Europa |
La Iglesia retorna a la política
Juan Francisco Martín Seco
La Estrella Digital
¡Cada cosa que hay que oír! El portavoz de la Conferencia Episcopal , el jesuita
Juan Antonio Martínez Camino, justificó la presencia de los obispos en la
manifestación del sábado pasado por ser "una situación única en la historia de
la Humanidad... algo que nunca ha ocurrido en la Iglesia en 2000 años de
existencia". Ahí es nada. Hasta ahora, de los jesuitas se podían decir muchas
cosas, menos que fueran tontos. Todo cambia. De la historia de la Iglesia mejor
es no hablar, pero en cualquier caso no dejan de ser patéticas las declaraciones
de Martínez Camino. Claro que en su verbo fluido y empalagoso no se limitó a
ellas, sino que nos vino a decir que la depravación del matrimonio gay no surge
de ir contra la fe sino de oponerse a la razón.
¿Cómo saber lo que va contra la razón? La razón es histórica, que diría Ortega,
y lo que en una época parece como irracional, en otra tiene total explicación.
Pero es que, además, si en algún ámbito se aceptan realidades, hechos y
aseveraciones que se oponen y contradicen a la razón, ese es el religioso.
Locura para los gentiles. Habrá que recordar las múltiples ocasiones en que la
Iglesia a lo largo de esos 2000 años de existencia, que monseñor Camino cita, ha
ido en contra de la razón y de la ciencia. ¿Acaso hemos olvidado a Galileo?
Sánchez Albornoz, en su obra "España, un enigma histórico", relata una anécdota
bastante elocuente. A Felipe III (espero no equivocarme de rey) se le propuso
canalizar el Tajo. Su católica majestad nombró una comisión de teólogos para que
dictaminase el proyecto. Este fue negativo y su argumentación, muy simple: si
Dios hubiese querido que estuviese canalizado lo hubiese creado así. Realizar
tal proyecto significaría cambiar el curso natural de las cosas y modificar la
obra de Dios. El Tajo no se canalizó.
Lo malo no es que en el siglo XVII se actuase de forma tan mítica e irracional,
sino que argumentos parecidos se continúen empleando en la actualidad. La
Encíclica Humanae Vitae emplea un razonamiento idéntico para oponerse al
control de la natalidad y en la manifestación del pasado sábado se ha podido
escuchar que la homosexualidad va contra la naturaleza. La Iglesia , hoy en día,
continúa manteniendo aptitudes y principios que chocan contra los valores
modernos de libertad, democracia e igualdad. Su estructura jerárquica y de mando
es profundamente antidemocrática y la mujer sufre en su organización una enorme
discriminación. Pero a todo ello poco tendríamos que objetar desde una sociedad
plural y tolerante si la Iglesia se mantuviese en sus coordenadas de asociación
privada y de libre afiliación. El problema surge cuando, añorando tiempos
antiguos, pretende imponer antidemocráticamente sus esquemas reaccionarios a
toda la sociedad.
La Iglesia, desde luego la española, pero parece que también la de Roma , está
retomando en los últimos tiempos actitudes y posturas que creíamos superadas. El
poder alcanzado dentro de ella por el Opus Dei, los legionarios de Cristo y
alguna que otra organización de ultra derecha la está conduciendo de nuevo al
nacional catolicismo y al ultramontanismo. Los obispos españoles, o al menos una
buena parte de ellos, han decidido jugar a política. Están en su derecho. Pero
no pueden quejarse después de las consecuencias. Cuando uno actúa de forma
militante, cuando toma partido, parte, divide, se enfrenta al resto y,
lógicamente, provoca la reacción contraria.
El histórico anticlericalismo español tiene en buen medida su origen en la
postura adoptada por la jerarquía eclesiástica de intervenir en política con las
posiciones más reaccionarias, apoyando el absolutismo, el caciquismo y los
golpes de Estado. Parece que ahora retorna a una actitud militante similar
infiltrándose en el PP, para desgracia de este partido, identificándose con su
parte más retrógrada y convirtiendo su emisora en portavoz de las teorías más
rancias, y en defensora del racismo y la xenofobia. Es difícil no hacer
responsable a los obispos de las atrocidades y patochadas que se lanzan desde la
radio cuya propiedad ostenta.