Internacional
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Un ejército sin tanques ni
aviones
J. M. Álvarez
InSurGente.org
Para el actual mandatario estadounidense, los cincuenta mil muertos y
desaparecidos durante la Operación Cóndor, desarrollada en el Cono Sur
americano, y los más de cien mil muertos de Centroamérica consecuencia de
estrategias desestabilizadoras planificadas desde la Casa Blanca, no merecen
ceremonias como la celebrada el pasado día 30 de mayo en el cementerio de Arlington, en el que reposan los soldados norteamericanos
caídos en las guerras imperiales.
En aquellas estrategias participaron activamente los terroristas Orlando Bosch y Luis Posada Carriles. Ambos tienen un amplio
historial de crímenes y sus vínculos con la CIA son bien conocidos gracias a
sus propias declaraciones y a las pruebas aportadas por el Gobierno cubano.
Mientras Orlando Bosch fue indultado por Bush padre en 1990 y su estatus respetado por el
“demócrata” Bill Clinton
(lo que confirma la letra de aquella canción que decía ”a
mí me parece Ford lo mismo que Chevrolet”),
Posada Carriles, de origen cubano y nacionalidad venezolana, está siendo
protegido a capa y espada por George Bush, que intenta, por todos los medios, impedir su entrega
a la justicia de Venezuela para que responda por sus actos criminales. Y todo
ello a pesar de la vigencia del tratado de extradición bilateral que
obliga a ambos países. Ahí tenemos a Estados Unidos, el “campeón” de los
derechos humanos, convertido en refugio y santuario del terrorismo
internacional.
Genocidio y terrorismo van de la mano, especialmente cuando lo ejecuta el poder del Estado imperialista. La utilización
de una supuesta lucha contra el terrorismo, como coartada que garantice guerras
preventivas, se está volviendo contra Washington. Países como Cuba o Venezuela,
y las aportaciones de delegados de todo el mundo que participaron en el
Encuentro contra el Terrorismo por la Verdad y la Justicia celebrado en La
Habana, han desmontado, con datos y argumentos, las patrañas de un Imperio que
ha pasado de juez autoerigido a sentarse en el banquillo de los acusados, lugar
que le corresponde por derecho propio ya que ningún Gobierno yanqui ha sido
ajeno a las matanzas en América Latina y en otros muchos lugares del mundo. El
terrorismo genocida no es cosa del pasado, pues continúa vigente con todas sus
variedades. El terrorismo mediático de las multinacionales de la información provocan la alineación y deshumanización de quienes lo
sufren a diario. En ese sentido, la ONG Reporteros Sin Fronteras constituye un
grotesco monigote que sirve como ejemplo de la degradación a la que puede
llegar el periodismo sectario y mercenario. El neoliberalismo es un terrorismo
económico-social que está matando a millones de personas por hambre y
enfermedades, sin que podamos olvidar la existencia del bloqueo a Cuba, y que
otro bloqueo -impuesto también por Estados Unidos- causó más de un millón de
muertos en Iraq, en su gran mayoría niños.
Vicente Rangel, vicepresidente de Venezuela, ha
manifestado públicamente que el Gobierno de su país ha tenido acceso a
informaciones que confirman la existencia de una trama, formada por sicarios
colombianos y elementos de la extrema derecha cubana de Miami, organizada para
asesinar a Hugo Chávez. El magnicidio es otra de las variantes terroristas
utilizada asiduamente por el Imperio, de ahí que Rangel
haya advertido que responsabilizará a la CIA y a Washington si el crimen llega
a consumarse. Cuando hablamos sobre genocidas y terroristas siempre encontramos
a los mismos personajes. Entre ellos, los que mostraron su apoyo a la minúscula
reunión de ”disidentes” organizada en La Habana por Martha Beatriz Roque el
pasado 20 de mayo. Esta señora tiene la suerte de residir en Cuba. De hacerlo
en otro país -incluido cualquiera del hemisferio occidental- llevaría años pudriéndose
en la cárcel por colaborar con los terroristas asesinos que financian sus
mascaradas.
El
presidente estadounidense, como ya hicieron otros en el pasado, utiliza a los
soldados que han perdido la vida para conmover a la opinión pública con la intención
de asegurarse futuros genocidios. Cuando Bush
depositó una corona de flores ante la Tumba del Soldado Desconocido, guardó un
minuto de silencio durante el que quizá reflexionara –en el discutible supuesto
de que su capacidad intelectual se lo permitiese- sobre lo ”bien”
que le van las cosas en Iraq y en Afganistán. Poco
después de finalizar su representación teatral, se marchó, probablemente, a
ahogar su conciencia en Bourbon. No siento ninguna
lástima por los mercenarios caídos en Iraq. Si bien
es cierto que la mayoría procedían de los suburbios marginales, no por ello
fueron menos despiadados. Afortunadamente, son muchos más los que se han negado
a asesinar a sus semejantes para lograr la nacionalidad o una carta de
residencia. Esos muertos no valen nada, ni siquiera para quienes los enviaron
al matadero.
“Nuestro ejército es más fuerte porque es invisible”, cantan los niños en las
calles de Bagdad en alusión a la resistencia. Los asistentes al Encuentro de La
Habana también constituyen un ejército formidable porque sus armas letales son
las ideas y los sentimientos más nobles de la especie humana. Esos valores lo
hacen invencible frente al imperialismo y su pervertido concepto de la
democracia.