Internacional
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Bush y el mundo: el segundo periodo
Immanuel Wallerstein
George W. Bush fue relegido para ejercer su cargo por un segundo periodo de cuatro años. Hay bastante certeza de qué política seguirá en el ámbito interno estadunidense, pues ya lo anunció con claridad. Impulsará más recortes fiscales. Buscará privatizar lo más que pueda del sistema de seguridad social. Nombrará únicamente a jueces que reflejen sus valores conservadores, en materia económica y social. Intentará desmantelar lo más posible la legislación ambiental. Tratará de fortalecer la autoridad del gobierno en todas las indagaciones y procesos policiacos. En resumen, su programa es el clásico de la derecha.
Lo que sigue siendo un tanto oscuro es lo que intenta hacer en su política exterior, por una muy simple razón. Por un lado, durante el primer periodo su gobierno se comprometió fuertemente con una política exterior particular -acciones disuasivas donde y cuando lo sintiera pertinente. Por otro lado, esta política exterior no tuvo muchos logros, no sólo a ojos de los críticos, en casa y en el resto del mundo, sino ante los ojos de muchos de sus leales simpatizantes. Entre las filas de los partidarios de Bush hay revuelo, que pudo observarse recientemente cuando varias figuras conservadoras exigieron en torrente que Donald Rumsfeld renunciara, lo que ocasionó el inmediato respaldo que Rumsfeld recibió de otros, incluido el presidente mismo. Rumsfeld ejemplifica, simplemente, estas políticas.
Qué podemos esperar ahora. De hecho, hay dos preguntas: ¿emprenderá el segundo gobierno de Bush una política exterior idéntica a la del anterior periodo? Y, en caso de cambiar, hasta cierto punto, ¿cómo reaccionará el resto del mundo?
La cuestión más inmediata es Irak. Conforme nos adentramos en 2005, la prioridad de Estados Unidos es efectuar elecciones en Irak para finales de enero. Por qué es esto tan importante. Hay cuatro razones. Primera: es importante que Estados Unidos muestre que se pueden llevar a cabo elecciones pese a los ataques de los insurgentes. Segunda: se teme que, de no llevarse a cabo, el ayatollah Al-Sistani podría culpar a Estados Unidos y cambiar su postura -de mantener una prudente distancia, a la hostilidad activa. Tercera: Estados Unidos espera que la batalla político-militar en Irak cambie, de una en que se enfrentan los insurgentes iraquíes contra las fuerzas de ocupación, a una en que el enfrentamiento de estos insurgentes sea con un gobierno iraquí elegido legítimamente. La cuarta razón de la importancia de las elecciones es que son el prerrequisito para reducir el número de tropas estadunidenses en Irak. Por supuesto, hay otros también muy ansiosos de lograr estas elecciones -en particular el gobierno interino iraquí y los partidos de la Shia, que conforman la principal corriente.
Entonces, es casi seguro que se efectuarán estas elecciones -en medio de una violencia continuada que probablemente escale y en un ambiente de gran abstencionismo, especialmente en las áreas sunitas. Pero entonces, ¿qué pasará? Es probable que llegue al gobierno, en calidad de primer ministro, el ayatollah Sayed al-Hakim, líder del principal partido de la Shia (el SCIRI, por sus siglas en inglés). Dependiendo de cómo le vaya en las elecciones, y de la conducta de Al-Hakim, este gobierno puede o no comenzar a ser nacional con alguna mínima aceptación. Sin embargo, es casi seguro que la insurgencia continuará, acusando al nuevo gobierno de ser un títere de Estados Unidos. Y, tarde o temprano, el nuevo gobierno iraquí tendrá que escoger entre proseguir con la política abiertamente proestadunidense de Allawi o adoptar una línea nacionalista más consonante con las demandas del pueblo iraquí. No tiene uno que ser experto en asuntos del Medio Oriente para sospechar que tarde o temprano el nuevo gobierno iraquí optará por ser más nacionalista, sobre todo para alcanzar más legitimidad.
La presión para que Estados Unidos retire sus tropas vendrá entonces de tres lados: de los insurgentes, del nuevo gobierno iraquí y de la opinión pública en casa. Dentro de Estados Unidos, todas las encuestas indican que más y más personas sienten que el precio que el país tiene que pagar -en soldados muertos y heridos, y en costos de guerra- es simplemente muy elevado. Estados Unidos se halla en el inicio de una reacción aislacionista. Y dado que el aislacionismo siempre ha sido fuerte dentro del partido republicano, comenzaremos a ver que los propios partidarios del presidente pujarán por el retiro de sus tropas.
Sin duda, otros dentro del gobierno de Bush, tales como los militaristas y los neo- conservadores -que no son idénticos, en ningún sentido- combatirán amargamente esta tendencia. Pero este campo es mucho más débil de lo que fuera en 2003. Así que podemos estar ante un viraje enorme en la política exterior estadunidense. Lo que veremos es la modulada posición intermedia de "multilateralismo" tan cara a Colin Powell, a los primeros asesores del presidente Bush, como Brent Scowcroft, y a los líderes del ala más conservadora del partido demócrata (como los senadores Biden y Lieberman).
Lo que ocurra vis-a-vis en Irak presagiará el resto de la política exterior de Bush. Ya ocurrió que Bush se frenó respecto de Corea del Norte e Irán, asumiendo un reconocimiento tácito de impotencia. El equipo de Bush puja y resuella, pero sabe que hay muy poco que se pueda hacer. Los integrantes del equipo estarían felices de lograr nuevas negociaciones entre Israel y Palestina, que Blair hace todo lo posible por impulsar, pero Estados Unidos simplemente va con los acontecimientos sin ser el promotor principal. De cualquier manera, estas renovadas negociaciones no parecen ir muy lejos. En ese caso, la posición reservada del gobierno de Bush lo protegerá de un daño interno importante.
Si miramos el mundo, ¿dónde puede actuar Bush ahora? ¿En Cuba? Le encantaría, no hay duda. Pero hoy existen funcionarios estatales en Alabama (corazón del país partidario de Bush) que dicen que si no le venden pollo a Cuba, Brasil lo hará, y añaden que las restricciones gubernamentales de comercio con Cuba son un golpe injustificado a los exiliados cubanos en Florida. No hay entonces signos de un respaldo en Estados Unidos a una aventura en la isla. ¿En Rusia? Hemos visto cómo, aunque las elecciones ucranianas le hayan ocasionado malas notas de prensa a Putin en Estados Unidos, Bush mantuvo el rumbo indicando que el país continuará trabajando con Putin. ¿En China? Los intereses económicos estadunidenses impiden cualquier hostilidad, pese al desasosiego del gobierno de Bush ante el mayor papel político que juega China en Asia. ¿En Europa? Aun la "nueva Europa" de Rumsfeld comienza lentamente a abandonar a Estados Unidos. En resumen, Bush no tiene muchas opciones a la mano. Y como Bush es un político mañoso y sin principios, no querrá involucrarse en un juego con nomios tan en contra suya.
Cómo reaccionará el mundo ante este vuelco hacia dentro -en lo militar y lo económico- de Estados Unidos. Uno puede esperar que, después de un periodo inicial de cautela, todo mundo intente sacar ventaja de esta nueva muestra de debilidad geopolítica estadunidense. El problema es que, una vez que se reduzca la presencia estadunidense en el mundo, la situación es semejante a retirar un elefante de una sala de estar. Nadie sabe cómo llenar el espacio. Y es probable que nadie tenga preparada alguna serie de políticas para el caso. Entonces, por inseguridad, habrá muchos jaloneos entre los otros jugadores geopolíticos. Estados Unidos era ya una potencia hegemónica en declive cuando Bush llegó al poder en 2001. Buscando restaurar la posición mundial estadunidense durante sus primeros cuatro años en el cargo, Bush agravó, de hecho, la situación. En este segundo periodo, Estados Unidos (y Bush) cosecharán la locura que sembraron.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein