Europa
|
Humor de Domingo
Buena noticia para homosexuales católicos que aún no han perdido la esperanza de casarse por la iglesia
Domingo Amador
Ahora que la alta jerarquía vaticana, y la Conferencia Episcopal Española,
han lanzado la voz de alarma para que funcionarios y responsables públicos se
acojan a la objeción de conciencia para no oficiar bodas entre parejas
homosexuales, "porque la unión de personas del mismo sexo no puede ser
matrimonio". Y hallan pedido a los senadores católicos que no voten a favor de
la ley aprobada por el gobierno.
Tras oír a Manuel Fraga, ese pedazo de franquista, relacionar los matrimonios
gays con la crisis demográfica, al señalar que pueden «agravar muy seriamente un
problema que España ya tiene planteado», y que debido a ello «pronto será el
país más envejecido del mundo».
Después de que Ana Botella asegurara que el matrimonio entre homosexuales marca
una "involución de las costumbres" en España, pues constituye "un ataque a los
valores tradicionales, a la familia como institución". Y de acusar a Zapatero de
haber sucumbido ante la presión del "lobby poderoso" gay. Y también escuchar al
portavoz del PP en el Parlamento Europeo, Jaime Mayor Oreja, decir que el
matrimonio entre personas del mismo sexo "choca frontalmente contra lo que es el
sentido común, la propia historia de España y el sentir de muchas familias
españolas".
Ahora que ya sabemos, gracias al viceportavoz del PP en el Ayuntamiento de
Córdoba, Ricardo Rojas, que los matrimonios homosexuales son "antinatura". Y que
"un gay es una persona tarada, que nace con una deformación física o psíquica",
según la definición de Lluís Caldentey, alcalde del PP en la pequeña localidad
barcelonesa de Pontons.
Si aún quedan gays o lesbianas que, profesando la fe católica, desean casarse
con su pareja por la Iglesia, los miembros del periódico InSurGente han
encontrado la solución:
Parroquias hinchables para ser montadas en el campo, en el parque o en el jardín
de una casa cualquiera.
InSurGente ofrece además a uno de sus redactores, que
estudió en un internado de los jesuitas y chapurrea el latín al tercer vaso de
ron, para que sea el oficiante de la ceremonia.
Ahora ya no hay excusas.