalista.
Aún así, estos “objetivos” de cambios estructurales no tendrían lugar si no
fuera por la degeneración y transformación de los sindicatos en una
organización reaccionaria imbuida de ideología imperialista y con una alucinante
composición de un 9% de trabajadores del sector privado.
La convergencia del objetivo de la transformación económica del capitalismo
estadounidense y la ausencia de cualquier tipo de organización de la clase
trabajadora nacional han conseguido que la clase trabajadora de EEUU sea
vulnerable a los llamamientos de los grupos derechistas. La única esperanza
para un futuro lejano es que emerja una nueva confederación de sindicatos que
de un giro hacia la acción directa y llegue a organizar a ese 90% de la clase
trabajadora que no está sindicada, en la que el 50% no cuenta con cobertura
médica suficiente, el 70% tienen poca o ninguna cobertura en cuanto a
pensiones, el 80% sólo tiene menos de dos semanas de vacaciones anuales y el
99% de las mujeres trabajadoras no disfrutan del subsidio por maternidad.
__________________
(*) En junio de 2005, tras dos años de guerra y con alrededor de 25.000
víctimas estadounidenses (entre militares muertos, heridos y con problemas
mentales), la mayoría de la clase trabajadora no apoya ya ni la guerra ni a Bush.
(23 de mayo de 2005)